08 Dic

Fachada de la Catedral de Murcia

La fachada principal de la Catedral de Murcia se levantó entre 1736 y 1754, gracias a la iniciativa del Cabildo, la ayuda del cardenal Belluga y la intervención de la Corona. El imafronte se proyecta como una fachada-retablo, al estilo del teatro rococó alemán. Su autor, Jaime Bort, realizó una exaltación de la Virgen y la glorificación de la Iglesia de Cartagena y de la Iglesia Universal.

Se compone de dos cuerpos, divididos por grandes columnas sobre pedestales y un eje central en el que destaca la hornacina, sobre la puerta principal, de la Coronación de la Virgen y el altorrelieve de la Asunción. La fachada está coronada por un ático curvo que tuvo como remate la figura de Santiago. Dividida en tres partes, está flanqueada por dos cuerpecillos laterales con ventanas. Un juego de columnas corintias, grupos escultóricos y un gran ventanal en el segundo cuerpo enriquecen este espectacular imafronte. Los salientes de grandes columnas corintias denotan la división del interior en tres naves y acentúan el sentido de profundidad.

En el cuerpo inferior se abren tres puertas, que corresponden a las tres naves del interior. La puerta central, llamada del Perdón, está reservada a los personajes reales; a la izquierda, la de San Juan para el Obispo, y a la derecha, la de San José, para las autoridades municipales.

Toda la fachada está cubierta de relieves y estatuas, concebida como si se tratase de un retablo. Sobre la puerta central se representa el tema de la Coronación de la Virgen. El resto de los elementos que componen el imafronte son: símbolos y alegorías de las letanías, figuras de los santos más característicos del Obispado, como los cuatro santos de Cartagena (San Leandro, San Fulgencio, San Isidoro y Santa Florentina), la estatua de Fernando III el Santo, que porta la ciudad de Murcia, simbolizando la incorporación del Reino a la Corona de Castilla, así como figuras de santos (Santo Tomás, Santa Teresa, San Hermenegildo, etc.).

Esta fachada puede considerarse como la primera en su género del siglo XVIII español. El buen número de estatuas que se prepararon con este propósito dio lugar a la formación de una escuela escultórica paralela al taller de Salzillo.

Francisco Salzillo (1707-1783): Vida y Obra del Maestro del Barroco Murciano

Vida de Francisco Salzillo

Francisco Salzillo nació en Murcia en 1707, siendo el segundo de los siete hijos de Nicolás Salzillo e Isabel Alcaraz. Heredó el taller paterno situado en la vivienda familiar, cerca del convento de Santa Isabel. Todas las biografías mostraron a un escultor plenamente identificado con el medio cultural y religioso que le rodeaba, al que respondían sus encargos. La fama con que su figura quedaba aureolada se basaba en la favorable respuesta que encontraban sus obras en un público sencillo, fácilmente conmovido por ellas.

De Salzillo se destacó un aspecto considerado básico en la originalidad de sus figuras, como fueron la rápida fama alcanzada y la perfección lograda sin más contacto que con el legado paterno y su voluntario aislamiento. Esta actitud creó la imagen de un escultor cuyos valores eran exclusivamente locales, y la historiografía consideró su figura como la de un hábil artesano sin relación con el mundo que le rodeaba, ajeno a los cambios tan importantes y profundos de una época (siglo XVIII) marcada por grandes transformaciones artísticas, políticas e ideológicas.

Si bien se le ofreció la oportunidad de ir a la Corte, Salzillo renunció porque su acreditada fama en Murcia y la frecuencia de los encargos sugerían un futuro prometedor como cabeza de una floreciente escuela. La tendencia a exaltar la figura de Salzillo en un entorno de pobreza artística no responde a la realidad. Los maestros que habían llegado a la ciudad, la llegada de obras vecinas de Granada y Valencia y la situación de privilegio alcanzada por la ciudad durante el reinado de Felipe V hablan de un florecimiento cultural y artístico del siglo XVIII murciano.

A partir de 1727, Salzillo inicia su actividad en solitario y, a juzgar por las obras que se le atribuyen, ya había alcanzado la plenitud de su formación. En 1755 fue nombrado escultor de la ciudad, distinción que llevaba aparejado el público reconocimiento a su trayectoria y consideración eminente entre sus conciudadanos. Esta situación privilegiada culminó con su elección de Familiar del Santo Oficio, función que tenía la importante misión de tutela y control sobre las artes para garantizar el decoro y la decencia necesarios.

