19 Jul

INTRODUCCIÓN

Hacia 1830, mientras Europa experimentaba el Romanticismo, España parecía ajena a las corrientes de la época. Tras la muerte de Fernando VII en 1833, se inició una nueva etapa con la introducción del régimen liberal. El liberalismo, una doctrina política centrada en la libertad ciudadana, se basaba en los principios de la Revolución Francesa, como la libertad y la igualdad. En España, se implementaron estos principios de manera limitada en 1833, con la redacción de constituciones, la existencia de partidos políticos, elecciones y la separación de poderes. Las constituciones tenían una corta duración debido a la personalización de los partidos en el gobierno. Los partidos políticos eran débiles y a menudo liderados por militares, con un derecho de voto limitado y elecciones manipuladas. Ante estas deficiencias, se recurrió a líderes militares, conocidos como «espadones», y a pronunciamientos militares.

Tras la muerte de Fernando VII, el poder político quedó en manos de María Cristina de Nápoles, viuda del rey y madre de la futura Isabel II. El hermano del rey, Carlos María Isidro, líder del partido apostólico, representaba a los monárquicos más intransigentes que buscaban mantener el absolutismo. Al negarse a reconocer la legitimidad de la princesa Isabel, Carlos se autoproclamó Carlos V, dando inicio a la Primera Guerra Carlista en 1833, una guerra civil que duraría siete años.

DESARROLLO

El Carlismo

El carlismo, que respaldó las pretensiones al trono de Carlos María Isidro en oposición a Isabel II, se caracterizó por su defensa intransigente del Antiguo Régimen frente a la Revolución liberal. Su ideología se basaba en la identificación del trono y el altar, promoviendo:

  • La tradición política del absolutismo monárquico.
  • La recuperación del poder eclesiástico.
  • La defensa de los fueros tradicionales y valores católicos.
  • La idealización del mundo rural y la aversión a la modernidad.

Contando con el respaldo de sectores del clero, pequeños notables rurales, burócratas, militares y algunos intelectuales reaccionarios, el carlismo encontró apoyo en una parte del pequeño campesinado y el artesanado urbano que luchaba contra el diezmo. Su base social se concentró en zonas periféricas como las Regiones Vascas, Navarra, Aragón y Cataluña interior.

Las Guerras Carlistas

Iniciadas en 1833, fueron conflictos prolongados entre carlistas e isabelinos.

  • La Primera Guerra Carlista (1833-1840): Una contienda civil con repercusiones internacionales, destacando la participación de potencias absolutistas y otras naciones. Se desarrolló en varias fases, marcadas por la figura de generales destacados como Zumalacárregui y Cabrera. Culminó con el Convenio de Vergara en 1839.
  • La Segunda Guerra Carlista (1846-1849): Conocida como la «guerra dels matiners».
  • La Tercera Guerra Carlista (1868-1874): Durante el Sexenio Revolucionario, tuvo repercusiones significativas en la política española, incluyendo la inclinación hacia el liberalismo y el protagonismo político de los militares. Estos conflictos también afectaron las finanzas de la monarquía liberal y condicionaron reformas como la desamortización.

Implantación del Estado Liberal

Durante el reinado de María Cristina de Nápoles (1832-1834) fue marcada por la necesidad de adoptar el liberalismo moderado debido a la Guerra Civil. Durante su mandato, se implementaron reformas significativas, como la creación del Ministerio de Fomento y la nueva división provincial. Sin embargo, las presiones llevaron a la elaboración del Estatuto Real de 1834, un régimen constitucional que seguía el modelo francés de 1817 y establecía Cortes bicamerales por sufragio censitario restringido, generando descontento y revueltas populares.

Ante la situación, María Cristina entregó el poder a Mendizábal, liberal radical, quien emprendió reformas para desmantelar las instituciones del Antiguo Régimen e instaurar un régimen liberal constitucional. Estas reformas incluyeron la supresión de conventos, la Ley de Desamortización civil y eclesiástica, la reforma de la ley electoral y la liberalización de la tierra, comercio e industria. La Rebelión de los Sargentos de La Granja en 1836 llevó a la convocatoria de progresistas al gobierno, restableciendo la Constitución de Cádiz y convocando elecciones para unas nuevas Cortes encargadas de elaborar una nueva constitución.

