21 Sep
El Sistema Político de la Restauración
El pronunciamiento de Martínez Campos en diciembre de 1874, acogido favorablemente por el ejército y las fuerzas políticas conservadoras, significó la restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII, el único hijo varón de Isabel II. El político clave del momento fue Antonio Cánovas del Castillo, que asumió la regencia hasta el regreso del rey en enero de 1875.
Un nuevo sistema político
Los grupos conservadores recibieron con satisfacción la restauración de los Borbones porque esperaban que la nueva monarquía devolvería la estabilidad política y pondría fin a todo intento de revolución democrática y social en España. Cánovas no pretendía el regreso a los tiempos de Isabel II, sino la vertebración de un nuevo modelo político que superase algunos de los problemas endémicos del liberalismo precedente: el carácter partidista y excluyente de los moderados durante el reinado isabelino, el intervencionismo de los militares en la política y la proliferación de enfrentamientos civiles. Para conseguir su propósito se propuso dos objetivos:
- Elaborar una constitución con un sistema político basado en el bipartidismo.
- Pacificar el país poniendo fin a la guerra de Cuba y al conflicto carlista.
La primera medida política de importancia fue la convocatoria de elecciones para unas Cortes Constituyentes, pues la Constitución de 1869, defendida por las fuerzas políticas más democráticas, había quedado, de hecho, sin efecto tras la proclamación de la república. Pese a que Cánovas no era partidario del sufragio universal, las primeras elecciones del nuevo régimen se hiciesen por ese sistema, aunque posteriormente debería volverse al sufragio censitario.
Constitución de 1876
Es una clara muestra de liberalismo doctrinario, caracterizado por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y el rey. Consideraba a la monarquía como una institución superior permanente al margen de cualquier decisión política. Constituía un poder moderador que debía ejercer como árbitro en la vida política. Se establecía la soberanía compartida y se concedían amplios poderes al monarca. Las Cortes eran bicamerales y estaban formadas por el Senado y el Congreso de los Diputados. No fijaba el tipo de sufragio pero una ley estableció el voto censitario, limitado a los mayores contribuyentes. Más adelante se aprobó el sufragio universal masculino. La Constitución también proclamaba la confesionalidad católica del estado, aunque toleraba otras creencias siempre que no se hiciese manifestación pública de ellas.
Bipartidismo y turno pacífico
Antonio Cánovas del Castillo introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder de los grandes partidos dinásticos, el conservador y el liberal, que renunciaban a los pronunciamientos como mecanismo para acceder al gobierno. Se aceptaba que habría un turno pacífico de partidos que aseguraría la estabilidad institucional mediante la participación en el poder de las dos familias del liberalismo y pondría fin a la intervención del Ejército en la vida política. El ejército, que constituía uno de los grandes pilares del régimen, quedó subordinado al poder civil. Así, una Real Orden estableció que la misión del ejército era defender la independencia nacional y que no debía intervenir en las contiendas de los partidos. El turno pacífico eliminó del panorama político de la Restauración el problema de los pronunciamientos y el protagonismo de la presencia militar en los partidos que había caracterizado la época de Isabel II.
El fin de los conflictos bélicos
La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlista y cubana. La restauración borbónica privó a la causa carlista de una buena parte de su hipotética legitimidad y algunos personajes del carlismo acabaron reconociendo a Alfonso XII. El conflicto continuó unos meses más el País Vasco y Navarra, donde fue trasladada la mayor parte del ejército gubernamental, que consiguió debilitar la resistencia navarra y vasca. En febrero de 1876, Carlos VII cruzó la frontera francesa hacia el exilio y la guerra se dio por finalizada. La consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral. Los territorios vascos quedaron sujetos al pago de los impuestos y al servicio militar, comunes a todo el estado. En 1878 se estipuló un sistema de conciertos económicos que otorgaba un cierto grado de autonomía fiscal en las provincias vascas. El final de la guerra carlista permitió acabar más fácilmente con la insurrección cubana. Como resultado de la actuación militar y de la negociación con los insurrectos se firmó la Paz de Zanjón, incluyendo promesas de reformas políticas y administrativas por las que Cuba tendría representantes en las Cortes españolas. Se provocó el inicio de un nuevo conflicto, la Guerra Chiquita, y la posterior insurrección de 1895.
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