23 Nov

1. El Estallido de la Guerra Civil

1.1 Del Golpe de Estado a la Guerra Civil

El 17 de julio de 1936, en Melilla, el coronel Yagüe, jefe militar de la legión, se alzó en armas contra la República. La sublevación se extendió rápidamente al resto del protectorado marroquí. Entre el 18 y el 19 de julio, la mayoría de las guarniciones militares del resto de España, sectores civiles de falangistas y carlistas, se unieron al golpe de Estado. Desde Marruecos, el día 18, el general Franco, asegurado el triunfo de la sublevación en Canarias, se dirigió hacia la Península al frente del ejército de África. El gobierno de la República tardó en reaccionar y en dos días los sublevados ya se habían hecho fuertes en Pamplona, Sevilla, Castilla la Vieja y parte de Aragón.

Casares Quiroga fue sustituido como jefe de gobierno por José Giral. Parte del ejército y de las fuerzas de seguridad se mantuvieron fieles al gobierno, y fue posible sofocar el levantamiento en buena parte de España.

El triunfo o el fracaso del alzamiento estuvo sobre todo relacionado con las condiciones sociales y políticas particulares de cada región del país. Así pues, la sublevación triunfó prácticamente en toda la España interior, en Galicia, la Andalucía del Guadalquivir y las zonas agrarias donde predominaban la gran propiedad o los pequeños propietarios muy conservadores.

Por el contrario, el alzamiento fracasó donde las fuerzas obreras y de izquierda tenían mayor peso: en las zonas industriales del País Vasco, Cataluña, Madrid, Asturias, Santander y Levante, así como en una parte de Castilla, Extremadura y Andalucía. En Madrid y Barcelona, las dos mayores ciudades del país, y en Valencia el alzamiento fracasó después de días de lucha callejera entre los sublevados y las tropas leales a la República. Por el contrario, los sublevados triunfaron en Sevilla y Zaragoza.

Los sublevados habían previsto que el pronunciamiento militar les permitiría apoderarse de los órganos de gobierno, decretar el Estado de guerra y sofocar cualquier signo de oposición. Tenía que ser una operación rápida pero al cabo de una semana la evidencia de que el golpe militar no había triunfado originó la división del país en dos bandos que iban a enfrentarse en una guerra civil.

1.2 La Consolidación de los Bandos

El bando de los sublevados estaba apoyado e inspirado por el fascismo y se definían como «nacionales» (por su defensa de la unidad de España) y católicos.

Entre los sublevados, no había unanimidad sobre lo que hacer tras el triunfo del golpe de Estado, cada grupo integrante tenía un propósito. Los altos cargos militares manifestaron que su intención inmediata era «restablecer el orden», a través de una dictadura militar que con el tiempo se recompondría el poder civil en forma de monarquía o república. Los monárquicos y la CEDA deseaban fundamentalmente la vuelta a la monarquía alfonsina; los falangistas pretendían imponer un régimen fascista a la italiana y los carlistas esperaban la instauración de la monarquía carlista.

Los leales a la República estaban constituidos por las clases más populares: obreros y empleados urbanos, pequeña burguesía y campesinado sin tierras que estaban influidos por las organizaciones socialistas, comunistas. Junto a ellos estaban también las clases medias vinculadas a los partidos republicanos y sectores de la burguesía ilustrada, además de un nutrido grupo de intelectuales y artistas. Todos ellos defendían esencialmente la legitimidad republicana. Representaban intereses diversos y agrupaban tanto a sectores pequeñoburgueses reformistas como a grupos revolucionarios.

1.3 La Significación del Conflicto

Desde el primer momento, la Guerra Civil española tuvo una gran repercusión internacional. Fue vista como una confrontación entre las fuerzas democráticas, y en parte revolucionarias, y los regímenes fascistas, produciéndose en España el enfrentamiento armado que muchos temían a escala mundial.

Sin embargo, la Guerra Civil fue más bien el enfrentamiento armado entre los viejos grupos dominantes de la España de la Restauración y los grupos emergentes obreros y burgueses que querían establecer un sistema político democrático y un orden social progresista. Las reformas eran imprescindibles para la modernización de la sociedad española pero atentaban contra los privilegios de los grupos dominantes. Por ello, estos grupos creyeron que se avecinaba una revolución y optaron por el golpe de Estado.

