11 Oct

El Teatro de Federico García Lorca

Entre la Tragedia y el Mito

Entre los autores de la Generación del 27, Federico García Lorca destaca por su obra teatral. El teatro fue su actividad preferente en los últimos seis años de su vida, entre 1930 y 1936, periodo en el que compuso sus obras más importantes. El tema central de sus obras es el mito del deseo imposible, el conflicto entre la realidad y el deseo, o la frustración. Lorca lleva a escena destinos trágicos, pasiones condenadas a la soledad o la muerte, y amores marcados por la esterilidad y las ansias de maternidad, encarnados principalmente en personajes femeninos.

Más allá de ser un teatro feminista, se trata de la tragedia de personas condenadas a una vida estéril y a la frustración vital. El teatro de Lorca nos presenta una Andalucía mítica, poética y trágica, una tierra que conserva ritos y costumbres ancestrales. Cobran importancia otros componentes como la música, la danza y la escenografía, configurando así un espectáculo total.

Clasificación del Teatro Lorquiano

Los Comienzos

La trayectoria dramática de Lorca comienza con un ensayo juvenil estrenado en 1920, El maleficio de la mariposa, aunque su primer éxito llega con Mariana Pineda, un drama trágico. En 1926 escribe La zapatera prodigiosa, que trata de una joven hermosa casada con un zapatero viejo.

La Experiencia Vanguardista

Tras el éxito del Romancero Gitano, Lorca sufre una profunda crisis vital y estética, que se prolonga durante su estancia en Nueva York. En lo estético, sus inquietudes y ciertas críticas le hacen replantearse los fundamentos de su creación y buscar un nuevo lenguaje. Fruto de ese encuentro entre crisis personal y estética surrealista serán las obras que él llamó “misterios” o “comedias imposibles”, en las que desata la imaginación y el lenguaje bajo el influjo surrealista.

La primera obra de esta etapa es El público. Es una especie de “auto sacramental” sin Dios, cuyos personajes encarnan las obsesiones y los conflictos secretos del poeta. Así que pasen cinco años nos ha llegado más elaborada. Estas dos obras resultan esenciales como testimonios que nos permiten adentrarnos en la psicología profunda del autor, con sus preocupaciones y pasiones más íntimas. Además, son lo más audaz que podía hacerse en el horizonte teatral del momento.

La Plenitud

En estas tragedias, las fuerzas de la naturaleza imponen a los personajes un destino trágico. El argumento tiene escasa importancia, hay pocos personajes principales e intervienen coros. Lorca da un giro decisivo hacia un teatro que hermana rigor estético y alcance popular. Por este camino encuentra, a la vez, la plenitud de su arte dramático y un éxito multitudinario y sin fronteras. En casi todas las obras de esta etapa, la mujer ocupa un puesto central.

  • Bodas de sangre (1933): Se basa en un hecho real. El tema es la fatalidad de un amor irreprimible y prohibido. Se trata de una pasión que desborda barreras sociales y morales, pero que desemboca en la muerte, en un marco de odios familiares y venganzas. La obra parece la descripción litúrgica de un sacrificio. La Luna y la Muerte intervienen como símbolos de la fatalidad.
  • Yerma (1934): Es el drama de la mujer condenada a no tener hijos, no como cree por esterilidad propia, sino, como averigua, por infertilidad de su marido, Juan, con todo el alcance simbólico de la situación. El anhelo de realizarse frente a la sumisión a la moral recibida, con la arraigada idea de la honra. De este choque surge la tragedia. Lorca insistió en que Yerma no tenía trama, sino un complejo conjunto de escenas que simbolizaban estados de ánimo, frustraciones, angustias y desgarros.
  • Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935): Trata sobre la espera inútil del amor. Lorca se asoma a la situación de la mujer en la burguesía urbana, a la soltería de las señoritas de provincias y a su idea de marchitarse como las flores. De nuevo, la condena a la esterilidad, a la frustración.
  • La casa de Bernarda Alba (1936): Es considerada la culminación del teatro lorquiano. Lorca quiere mostrar el eterno enfrentamiento entre los principios de autoridad y libertad. Desarrolla la lucha entre el principio de autoridad, honra y respeto a la convención social, encarnado en Bernarda, quien dicta años de luto y reclusión para sus hijas por la muerte de su marido, y el principio de libertad, de realización pasional de las hijas, representado por Adela, la menor, quien mantiene relaciones ocultas con Pepe el Romano, el prometido de su hermana Angustias. Descubierto el hecho, Bernarda dispara contra Pepe y Adela se suicida. La acción transcurre en un espacio hermético y queda enmarcada por la primera y última intervención simbólicas de Bernarda.

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