12 Nov
1. Identificación del Tema:
El significado del sacrificio en el cristianismo.
2. Estructura de las Partes:
El texto se compone de una única parte donde se analiza el sacrificio, cómo las personas se cuestionan para conocer el cristianismo y así obtener el perdón de Dios.
3. Conceptos Clave:
- Mártires
- Conversiones
4. Desarrollo o Comentario:
Durante cuatro siglos, el Estado persiguió al cristianismo. Al cabo de este tiempo, se dio cuenta de que las persecuciones y martirios estimulaban las conversiones. Cuanto más martirios había, más conversiones se producían. Como dice Pascal, no es lo mismo ver morir a un grupo de fanáticos que a un grupo de mártires cristianos. Estos eran interrogados; algunos eran campesinos, otros iletrados, otros sirvientes, etc. Pero la forma en que dialogaban con los jueces y verdugos, la forma de entregarse, despertaba una admiración que, por supuesto, la gente percibía y que provocaba conversiones.
La razón antropológica y psicológica de este fenómeno reside en que la mediocridad no atrae a la emulación, mientras que la excelencia sí. Esforzarse hasta el límite, hacer las cosas lo mejor posible, esa es la excelencia. Lo mejor que puedes hacer, hazlo siempre lo mejor posible.
La mediocridad es lo que hace la mayoría: esforzarse al mínimo. Puedo aprobar o tener una buena nota sin esforzarme, eso es lo que hace la mayoría. Por el contrario, una persona virtuosa contagia, atrae e incita a la emulación.
Tertuliano dice: «¿Quién ha habido que haya buscado y no se haya unido a nosotros?». Cuando dice «haya buscado» se refiere a que el que no busca, el que no se interroga, el que en su vida no tiene una meta más allá de lo superficial y mundano, lo propio del mundo (mantener una familia, obtener un título, trabajar…), la persona que no se pregunta más allá de esto, que no tiene otra inquietud y que no busca nada más, seguramente no se une al cristianismo.
El cristianismo es una fe para personas de altura. Es decir, la misma fragilidad, la misma debilidad, personas con caracteres más o menos agradables, pero «altura» se refiere a personas con sentido, inquietas por dentro, que se preguntan por la realidad y el porqué de las cosas, que tienen dentro la inquietud de una entrega mayor. Esta es la clave.
La persona que en su interior tiene esta inquietud, que quiere algo más, es susceptible de hacerse cristiana. Pero la persona que no siente ningún movimiento interior, a la que le da igual una cosa que otra, el cristianismo no le va a hacer nada, no le va a llamar la atención.
Parte de la responsabilidad de esta pobreza interior que estamos viviendo, quizá no recae en las personas. El cine, el arte, los medios de comunicación, la televisión, todo lo que produce la cultura actual y que se nos mete por los ojos a todas horas, todo eso hoy va encaminado a hacer de la persona alguien sin inquietudes más allá de lo inmediato.
El problema es que hemos eliminado del hombre la dimensión espiritual. Entonces solo somos seres para este mundo, que tenemos un cuerpo y unas necesidades. No existe ninguna serie, película o programa de televisión común en el que el argumento sea que las personas deben cuidar su alma por algún fin. Sin embargo, se tratan problemas como la sexualidad, el trabajo, etc., pero esta dimensión tan fundamental de nuestra persona, que es que tenemos alma y que tenemos una eternidad que nos espera, no existe. Ni siquiera la gente cree en ello, pero no es que no crea porque tenga argumentos para rechazarla, es que no le interesa. Le interesa si va a ganar su equipo la liga, si va a aprobar, si va a tener éxito, pero no se dan cuenta de que tienen que cuidar el alma, ya que mañana pueden morir.
La gente vive en una burbuja artificial que se pincha cada vez que llega la muerte, la enfermedad, una situación dramática. Las personas no están preparadas porque estamos en la burbuja donde todo es felicidad y «qué bonito es el mundo», cerrando los ojos a la realidad tal como es.
Si fuera verdad, qué terrible sería dejar este mundo sin siquiera haber reparado en que tengo un alma, que después de la muerte sigo viviendo y que el uso de mi vida, de mi comportamiento, de cómo elijo ser, configura también mi vida en la eternidad. Dios me ha dado la gracia de poder elegir quién quiero ser y cómo quiero ser, mediocre o no, lo puedo elegir yo. Y sobre todo, para que nuestra vida tome una orientación y empecemos a vivir con la conciencia de que tenemos un alma que cuidar, nuestra dimensión espiritual.
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