1.4 La Internacionalización de la Guerra Civil

La «guerra de España», nombre con que se la conoció internacionalmente, fue un acontecimiento que apasionó y dividió a gobernantes, medios de comunicación, opinión pública e intelectuales del mundo entero. La opinión democrática progresista mundial, los partidos obreros de todo el mundo y la URSS estuvieron a favor de la República. Por el contrario, las fuerzas conservadoras de las democracias, los gobiernos fascistas, el régimen filofascista portugués, el catolicismo tradicional en general y el Papado veían en el alzamiento de Franco un freno a la expansión del comunismo y se pronunciaron a su favor.

Ambos bandos recurrieron al exterior para buscar apoyos. Los sublevados enviaron agentes a los países fascistas con el fin de pedir ayuda militar. El gobierno de la República pidió colaboración militar y política, en primer lugar a Francia, pero los gobernantes de las democracias fueron en extremo prudentes por temor a que el conflicto pudiera extenderse por Europa.

Tras una serie de conflictos entre Gran Bretaña y Francia, ésta impulsó la creación de un Comité de No Intervención con sede en Londres, al que se adhirieron veintisiete países. La política de no intervención constituyó una injusticia para la República y una de las causas de su derrota al negar a un Estado soberano y legítimo el derecho a adquirir armas para defenderse de una insurrección.

1.5 La Ayuda Exterior

La existencia del Comité de No Intervención no impidió que los dos bandos no recibiesen ayuda exterior.

El gobierno de la República tuvo que comprar armas y productos energéticos donde y como pudo, decidiendo enviar a la Unión Soviética las reservas de oro del Banco de España para hacer frente al pago de las armas compradas por la República a aquel país. Los consejeros militares soviéticos desempeñaron un papel destacado en la organización táctica de la guerra, y sus consejeros políticos, que ejercieron su influjo a través del Partido Comunista. Las Brigadas Internacionales prestaron una gran ayuda en tropas a la República, teniendo una importante función en la defensa de Madrid y en los diferentes campos de batalla. En su articulación resultaron esenciales las organizaciones comunistas internacionales, como el Komintern. Entre los brigadistas había voluntarios procedentes de Europa y América, que en su mayoría eran de ideología progresista o de izquierdas.

Los sublevados fueron los más favorecidos por el apoyo extranjero. La ayuda alemana e italiana en armas fue la más importante tanto numérica como tácticamente. Alemania envió a su aviación y la Legión Cóndor cobrando su ayuda con la entrega de minerales y otros productos estratégicos. El apoyo italiano consistió en el envío de una gran unidad, el Corpo Truppe Volontarie, aunque también tuvo importancia la ayuda armamentística. Con las tropas de los sublevados combatieron también voluntarios portugueses, irlandeses y de otras nacionalidades, afines al fascismo o de ideología católico-conservadora.

2. La Zona Republicana: La Revolución Contenida

2.1 El Derrumbe del Estado Republicano

El gobierno republicano de José Giral tuvo que organizar apresuradamente una fuerza militar capaz de oponerse a los sublevados, que contaban con el apoyo de todo el ejército de África y de gran parte de la oficialidad peninsular. Para ello entregó armas a las milicias de los partidos y sindicatos, disolvió el ejército tradicional y los cuerpos policiales y decretó la creación de batallones de voluntarios, en los que debían integrarse las milicias. Así emergió una estructura de poder popular, vertebrado alrededor de sindicatos y partidos de izquierda, que constituían en aquel momento la única fuerza armada capaz de defender la legalidad republicana.

En el verano y otoño de 1936, el poder del Estado sufrió un desplome casi total y fue sustituido por organismos revolucionarios dispuestos a imponer un nuevo orden. De ese modo surgieron consejos, comités y juntas.

En algunas zonas, los comités se unificaron para formar Consejos Regionales entre los que destacaron el Consejo Soberano de Asturias y la Junta de Defensa de Madrid, entre otros. En estos organismos se reunían las fuerzas del Frente Popular con predominio de los sindicatos y de los partidos obreros. Fue especialmente importante la creación, en Cataluña, del Comité Central de Milicias Antifascistas que llegaría en pocas semanas a un entendimiento con los partidos políticos catalanes y se reconstituiría el poder de la Generalitat.