La liberalización de la tierra incluyó:

  • La desamortización civil y eclesiástica.
  • La disolución del régimen señorial.
  • La reforma agraria.
  • La desvinculación de mayorazgos.
  • La abolición de privilegios de la Mesta.

En cuanto a la liberalización de comercio e industria, se promovió:

  • La libertad de precios.
  • La eliminación de aduanas interiores.
  • La abolición de los gremios y del diezmo.

La Constitución de 1837

Bajo el gobierno progresista de Mendizábal, mostró una tendencia progresista pero incluyó concesiones a los moderados. Mantuvo el principio de la soberanía nacional, estableció derechos ciudadanos como la libertad de prensa y opinión, y dividió los poderes entre el legislativo en las Cortes y el ejecutivo en el rey. Se crearon dos cámaras legislativas. En materia religiosa, se comprometió a mantener económicamente al clero católico, sin prohibir otras religiones. Sin embargo, en 1837, los moderados ganaron elecciones y surgió conflicto sobre la nueva ley de Ayuntamientos, que otorgaba a la Corona poder sobre el nombramiento de alcaldes. Esto generó un movimiento insurreccional, llevando a la renuncia de la regente y al nombramiento de Espartero como nuevo regente.

Regencia de Espartero (1840-1843)

Espartero continuó consolidando el régimen liberal, enfrentando la oposición de los moderados y desafíos internos en el progresismo. Su política económica, que amplió la desamortización y estableció un arancel librecambista, generó tensiones con empresarios catalanes y trabajadores, desencadenando un movimiento revolucionario en Cataluña, reprimido por Espartero con dureza. Los moderados, liderados por Narváez y O’Donnell, aprovecharon estas tensiones y protagonizaron conspiraciones. Estas conspiraciones llevaron a la dimisión de Espartero en agosto de 1843, adelantando la mayoría de edad de Isabel II, quien fue proclamada reina el mismo año.

Mayoría de Isabel II (1843-1868)

Los veinticinco años del reinado de Isabel II estuvieron caracterizados por agitaciones sociales, escándalos en la corte y la inestabilidad política, con la sucesión de más de 50 gobiernos.

Bases Sociopolíticas del Régimen Liberal: Partidos Políticos

Después de las guerras carlistas, la estabilidad política en España se basó en el equilibrio entre la corona, el ejército y los partidos dinásticos. Los dos principales partidos liberales eran los moderados y los progresistas.

  • Moderados: Representaban a terratenientes, grandes comerciantes, vieja nobleza y altos cargos del clero y el ejército. Defendían el liberalismo doctrinario, compartiendo la soberanía con la Corona. Abogaban por un sufragio censitario restringido, limitación de derechos individuales y colectivos, sistema educativo basado en la moral católica, impuestos indirectos, legislación proteccionista y un Estado centralizado. Líderes destacados incluyeron a Martínez de la Rosa, Narváez, O’Donnell y Serrano.
  • Progresistas: Representaban intereses de la alta burguesía financiera e industrial. Abogaban por la soberanía nacional y un sufragio censitario más amplio. Defendían derechos individuales, pero eran cautelosos debido al temor a la clase obrera. Buscaban el desarrollo industrial y defendían el librecambismo. Contaban con el apoyo de clases medias urbanas y lideraron movimientos populares. Líderes notables incluyeron a Mendizábal, Espartero, Madoz y Prim.
  • Unión Liberal: Surgió en 1854 como una escisión del moderantismo, agrupando a conservadores y progresistas. Liderada por O’Donnell, buscaba ser una opción de centro sin aportar novedades ideológicas.
  • Demócratas: Fundados en 1849, eran partidarios del liberalismo democrático con sufragio universal, ampliación de libertades públicas, intervención estatal en educación, asistencia social, fiscalidad para reducir desigualdades y un Estado aconfesional. Su base social incluía artesanos, pequeños comerciantes y obreros.

El Ejército

Una constante fue la presencia de militares entre los gobernantes, esto se debía a varias causas:

  • El mesianismo y la mitificación del militar victorioso.
  • La debilidad del sistema parlamentario.
  • Se veía a los militares como garantes del Estado liberal.

