07 Feb

El Sistema Canovista: La Constitución de 1876 y el Turno de Partidos

La Constitución Moderada de 1876

Tras la celebración de elecciones, se reunieron las Cortes Constituyentes. El resultado fue la elaboración de la Constitución de 1876, que se basaba en lo esencial de la Constitución de 1845, aunque incorporaba algunos derechos, de forma más limitada, de la de 1869. La principal ventaja de esta constitución era su elasticidad: su articulado era poco preciso para permitir el cambio de leyes fácilmente, debido a la alternancia de partidos, sin necesidad de reformar la Constitución. Esto ofrecía estabilidad al sistema político.

Sus características principales son:

  • Establecía la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes.
  • La declaración de derechos era aparentemente semejante a la de 1869, aunque estos solo se mencionaban superficialmente, dejando su regulación a leyes ordinarias. Esto permitía al gobernante anular o limitar cualquier derecho creando una nueva ley, sin modificar la Constitución.
  • En el ámbito religioso, se declaró al catolicismo como religión oficial y se prohibieron las manifestaciones públicas de otras religiones, aunque se reconocía la libertad de culto.
  • Aumentó el poder del Rey: tenía el poder ejecutivo, elegía a los ministros, sancionaba y promulgaba las leyes, y convocaba, disolvía y suspendía las Cortes.
  • Disminuyó el poder de las Cortes, que eran bicamerales:
    • Senado: Integrado por senadores vitalicios por derecho propio, senadores vitalicios nombrados por el Rey y senadores elegidos por los mayores contribuyentes y las Corporaciones, todos ellos de alto nivel social.
    • Congreso: Era electivo, pero la Constitución no establecía el tipo de sufragio, permitiendo al gobierno de turno establecer el que más le interesase.

El Turno de Partidos

El sistema político ideado por Cánovas se traducía en la práctica en una farsa. La alternancia pacífica entre partidos se convirtió en cambios de gobierno pactados de antemano, creando el turno de partidos. Las elecciones no elegían realmente a los políticos, ya que estas eran manipuladas para favorecer al partido que tocaba gobernar.

En la década de 1880, la mayoría de los partidos existentes se integraron en uno de los dos grandes partidos: el Conservador, liderado por Cánovas, y el Liberal, liderado por Sagasta. Ambos partidos estaban más unidos de lo que aparentaban, incluso ideológicamente, y aceptaban el sistema trucado de cambios de gobierno.

El procedimiento era el siguiente:

  1. Los dos partidos se relevaban en el poder de forma pacífica y acordaban plazos razonables de gobierno.
  2. Aceptaban los cambios importantes realizados por el partido en el poder y se comprometían a mantenerlos.
  3. Cuando decidían que era el momento de un cambio de gobierno, lo pactaban con la oposición y con el Rey.
  4. El Rey mandaba formar gobierno, disolvía las Cortes y convocaba elecciones que, amañadas, daban la mayoría al partido correspondiente.
  5. El partido que salía del gobierno se convertía en oposición y esperaba su turno.

El partido Conservador fue el primero en tomar el poder, en 1875, y se centró en consolidar el régimen canovista. En 1881 comenzó a funcionar el turno de partidos, tomando el poder el partido Liberal. Este cumplió lo esencial de su programa hasta 1890: creó la Ley de Asociaciones y restableció el sufragio universal, entre otras medidas de liberalización.

Caciquismo y Fraude Electoral

Aunque la verdadera opinión del pueblo no contaba, el fraude debía ser legitimado por la voluntad de la nación, expresada a través del sufragio. Aquí intervenía el entramado de corrupción, donde la figura protagonista era el cacique.

Ambos partidos tenían su propia red organizada para asegurar los resultados. La estructura de esta red era:

  • En Madrid se encontraba la oligarquía, la minoría política dirigente. Estaba integrada por altos cargos políticos y personajes influyentes, vinculados a las clases dominantes (nobleza, alta burguesía, etc.).
  • En las provincias, la figura clave era el Gobernador Civil.
  • En los pueblos y ciudades, existía la figura del cacique local: personajes con poder e influencia en la comarca, ya fuera por su riqueza, sus contactos o su capacidad de controlar a la gente que dependía de ellos.

Bajo esta estructura se llevaba a cabo el fraude electoral, coordinado por el propio Ministro de Gobernación:

  1. Desde Madrid, los oligarcas transmitían las instrucciones a los Gobernadores Civiles.
  2. Los Gobernadores Civiles elaboraban la lista de los candidatos que debían ser elegidos en cada localidad (los «encasillados») y se lo comunicaban a los caciques.
  3. Los caciques constituían el último eslabón de la cadena y se encargaban de la manipulación directa de los votos, utilizando métodos que iban desde actitudes paternalistas hasta el «pucherazo» (cambio de urnas, añadido de votos falsos, etc.), pasando por amenazas y extorsiones.

En conclusión, el sistema político de la Restauración era una fachada para ocultar el control del poder por parte de una reducida oligarquía. El cambio del sufragio censitario al universal no tuvo prácticamente ninguna consecuencia real.

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