2.2 El Desencadenamiento de la Revolución Social

La mayor parte de la población que en los primeros momentos se enfrentó con las armas a los sublevados para defender la República estaba constituida por campesinos y obreros vinculados a organizaciones de la izquierda revolucionaria. Así pues, una vez sofocada la rebelión, se sintieron legitimados para impulsar cambios sociales, provocando la extensión de un clima revolucionario.

El elemento más significativo de la revolución social desencadenada a partir de julio de 1936 fue la colectivización de gran parte de la propiedad industrial y agraria. Los comités se hicieron con el control de los transportes, los servicios urbanos, los suministros militares, las fábricas y los talleres.

En algunos casos los empresarios e industriales huyeron al estallar la guerra o fueron detenidos o asesinados, y los trabajadores se pusieron al frente de las empresas, comunicando a sus dueños que las explotarían en régimen de autogestión. Entre finales de julio y primeros de octubre, una serie de decretos dieron cobertura legal a las incautaciones de industrias y tierras efectuadas por los organismos populares. También se intervinieron las cuentas corrientes populares y los depósitos bancarios y se paralizó la transmisión de bienes inmuebles. En zonas de influencia anarquista y socialista, las tierras se colectivizaron en su totalidad y pasaron a depender de comités o comunas locales.

En los primeros meses de la guerra se desencadenó en la zona republicana una respuesta popular espontánea contra todo lo que pudiera tener relación con los llamados «facciosos» (sublevados). La Iglesia, la burguesía, los propietarios y las clases acomodadas fueron objeto de una persecución. Tuvieron lugar asesinatos (paseos), detenciones ilegales en las checas, saqueos e incendios de iglesias y conventos, requisas de bienes y propiedades particulares. Hubo incidentes especialmente graves como los asesinatos de presos políticos de derechas en las cárceles Modelo de Barcelona y de Madrid. También fueron asesinados políticos como Melquíades Álvarez y José Antonio Primo de Rivera. Muchos de los perseguidos huyeron al extranjero, se escondieron o pasaron a la zona sublevada y la mayoría apoyó al bando franquista.

Las experiencias de autogestión, la autonomía de las columnas de milicianos en los frentes de guerra y la imposición de un cierto «terror» revolucionario en las calles estuvieron impulsadas por el sector más radical del anarcosindicalismo (CNT-FAI) y del POUM. El resto de fuerzas políticas mantuvieron muy pronto posiciones críticas, reclamando la necesidad de un poder estatal fuerte que concentrara sus esfuerzos en ganar la guerra.

2.3 El Gobierno de Largo Caballero (sept. 1936-mayo 1937)

A finales del verano de 1936 los milicianos no conseguían detener el avance de los sublevados. Las fuerzas republicanas eran conscientes de la necesidad de establecer un pacto que permitiera la unidad antifascista y la formación de un gobierno capaz de aunar esfuerzos para ganar la guerra. El 5 de septiembre de 1936, Francisco Largo Caballero constituyó un nuevo gobierno formado por republicanos, socialistas y, por primera vez, comunistas.

El gobierno de la República decidió trasladarse a Valencia ante el inminente ataque sobre Madrid por parte de los sublevados. El proyecto de Largo Caballero era crear una «gran alianza antifascista» frente a los sublevados: recomponer el poder del Estado eliminando juntas y comités, pero reconociendo los Consejos Regionales, y dirigir la guerra militarizando las milicias de los partidos y creando el Ejército Popular sobre la base de las Brigadas Mixtas.

Una serie de fracasos militares volvieron a abrir el enfrentamiento entre las fuerzas republicanas, respecto a cómo se debía afrontar el proceso revolucionario y la guerra. Un sector, formado por los republicanos, los comunistas y parte de los socialistas, era partidario de poner orden en la retaguardia, controlar las experiencias colectivizadoras, reforzar los vínculos con las clases medias y reconstruir un Estado fuerte concentrado en el esfuerzo bélico para ganar prestigio y apoyo internacionales. Otro sector, compuesto por los anarquistas y los comunistas del POUM, insistía en afianzar las transformaciones revolucionarias para conseguir una verdadera movilización popular contra el fascismo, profundizando en la obra colectivizadora y resistiéndose a integrar sus milicias en el ejército regular.

