04 Nov

Teatro Español de Principios del Siglo XX: Tradición y Vanguardia

El Teatro Comercial (1900-1936)

Teatro Realista

Durante las primeras décadas del siglo XX, predominó en los escenarios españoles un teatro comercial y de diversión, del agrado de un público burgués, poco exigente respecto al arte escénico. Dentro de este teatro comercial, que llenaba las salas, cabe distinguir tres tendencias principales.

El máximo representante del teatro realista fue Jacinto Benavente (1866-1954). Benavente modernizó la escena española reaccionando contra el drama grandilocuente de Echegaray y acercando el teatro a la mentalidad de la época. Sus obras, que comenzaron con mayor carga de crítica social, se convirtieron en piezas llenas de finura, bien construidas, de cuidados diálogos, de personajes y ambientes preferentemente burgueses. Sus dos mejores obras son Los intereses creados y La malquerida, que fusionan rasgos y elementos del teatro clásico español y de la comedia del arte italiana.

Teatro Poético

El llamado teatro poético consistió en un drama basado en la historia nacional, impregnado de fuerte ideología tradicionalista y empeñado en recuperar el verso del teatro clásico español. Cultivaron esta tendencia los modernistas Francisco Villaespesa (Doña María de Padilla) y Eduardo Marquina. Buena muestra de ello son títulos como Las hijas del Cid, Doña María la Brava o En Flandes se ha puesto el sol.

Teatro Cómico

El género que más complacía al público de principios de siglo era el teatro cómico, que perseguía, sin excesivas pretensiones literarias, la carcajada del espectador.

Carlos Arniches fue el más famoso autor de sainetes de su tiempo. Estas piezas están ambientadas en un Madrid castizo, lleno de personajes procaces, ingeniosos y vulgares, que emplean un lenguaje en el que se mezclan madrileñismos, juegos de palabras, dobles sentidos y toda suerte de recursos humorísticos.

En un nivel estético inferior se sitúa la obra de Pedro Muñoz Seca, creador del astracán, género que solo pretende provocar la risotada mediante situaciones disparatadas. Su mejor “astracanada” fue La venganza de don Mendo, una burla de las convenciones del teatro histórico.

El Teatro Renovador

Junto a este teatro comercial, existió un teatro inspirado por las corrientes innovadoras europeas, que no solía llegar siquiera a la representación. Entre los escritores que experimentaron con el lenguaje dramático sobresalen Ramón María del Valle-Inclán y Federico García Lorca, aunque hubo otros autores que formularon también propuestas arriesgadas.

  • Miguel de Unamuno (1864-1936) escribió un teatro desnudo, sin concesiones escenográficas, con una honda significación moral. La acción es esquemática y los personajes suelen encarnar ideas o valores. En sus obras, los conflictos se plantean con gran intensidad, pero la densidad conceptual de los diálogos dificulta la representación.
  • Jacinto Grau fue un dramaturgo de carácter intelectual, que aspiró a restaurar la tragedia como género teatral y cosechó más éxito en el extranjero que en España. Revisó algunos temas nacionales en la tragedia El conde Alarcos y en Don Juan de Carillana, una actualización del mito de don Juan.

Ramón María del Valle-Inclán

La producción dramática de Valle-Inclán anterior al esperpento puede ordenarse en dos ciclos:

  • Ciclo mítico: Formado por la trilogía Comedias bárbaras y Divinas palabras. En ambos casos, se centra en el ambiente rural gallego. En las tres Comedias bárbaras presenta un mundo de pasiones y violencia, un mundo mítico, feudal, primitivo y en descomposición, dominado por un aristócrata mujeriego y despótico. En Divinas palabras, con una palabra cada vez más dura y desgarrada.
  • Ciclo de las farsas: Transición del modernismo al esperpento. En Farsa y licencia de la reina castiza, Valle-Inclán mueve ya a sus personajes como muñecos grotescos y distorsiona su palabra para degradar y deformar, con intención crítica, la corte de Isabel II.
Los Esperpentos

Esperpento es la palabra valleinclanesca para denominar a unas obras creadas mediante una estética dramática personal y renovadora, que pretende llegar a una “superación del dolor y de la risa” y mostrar lo absurdo, exponer el “sentido trágico” de la vida y su disconformidad con la vida española de su tiempo.

Luces de bohemia, la mejor obra dramática de Valle-Inclán, multiplica sus personajes y espacios para, a través de las últimas horas y del último peregrinaje nocturno de un poeta ciego, Max Estrella, y de su acompañante, don Latino, mostrar una visión caleidoscópica y esperpéntica de la vida madrileña y española, que también satiriza en las tres obras de Martes de carnaval.

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