11 Oct
La Temporalidad del Ser Humano
En primer lugar, solo el hombre vive el tiempo. Se podría decir que el hombre es el único animal finito, porque es el único que lo sabe. Los seres vivos por debajo del hombre viven completamente ajenos al tiempo. Su vida está ligada al tiempo por mediación del instinto; pero se quedan siempre en el instinto, no alcanzan nunca el tiempo. Viven en el tiempo, sometidos a los efectos de la temporalidad, pero desconociendo esa caducidad que los habita y los traspasa.
El hombre, en cambio, está hecho de tiempo tanto como de materia y de espíritu. La duración media previsible de su vida no es para él una circunstancia, sino que forma parte de su definición; con arreglo a ella, el hombre organiza su vida.
El hombre se entiende a sí mismo a la luz del hecho de que su vida está medida en el tiempo; sabe que va a vivir unos ochenta años y, de acuerdo con este dato, proyecta su vida. Si la duración media de la vida de la especie humana fuera doble o triple que la actual, su concepto de la vida y de él mismo variaría notablemente, quizás sustancialmente. El pasado y el futuro, y por eso mismo también el presente, tendrían un sentido muy distinto del que tienen entre nosotros.
La temporalidad del ser humano puede ser definida como las diferentes etapas por las que pasa el ser humano. Dentro de estas, las más aceptadas pueden ser:
- Concepción
- Prenatalidad
- Niñez
- Pubertad
- Adolescencia
- Juventud
- Adultez
- Vejez
- Muerte
Debido a la conciencia de nuestra temporalidad es por lo que realizamos la mayor parte de nuestras acciones. Por ejemplo, pensamos en estudiar una carrera en nuestra juventud, ya que si llegamos a la adultez o incluso a la vejez antes de estudiarla, seríamos demasiado viejos para hacerlo y encontrar un trabajo relacionado.
Todas las etapas tienen cierta importancia, pero quizás la más interesante es la muerte, ya que con ella toman sentido todas las cosas que sentimos, pensamos y hacemos; además de ser la única que se puede presentar en cualquier momento.
De cualquier manera, la muerte da sentido a nuestras vidas, nos crea la necesidad de trascender, o sea, de no morir del todo. Por ejemplo, muchas veces ambicionamos ser famosos por nuestros actos, ya sea siendo un gran actor, científico, revolucionario, atleta, etc. Esto nos permitirá no ser olvidados tan fácilmente, así conseguimos una permanencia en este mundo a través de los recuerdos de los demás.
Y remontándonos al nivel más inferior de trascendencia, podemos tomar el que está presente en todos y cada uno de los seres vivos: la procreación de descendientes. Todo ser vivo busca la transmisión de sus genes a futuras generaciones para así tener una especie de inmortalidad, ya que parte del individuo va a estar en sus hijos y los hijos de sus hijos.
Volviendo a los humanos solamente, esta «inmortalidad» no solo abarca los genes, sino también la transmisión de valores, conocimientos, relatos, tradiciones, actitudes, etc., a través de la vida de padres e hijos; así, los hijos transmitirán todas estas características provenientes de los padres, heredándolas a sus propios hijos.
La Historia
La historia se ha entendido como aquello que le pasa a los hombres, y frente a lo cual, lo que hay que hacer es contarla.
Los seres humanos podemos recordar cosas sucedidas en un tiempo anterior; así, podemos hablar de memoria autobiográfica: una autobiografía es una narración de nuestra propia vida, y por este motivo es importante comprender que la memoria autobiográfica está relacionada con lo que nos ha sucedido en el pasado.
La memoria autobiográfica nos ayuda a recordar qué nos ha sucedido en nuestro pasado, en un momento y un lugar específicos. No podemos recordar absolutamente todo lo que ha ocurrido en nuestro pasado, por lo que es importante entender por qué algunos recuerdos forman parte de nuestra memoria autobiográfica, mientras que otros sucesos de nuestro pasado se han borrado de nuestra mente y no han logrado formar parte de esta memoria autobiográfica.
La historia es cómo recordamos el pasado y de qué forma; la historia es el registro de hechos pasados significativos, pero no es un registro neutral.
Los seres humanos han sentido siempre la necesidad de guardar un registro de los hechos ocurridos; en la antigüedad, era frecuente narrar la historia mediante mitos y leyendas para tratar de explicar la realidad.
La memoria, en relación con la historia, también puede emplearse en sentido colectivo, cuando, por ejemplo, se apela a la memoria en materia política o histórica de una nación para comprender el sentido que han tomado sus sociedades: “Un pueblo sin memoria está condenado a repetir su historia”.