Sin embargo, estos militares actuaron como líderes de los partidos y no como jefes del ejército, aunque se sirvieran de sus tropas para acceder o mantenerse en el poder.

Moderados en el Poder: Narváez (1844-1854)

Se inició la Década Moderada en España. Narváez fue clave en la redacción de la Constitución de 1845 y en importantes reformas legales. Logró mantener el control sobre el ejército y reprimir con dureza los movimientos populares de protesta, lo que le ganó el respaldo de la corona y los terratenientes.

Institucionalización del Régimen Liberal: Constitución de 1845

Diseñada bajo la influencia de los moderados, institucionalizó el régimen liberal. Estableció una soberanía compartida, concentrando el poder legislativo en las Cortes junto al rey, sin separación de poderes. Las Cortes eran bicamerales de sufragio censitario restringido y un Senado compuesto por miembros vitalicios nombrados por la corona. La declaración de derechos fue limitada, remitiendo restricciones a leyes futuras. Se consagró la religión católica como la única. Los ayuntamientos y diputaciones estaban sometidos a la Administración central.

Incluyeron:

  • La «Ley de imprenta», que restringía la libertad y establecía la censura.
  • La creación de la Guardia Civil en 1844.

También se observaron divergencias entre los moderados, dando lugar a la escisión del grupo más radical, la Unión Liberal.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Comenzó con la revolución de 1854, un golpe de Estado respaldado por el apoyo popular. O’Donnell lideró un pronunciamiento que fracasó, pero los rebeldes se reagruparon y emitieron el «Manifiesto de Manzanares», redactado por Cánovas del Castillo. Este manifiesto prometía el cumplimiento estricto de la Constitución, la reforma electoral, la reducción de impuestos, la restauración de la Milicia Nacional y la convocatoria de nuevas Cortes Constituyentes. La reina entregó el poder a los progresistas, con Espartero como jefe de gobierno y O’Donnell como ministro de guerra.

Se llevaron a cabo reformas significativas orientadas a modernizar. Destaca la Constitución de 1856 (que no llegó a ser promulgada), así como leyes económicas como la Desamortización de Madoz (1855). Sin embargo, la inestabilidad social, marcada por la epidemia de cólera, la subida de precios y las protestas obreras en Barcelona y Valladolid, llevaron a una represión severa. Isabel II finalmente aceptó la dimisión de Espartero y entregó el gobierno a O’Donnell.

Gobierno de O’Donnell (1856-1863)

Se logró estabilidad política hasta 1863, volviendo al régimen moderado de la Constitución de 1845. Se impulsó el desarrollo económico y se intervino en asuntos exteriores, destacando intervenciones en Indochina, Marruecos y México. La caída de O’Donnell se debió a levantamientos campesinos, problemas internos del partido y el fracaso del programa conciliador.

En los años finales del régimen (1863-1868), se sucedieron varios gobiernos, cada vez más conservadores y autoritarios, con la vuelta de Narváez. La oposición al régimen se intensificó, y se destacaron:

  • La crisis económica.
  • El aumento de la corrupción.
  • La firma del Pacto de Ostende en 1866, que buscaba destronar a Isabel II y convocar unas Cortes Constituyentes.

CONCLUSIÓN

Durante el período de 1833 a 1868, España experimentó transformaciones profundas e irreversibles hacia el liberalismo. La guerra carlista, que se extendió desde 1833 hasta 1839, marcó el comienzo de esta etapa. Este conflicto, junto con las luchas políticas internas y la intervención partidista de la Corona, generó tensiones sociales significativas. La evolución hacia una monarquía constitucional, el cambio en las estructuras de propiedad hacia el capitalismo privado y la consolidación de la libertad económica fueron aspectos clave de esta transformación. El reinado de Isabel II, que se prolongó durante este periodo, estuvo marcado por inestabilidades políticas y sociales. Los diversos partidos políticos, en su lucha por imponer sus ideologías, contribuyeron a una situación de constante agitación. La tensión social y política culminó en la Revolución de 1868, que resultó en la expulsión de Isabel II del trono.

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