12 Oct
Poesía Social de los 50
En torno a 1950, la poesía existencial (desarraigada) evoluciona hacia la poesía social. Se pasa de expresar la angustia individual a manifestar la solidaridad con los demás. Los factores sociales aparecen como elementos centrales del quehacer poético.
En 1955 se publican dos libros claves en esta tendencia: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos íberos de Gabriel Celaya. Ambas proponen una poesía-testimonio de la realidad, que recoja los problemas del ser humano en su entorno. La poesía es un instrumento para transformar la realidad, denuncia las injusticias y temas que afectan a la colectividad. El estilo es sencillo, cercano a la lengua coloquial, a veces prosaico, pues pretende llegar a la inmensa mayoría.
Gabriel Celaya
Para Celaya, la poesía está lejos de ser un placer estético; es un arma de combate puesta al servicio de la solidaridad entre los hombres, para transformar esta sociedad injusta en otra en la que no haya explotadores ni explotados. Poesía-herramienta:
«No es una poesía gota a gota pensada//
No es un bello producto, no es un fruto perfecto//
es lo más necesario, lo que no tiene nombre…
Poesía necesaria como el pan de cada día…»
Blas de Otero
Católico convencido, sufre una crisis de conciencia que le lleva a una crisis existencial. De estos momentos son los poemas broncos, desabridos, desgarrados, recogidos en sus libros Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia, refundidos en su obra Ancia. Deriva hacia una poesía de tendencia social, de la que son muestras las obras Pido la paz y la palabra y Que trata de España, dirigido a la «inmensa mayoría». El poeta se implica cada vez más en los problemas sociales. Utiliza un lenguaje sarcástico, un prosaísmo deliberado que le aleja -al menos en apariencia- de todo propósito estético.
La poesía social tuvo, entre 1950 y 1960, su época de mayor difusión, incorporando numerosos poetas e incluso cantantes.
Poesía de los 60 a la Actualidad
Sin abandonar la actitud crítica ante su entorno, pero prestando mucha más atención a la forma poética, llena de refinada ironía, surge la generación del realismo crítico o generación del medio siglo. Los poetas de esta generación han dejado de considerar la poesía como herramienta política y la ven como una forma de indagación moral individual y un modo de conocimiento del mundo.
Dos escuelas marcan las tendencias poéticas del período:
- La escuela de Barcelona: con Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo y Carlos Barral.
- El grupo de Madrid: Formado por Ángel González, Caballero Bonald, Claudio Rodríguez, Francisco Brines y José Ángel Valente.
Ángel González
Sus primeros poemas están recogidos en Sin esperanza, con convencimiento. Poesía social que, para el poeta, es: «expresión de una actitud moral, de un compromiso con las cosas más graves que suceden en la Historia». Su poesía, de gran calidad literaria, adquiere siempre un tono irónico, de un cierto pesimismo nunca derrotista.
Después, la historia individual, la del poeta, la de cada hombre, se enmarca en la historia colectiva; así surge Tratado de Urbanismo, obra de gran ironía y lucidez. En los últimos años, la palabra viva y siempre lúcida de Ángel González nos ofrece una poesía más reflexiva, donde el fluir del tiempo vital e histórico ocupa un lugar fundamental. Muestra de este momento es Otoño y otras luces.
La poesía de Ángel González es una buena muestra de la evolución de la poesía en la España de la posguerra: desde una poesía de compromiso social hasta la poesía como experimentación del lenguaje.
La Década de los 70. El Experimentalismo
A principios de los 70, comienzan a publicar una serie de autores conocidos como venecianos, novísimos, generación del Mayo francés o generación de los 70.
La antología de José María Castellet, Nueve novísimos poetas españoles, recoge la obra principal de estos autores.
Su lírica es minoritaria, experimental y culturalista en ocasiones. Recoge elementos tomados de la cultura de masas: el cine, los cómics, la música… Estas referencias se combinan con abundantes referentes literarios y artísticos. Combinan tonos graves con actitudes provocadoramente frívolas.
La renovación del estilo es otra constante: se experimentan nuevas formas vanguardistas, con frecuencia cercanas al surrealismo.
Combinan temas intimistas (amor, erotismo, infancia) con sociales y políticos (el consumismo, la guerra…) y los tratan con ironía, humor y distanciamiento. En general, reflejan una actitud pesimista y escéptica.
Autores de esta tendencia: Leopoldo María Panero, Manuel Vázquez Montalbán, Pere Gimferrer.
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