20 Jun
I. INTRODUCCIÓN
El siglo XX trajo consigo una profunda crisis del Positivismo y el Racionalismo. Las nuevas teorías científicas cuestionaban la concepción de una realidad manejable y estable, obligando a asumir formas de conocimiento no racionales. En este contexto, el irracionalismo se convirtió en una actitud dominante en el pensamiento de filósofos, artistas y literatos.
En el ámbito literario, surgieron nuevos géneros y autores como Ibsen, Chéjov o Pirandello renovaron la escena teatral en Europa. Sin embargo, en España, el aislamiento del país durante la primera mitad del siglo XX provocó que el teatro se mantuviera al margen de esta renovación.
Los gustos del público burgués, que era el que asistía al teatro, eran de escasa exigencia. Los problemas sociales, ideológicos y la renovación formal se hallaban fuera de sus intereses.
A pesar de ello, surgieron intentos de renovación que buscaban plantear hondos problemas existenciales y sociales, con el objetivo de sacudir la conciencia de un público dormido. Valle-Inclán y García Lorca son ejemplos claros de esta corriente. No obstante, el teatro, como género destinado a la representación y al espectáculo, estaba sujeto a condicionamientos comerciales que no afectaban a otros géneros.
II. EL TEATRO QUE TRIUNFA O TEATRO COMERCIAL
Tras la Guerra Civil, se consolidaron tres tendencias dentro del teatro comercial:
A) Comedia burguesa o benaventina
Impulsada por Jacinto Benavente (Premio Nobel 1922), esta corriente concilia el retrato de la burguesía conservadora con la presentación de sus hipocresías y convencionalismos. Las obras de Benavente se caracterizan por su interés en la calidad y la estructura, con un lenguaje cuidado y la defensa de valores morales tradicionales. Destacan obras como Los intereses creados y La malquerida. La primera contrapone el mundo del interés al del amor desde un escepticismo cínico y pragmático. La segunda, ambientada en un medio campesino dominado por la fatalidad, desarrolla un violento mundo de pasiones que alcanzaría su punto álgido con Valle-Inclán y Lorca.
B) El teatro poético
Esta tendencia mezcla el drama histórico con el lenguaje modernista, mostrando una estética posromántica. Se trata de un teatro tradicional en cuanto a ideas y concepción escénica. Sus principales representantes fueron Francisco Villaespesa (Doña María de Padilla), Eduardo Marquina (Las hijas del Cid) y los hermanos Machado con su obra La Lola se va a los puertos.
C) El teatro humorístico o cómico-costumbrista
Caracterizado por sus temas de trama fácil y final feliz, este tipo de teatro presenta personajes castizos que resultan divertidos por su forma de hablar. La figura más destacada es Carlos Arniches, autor de sainetes de ambiente madrileño con un lenguaje castizo que pasó de la literatura al uso popular. Sus obras se caracterizan por las deformaciones humorísticas de vocablos y expresiones, el uso de argot, juegos de palabras e hipérboles grotescas. Destacan La señorita de Trevélez y ¡Qué viene mi marido!
De menor interés son otros dramaturgos cómicos como los hermanos Álvarez Quintero, que llevan a escena una imagen falsa y superficial de Andalucía. También destaca Pedro Muñoz Seca, creador del género del “astracán”, un tipo de comedia basada en el chiste fácil y la parodia, como se aprecia en su obra La venganza de don Mendo, parodia del teatro poético neorromántico.
III. EL TEATRO RENOVADOR
Paralelamente al teatro comercial, se desarrolló una línea renovadora cuyas obras, en su mayoría, no fueron estrenadas por no conectar con la sensibilidad del público.
Entre los renovadores destacan autores de la Generación del 98 como Miguel de Unamuno, que plantea en sus obras problemas existenciales como el sentido de la vida o el conflicto entre razón y fe. Destacan obras como La esfinge, Fedra y El otro. También Azorín cultivó un teatro simbólico en el que expone problemas filosóficos y existenciales, como en su obra Lo invisible.
Entre los novecentistas (Generación del 14) destacan autores como Jacinto Grau y Ramón Gómez de la Serna. La obra más conocida de Grau es El señor de Pigmalión, en la que unos muñecos acaban matando a su creador. Gómez de la Serna desarrolló un teatro innovador y original, como se aprecia en su obra Los medios seres, cuyos personajes aparecen con la mitad del cuerpo negra, simbolizando la personalidad incompleta.
De la Generación del 27 cabe mencionar a Rafael Alberti, quien durante su exilio cultivó el teatro político con obras como Fermín Galán y Noche de guerra en el museo del Prado. Su obra más importante, de corte poético, la escribió después de la guerra: El Adefesio. Miguel Hernández escribió tanto teatro en verso (El labrador de más aire) como teatro de propaganda política (Teatro de guerra, libro compuesto por cuatro piezas dramáticas breves).
Alejandro Casona destacó por sus obras de fantasía y evasión antes de la guerra, como La sirena varada y Prohibido suicidarse en primavera. Sin embargo, serán Valle-Inclán y García Lorca los máximos representantes de esta nueva realidad teatral, adelantándose en muchos aspectos a las corrientes vanguardistas.
Características de los esperpentos:
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