08 Jun

Tras la Guerra Civil en España

La lírica y el teatro experimentaron una evolución significativa. La poesía de Miguel Hernández fusionó elementos de la poesía pura, vanguardia y tradición popular, reflejando un compromiso social en obras como El rayo que no cesa y Vientos del pueblo. En los años 40, surgieron dos corrientes poéticas: la arraigada, representada por poetas cercanos al falangismo como Luis Rosales, y la desarraigada, liderada por Dámaso Alonso y seguida por Blas de Otero y Gabriel Celaya. En los 50, la poesía social denunció injusticias utilizando un lenguaje claro, destacando obras como Pido la paz y la palabra de Blas de Otero. En los 60, poetas como Ángel González exploraron el compromiso social con humor e ironía, mientras que los Novísimos de los 70 buscaron originalidad y creatividad, influenciados por la cultura pop. Posteriormente, la poesía diversificó sus enfoques, desde la poesía de la experiencia de autores como Luis García Montero hasta la poesía del silencio de José Ángel Valente y sus seguidores. En los últimos años, poetas jóvenes han encontrado en las redes sociales una plataforma para compartir un lenguaje claro y directo, junto con valores feministas y ecologistas.

Teatro tras la Guerra Civil

Tras la Guerra Civil predominaron las comedias burguesas, pero con el surgimiento de obras como Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo en 1949, se inició un teatro comprometido con la realidad social y política del país. A lo largo de las décadas posteriores, dramaturgos como Francisco Nieva y Fernando Arrabal experimentaron con obras vanguardistas, mientras que en la democracia emergieron nuevas voces como José Luis Alonso de Santos y Angélica Liddel, desafiando las convenciones teatrales con obras provocativas y contemporáneas. El teatro, como fusión de literatura y espectáculo, se convirtió en una forma de expresión especialmente vulnerable durante la época de censura del franquismo.

Novela española: 1939-1975

Durante el período de 1939 a 1975, la novela española enfrentó desafíos significativos debido al aislamiento del país, el exilio de destacados escritores y la censura impuesta por el régimen franquista. Esto resultó en una narrativa que, en gran medida, abandonó la innovación y se alejó de las corrientes literarias internacionales. Entre los escritores en el exilio, destacó la obra variada de Ramón J. Sender, con su serie autobiográfica Crónica del alba, mientras que Max Aub exploró la Guerra Civil en su ciclo de novelas El laberinto mágico. Francisco Ayala reflexionó sobre la maldad humana y la violencia en obras como Muertes de perro. En los años 40, los escritores afines a la ideología de los vencedores de la guerra produjeron novelas propagandísticas y realistas. Carmen Laforet destacó con Nada, una metáfora dura de las consecuencias de la Guerra Civil. Camilo José Cela abrió el camino al tremendismo con La familia de Pascual Duarte, influenciado por la picaresca y el naturalismo, mientras que Miguel Delibes criticó la hipocresía religiosa en obras como La sombra del ciprés es alargada.

Continuación de la novela española

En la década de los 50, la novela española se inclinó hacia el realismo social, con obras como La colmena de Cela, que retrató la vida cotidiana de los madrileños. También se destacaron obras como Las ratas de Delibes, que mostró la miseria en un pueblo de Castilla, y El Jarama de Sánchez Ferlosio, que narró un día de excursión de unos jóvenes con extensos diálogos que reflejaban el habla de la época. Ignacio Aldecoa exploró la asfixia moral y económica de la España de posguerra en El fulgor y la sangre. A pesar de las restricciones impuestas por el régimen, algunos escritores intentaron manifestar críticas al mismo a través de sus obras, reflejando la complejidad y la diversidad de la narrativa española durante este período.

Novela española desde 1975

La novela española desde 1975 se caracteriza por la falta de una perspectiva histórica clara, un fuerte desarrollo del género novelístico y una amplia variedad de producciones. La negativa de los escritores a ser clasificados en grupos y la influencia de elementos comerciales dificultan su clasificación. Se destaca la convivencia entre obras vanguardistas y narrativas tradicionales. En la novela intimista y lírica, la vida interna de los personajes adquiere mayor relevancia que la trama, aunque esta última aún tiene importancia. Carmen Martín Gaite, en Nubosidad variable, explora los aspectos más profundos de la intimidad humana al presentar el testimonio conmovedor de mujeres que luchan por alcanzar la independencia emocional.

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