14 Ago
Duque de Rivas (1791-1865)
Don Álvaro o la fuerza del sino es quizá el mejor drama romántico español. El estreno de Don Álvaro o la fuerza del sino fue un auténtico escándalo que supuso el triunfo del Romanticismo en España. Parte del público selecto rechazó la obra por su irregularidad:
mezcla de prosa y verso, de escenas de ambiente popular con otras apasionadas y refinadas, de personajes nobles con otros de la plebe, más duelos, muerte y el terrible final con el suicidio del protagonista.
Los temas de la obra: amor, muerte, pasión, frustración, honor y, sobre todo, el destino la convierten en un ejemplo claro de lo que fue el teatro romántico en España. Lo mismo puede decirse de los personajes, empezando por el protagonista (Don Álvaro), prototipo de personaje romántico y Leonor, su amada, que encarna a la perfección el ideal romántico de la mujer: hermosa, apasionada, pero también prisionera del mundo y de las convenciones sociales.
José Zorrilla
Es el dramaturgo romántico de más éxito. Escribió una treintena de obras, casi todas en verso y de carácter histórico. Zorrilla se caracteriza por su habilidad en el planteamiento de los conflictos y en el mantenimiento del interés de las historias dramatizadas, pero los desenlaces suelen ser demasiado improvisados y sus dramas pecan a veces de superficialidad.
Él mismo estima en poco su teatro, del que salva dos obras: El zapatero y el rey y Traidor, inconfeso y mártir. Sin embargo, su obra más celebrada es Don Juan Tenorio (1844), cuya popularidad ha perdurado durante mucho tiempo. El protagonista presenta las características que los románticos adjudicaron al personaje asocial y demoníaco. Es juerguista y le gustan toda clase de apuestas, incluidas las que exigen las artes de seductor cínico e irresistible, pero en la obra de Zorrilla se produce una transformación en el personaje del libertino, que finalmente es redimido de su vida escandalosa gracias al amor angelical de una mujer. Con ello el dramaturgo da satisfacción a la moral tradicionalista y reaccionaria de su tiempo, que ve con buenos ojos la conversión del impío calavera y su salvación cristiana por medio de un amor sublime y sacrificado. Esta es, por tanto, la versión del Romanticismo conservador del personaje mítico del burlador, lejos del tipo rebelde y satánico de, por ejemplo, El estudiante de Salamanca de Espronceda.
La poesía en la segunda mitad del siglo XIX
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)
Obra lírica
La obra lírica de Bécquer está recogida en su obra Rimas que, en su edición de 1871, son setenta y nueve poemas. Tras la muerte del poeta, sus amigos prepararon una edición de las Rimas, publicada en 1871, en la que los poemas aparecen ordenados en cuatro grupos:
Rimas I – XI El tema de estos poemas es la reflexión sobre la creación poética y sus motivos básicos: el amor, el misterio, etc. Trata además del deseo de expresarse mediante la poesía.
Rimas XII- XXIX Las diecisiete rimas de este grupo obedecen a una contemplación afirmativa y confiada de la belleza femenina y del amor.
Rimas XXX- LI El más abundante cuerpo de la poesía becqueriana está constituido por rimas amargas y dolientes, con tonos que van de la melancolía hasta la ira y la desesperación, en las que poetiza su experiencia de amor desengañado por Elisa Guillén, quien lo abandonó por otros hombres.
Rimas LII-LXXVI Tratan de la soledad y de la muerte desde un punto de vista desolado y pesimista.
En cuanto al estilo poético de Bécquer, tras su aparente sencillez y espontaneidad, hay una cuidada elaboración de los textos. Así sucede, por ejemplo, en la métrica: utiliza, a veces estrofas clásicas (octava real, serventesio, quintilla, combinaciones de endecasílabos y heptasílabos), así como el empleo de formas populares (copla asonantada, seguidilla). Rasgo general de sus versos es la preferencia por la rima asonantada, con la que evita la sonoridad estridente del Romanticismo. Compositivamente, los poemas de Bécquer suelen ser breves y, muchas veces, parecen quedar truncados al cerrarse con un verso quebrado que condensa la idea expresada y abre nuevas sugerencias. Los más extensos utilizan normalmente el paralelismo como técnica estructurante (correlaciones bimembres o trimembres, antítesis, anáforas, repeticiones…).