Los problemas que debilitaron definitivamente el gobierno de Largo Caballero estallaron en Barcelona a principios de mayo de 1937 (Hechos de Mayo). La lucha se desencadenó abiertamente cuando las fuerzas del gobierno de la Generalitat intentaron desalojar a los anarquistas del edificio de Telefónica que habían ocupado y desde donde controlaban las comunicaciones. Los hechos derivaron en un enfrentamiento entre militantes de la CNT y el POUM y militantes del PSUC, ERC y la UGT. El gobierno central envió fuerzas a Cataluña para controlar el orden público. El conflicto se saldó con más de 200 muertos, la derrota de los anarquistas y poumistas y una fuerte crisis de gobierno.

2.4 El Gobierno de Negrín (mayo 1937 – marzo 1939)

Los hechos de mayo restaron influencia a los anarquistas y fortalecieron las posiciones comunistas. De acuerdo con las directrices soviéticas de perseguir a los trotskistas como enemigos de la revolución, los comunistas españoles exigieron la disolución del POUM y la detención de sus líderes. Largo Caballero se negó, pero el propio partido socialista se mostró partidario de encontrar un acuerdo con los comunistas. Largo Caballero dimitió y el presidente de la Republica, Manuel Azaña, encargó la formación de un nuevo gobierno al socialista Juan Negrín. El POUM fue declarado ilegal, sus militantes fueron detenidos y Andreu Nin, su máximo dirigente, fue asesinado por agentes de la policía soviética.

Formaron parte del nuevo gobierno los partidos del Frente Popular pero sin la UGT ni la CNT, aunque daban su respaldo tácitamente. Indalecio Prieto asumió el Ministerio de la Guerra y el nuevo gabinete basó su política en la prioridad del esfuerzo militar. La sede del gobierno se trasladó de Valencia a Barcelona, donde se refugiaría también el gobierno vasco, tras la caída del Norte. La decisión vino motivada por la necesidad de controlar los recursos económicos y militares de una de las zonas más importantes que le quedaban al gobierno republicano, pero ello provocó fricciones constantes con el gobierno autonómico de la Generalitat, que vio cómo quedaban recortadas sus competencias.

Ante la dificultad de frenar el avance de las tropas franquistas, el gobierno intentó buscar una salida negociada a la guerra. Para ello Negrín propuso su célebre programa de los Trece Puntos (abril de 1938), en los que proponía el cese de la lucha armada, la permanencia de la República y la apertura de un proceso de elecciones democráticas. El bando franquista no aceptó entrar en ningún tipo de negociación y Franco hizo saber públicamente que «sólo aceptaría una rendición sin condiciones».

A partir de marzo de 1938, la vida era ya sumamente difícil en el territorio republicano. Faltaban alimentos y abastecimientos básicos, los reveses militares eran continuos y entre la población empezaba a extenderse el cansancio de la guerra. Una parte de las fuerzas políticas empezó a pensar en la imposibilidad de la victoria. En septiembre de 1938, la República recibió un duro revés cuando se firmó el Pacto de Munich, por el que Gran Bretaña y Francia reconocían la ocupación de los Sudetes por Hitler y se plegaban al expansionismo nazi. Negrín, con casi la única ayuda de los comunistas, insistía en la necesidad de la resistencia militar, con la esperanza de que el inicio del previsible conflicto en Europa entre las potencias democráticas y las fascistas aligerara sustancialmente la presencia alemana e italiana en España. Por ello se acuñó el lema «¡Resistir es vencer!».

La pérdida de Cataluña entre enero y febrero de 1939 significó el exilio para los gobiernos de la República. A finales de febrero, Gran Bretaña y Francia reconocieron el gobierno de Franco y, a primeros de marzo, Manuel Azaña presentó en París su dimisión como presidente de la República. A pesar de los esfuerzos de Negrín por continuar la guerra, la República tenía los días contados.