El Sentido de la Historia
Al ser humano le preocupa conocer su origen, eso significa que queremos conocer no solo nuestros antecesores inmediatos (padres, abuelos…), sino también el origen de la comunidad o país al que pertenecemos. Es más, queremos conocer el origen de nuestra especie y el origen del universo del que formamos parte.
Origen del Universo
Existen cuatro teorías fundamentales que explican el origen del universo. Estas son:
- La teoría del Big Bang
- La teoría inflacionaria
- La teoría del estado estacionario
- La teoría del universo oscilante
La hipótesis de la Gran Explosión inicial y la posterior expansión es la teoría que cuenta con más seguidores. Esta teoría se basa en que toda la materia del universo estaba concentrada en una zona extraordinariamente pequeña, hasta que explotó en un violento evento a partir del cual comenzó a expandirse y, en esa expansión, la materia se fue agrupando y acumulando para dar lugar a las primeras estrellas y galaxias, formando así lo que conocemos como el universo.
Origen de la Especie Humana
El origen del hombre, referido al origen o comienzo de la especie humana, remite a dos perspectivas muy distintas. Antiguamente y durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la visión mítica y religiosa, la antropogénesis (la antropogénesis es la clase de relato de carácter mítico-religioso sobre el origen del hombre, su creación o surgimiento y, por extensión, de su cultura), fue la más aceptada —a pesar de no contar con pruebas físicas—, y concibe, en general, el origen del hombre como un acto de voluntad de uno o varios dioses. Sin embargo, gracias al desarrollo de la ciencia, se produjo un cambio de visión y, actualmente, el punto de vista universalmente aceptado es la visión científica, que sitúa a la especie humana como una más en la evolución biológica de los organismos vivos de la Tierra; los detalles de este origen y evolución son sujeto de estudio e investigación constante de las múltiples disciplinas científicas.
Origen de la Sociedad
Podemos encontrar estos y otros interrogantes similares: ¿Es anterior el hombre a la sociedad, o al contrario, la sociedad al hombre? En el primer caso, ¿apareció con el hombre o ha habido algún tiempo en el que aquel haya vivido aislado, solitario? Dentro de las formas sociales esenciales, ¿es anterior la familia a la organización política, o al revés?
Podemos afirmar que la sociabilidad del hombre es un reflejo de su vocación comunitaria; el hombre es, pues, social por naturaleza, no solo porque necesita absolutamente de los demás, sino también porque está unido por vínculos naturales esenciales con todos los hombres, forma con ellos una comunidad y entra dentro de su primera y principal obligación el darse y entregarse a los demás.
El ser humano es un ser bio-psico-social arrojado al mundo. Cada uno de nosotros estamos en el universo. Habitamos en una realidad multiforme y cambiante. Existimos en el presente y es sobre lo único que podemos intervenir, pero estamos atravesados por el pasado, que no se puede cambiar, y proyectados hacia el futuro, que aún no existe.
Como seres sociales, necesitamos de la presencia de otro para sobrevivir y para ser. Como seres psicológicos, estamos constituidos por el miedo a la muerte y por la angustia existencial, “condenados” a ser libres, somos capaces de elegir y decidir.
El Progreso de la Humanidad
La idea del progreso sostiene que la humanidad ha avanzado en el pasado a partir de una situación inicial de primitivismo, barbarie…, y que sigue y seguirá avanzando en el futuro. En cierto modo, la idea del progreso es una síntesis del pasado y una profecía del futuro.
Sin embargo, es una idea controvertida. Las diferencias empiezan cuando se trata de dar un contenido a la noción de progreso. ¿Qué se entiende por avanzar? Suele haber dos tendencias en las respuestas:
- Una es que el progreso consiste en el lento y gradual perfeccionamiento del saber en general, de los diversos conocimientos técnicos, científicos… de las múltiples armas con las que el hombre se enfrenta a los problemas que plantea la naturaleza.
- La otra se centra más bien en la situación moral o espiritual del hombre en la Tierra, en su felicidad, su capacidad para liberarse de los problemas que le plantea la naturaleza y la sociedad. Para esta corriente, el objetivo del progreso, el criterio del avance, es la consecución en la Tierra de esas virtudes morales o espirituales y, en último término, el perfeccionamiento cada vez mayor de la naturaleza humana.