Obra de Francisco Salzillo

La formación adquirida por Francisco Salzillo quedó inicialmente configurada por la fusión de la tradición escultórica hispánica con la atmósfera napolitana que a Murcia trajo su padre, Nicolás.

Obras Destacadas de Salzillo

  • Virgen de las Angustias (1741): Se encuentra en la iglesia de San Bartolomé. Representa un momento de gran tensión emocional con dos figuras que infundían al espectador sentimientos avivados por la visión del cuerpo maltrecho de Cristo y la desolada expresión de la Virgen. Se transforma el tipo iconográfico de la Piedad. Cristo es ahora un cuerpo inerte que resbala pesadamente entre las rodillas de la Virgen. Ha abandonado el regazo de María para que el espectador pueda contemplarlo sin obstáculos. Este efecto dramático se acrecienta con la importancia del detalle y otros accesorios, como los angelitos sobre la superficie rocosa del calvario. Sus desoladas y tiernas expresiones, la forma con que besan y reverencian el cuerpo inerte de Cristo intensifican el carácter emocional del conjunto.
  • La Sagrada Familia (1735): Se encuentra en la Iglesia de San Miguel, en Murcia. Obra de su primera época, es un admirable grupo de cinco figuras: Jesús, María, San José, Santa Isabel y San Joaquín. San José se encuentra ligeramente retrasado, contemplando con aire ausente la escena, mientras San Joaquín y Santa Ana forman un triángulo cuyo vértice es la cabeza de la Virgen. La separación simbólica de ambos mundos queda subrayada por las escalinatas que han de ascender hasta alcanzar a Cristo, el cual, vuelto hacia Santa Ana, parece ir en su busca. La sensación de plácido ambiente familiar quedó definida por el lenguaje de las manos y de miradas y por el valor iconológico del gesto. Salzillo con esta obra añadió una novedad compositiva, como fue la ruptura de la equilibrada forma triangular de origen rafaelesco. Las facciones sonrosadas y amables de sus niños, los aniñados rostros de sus vírgenes y la visión de la ancianidad fueron patrones frecuentes en la obra de Salzillo. Sus colores preferidos a la hora de policromar las figuras eran los verdes, azules y rojos.
  • San Juan: Esta obra es el más valioso exponente de la concepción del movimiento, entre toda la producción de Salzillo. De colocación originalísima, el discípulo predilecto adelanta una pierna, con el cuerpo en graciosa torsión sobre un eje imaginario, y el brazo izquierdo señalando el supuesto lugar por donde marcha Jesús al sacrificio, mientras el derecho cae para recoger el manto, dejando la pantorrilla al descubierto. El vigoroso y contenido movimiento en actitud de andar se acompaña de un gran trabajo en los pliegues de la túnica y en una expresión joven, de rasgos suaves y delicados. El encarnado de cabeza, manos y pies es sobrio; el policromado y estofado de la túnica y el manto ayudan a conseguir efectos de ligereza; la composición es científica, perfecta, pero sin caer en la frialdad.
  • El Prendimiento o El Beso de Judas (1763): Es el paso de mayor calidad. La pareja central de Cristo y Judas está representada con gran solemnidad, en contraste con la figura movida y amenazadora del apóstol Pedro, sobre el abatido Marcos. La ejecución de la anatomía y de la tensión del brazo del apóstol es un alarde de técnica.
  • La Última Cena (1761): Tallado para sustituir un paso sobre el mismo tema realizado por su padre, Nicolás, en 1700. En esta obra, Salzillo tenía que enfrentarse al reto de componer una escena con trece figuras sentadas alrededor de una mesa. Para ello, Salzillo recurre a representar la escena en el momento en el que Cristo anuncia la traición por uno de los apóstoles. Es un momento de gran tensión emocional y le permitía a Salzillo representar las diversas reacciones ante el anuncio de Cristo. Cada apóstol habría de reaccionar de manera distinta, según su carácter o según el grado de comprensión alcanzado. Todos buscaron un significado a las palabras de Cristo y, al reaccionar, crearon líneas diferentes de composición, girando sus cuerpos, levantando o extendiendo sus brazos, dirigiendo la mirada hacia el comensal más cercano, etc. Judas, objeto de la profecía, fue situado al extremo de la mesa con todos los signos propios de su bajeza.

Otras Obras

  • El Belén de la Familia Riquelme
  • San Jerónimo Penitente

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