3. La Zona Sublevada: la Creación de un Estado Totalitario

3.1 Francisco Franco, Generalísimo

La muerte accidental en Lisboa del general Sanjurjo en 1936, considerado como el principal jefe del movimiento golpista, y el hecho de que la insurrección no triunfase y diera origen a una guerra, plantearon el problema del liderazgo en la dirección militar y en el gobierno del territorio «nacional». El 24 de julio se creó en Burgos la Junta de Defensa Nacional, integrada por militares y presidida por el general más antiguo entre los sublevados, Miguel Cabanellas. La misión de la Junta era gobernar el territorio ocupado y sus primeras medidas fueron prohibir la actividad de todos los partidos políticos, suspender la Constitución y decretar la paralización de la reforma agraria.

Para dirigir la guerra fue ganando cada vez más adeptos el general Francisco Franco. Su liderazgo dentro del ejército se impuso después de liberar el Alcázar de Toledo y de conseguir que Hitler y Mussolini lo reconocieran como único interlocutor válido para negociar su apoyo a la sublevación. Finalmente, el día 30 de septiembre, los militares lo eligieron jefe del Alzamiento. El 1 de octubre de 1936 se publicó el decreto que lo nombraba Jefe del gobierno del Estado y Generalísimo de los Ejércitos españoles. La Junta de Defensa Nacional desapareció y se estableció una Junta Técnica del Estado, con sede en Valladolid y en Burgos. El cuartel general del Generalísimo se trasladó a Salamanca.

3.2 La Creación del Partido Único. El Gobierno de Burgos

A partir de octubre de 1936 existía un mando militar único, pero ninguna cohesión política. Los sublevados habían prohibido, en el territorio que controlaban, todos los partidos políticos que formaban parte del Frente Popular y todos los sindicatos de clase. Sólo actuaban como grupos políticos Falange Española y de las JONS. Se toleraban la CEDA y los grupos monárquicos, que estaban prácticamente desmantelados.

Franco desplegó una estrategia de alargamiento de la guerra mediante la cual consolidó su liderazgo militar. Inspirándose en el modelo de Estado fascista italiano y alemán, de partido único y con un jefe con plenos poderes, en abril de 1937, Franco dio a conocer el Decreto de Unificación por el que se creaba un partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, unificando a falangistas y carlistas, y en el que se integrarían todas las demás fuerzas «nacionales». Franco sería Jefe Nacional de este partido único. El nuevo partido adoptó el uniforme con la camisa azul de Falange y la boina roja de los carlistas y el saludo fascista con el brazo en alto.

Las resistencias de algunos carlistas o falangistas a la unificación fueron acalladas con el destierro o la prisión.

El proceso de institucionalización del nuevo Estado franquista culminó en enero de 1938 con la desaparición de la Junta Técnica y la formación del primer gobierno de Franco. En la persona de Franco se concentraba la jefatura y la Presidencia del gobierno y, a partir de entonces, paso a ser llamado Caudillo de España. El nuevo Estado se inspiraba en el fascismo y defendía un modelo social basado en el conservadurismo y en la preeminencia del catolicismo

El Estado abolió la legislación republicana en materia económica, social y laboral. Se suprimieron las libertades religiosa, política, sindical y de prensa, así como los estatutos de autonomía y se restableció la pena de muerte. En marzo de 1938 se aprobó la ley del Fuero del Trabajo, inspirada en el fascismo italiano, con un Único sindicato que agrupaba a empresarios y trabajadores, y se prohibieron las huelgas y las reivindicaciones obreras.

Por último, se respetaba la importante influencia de la Iglesia Católica, que en julio de 1937 hizo pública una Pastoral Colectiva de los Obispos en apoyo de los sublevados. El nuevo Estado era claramente confesional y derogó las leyes del matrimonio civil y del divorcio, estableció el culto religioso en la enseñanza y en el ejército, e instituyó una retribución estatal al clero.

3.3 Una Represión Institucionalizada

La construcción del Estado franquista fue acompañada de una violencia extrema que comportó la aniquilación de los vencidos en los territorios que se ocupaban. Así ocurrió en la ocupación de Badajoz, Málaga y Granada, y en multitud de pueblos y ciudades que quedaron en territorio «nacional». Políticos republicanos y militares contrarios al alzamiento fueron ejecutados, y en ocasiones, personas relevantes, como Federico García Lorca, fueron asesinadas por lo que significaban como símbolos de la Republica.