El lenguaje becqueriano también es sencillo en apariencia. No son raras las metáforas (saeta…/ hoja…/ gigante ola…/ luz…/ esa soy yo) y también son habituales las comparaciones (como la brisa que la sangre orea, tus ojos/ verdes como el mar…). Las imágenes se construyen casi siempre con palabras que aluden a realidades materiales, sensoriales. Por eso su lenguaje poético abunda en vocablos referentes a la naturaleza (golondrinas, búho, viento, huracán, campanillas, madreselvas, violeta, árbol, mar) o a la música (arpa, lira, compás, cadencia, laúd). Tampoco falta el léxico más prosaico (átomo, máquina, roncar, comer, engordar, billete de banco, diccionario), que revela la influencia de la poesía realista, al lado de un vocabulario todavía romántico (suspiros, sueño, dolor, vértigo). Sin embargo, lo más importante del léxico de Bécquer es su capacidad de sugerencia más allá de su significado denotativo: los elementos de la realidad se corresponde con emociones íntimas, o a través de ellos se descubren otros sentidos insospechados u ocultos en la misma realidad descrita.
Obra en prosa
Las Leyendas, que aparecieron en la prensa entre 1858 y 1864 y que se recogieron en un libro en 1871 en el mismo volumen de las Rimas. Son un conjunto de relatos cortos de carácter fantástico y ambientación romántica (la Edad Media, el mundo oriental o morisco, el halo de misterio, la noche…) Muchas de ellas son muy conocidas: El caudillo de las manos rojas, El Monte de las Ánimas, El Miserere, La corza blanca, El beso…
Rosalía de Castro (1837-1885)
Aunque escribió también en prosa, destaca sobre todo como poetisa. Compuso versos tanto en gallego, Cantares galegos (1863) y Follas novas (1880) como en castellano, En las orillas del Sar (1884).
Con Rosalía de Castro nos encontramos ya muy cerca de la poesía contemporánea entendida como comunicación de una experiencia personal: aflora de forma directa el mundo interior, se manifiesta la subjetividad abiertamente y no envuelta en el tono declamatorio y muchas veces superficial del Romanticismo externo.
Cantares galegos. Escrita en gallego, en ella aparece la añoranza de la tierra natal lejana, además de la crítica por la situación de muchos de sus paisanos. Por ello algunos poemas tienen un tono de protesta y rebeldía.
Follas novas. Poemario compuesto también en gallego en el que el paisaje de su tierra se convierte en un escenario para versos que expresan el dolor y el desengaño vital.
En las orillas del Sar. Escrita en castellano, en ella Rosalía de Castro continúa, con un tono melancólico y pesimista, poetizando el paso del tiempo, las ilusiones perdidas y la deseada muerte que libere el dolor de vivir. En esta obra, Rosalía de Castro alcanza muchos momentos de honda emoción y de expresión de una intimidad conflictiva que anticipan lo más granado de la poesía posterior.
En cuanto a su técnica, Rosalía, influida como Bécquer por la obra del alemán Heinrich Heine y por la poesía popular, emplea un lenguaje emocionado e intimista que huye de la grandilocuencia. La constante presencia de elementos de la naturaleza aporta a sus versos un tono de autenticidad, de experiencia vivida. Utiliza versos y estrofas hasta entonces poco usuales, como las estrofas polimétricas que combinan versos alejandrinos, decasílabos, pentasílabos, etc. Esta innovación la convierte en una pionera de la poesía moderna, y su influencia la reconocerán poetas posteriores como Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca, entre otros.
Lorca, entre otros.
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