16 Abr
Escuela Francesa: El Estructuralismo de Lévi-Strauss
La antropología francesa tiene una genealogía menos clara que las tradiciones inglesa o estadounidense. Muchos comentaristas consideran falsamente a Marcel Mauss como el fundador de la tradición antropológica francesa. Mauss era un miembro del grupo del Année Sociologique, la revista dirigida por su tío Émile Durkheim. Mientras Mauss estudiaba la situación de las sociedades modernas, él y sus colaboradores (como Henri Hubert y Robert Hertz) recurrieron a la etnografía y filología para analizar las sociedades que no estaban tan diferenciadas como las naciones-estado europeas. En particular, en el Ensayo sobre los dones se probaría de relevancia permanente en los estudios antropológicos acerca de la redistribución de los bienes y la reciprocidad. En el periodo de entreguerras, el interés en Francia por la antropología concurría en movimientos culturales más amplios como el surrealismo y el primitivismo, que recurrían a la etnografía como fuente de inspiración. Marcel Griaule y Michel Leiris son ejemplos de personas que mezclaron la antropología y la vanguardia francesa. En este periodo, la mayor parte de lo que se conoce como etnología se restringía a los museos, y la antropología tuvo una estrecha relación con las investigaciones del folclore. Sin embargo, fue sobre todo Claude Lévi-Strauss quien ayudó a institucionalizar esta ciencia en Francia. Además de la trascendencia del estructuralismo, Lévi-Strauss estableció vínculos con antropólogos estadounidenses e ingleses. Al mismo tiempo, estableció centros y laboratorios por toda Francia para proveer de un contexto institucional para la antropología, mientras entrenaba a estudiantes influyentes como Maurice Godelier o Françoise Héritier, que se volverían muy influyentes en su escuela. Muchas particularidades de la antropología francesa actual son consecuencia de que se investigue en laboratorios privados más que en universidades. El estructuralismo surge para tratar de superar aquellas deficiencias observadas en otras escuelas, con la pretensión de alcanzar una explicación de la lógica de las organizaciones sociales en su dimensión sincrónica, sin olvidar la dimensión diacrónica. La metodología del estructuralismo se debe particularmente a la lingüística, desarrollando la noción de estructura. |
El estructuralismo abre la segunda mitad del siglo y sirve para señalar el comienzo de la modernidad. En este sentido, resulta esencial el aporte de Lévi-Strauss, en tanto enfatiza la estructura mental que subyace a las instituciones y que estaría determinada por el funcionamiento específico del cerebro humano.
En esta línea, los hechos sociales podrían entenderse como procesos de comunicación definidos por reglas, algunas de estas conscientes (aunque solo superficialmente, ya que pueden estar ocultando aspectos de la realidad) y otras a un nivel profundo, a un nivel inconsciente. En definitiva, esto significa que existe un orden significante tras el desorden aparente y que las estructuras operan en un nivel inconsciente y a la vez universal, común a todos los «moldes» humanos del inconsciente.
El análisis estructural no es una esquematización superficial, sino la comprensión profunda de la realidad objetiva y supone comprender la actividad inconsciente observando cada institución o cada fenómeno social en sus diferentes manifestaciones para descubrir las reglas ocultas. En esta línea, el pensamiento de Piaget dirá que existe esperanza de inteligibilidad intrínseca, en tanto esta está basada en el postulado de que una estructura se basta a sí misma y no necesita nada más para ser captada.
Las críticas más frecuentes al estructuralismo antropológico se centran en el uso selectivo de las fuentes etnográficas secundarias y que a menudo la teoría es forzada, en tanto no se ajusta a la realidad empírica.
Lévi-Strauss: Lo que Lévi-Strauss hizo realmente fue tomar la noción de «estructura» empleada por lingüistas, folkloristas, algunos psicoanalistas, matemáticos e ingenieros de comunicaciones y aplicar ese concepto analítico a las categorías de la etnografía ortodoxa.
En efecto, tal y como el propio Lévi-Strauss ha sabido reconocer, el estructuralismo no es nada nuevo en el ámbito de las humanidades; más aún, el enfoque estructuralista (que vendría a ser la otra cara del proceder científico reduccionista) está condicionado por el propio nivel de complejidad del objeto de estudio, al tiempo que no es patrimonio exclusivo de ninguna disciplina en particular.
«Lo que denominamos estructuralismo en el campo de la lingüística o de la antropología, o en el de otras disciplinas, no es más que una pálida imitación de lo que las ciencias naturales han venido realizando desde siempre. La ciencia tiene apenas dos maneras de proceder: es reduccionista o es estructuralista. Es reduccionista cuando descubre que es posible reducir fenómenos que en un determinado nivel son muy complejos a fenómenos más simples en otros niveles. Por ejemplo, hay muchas cosas en la vida que pueden ser reducidas a procesos físico-químicos que las explican parcialmente, aunque no en forma total. Y cuando nos enfrentamos a fenómenos tan complejos que no permiten su reducción a fenómenos de orden inferior, solo podemos abordarlos estudiando sus relaciones internas, esto es, intentando comprender qué tipo de sistema original forman en conjunto. Y esto es, precisamente, lo que intentamos hacer en lingüística, en antropología y en muchos otros campos.
De lo antedicho puede desprenderse que, para Lévi-Strauss, «estructura» no equivale a la estructura empírica (según nuestro autor, se trata de estructuras del orden de lo mental), y tampoco refiere a una suerte de armazón o arquitectónica estática; esta estructura dinámica -aunque estable- no se da en la realidad observable, sino que es siempre producto de tres elementos, siendo este carácter ternario el que le otorga su dinamismo. El tercer elemento de esta estructura terciaria estaría siempre vacío y preparado para asumir cualquier significado, estando constituido por la historia y la contingencia, esto es, aquellos aspectos que justifican la perpetuación de los fenómenos sociales y culturales. Lévi-Strauss, siguiendo a Saussure, considera que este significante flotante (que sería el significante de la significación) es un rasgo estructural del lenguaje en general, un elemento que introduce en él una faceta asimétrica y generativa: la faceta de la contingencia, el devenir, i.e., el nivel del habla o parole, que hace referencia a la diacronía o irreversibilidad temporal. Pero lo que le interesa investigar a nuestro autor no es el flujo del habla, sino las estructuras estables de la lengua. El mito no es solo un relato que, discursivamente, transcurre en un eje temporal diacrónico (como el habla), sino que también, como la lengua, posee una disposición regulada de elementos que conforman un sistema sincrónico, i.e., un orden permanente («haces de relaciones»), el cual constituye el espacio semántico, el imaginario cultural del que el mito parte y se nutre a un tiempo. Encontramos, pues, un estudio del mito en dos niveles: el nivel narrativo –habla-, y el nivel de la estructura profunda –lengua-, siendo el estudio de este último el que puede mostrar ciertas relaciones de oposición y de homología que son independientes del orden narrativo. Para el autor que nos ocupa, los elementos de los mitos adquieren su significado por el modo en que estos aparecen combinados entre sí, y no por su valor intrínseco; los mitos, entonces, representan a la mente que los crea, y no a una realidad externa.
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