La represión tuvo siempre un carácter sistemático, planificado y fue ejercida por el ejército, la Falange o las autoridades políticas contra cualquier sospechoso de simpatizar con las izquierdas. Su intención era imponer un clima de «terror» que impidiese toda contestación.

4. Las Operaciones Militares

4.1 El Avance hacia Madrid (Julio-Noviembre 1936)

Después de cruzar el Estrecho, en julio de 1936, las tropas de África al mando del coronel Yagüe, tenían como objetivo esencial el avance hacia Madrid para tomar la capital, símbolo del poder republicano. En agosto, las tropas sublevadas tomaron Badajoz y consiguieron enlazar en una estrecha franja con la zona sublevada del Norte. En septiembre, Franco decidió desviarse para ocupar Toledo y poner fin al cerco del Alcázar, donde resistían unos centenares de militares sublevados con sus familias, y a finales de octubre se hallaba ya a las puertas de Madrid.

La conquista de la capital podía ser inminente. El 29 de octubre se decretó la movilización general para salvar Madrid. Miles de hombres y mujeres fortificaron los accesos y el interior de la ciudad.

El 6 de noviembre, el gobierno republicano se trasladó a Valencia, dejando la plaza en manos de una junta presidida por el general Miaja, mientras que la estrategia de la defensa de la capital quedaba en manos del entonces comandante Rojo. Pese a las incursiones aéreas, Madrid resistió el ataque frontal, gracias también a la llegada de las primeras Brigadas Internacionales, de los carros de combate rusos y de una columna anarcosindicalista procedente de Barcelona, al mando del líder sindical Buenaventura Durruti.

La resistencia de la ciudad de Madrid concluyó la fase denominada «guerra de columnas» (o fase miliciana), en la que las tropas republicanas estaban principalmente compuestas por columnas de milicias integradas por voluntarios de partidos y sindicatos.

4.2 Las Batallas en torno a Madrid (dic. 1936-marzo 1937)

Fracasado el intento de entrar en la capital, los sublevados emprendieron dos maniobras envolventes para aislar Madrid y cortar sus comunicaciones con Valencia. Una primera maniobra produjo la batalla del Jarama en febrero de 1937, en la que los sublevados cruzaron el río, pero fueron detenidos por los republicanos. En la batalla de Guadalajara, en el mes de marzo de 1937, las tropas fascistas italianas aliadas de Franco sufrieron una espectacular derrota a manos del reconstituido Ejército Popular de la Republica.

Este segunda fase de la guerra estuvo caracterizada por la regularización ambos ejércitos, especialmente el republicano, con la creación del nuevo Ejército Popular de la República y la militarización o disolución de buena parte de las milicias. Por su lado, Franco militarizó también sus cuerpos de voluntarios (requetés, falangistas…).

4.3 La Ocupación del Norte (abril-octubre 1937)

Ante las dificultades para tomar Madrid, Franco decidió abandonar el ataque a la capital y concentrar los esfuerzos en la zona norte. Los sublevados controlaban Navarra desde el principio, y en agosto de 1936 ya habían tomado San Sebastián, pero el grueso de un territorio fundamental por sus recursos mineros, siderúrgicos e industriales se mantenía, a principios de 1937, en manos de la Republica.

Los combates principales se produjeron entre abril y octubre de 1937. Los sublevados, al mando del general Mola, desencadenaron un ataque hacia Vizcaya en los últimos días de marzo. El 26 de abril, la ciudad vasca de Guernica era arrasada por la aviación nazi, siendo el primer bombardeo aéreo de la historia sobre la población civil. Bilbao fue ocupada el 19 de junio gracias a la superioridad en medios, armamento y aviación de los sublevados.

La Republica, para aliviar la presión militar en el Norte, desencadenó en Julio el ataque a Brunete, cerca de Madrid, y más tarde a Belchite, junto a Zaragoza, pero no consiguió evitar que las tropas de Franco entrasen en agosto en Santander y, dos meses después en Asturias, pasando a mano de los sublevados una zona de primera importancia económica. Muchas personas huyeron a otras zonas que todavía estaban en manos de la República.