¿Seguro que la humanidad está progresando? La idea de progreso implica una concepción positiva del desarrollo humano. ¿Hay progreso en la humanidad? La respuesta depende de qué entendamos por progreso. La tendencia casi inmediata es concebirlo como “mejoramiento”, como “superación”, ligado al ámbito material. Sin embargo, ¿se progresa espiritualmente?, ¿hay progreso cultural? La ética, ¿progresa? ¿Se mejora la calidad de lo humano?
Observada la historia en su faceta material, desde el hombre de las cavernas hasta nuestros días, es obvio que se ha registrado progreso, un progreso enorme, monumental. Al menos en lo técnico. La duda se abre en el otro ámbito, en lo más propiamente humano: ¿ha habido progreso en este sentido?
La pregunta puede ser: ¿en qué sentido estamos “mejor” moralmente hablando: ahora o en la época de los faraones? ¿Se goza más ahora que hace cuatro mil años? ¿Nos respetamos más ahora? Aunque en principio parezca absurdo plantearse estas cosas, su explicación puede conducirnos a un verdadero progreso para la totalidad de seres humanos, sin discriminaciones.
En principio, podríamos decir que, aunque muy lentamente, la humanidad va progresando en términos éticos. Hoy, con relación a la antigüedad clásica de tantos pueblos, ya no se practican sacrificios humanos; hoy contamos con leyes que protegen, cada vez más, la vida y su calidad. Se legisla el aborto y la eutanasia. Hoy, la tendencia es buscar repartir los beneficios del progreso material entre todos, y no reservarlos para unos pocos. El machismo, aunque aún se practica día a día, comienza a ser puesto en la picota. Y otro tanto sucede con el racismo, aunque como práctica social concreta siga existiendo. Todo lo cual, entonces, nos puede hacer llegar a la conclusión de que, sin dudas, hay progreso social.
Aunque es necesario puntualizar que los “progresos” espirituales son de una naturaleza radicalmente diversa a aquellos otros del orden material. Podemos estar absolutamente seguros de que no volveremos –siguiendo un camino evolutivo del progreso técnico– a las cavernas y a las hachas neolíticas; pero no podemos estar tan seguros de que se ha afianzado de una vez y para siempre la cultura de la no violencia, la tolerancia y la convivencia pacífica entre todos los seres humanos. Una rápida mirada a la coyuntura mundial nos lo recuerda de modo feroz.
La Justicia
La justicia (del latín iustitĭa) es la concepción que cada época y civilización tiene acerca del sentido de sus normas jurídicas. Es un valor que se considera como bien común por la sociedad. Nació de la necesidad de mantener la armonía entre sus integrantes. Es el conjunto de pautas y criterios que se establecen para regular las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas entre individuos e instituciones.
Este conjunto de criterios o reglas tiene un fundamento cultural y un fundamento formal, y que son explicados de la siguiente manera:
- Fundamento cultural: se basa en un consenso amplio en los individuos de una sociedad sobre lo bueno y lo malo, y otros aspectos prácticos de cómo deben organizarse las relaciones entre personas. Se supone que, en toda sociedad humana, la mayoría de sus miembros tienen una concepción de lo justo, y se considera una virtud social el actuar de acuerdo con esa concepción.
- Fundamento formal: se concreta formalmente en varias disposiciones escritas, que son aplicadas por jueces y personas especialmente designadas, que tratan de ser imparciales con respecto a los miembros e instituciones de la sociedad y los conflictos que aparezcan en sus relaciones.
Igualmente, la justicia ha sido entendida como virtud humana, y así la podemos definir como el arte de hacer lo justo y de «dar a cada uno lo suyo», esto nos dice que la justicia es la virtud de cumplir y respetar el derecho, es otorgar los derechos a un individuo. Para diversos autores, la justicia no consiste en dar o repartir cosas a la humanidad, sino el saber decidir a quién le pertenece esa cosa por derecho. La justicia es ética, equidad y honradez; es la voluntad constante de dar a cada uno lo suyo.
La justicia era la virtud por excelencia, hasta el punto de equiparar ser justo con ser bueno. La persona justa es la que hace en cada momento lo que es adecuado hacer, tanto en su vida personal como en la relación con los demás. Hacer el bien es hacer lo justo, con lo cual nuestras acciones serán moralmente buenas si son justas.
Sociedad y Justicia
El concepto de justicia social surgió a mediados del siglo XIX para referirse a la necesidad de lograr un reparto equitativo de los bienes sociales. En una sociedad con justicia social, los derechos humanos son respetados y las clases sociales más desfavorecidas cuentan con oportunidades de desarrollo.
