19 Ene
El Trienio Liberal (1820-1823)
El 1 de enero de 1820, triunfó un pronunciamiento en favor de la Constitución. Lo encabezó el coronel Rafael del Riego. La pasividad del ejército real y la acción de los liberales en las ciudades obligaron al rey a aceptar la Constitución de 1812. Se formó un nuevo gobierno que proclamó una amnistía, que permitió el regreso de liberales y afrancesados, y convocó elecciones, que fueron ganadas por los liberales. Las nuevas Cortes fueron formadas por una mayoría de diputados liberales e iniciaron una importante obra reformista.
Una serie de leyes desarrollaron las libertades de imprenta, asociación y reunión, lo que permitió el impulso de la prensa. El principal objetivo del Trienio fue consolidar la abolición del Antiguo Régimen, iniciada por las Cortes de Cádiz y frenada por el regreso de Fernando VII.
Reformas del Trienio Liberal
Para ello se tomaron las siguientes medidas:
- Supresión de los señoríos jurisdiccionales, mayorazgos y vinculaciones. Se liquidó el feudalismo. La tierra se convirtió en mercancía.
- Aprobación de una reforma eclesiástica que suprimía los conventos y secularizaba a los frailes. Se llevó a cabo una desamortización de las tierras del clero regular que pasaron al Estado y fueron vendidas a particulares. De esta manera, se pretendía limitar el poder de la Iglesia.
- Reforma del sistema fiscal para aumentar los recursos del Estado y disminución del diezmo que cobraba la Iglesia.
- Eliminación de los gremios y aprobación de la libertad de industria y de circulación de mercancías, lo que favoreció el desarrollo de la burguesía comercial e industrial.
Se procedió a una nueva división del territorio en provincias, se promulgó un primer código penal (1822), se procedió a la reforma del ejército (1821) y se planteó el impulso de la educación (de grado primario, secundario y universitario).
Conflictos y Tensiones durante el Trienio
Las reformas suscitaron rápidamente la oposición de la monarquía y de los absolutistas. Fernando VII paralizó las leyes que pudo recurriendo al derecho de veto que le otorgaba la Constitución. También conspiró contra el gobierno, buscando recuperar su poder absoluto mediante el apoyo de potencias absolutistas.
El descontento de los campesinos se tradujo en protestas y levantamientos. Las reformas del Trienio no incorporaban aspiraciones básicas como el acceso a la propiedad de la tierra y una rebaja de los impuestos. Los antiguos señores eran ahora nuevos propietarios y los campesinos se convertían en arrendatarios, aparceros o jornales, y podían ser expulsados de las tierras si no pagaban.
Las nuevas contribuciones estatales agravaron su situación y los campesinos pobres se vieron indefensos ante las nuevas relaciones capitalistas y se sumaron a la agitación antiliberal.
La nobleza tradicional y la Iglesia, perjudicadas por la suspensión del diezmo y los privilegios, y por la venta de bienes monacales, estimularon la revuelta contra los gobernantes del Trienio. Consiguieron capitalizar parte del descontento de los campesinos. En 1822, se alzaron partidas realistas en Cataluña, Navarra, Galicia y el Maestrazgo, que llegaron a dominar amplias zonas del territorio.
Finalmente, las tensiones se produjeron también entre los liberales, que se dividieron en dos tendencias:
- Los moderados (gobernaron hasta 1822): Partidarios de reformas más favorables a las élites sociales, que no provocasen conflictos con el rey, y estaban a favor de la negociación política con los realistas.
- Los exaltados: Planteaban la defensa inapelable de las libertades, el pleno desarrollo de la Constitución y la necesidad de reformas radicales más próximas a las clases medias y populares. Partidarios de acabar sin contemplaciones con los realistas, a quienes derrotaron a finales de 1822.
La Liquidación del Trienio
El triunfo del liberalismo en España contagió a otros territorios y alarmó a las potencias que habían formado la Santa Alianza (Prusia, Rusia y Austria, a las que se añadió Francia), con el objetivo de intervenir militarmente ante cualquier amenaza liberal. Las demandas de ayuda de Fernando VII dieron lugar a la formación de un ejército francés, los Cien Mil Hijos de San Luis, bajo el mando del duque de Angulema, que atravesó los Pirineos con el fin de restablecer el orden tradicional.
Tras la ocupación de Madrid, se nombró un consejo de Regencia y un gobierno absolutista que derogó las normas y decretos promulgados durante el Trienio. Fernando VII recuperó su condición de monarca absoluto e inició la persecución de liberales, además de implantar un régimen de terror.
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