4.4 El Avance hacia el Mediterráneo (noviembre 1937-junio 1938)

A finales de 1937, los mandos republicanos todavía confiaban en la posibilidad de ganar la guerra. Para ello, intentaron una serie de reformas en el ejército y se colocó a su frente Vicente Rojo, el defensor de Madrid. El nuevo ejército republicano desencadenó diversas ofensivas, la más importante tuvo lugar en Teruel, donde tuvo lugar una gran batalla durante el invierno de 1937-1938, que llevó a la ocupación republicana de la ciudad.

Pero en el mes de febrero de 1938, el ejército de Franco volvió a ocupar Teruel, y aprovechando el desgaste sufrido por las tropas republicanas en la defensa de la ciudad, desencadenó la campaña de Aragón, llegando al Mediterráneo en el mes de abril. El territorio republicano quedó dividido en dos zonas, una de las cuales era Cataluña, aislada del resto. Franco podría haber concentrado sus fuerzas en atacar Cataluña y quizás haber acabado con la guerra, pero prefirió continuar la ofensiva hacia el Sur.

4.5 La Batalla del Ebro y la Ocupación de Cataluña (Julio 1938-febrero 1939)

El avance de las tropas sublevadas quedó detenido cuando el ejército republicano, tras recibir nuevo armamento, desencadenó un poderoso ataque sobre el río Ebro en la provincia de Tarragona. Las autoridades republicanas eran conscientes de que la situación mica era ya plenamente desfavorable. Su única esperanza era reconquistar territorio y volver a unir las zonas fieles a la República.

La batalla del Ebro fue uno de los mayores episodios militares de la guerra. Empezó el día 25 de julio de 1938 con un ataque republicano que cruzó el río Ebro y conquistó diversas poblaciones. Desde esta región, avanzaron hacia el interior y se hicieron fuertes en la zona de Gandesa, donde lograron resistir durante unos meses.

Franco envió grandes refuerzos, incluida la aviación alemana e italiana, y consiguió detener el ataque. Luego contraatacó y, a principios de noviembre, los republicanos tuvieron que replegarse en la otra orilla del río mientras el ejército de Franco avanzaba ocupando todo el sur de Tarragona y cruzando el río Ebro en su desembocadura. El 16 de noviembre se dio por acabada la batalla. El ejército republicano había sido derrotado, y sus fuerzas quedaban mermadas y desorganizadas.

Franco decidió emprender definitivamente la ofensiva sobre Cataluña. El día 26 de enero entraba en Barcelona sin resistencia. Una marea de exiliados avanzaba hacia el Norte. Con la caída de Girona se produjo la huida hacia Francia de miles de refugiados, entre ellos todo el gobierno de la Republica, con el jefe del gobierno, Negrín, y el presidente de la Republica, Manuel Azaña. También cruzaron la frontera los miembros de las cortes republicanas, el gobierno de la Generalitat y el gobierno vasco. Antes de la huida, el uno de febrero de 1939, a las diez y media de la noche para evitar los bombardeos diurnos, se había celebrado en el castillo de Figueres la última sesión de las cortes republicanas.

4.6 El Final de la Guerra (febrero-abril 1939)

En febrero de 1939 a la Republica no le quedaba más territorio que la llamada zona centro, que comprendía Madrid, La Mancha y la región mediterránea desde el norte de Valencia hasta Almería. El jefe del gobierno republicano, Juan Negrín, regresó de Francia e hizo un último esfuerzo para reorganizar el ejército y resistir en el territorio republicano.

Sin embargo, a comienzos de marzo se produjo en Madrid una sublevación contra el gobierno republicano dirigida por el coronel Segismundo Casado, responsable de la defensa de la capital. Casado había entrado en contacto con el servicio de espionaje franquista desde hacía meses, para entregar la ciudad y terminar la guerra mediante una negociación con Franco. Sabía que Negrín y los comunistas eran contrarios a una rendición y, por ello, con el falso pretexto de que el presidente del gobierno iba a nombrar altos mandos militares exclusivamente comunistas, se sublevó el día 5 de marzo.

Casado controló Madrid tras una fuerte lucha con las unidades comunistas. Con el apoyo de algunos socialistas y de parte de la UGT, se creó una Junta de Defensa con el objetivo de negociar con Franco una «paz honrosa» basada en la «generosidad del Caudillo». Franco solo aceptó una rendición sin condiciones y obligó a entregar las armas. El día 28 de marzo, las tropas de Franco entraron en Madrid sin la menor resistencia.

