18 Dic
Contexto Político y Territorial
En el siglo XVII, España se configuraba como un estado complejo. Los diversos territorios compartían un mismo rey, pero cada uno se regía por sus propias leyes. La monarquía hispánica, considerada una potencia internacional, poseía estratégicas posesiones en Europa y extensos territorios en su imperio colonial. Sin embargo, los reinos de la monarquía española experimentaron una decadencia en todos los ámbitos, la cual contrasta con el esplendor cultural conocido como el Siglo de Oro.
Los Últimos Austrias y la Pérdida de Hegemonía
El periodo de los tres últimos Austrias (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) marca la decadencia y la pérdida de la hegemonía española en Europa. Durante este tiempo, los reyes delegaron parte de sus atribuciones en manos de validos, entre los que destacaron el Duque de Lerma y el Conde-Duque de Olivares.
El Reinado de Felipe III (1598-1621)
El reinado de transición de Felipe III inició el sistema de validos con el Duque de Lerma. En política exterior, se adoptó una postura pacifista, firmándose una tregua con los Países Bajos. En política interior, se decretó la expulsión de los moriscos, medida que afectó especialmente a Aragón y Valencia. Muchas zonas fueron repobladas por cristianos viejos de Castilla y Murcia. El gobierno del Duque de Lerma se caracterizó por el caos administrativo, la venta de cargos y la colocación de familiares y clientes en puestos clave.
El Reinado de Felipe IV (1621-1665) y la Guerra de los Treinta Años
Durante el reinado de Felipe IV, se produjo la gran crisis del poderío español. El Conde-Duque de Olivares, su valido, intentó llevar a cabo una serie de reformas que lo enfrentaron a la nobleza, al clero y a los territorios periféricos. España intervino en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un conflicto que comenzó como un enfrentamiento entre protestantes y católicos y terminó siendo una lucha generalizada por la hegemonía en Europa. Los Habsburgo de España y Alemania buscaban imponer una Europa unida bajo una misma fe y un emperador, mientras que los países protestantes del norte y la católica Francia defendían una Europa dividida en estados soberanos e independientes.
La entrada en la guerra se produjo tras la ruptura de la Tregua de los Doce Años, con el objetivo de apoyar a los Austrias alemanes. Así se declaró la guerra a los Países Bajos. Al principio, se logró la victoria de Breda, pero la entrada de Dinamarca y Suecia agotó los recursos económicos y militares de la monarquía. Para hacer frente a las necesidades bélicas, se llevaron a cabo reformas fiscales e institucionales que originaron conflictos políticos y sociales. Los holandeses acosaban las colonias castellanas y portuguesas, cortando las comunicaciones con América. La católica Francia se alió con los protestantes y declaró la guerra a la Corona española. Las derrotas obligaron a acelerar las reformas interiores, lo que desembocó en la crisis de 1640. Tras la derrota de los tercios viejos de Castilla, se perdió la hegemonía militar en Europa.
La Paz de Westfalia (1648) puso fin a la Guerra de los Treinta Años y marcó el fin de la hegemonía española, surgiendo Suecia como nueva potencia. A pesar de la paz, la guerra entre la Corona francesa y española continuó hasta la firma de la Paz de los Pirineos en 1659, que supuso la pérdida de tierras catalanas y el libre paso de mercancías francesas por territorio español.
La Crisis Interna y las Rebeliones
La política interior estuvo marcada por la exterior. Castilla se encontraba agotada, y Portugal veía cómo su imperio era atacado. El Conde-Duque de Olivares creó la Unión de Armas para distribuir los costes del ejército entre los diversos reinos según sus posibilidades, pero esta medida chocaba con la fórmula institucional y política establecida por los Reyes Católicos. Olivares buscaba crear un estado centralizado, un país único y compacto, pero las sucesivas reuniones en las Cortes no permitían avanzar. Portugal, Aragón, Valencia y Nápoles accedieron, pero manteniendo sus tradiciones. Cataluña se negó reiteradamente.
Para financiar la guerra, se llevó a cabo una reforma fiscal que aumentó los impuestos, como las alcabalas y los millones. La aplicación de estos impuestos en Castilla originó sublevaciones en el País Vasco y en las ciudades comerciales. La Corona devaluó la moneda, como el vellón, provocando inflación y graves daños a quienes vivían de rentas. Las bancarrotas fueron frecuentes, lo que deterioró el prestigio del Estado ante los prestamistas.
Rebeliones y Conspiraciones
- Cataluña (1640): La declaración de guerra de Francia agravó la situación. Los catalanes se negaban a combatir fuera de su territorio, y las tropas estacionadas en Cataluña cometían tropelías. El Corpus de Sangre, un altercado entre segadores y funcionarios, derivó en un motín. La Generalitat buscó apoyo en Francia frente a las amenazas del ejército de Olivares.
- Portugal (1640): La resistencia a la Unión de Armas desembocó en una revuelta que finalizó con la separación de Portugal de la Corona española. Las causas fueron el aumento de la presión fiscal, la debilidad de la monarquía para garantizar la seguridad del Imperio portugués y la sublevación catalana.
- Andalucía (1641): Conspiración dirigida por el Duque de Medina Sidonia y el Marqués de Ayamonte para crear un reino andaluz independiente, motivada por la rivalidad con Olivares y la mala situación de la hacienda.
- Aragón (1648): Conspiración liderada por el Duque de Híjar, con apoyo de nobles como Carlos Padilla, para independizar Aragón. Se buscó el apoyo de Portugal, pero la conspiración fracasó.
- Nápoles (1647): Revuelta popular dirigida por Masaniello, motivada por el aumento de la presión fiscal y las levas. Los virreyes lograron controlar la situación.
Las revueltas populares se caracterizaron por ser urbanas, protagonizadas por los sectores más pobres, y por protestar contra la subida de impuestos, la alteración de la moneda y la subida de precios. La represión sobre los grandes señores fue feroz. Estas revueltas evidenciaron la gran descomposición política y social que generaba la política exterior de Olivares.
El Reinado de Carlos II (1665-1700) y el Declive Definitivo
El reinado de Carlos II constituye el declive definitivo de la dinastía de los Austrias y de España. Se caracterizó por la lucha diplomática entre las potencias (Francia, Suecia, Inglaterra) por la sucesión al Imperio español. Las camarillas palatinas lucharon por controlar al rey e imposibilitaron las reformas. Se mantuvieron tres guerras con Francia, con sus respectivas paces: Paz de Aquisgrán, Paz de Nimega y Paz de Ryswick.
El Siglo de Oro: Esplendor Cultural en Tiempos de Crisis
Se produjo una crisis en las universidades y en el desarrollo científico, debido al papel de la Inquisición y al control de las órdenes religiosas sobre los estudios. Esta pobre realidad académica contrasta con el apogeo de las artes y las letras, conocido como el Siglo de Oro. Destacaron figuras como:
- Arquitectura: Juan Gómez de Mora
- Pintura: Velázquez
- Escultura: Francisco Salzillo
- Literatura: Lope de Vega
- Novela: Cervantes
- Poesía: Quevedo
Conclusión
El siglo XVII se presenta como un siglo de crisis en todos los ámbitos para España. Supone la decadencia del Imperio Hispánico y el final de la dinastía de los Austrias. Sin embargo, también es el Siglo de Oro de la cultura española, un periodo de gran esplendor artístico y literario que contrasta con la decadencia política y económica.
Deja un comentario