27 Feb
La Evolución de la Estética y la Experiencia Artística en la Era Moderna
Introducción: El Concepto de Estética a Través del Tiempo
El filósofo alemán Baumgarten introdujo el término «ESTÉTICA» a mediados del siglo XVIII. Sin embargo, la reflexión sobre lo bello y la distinción entre artes y ciencias ya existían en el pensamiento de filósofos como Platón y Aristóteles, aunque no utilizaran este término específico. Mucho antes del nacimiento formal de la estética, especialmente desde el Renacimiento, se desarrollaron reflexiones sobre las artes.
El Surgimiento de la Estética en el Siglo XVIII
Las primeras reflexiones «estéticas» surgieron en el siglo XVIII en entornos artísticos como academias, talleres y asociaciones de artistas. Este surgimiento coincidió con la formación de un espacio público para la recepción de obras de arte (el Salón), el desarrollo del juicio de expertos y la elaboración de normas artísticas, principalmente dentro de las academias. La estética, desde sus inicios, se configuró como una teoría de la recepción y evaluación de las obras, reemplazando la reflexión poética que los artistas hacían sobre su propio oficio.
Como señala Michaud, citando a Hegel, la historia de la estética filosófica muestra que sus problemáticas y doctrinas están relacionadas con un estado del arte y un tipo de objeto artístico específicos. Estas reflexiones no son atemporales, sino relativas a sus objetos y a sus contextos.
La Estética Académica y sus Cuestiones Canónicas
Con la institucionalización de la estética como disciplina académica, se consolidaron una serie de cuestiones canónicas y clásicas, como la naturaleza de la obra de arte, su funcionamiento, la naturaleza del sentimiento estético, los mecanismos de creación y el sistema de las artes.
Este programa teórico, aparentemente «intemporal», corresponde a una experiencia históricamente definida, estructurada alrededor del museo (o sus equivalentes en otras artes como la ópera o la biblioteca), regulada por un canon estético (las grandes obras, el repertorio) y un sistema de Bellas Artes.
La Estética y el Arte Moderno: Una Nueva Perspectiva
A lo largo del siglo XX, muchos académicos retomaron este programa «clásico», aplicándolo a obras ya clásicas o buscando que las obras contemporáneas alcanzaran ese estatus. Sin embargo, algunos filósofos, ensayistas y críticos de arte adoptaron una perspectiva más inquieta, buscando valorar las obras como distintas o desconocidas, y proponiendo ajustes o cambios radicales en la teoría estética clásica.
En los años 30, se empezaron a sentir los efectos de la revolución artística moderna. Surgió una nueva forma de experiencia estética y un intento de reformular la estética para dar cuenta del «arte moderno». Otra perspectiva, iniciada en los años 50, revisó los conceptos, pasando de una estética de las obras a una de las actitudes, los efectos y la experiencia. La estética de inspiración analítica se enfocó en cambiar sus preguntas en torno al nuevo régimen del arte.
Walter Benjamin y la Transformación Radical de la Experiencia Estética
«La Obra de Arte en la Época de su Reproducción Técnica» (1936)
En su texto visionario, *La obra de arte en la época de su reproducción técnica* (1936), Walter Benjamin describió un cambio radical en la experiencia estética. Aunque destinado a revistas marxistas soviéticas, el texto fue criticado y rechazado, incluso por el filósofo Adorno.
Aura, Valor de Culto y Valor de Exposición
El análisis de Benjamin se centra en la oposición entre la obra «áurica», dotada de un aura única y mágica, propia del arte del pasado, y la obra fundamentalmente reproducible de la época moderna. Esta oposición se refleja en los conceptos de «valor de culto» (unicidad, sacrificio) y «valor de exposición» (reiteración, automatismo).
La Estética de la Distracción
Estas distinciones conducen a una última entre lo serio y el juego, la atención y la desenvoltura, cristalizada en lo que Benjamin llama la «estética de la distracción». Esta última anuncia una experiencia estética «desestetizada» (si se entiende la estetización como la contemplación de obras maestras), análoga a la experiencia visual y corporal.
La Influencia de la Reproducción Técnica y las Transformaciones Sociales
Benjamin argumenta que no hay una esencia inmutable de la obra de arte, sino una esencia histórica que depende de las transformaciones sociales y los descubrimientos técnicos. La invención de la litografía y la fotografía abrieron el camino a la reproducción de las obras. Las transformaciones sociales que acompañan este proceso incluyen: un público masivo, nuevas condiciones de trabajo y recepción del mundo, un aumento de los valores de la distracción y la exposición, y la transformación de la política en un espectáculo masivo, todo ello ligado al desarrollo del capitalismo industrial.
La reproductibilidad mecánica destruye el aura singular y frágil, la localización única de la obra. Aunque una obra reproducible puede ser experimentada en un tiempo y lugar específicos, se libera de su sujeción a un espacio y tiempo únicos, perdiendo su vínculo con la tradición. Se vuelve accesible a todos y en serie.
El Cine y la Nueva Experiencia Sensible
Este cambio provoca una transformación del régimen estético. Las obras estandarizadas se dirigen a las masas. Se pasa de un culto que apenas necesita público a una apropiación colectiva en la exposición y la «publicidad».
En el cine, según Benjamin, lo que se reproduce no es una obra de arte, sino la *performance* de un actor frente a aparatos de captura de sonido e imagen. El elemento «artístico» surge con el corte y el montaje.
