14 Jul
El realismo social de los años 50
En la década de los 50 surge un teatro social y comprometido que, desde una estética en esencia realista, pretende reflejar de manera crítica ciertos aspectos de la sociedad de posguerra. Dentro de este teatro social se produjo una enconada polémica entre dos formas de entender la crítica y la oposición a la dictadura que encontraron en Alfonso Sastre y Antonio Buero Vallejo a sus dos máximos representantes.
-Tragedia existencial:
La obra admite una doble lectura: social, en la que el individuo ve sus ambiciones frustradas por la represión, la falta de libertad y la ausencia de oportunidades; y existencial, en la que el ser humano se ve abocado al fracaso ante la imposibilidad de manejar el azar e imponer su voluntad. Se combina el retrato de la cotidianidad de la posguerra con la reflexión sobre temas universales, la dimensión existencial se logra con personajes y elementos con valor simbólico y en la construcción de personajes se recurre al realismo psicológico. Destaca Antonio Buero Vallejo.
-Drama social:
El texto se plantea como un instrumento de denuncia con el que se pretende llamar la atención sobre los aspectos más negativos de la realidad. Se emplea un lenguaje realista para plasmar la cotidianidad y conseguir personajes y situaciones reconocibles. A pesar de que se busca la rápida identificación de los personajes, se intenta evitar la caracterización esquemática a favor de una mayor complejidad psicológica. La pieza tiene un objetivo ético, no estético. La crítica tiende a ser directa y explícita, de modo que muchas de estas obras sufrieron la prohibición de la censura. Destaca Alfonso Sastre (La mordaza), Lauro Olmo (La camisa) y Carlos Muñiz (El grillo).
-Drama social expresionista:
Evolución del drama social en el que se emplea un lenguaje deformante y grotesco propio de la estética expresionista. La deformación expresionista persigue intensificar la sátira y la crítica social, con acciones irreales y absurdas. A este grupo pertenecen títulos como La pechuga de la sardina de Lauro Olmo o El tintero de Carlos Muñiz.
Antonio Buero Vallejo
El estreno en 1949 de Historia de una escalera supuso un gran revulsivo en la escena dramática española. Con esta obra se inicia la fructífera trayectoria como dramaturgo de Buero Vallejo, quien se convirtió en el gran renovador de la tragedia en nuestro teatro. Las obras de Buero Vallejo constituyen un ejemplo de tragedia moderna y se caracterizan por su capacidad para construir una historia con valor social y, a la vez, existencial gracias a la dimensión simbólica de los personajes y situaciones que se plantean en ellas. En cuanto a los rasgos que definen su escritura destacan:
- Elección de motivos simbólicos que permiten una lectura universal de una situación particular: A menudo esta polisemia reside en elementos escenográficos como la escalera de Historia de una escalera o el sótano de El tragaluz, donde el espacio nos conduce hacia una interpretación social y filosófica.
- Inspiración en motivos históricos con afán crítico y actualizador: En muchas de sus obras, Buero toma como punto de partida argumental un contexto y un personaje histórico alejado de su tiempo: Velázquez en Las Meninas o Goya en El sueño de la razón. Sin embargo, su planteamiento dramático no es historicista, sino que busca crear un reflejo crítico de la realidad nacional a partir de las situaciones escogidas.
- Uso de técnicas de inmersión: Se pretende que el espectador contemple el mundo desde la misma perspectiva que los personajes, de manera que se limita nuestra percepción mediante recursos escénicos como la iluminación o el espacio sonoro.
- Motivos míticos: La mitología se emplea con valor metafórico en su teatro, de modo que se alude a dioses y héroes de la tradición grecolatina, con los que se plantean conflictos humanos.
- Elementos sainetescos: Se recrean ambientes populares con estilo costumbrista y combinando humor y drama. Sin embargo, la hondura metafórica y el valor simbólico de los elementos dramáticos dotan de mayor trascendencia a la pieza.