En los días posteriores a la entrada en la capital se ocupó toda la zona mediterránea. La resistencia de las escasas tropas controladas por los comunistas no pudo impedir la ocupación de Albacete, Alicante y Valencia. El 1 de abril Franco firmó en Burgos el último parte de guerra: «En el dia de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. Españoles, la guerra ha terminado».

5. Los Efectos de la Guerra

5.1 Muerte, Carencía y Destrucción

La guerra comportó miseria y muerte para miles de personas de uno y otro bando. A las bajas en los combates y las víctimas de la represión, hay que añadir las muertes producidas por la grave carestía de alimentos. Esta situación fue especialmente grave en la zona republicana, dado que las grandes áreas agrícolas cerealísticas habían quedado en manos de los sublevados. Los primeros síntomas de escasez empezaron en septiembre y octubre de 1936 en productos como el trigo, la carne y el carbón. Un alimento básico como el pan comenzó a faltar de forma alarmante en los primeros meses de 1937, y en marzo se llegó al racionamiento en Madrid. A medida que avanzaba el conflicto, las colas en los comercios se hicieron habituales, los precios subieron y el mercado negro se extendió. La desnutrición provocó enfermedades, y en ocasiones, la muerte.

Por otra parte, también se produjo una fuerte reducción de la producción industrial, debido a la movilización de la población masculina para ir al frente. Aunque la población femenina, especialmente en la zona republicana, se incorporó al mundo laboral, las industrias se dirigieron esencialmente a la producción de armamento y avituallamiento militar, lo cual dejó muy desabastecida a la población de productos de consumo.

Además, la guerra significó la destrucción de gran parte de las infraestructuras y las comunicaciones. Los bombardeos sobre pueblos y ciudades afectaron duramente a la población civil. El gobierno republicano no contaba con importantes efectivos aéreos y utilizó sus aviones fundamentalmente para acciones bélicas. Pero el bando franquista tenía la ayuda de los aviones y los acorazados alemanes e italianos. Desde el principio, los bombardeos sobre la población civil fueron utilizados por los sublevados como un instrumento de terror y como un arma de destrucción, además de servir como apoyo al avance de su ejército. Estos bombardeos se convirtieron en una práctica que perjudicó a diversas ciudades, Barcelona entre ellas.

5.2 La Población Desplazada: Refugiados y Exiliados

Desde los primeros días de la guerra, civiles de ambos bandos huían del territorio en el que se encontraban por temor a la persecución que podían sufrir por sus ideas políticas. Numerosos miembros de la burguesía, católicos, clérigos, etc., huyeron de la zona republicana. Con el avance de las tropas franquistas, los grandes movimientos de refugiados se dieron sobre todo en la zona republicana, donde la población, atemorizada, abandonaba sus hogares para escapar de la ocupación franquista y la posterior represión.

Los refugiados republicanos se concentraron especialmente en la zona de Levante y en Cataluña con los problemas organizativos que conllevaba proporcionar alimentación, alojamiento, escolarización y sanidad a una población formada esencialmente por mujeres, niños y ancianos. La población de la zona norte, aislada del resto del territorio republicano, solo pudo huir por mar hacia otros países. Ante la imposibilidad de evacuar al conjunto de la población civil, se optó por dar prioridad a los niños y de ese modo fueron embarcados cerca de 13 000 con destino a diversos países europeos y americanos y a la Unión Soviética.

Hacia el final de la guerra, población de toda España y miles de soldados en retirada se concentraron en Cataluña para cruzar la frontera francesa. Entre el 27 de enero y el 3 de febrero de 1939, aproximadamente medio millón de españoles entraron en Francia. Una multitud de personas de todas las edades y de las más diversas condiciones abarrotaron las carreteras desde Barcelona hasta Portbou y la Jonquera para buscar refugio en el país vecino. Gran parte de los refugiados fueron conducidos por gendarmes a campos de concentración improvisados en las playas cercanas de Argeles y St. Cyprien. En pocos meses volvieron a España aproximadamente la mitad de estos refugiados. El resto inició un largo y penoso exilio.

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