El actor se aliena al interpretar fragmentos de un papel para un público ausente o imaginario. Con la ausencia del público, el aura desaparece o se vuelve abstracta, tan repetible que se agota. El cine ofrece al espectador una nueva forma de experiencia sensible, una experiencia colectiva donde cada uno puede invertir los papeles.
El espectador pasa de un mundo en el que se sumergía en las obras a un mundo donde se distrae y es manipulado por las imágenes para su placer: se abre el tiempo de la «recepción en la distracción».
La Estetización de la Política y la Guerra
La última sección del ensayo de Benjamin es la más visionaria, enigmática y audaz. Presenta un diagnóstico marxista del Estado totalitario como una forma avanzada de desarrollo técnico sin derrocar el régimen capitalista. Este totalitarismo recurre a la estetización de la vida política y a la guerra como forma de movilización de las masas y la técnica. La solución de Benjamin, aunque valiente, parece un callejón sin salida: la politización del arte debe sustituir a la estetización de la política y la guerra.
Más Allá de Benjamin: La Evolución de la Experiencia Estética Contemporánea
Del Cine al Video, la Televisión y los Hipermedia Interactivos
Para Benjamin, la estética debía ser una ciencia de la percepción cuyo objeto contemporáneo sería el cine. Pero también vislumbró el advenimiento de formas de arte que ya no serían artísticas en el sentido tradicional, donde no quedaría rastro de la contemplación asociada al arte en su época de culto. Esto se ha manifestado en la experiencia estética del arte contemporáneo, donde no hay concentración en los objetos ni sujeción a un programa.
El video y la televisión, tanto en la vida cotidiana como en el arte, son vehículos de esta estética de la autorrepresentación y la mirada intermitente. También hemos entrado en el mundo de los hipermedia interactivos, donde los videojuegos son un ejemplo de obras reproducibles que mezclan sonido, texto e imagen, y están abiertas a la acción e intervención del espectador en tiempo real.
La Interacción en la Distracción y la Nueva Ontología de las Imágenes
La «recepción en la distracción» se ha transformado en «interacción en la distracción», una relación distraída con las obras. No hay una necesidad de escuchar, mirar o leer «religiosamente».
En este estado de interacción distraída, el espectador entra en un mundo de imágenes y sensaciones ontológicamente diferente. Estas imágenes ya no mantienen la relación con sus referentes que se les atribuyó durante siglos. No dependen de su referencia o causa, sino de quien las acoge, las modifica y las disfruta.
Se está instalando un nuevo régimen de atención que privilegia el barrido rápido (*scanning*), donde la imagen se vuelve más fluida y móvil.
El Destino del Aura y el Papel Ambiguo del Museo
¿Qué queda del arte de la tradición áurica, del Gran Arte que exige recogimiento y atención? El diagnóstico de Benjamin era su desaparición debido a la reproductibilidad generalizada. La religión del «arte por el arte» del modernismo fue un intento de salvar el aura, pero la lucha estaba perdida de antemano. Las obras áuricas también han sido sometidas a la reproducción en revistas, televisión, libros de arte e internet.
El museo merece una reflexión particular por su ambigüedad en el destino actual del aura. Se supone que en él se ven obras únicas, aunque la mayoría son ejemplares estandarizados de la producción artística. Las reglas del museo (no hablar en voz alta, no comer, no correr, no tocar) buscan preservar la captación de la mirada. El museo no es un lugar de diversión, sino de contemplación.
Sin embargo, el museo también se ha convertido en un lugar de distracción. En nombre de la democratización del acceso al arte, ha reconfigurado la relación con las obras áuricas. Se ha vuelto un lugar de turismo, administrado para la circulación de visitantes y la realización de compras.
El museo ilustra el diagnóstico de Benjamin: salvaguarda el valor de culto, pero lo somete a los valores de la exposición y la publicidad. Su éxito también refleja el deseo de aura. Se crean museos de todo tipo para conservar no solo el aura, sino cualquier cosa que se considere preciosa, incluso obras del siglo XX que rechazaban el aura, como las de los dadaístas.
Limitaciones y Legado del Análisis de Benjamin
El ensayo de Benjamin, aunque perspicaz, adolece de una evaluación errónea de la evolución técnica y una concepción discutible de la estética de la distracción, debido a un exceso de optimismo sobre las oportunidades de liberación política.
Consideraba al cine como un arte colectivo por excelencia, destinado a un público reunido. No previó la posibilidad de ver video en casa. «La masa fue sustituida por lo que el sociólogo David Riesman llama la muchedumbre solitaria». El individualismo de masa aumentó.
Con este cambio, el aura desaparece por completo cuando un pensamiento enfocado en el presente ya no puede relacionarse con la procedencia de las cosas. Vivimos en un mundo sin aura, donde el presente invade las otras dimensiones del tiempo. Esta existencia en el presente no está dirigida hacia una promesa de liberación arraigada en el pasado o el futuro. Benjamin, como marxista, no podía aceptar este tipo de individualismo de masas. Su aferramiento a la idea del cine como arte de multitudes se debía a su esperanza en una politización liberadora.
Conclusión: De lo Sublime al Bienestar
En una época en que las vanguardias aún tenían fuerza subversiva, pero se enfrentaban a proyectos políticos totalitarios y al nacimiento de la industria cultural y el *kitsch*, Benjamin captó con perspicacia las líneas de fuerza de una evolución que iría del aura a la reproductibilidad generalizada, de lo sublime al bienestar individual.
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