Alfonso Sastre
La obra de Alfonso Sastre, defensor de un teatro crítico y comprometido, se caracteriza por su alto nivel de exigencia estética y su continua evolución, que culmina con la creación de las llamadas “tragedias complejas”. En su producción se distinguen tres grupos de obras:
-Tragedias existencialistas:
Se plantean temas como la muerte o el sentido de la vida a partir de realidades de hondo calado histórico y social. La realidad contemporánea sirve de base a la reflexión filosófica y da lugar a una mirada angustiada y trágica sobre la realidad del ser humano. El destino se impone sobre el individuo, aunque en este caso no se trata de los hados, sino del sinsentido de la existencia y la crueldad del devenir histórico. La obra más representativa es Escuadra hacia la muerte.
-Dramas sociales:
Se denuncia la represión y la falta de libertades de la dictadura, a través de una crítica directa. Se trata de un teatro antiburgués y didáctico, cuya finalidad es concienciar al espectador y formar un juicio crítico sobre ciertas cuestiones sociales. También se recurre a personajes y mitos literarios. Son ejemplos La mordaza o Muerte en el barrio.
-Tragedias complejas:
Subgénero en el que se practica la deformación grotesca de ciertas situaciones y personajes con el fin de presentar desde una óptica cómica una realidad trágica. Entre sus influencias figuran el expresionismo, el teatro brechtiano y el esperpento valleinclanesco. La estructura tiende a ser fragmentaria. Se intenta implicar al público en el desarrollo de la acción. La radicalidad de su crítica y la novedad de su propuesta retrasaron su estreno. Destaca La taberna fantástica
El teatro desde los años 60 hasta 1975
Durante la década de los 60 conviven diversas líneas dramáticas: pervivencia teatro social, un teatro comercial cómico o melodramático y un teatro experimental e innovador que, a menudo, solo se estrena fuera de España.
1.-El teatro social:
Lauro Olmo o Carlos Muñiz recogen el testigo de los planteamientos críticos y beligerantes de dramaturgos como Alfonso Sastre.
- Lauro Olmo: El estreno de La camisa supuso un hito en el teatro social de posguerra. En esta obra, un duro drama social con pasajes más cómicos, e incluso tiernos, se retratan angustias y miserias de la clase trabajadora. Influencia de Valle-Inclán y tragedias grotescas de Arniches evoluciona hacia la deformación expresionista en piezas como La pechuga de la sardina.
- Carlos Muñiz: El gran tema es la frustración del individuo medio, motivo que expresa a través del lenguaje realista en títulos como El grillo o mediante una estética más expresionista en piezas como El tintero. Se emplean recursos como presentación de personajes idénticos o espacio claustrofóbico. A través de esos recursos se plantea una crítica a la alienación de la vida y la sociedad contemporáneas.
- José Martín Recuerda: Se distinguen tres etapas:
- Las obras intimistas: Aúna crítica y existencialismo a través de la introspección en las emociones de sus personajes, y se aprecia un tono lírico en el lenguaje, así como el empleo de personajes y elementos simbólicos. El payaso y los pueblos del sur.
- Las obras de la rebeldía: Piezas más célebres y en las que se hace una denuncia más directa de ciertos aspectos sociales. La rabia y la violencia invaden la acción. Las salvajes en Puente San Gil.
- Las obras históricas: Influido por su estancia en EEUU, escribe obras con intención testimonial y documental. Las recogidas del beaterio de Santa María Egipciaca.
- José María Rodríguez Méndez: Prevalece el estilo realista, posee marcado carácter autobiográfico. Su teatro intenta captar las presiones y dificultades que se encuentra el individuo en su vida cotidiana. Temas como la lucha por la supervivencia, la falta de ilusiones o la frustración centran sus textos. En su obra destaca Flor de Otoño (Una historia del barrio chino).
2.-El teatro comercial:
En los años 60 triunfa un teatro cómico y burgués que, alejado de los conflictos
sociales, plantea tramas amables y naturaleza sentimental. Los rasgos: los recursos cómicos convencionales, personajes
prototípicos y reconocibles, con rasgos propios sainete y comedia de
costumbres; final feliz y convencional satisfaga espectadores, y
aprovechamiento mecanismos escenográficos con intención cómica. inician su trayectoria dos dramaturgos cuya
obra, sin embargo, alcanza una mayor dimensión literaria y social:
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