07 Oct

Evolución de la Escultura Griega. Etapas

Características Generales

Se conservan muy pocas obras originales griegas, sobre todo las de bulto redondo y las de la Época Clásica. En cambio, se conservan bastantes frontones de templos, aunque fragmentados. Si conocemos las obras griegas es gracias a las numerosas copias romanas que se conservan, sobre todo de las obras más famosas. Los romanos se dedicaban a saquear los templos griegos llevándose para Roma los originales y dejando copias en su lugar. El problema que se plantea es hasta qué punto fueron fieles al original al realizar la copia (cambio del peinado, etc.).

Otra forma de conocer las obras escultóricas griegas son la numismática (monedas), las obras de literatura y los libros de viajes como el de Pausanias «Descripción de Grecia».

Las obras griegas de bulto redondo eran casi siempre de bronce, hechas mediante la técnica de «a la cera perdida». En el Helenismo abundaron más las obras de mármol. Los bajorrelieves y los frontones de los templos eran de mármol o piedra. Tanto las esculturas de bulto redondo como los bajorrelieves de los templos estaban pintadas de vivos colores, incluso había postizos (ojos de cristal, bridas de caballos, etc.).

Como en Egipto, había un canon de belleza ideal cuyo módulo era la cabeza. Otros principios fundamentales son la diartrosis y la postura del contraposto. El desnudo, símbolo de la perfección, es en época clásica privativo de los hombres.

El Arcaísmo Maduro (s. VI a. C.)

Las esculturas más representativas de esta etapa son los kuroi (en singular kuros), atletas desnudos que, tal vez, también representen a Apolo, y las korai (en singular koré), muchachas vestidas portadoras de ofrendas. Ambas figuras muestran muchas influencias egipcias: rigidez, hieratismo, frontalidad…, pero hay un estudio más realista de la musculatura humana, pese a que la anatomía aparece marcada de forma muy geométrica, los ojos almendrados (o saltones), la típica «sonrisa arcaica» y el pelo con los rizos geométricos. Estaban pintadas con vivos colores, sobre todo el vestido de las korai. De los frontones arcaicos destaca el del templo de Artemisa (isla de Corfú).

Período Severo (500-450 a. C.)

Esta etapa «protoclásica» presenta grandes avances: la anatomía es más natural, al marcar los rasgos de manera menos rígida, se rompe con la ley de frontalidad (hay ligeras torsiones), el movimiento es más acusado, aparece el contraposto y se elimina la «sonrisa arcaica». El Efebo de Kritios (490 a. C.) es un claro ejemplo de ello.

Sin duda, la obra más famosa de este período es el Auriga de Delfos (475 a. C., museo de Delfos), de bronce, que formaba parte de un monumento conmemorativo encargado por el tirano Polyzalos de Gela, del que se ha perdido el carro y la figura del tirano. La parte superior aparece magníficamente tratada: el rostro es muy clásico, atemporal, el pelo más natural y los plegados de los paños se acercan mucho al clasicismo; en cambio, el resto del vestido es muy rígido, pero hay que tener en cuenta que estaría oculto por el carro. De los frontones destacan los del templo de Zeus en Olimpia, que narran la batalla entre centauros y lapitas.

El Primer Clasicismo (450-400 a. C.)

Es la etapa de gloria de la escultura griega: se busca el orden y el equilibrio, se elimina todo lo superfluo y anecdótico, los cuerpos aparecen perfectamente esculpidos y las distintas partes del cuerpo proporcionadas, el movimiento es muy natural, pero controlado, sin posturas forzadas, los rostros están idealizados, no reflejan sentimientos humanos, son fríos, distantes, atemporales. La iconografía es la tradicional: dioses y héroes (desnudos), diosas, atletas y los pliegues de la ropa son muy naturales, no rígidos. La mayor parte de las obras eran de bronce, casi todas perdidas.

Mirón

El primer escultor clásico es Mirón (480-440 a. C.). Su obra más famosa es el Discóbolo, original de bronce perdido y que se conoce gracias a copias romanas. La figura es muy atrevida puesto que sorprende al atleta en el momento de lanzar el disco. La composición es en espiral (caso raro en el primer Clasicismo), muy dinámica, multiplica los puntos de vista (se puede ver desde varios lugares, dándole la vuelta) y consigue transmitir la sensación de «instantaneidad». A pesar de todo, la musculatura es todavía bastante rígida, todavía no plenamente clásica.

Policleto

Policleto, natural de Argos y activo entre los años 450 y 420 a. C., es básicamente un escultor de atletas de bronce. Su aportación más interesante es que escribió una obra titulada «El Kanon» (la Norma) en donde expone, entre otras cosas, cuál debería ser la proporción perfecta del cuerpo humano. El texto se ha perdido, pero sus teorías quedan reflejadas en una obra práctica: el Doríforo, también llamado Kanon (440 a. C., original de bronce perdido), que muestra a un atleta, tal vez Aquiles, con una lanza al hombro: la altura total se basa en un canon de proporcionalidad de 7 veces el tamaño de la cabeza. Por supuesto, está bien lograda la postura de contraposto y la diartrosis. Otra obra famosa es el Diadúmeno (430 a. C., copia romana), joven atleta con la cinta de campeón en la cabeza. El rostro es más idealizado que el del Doríforo, quizás por influencia de Fidias.

Fidias

El más grande escultor clásico es Fidias (490-430 a. C., año de su muerte). Representa la llamada «corriente ática» dentro del primer Clasicismo, que se caracteriza por ser más sensual, menos dura, el tratamiento de la anatomía más blando y los pliegues de la ropa se tratan empleando la técnica de los «paños mojados«: la ropa parece que está pegada al cuerpo y cae de manera natural formando multitud de pliegues, aumentando los contrastes de luz-sombra. La primera obra documentada es la Atenea Promacos («Atenea que combate en primera línea» o «protectora de la ciudad»), levantada en la Acrópolis de Atenas, hacia el 460 a. C., junto al Partenón. Era de bronce y medía unos 15 m de altura. Sin duda, sus mayores logros artísticos están en el Partenón, ya que su taller se encargó de toda la decoración escultórica, incluida la estatua de la diosa, además de ser él el supervisor general de toda la obra.

Su primera intervención aparece en los bajorrelieves que decoran las metopas, colocadas al mismo tiempo que se iba levantando el templo (447-442 a. C.). En total se desarrollan 4 historias mitológicas en las que interviene Atenea: la Gigantomaquia, la Amazonomaquia, la Guerra de Troya y la Centauromaquia. Posteriormente se labró el friso jónico (438-432 a. C.) en la parte más alta del muro exterior del santuario. Es un friso corrido de tradición jónica que narra la fiesta de las Panateneas, en donde el pueblo ateniense entregaba un gran manto a Atenea. Por último, entre los años 438 y 432 a. C. su taller labró los frontones: el oriental (E) representa el nacimiento de Atenea y el occidental (W) representa el certamen que se convocó en el Olimpo para elegir el patrono del Ática (ganó Atenea contra Poseidón). Los restos de estas obras (friso, metopas y frontones) fueron llevados a Londres por Lord Elguin (1811) y se exponen en el Museo Británico. Dentro de la cella del Partenón, Fidias construyó la gigantesca Atenea Parthenos (438 a. C.), de 12 m de altura, empleando la técnica crisoelefantina que consiste en hacer la figura con placas de oro y marfil colocadas sobre un soporte de madera. Por motivos políticos tuvo que huir de Atenas y refugiarse en Olimpia, en donde construyó la estatua de Zeus Olímpico, con la técnica anterior.

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