Para muchos expertos en la materia, se considera que el origen de la justicia social se encuentra en lo que fue la justicia distributiva, que estableció en su momento el filósofo griego Aristóteles. La misma se encargaba de que todas las personas pudieran disfrutar y acceder a una serie de bienes imprescindibles, como podía ser la educación o la alimentación.
La justicia social implica el compromiso del Estado para compensar las desigualdades que surgen en el mercado y en otros mecanismos propios de la sociedad. Las autoridades deben propiciar las condiciones para que toda la sociedad pueda desarrollarse en términos económicos; esto quiere decir, en otras palabras, que no deberían existir unos pocos multimillonarios y una gran masa de pobres.
No existe la justicia social si, por ejemplo, el 20% de la sociedad gana más de 50.000 euros al mes y el 70% vive con menos de 1.000 euros mensuales. Existen distintas corrientes del pensamiento, sin embargo, que proponen diversas formas de encarar estas desigualdades:
- El liberalismo, en general, sostiene que la justicia social está vinculada a la generación de oportunidades y a la protección de las iniciativas privadas.
- El socialismo y las propuestas de izquierda, en cambio, se centran en la intervención estatal para lograr la justicia social. Hay quienes sostienen que ciertos márgenes de ganancia son inmorales en medio de sociedades empobrecidas y buscan combatir el lucro desmedido a través de impuestos, tasas u otras medidas.
Según la ONU, los fundamentos de la justicia social se defienden cuando:
- Se promueve la igualdad de género.
- Se impulsan los derechos de los pueblos indígenas.
- Se fomentan los derechos de los migrantes y refugiados en todo el mundo.
- Se eliminan las barreras que enfrentan las personas por motivos de género, edad, raza, etnia, religión, cultura o discapacidad.
Los países con mejor calidad de vida suelen ser aquellos que promueven la justicia social, ya que las desigualdades generan violencia y promueven los enfrentamientos sociales.
Existe, a nivel mundial, un amplio número de instituciones que abogan y trabajan precisamente para poder conseguir esa igualdad de distintos aspectos entre toda la población.
El Derecho
En las sociedades complejas, la exigencia de la justicia incluye la elaboración de unas leyes que regulen el comportamiento de los seres humanos y faciliten la resolución de los conflictos que surgen en la vida diaria. En este sentido, la expresión “no es justo” encuentra en el ámbito jurídico su correspondiente con “no hay derecho”.
La diferencia entre legalidad y legitimidad ha sido una cuestión fundamental desde los inicios del pensamiento humano. La ley es un conjunto de normas de conductas cuyo incumplimiento está sancionado por castigos. Tanto si la ley es una norma escrita como si es fruto de una tradición oral, se entiende que legalidad es todo aquello que ocurre dentro del marco legal dado como válido por el conjunto del cuerpo social. Un acto es legal cuando no incumple una norma.
Podemos considerar legales todas las leyes que han sido elaboradas y promulgadas por la autoridad reconocida como tal. Casi por definición, toda ley es legal, aunque a veces se impugnan leyes por considerar que no se ajustan a las leyes fundamentales: p. ej., la ley mordaza.
Además de ser legales, las leyes tienen que ser legítimas, es decir, deben estar basadas en lo que es justo. Deben atender adecuadamente los derechos de las personas, aunque no es fácil determinar qué es lo justo, p. ej.: la esclavitud fue legal en muchos países, después se consideró que no era justa y así se luchó por cambiar una legalidad que no se consideraba legítima.
Los Derechos Humanos
Los derechos humanos son un conjunto de exigencias que se reconocen a todos los seres humanos por el hecho de serlo, de manera incondicional. Son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, religión, lengua o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna.
Los derechos humanos universales están a menudo contemplados en la ley y garantizados por ella, a través de los tratados y otras fuentes del Derecho Internacional. El Derecho Internacional de los derechos humanos establece las obligaciones que tienen los gobiernos de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de los individuos o grupos.
Su existencia es tan antigua como lo es la humanidad, pero su formulación explícita tiene un origen más reciente: Inglaterra, EE. UU. y Francia son los países pioneros en ello.
Universales e Inalienables
El principio de la universalidad de los derechos humanos es la piedra angular del derecho internacional de los derechos humanos. Este principio, tal como se destacara inicialmente en la Declaración Universal de Derechos Humanos, se ha reiterado en numerosos convenios, declaraciones y resoluciones internacionales de derechos humanos.
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