04 Abr
Descartes es considerado como el iniciador de la filosofía moderna, es quien encabeza una nueva corriente denominada Racionalismo. Ello significa que el principio fundamental del que parte es dar total preponderancia a la razón frente a los sentidos. Como los sentidos nos engañan hay que apostar por la razón como única fuente del conocimiento verdadero. Descartes comienza observando que las ciencias, incluida la filosofía están mal construidas. Desde su punto de vista, ningún filósofo da con la auténtica verdad porque están más pendientes de sus propias disputas que de buscar la verdad objetiva. Descartes, atribuye este hecho a la falta de un método apropiado y prefiere empezar de cero, prescindir de la filosofía construida hasta él y comenzar de nuevo, para lo cual debe establecer un nuevo método para buscar la verdad.
Descartes se fija en las matemáticas porque según él, es la única ciencia que utiliza verdades indudables, con una certeza absoluta. Hay que hacer notar que Descartes admite que tener la verdad es poseer la certeza sobre ella, aunque sería posible estar seguro de algo y albergar el error. Por eso, el punto de partida ha de ser encontrar una verdad evidente y por tanto, cierta. Para encontrarla, las matemáticas utilizan la deducción. Por todo ello, propone utilizar la deducción también en la filosofía, de modo que partiendo de hechos conocidos como ciertos nos lleven a la verdad necesaria. El filósofo deberá alcanzar esa primera verdad de la cual deducir el resto. Cuanto más nos alejemos de esa evidencia, más posible será el error. La deducción consiste en partir de una idea simple, que sea clara y distinta, y de ahí obtener otras ideas más complejas que se desprendan de aquellas. Por lo que el primer problema de Descartes será intentar buscar esa idea simple y evidente, a partir de la cual poder deducir otras.
Para resolver éste problema, Descartes comienza a dudar de todo, toma una postura aparentemente escéptica para alcanzar la primera idea simple y evidente. Descartes duda de los sentidos, ya que los sentidos nos engañan. Pone en duda absolutamente todo, duda hasta de la vida misma y crea la hipótesis del sueño. Concibe la vida como si toda ella fuese un sueño, en la medida que los sueños se nos presentan reales aun cuando estamos soñando. Es en ese momento cuando el filósofo introduce el concepto de pensamiento (cogito ergo sum); se presenta a sí mismo como un objeto que piensa y que al mismo tiempo existe. Es decir desde el preciso instante en el que le acomete la duda, existe y puesto que la duda forma parte del pensamiento, por tanto, existe, es real. No deduce la existencia a partir del hecho de pensar, por medio de un silogismo sino que por un acto de visión mental reconoce, algo que es conocido “per se”.
Descartes ha conocido la primera evidencia, la existencia del ser que piensa y que duda, pero si esa fuera la única verdad posible caería en el solipsismo (solus ipse). Utilizando su método y deduciendo otras ideas se da cuenta de que hay en la mente mucho más, además del ya conocido “cogito”. Estas ideas que busca son ideas verdaderas, y la verdad tiene que ser clara y distinta por eso empieza con ideas simples que tengan claridad y distinción, y a partir de éstas, obtener las más complejas mediante la razón y la inteligencia para que sigan siendo verdaderas. Distingue tres tipos de ideas:
Ideas adventicias: son las ideas que provienen de forma externa a nosotros. Están basadas en los propios sentidos y si consideramos que éstos nos engañan y nos conducen al equívoco, estas ideas no serán nunca fiables y no puedo conocerlas mediante mi conciencia.
Ideas facticias: estas ideas proceden de la imaginación, por tanto, estas ideas serán derivadas de las adventicias, porque los elementos de la imaginación los construyo con elementos adventicios, por tanto, no podré conocerlas mediante mi conciencia y tampoco serán fiables.
Ideas innatas: son ideas que están en la conciencia sin que ésta sea su causa. Son ideas que están en mi mente pero que no pueden proceder de mí, dado que me exceden, y así, hay que concluir que proceden de otro ser externo y proporcionado a ellas, es decir, Dios. Estas ideas innatas puedo conocerlas por reflexión.
La duda metódica cartesiana consiste en la aplicación del método para poder alcanzar una verdad universal y fundamental que sirva de base del conocimiento y de la realidad. Esta duda metódica se expone en la IV parte de “El discurso del método” y es posterior a la moral provisional cartesiana; surge como forma de rebatir el escepticismo y poder hallar una verdad evidente en la que fundamentar su filosofía. Para conseguirlo, Descartes se pone en la piel del escéptico y duda de todo conocimiento adquirido hasta la fecha. De esta forma, y siguiendo el criterio de verdad, podrá descartar todas las ideas que presenten dudas y quedarse únicamente con las claras y distintas e incapaces de ser sujeto de discusión con los escépticos.
La duda metódica es al mismo tiempo universal en el sentido que se aplica a todo aquello que es susceptible de ser dudado y también es provisional puesto que es el paso preliminar para encontrar la certeza. Ya que Descartes no se propone sustituir las proposiciones en las que antes creía por otras nuevas sino tan solo desechar aquello que pueda considerar como falso.
El criterio de verdad para Descartes es la claridad y la distinción. Claridad y distinción que una mente
atenta ha de obtener mediante la intuición; una intuición intelectual que significa una relación inmediata sujeto – objeto a través de la inteligencia. No es una claridad y distinción en cuanto a los sentidos porque entonces estaríamos ante un Empirismo completamente alejado del pensamiento racionalista cartesiano.
Claro y distinto es sobre todo el «cogito». El resto habrá que deducirlo de allí y será menos cierto en la medida que se aleje de la primera verdad evidente. Y así, las pruebas sobre la existencia de Dios que intentará mostrar para continuar su filosofía e intentar restablecer el mundo «perdido» por el rechazo del conocimiento de los sentidos, serán mucho menos lógicas, aunque necesarias.
La relación existente entre la duda metódica y la moral de Descartes es muy simple y puede explicarse de manera temporal. Descartes desarrolla una moral provisional puesto que es necesaria para evitar la inactividad. Yo puedo dudar de todo, suspender mi juicio pero no puedo paralizar el obrar, por lo tanto esta moral responde al objetivo de servir de guía en el comportamiento de manera provisional hasta que termine con la duda metódica y pueda hallar la verdad y certeza y así desarrollar una moral definitiva. Pero en este terreno nada tiene que hacer la duda metódica puesto que no es posible dejar de obrar ni dejarlo para después, como reconoce el mismo Descartes al comienzo del texto. Señalar asimismo que, en “El discurso del método” la moral se localiza en el capítulo III mientras que la duda metódica en el IV, y podemos decir así que la precede. De esta forma se concluye que la moral provisional estará vigente hasta el momento en que Descartes desarrolle una nueva basada en la verdad.
La duda metódica es una parte fundamental de la filosofía de Descartes pues implica el descubrimiento de la primera verdad, a través de la cual desarrollará el conocimiento y podrá demostrar la realidad extramental. Pero esa misma duda metódica no se aplica a la moral puesto que el mismo Descartes rechaza la duda en el actuar: no actuar es pecar de omisión, caer ciertamente en la pereza pues siempre hay que hacer alguna cosa. Recordar asimismo que esa moral la escribe Descartes con carácter provisional, aunque nunca llegó a desarrollar la definitiva.
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