17 Dic

Tendencias de la lírica en la segunda mitad del siglo XX. Pablo Neruda

La Guerra Civil influyó negativamente en las posibilidades de creación poética. Las preocupaciones ideológicas, apuntaladas por la censura, limitaban la creatividad. Por otra parte, la situación del país en estos años hacía de la poesía un lujo prescindible. El ambiente intelectual de los cuarenta sería, pues, estrecho y empobrecedor.

Los años 40

El proceso de rehumanización iniciado tras 1927 se consolida con la llamada generación del 36. En estos poetas, contemporáneos de M. Hernández, Dámaso Alonso distinguió dos tendencias: poesía arraigada y poesía desarraigada.

  • En la poesía arraigada se sitúa un grupo de poetas ideológicamente afines al bando vencedor que se agrupan en torno a las revistas Escorial y Garcilaso. Expresan una visión del mundo coherente, ordenada y serena incluso en las tristezas, a través de formas clásicas (sonetos, décimas); dentro de sus temas, tradicionales como el amor, la familia o el paisaje, hay que destacar un firme sentimiento religioso. Pertenecen a este grupo Luis Rosales, Leopoldo Panero o Dionisio Ridruejo.

  • La poesía desarraigada se difunde desde la revista Espadaña, en la que publicaron poetas que reclamaban una poesía existencial, cercana a la de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso. Victoriano Crémer y Eugenio de Nora atacaban el escapismo y el esteticismo de los garcilasistas y defienden la necesidad de librarse de la tiranía, tanto del soneto como de la política. Esta poesía desarraigada se enfrenta a un mundo caótico y deshecho, invadido por el sufrimiento y la angustia. La religiosidad adopta el tono de la desesperanza o la duda, y se llena de imprecaciones angustiosas a un Dios indiferente, de claro entronque existencialista, todo ello expresado en un estilo bronco y directo. El mejor representante de esta corriente es Blas de Otero con su libro Ancia.

Además de estas tendencias mayoritarias, hay que destacar otras corrientes, como los poetas cordobeses de la revista Cántico, que buscan una poesía de gran belleza formal relacionada con el simbolismo y la poesía pura. Su actitud cultural y estética contrasta con las tendencias dominantes. Por otra parte, el Postismo enlaza con la poesía de vanguardia y, como ella, reivindica la libertad expresiva, la imaginación, lo lúdico.

Los años 50

Al iniciarse la década de los 50, la rehumanización de la poesía avanza en una dirección marcadamente social. El concepto de poesía como comunicación se mantiene con un mensaje de contenido ético-social: la poesía debe tomar partido ante los problemas del mundo; el poeta se hace solidario de los demás hombres. Historia del corazón, de Vicente Aleixandre, fue un modelo para esta toma de conciencia social. Las circunstancias histórico-políticas del país, con cierto relajamiento de la censura, favorecen la aparición de temas de encubierta denuncia política, como la injusticia, el anhelo de libertad y de un mundo mejor, junto al tema -casi obsesivo- de España. Los poetas desarraigados son los que se incorporan a esta nueva corriente; se dirigen a la mayoría empleando para ello un lenguaje intencionadamente antirretórico y antilírico, en un rechazo de los “lujos” esteticistas, que les lleva a una expresión clara, prosaica a menudo, y a un empleo sistemático del tono coloquial, según se ve en Blas de Otero (Pido la paz y la palabra), Gabriel Celaya (Cantos iberos) y Ángel González.

Los años 60

Hacia el final de la década, numerosas voces críticas se levantan contra las limitaciones de la poesía social. Algunos los han llamado Grupo de los 50, porque es en esos años cuando empiezan a escribir, aunque su poesía aparece sobre todo en los 60; entre ellos se cuentan Claudio Rodríguez, José Hierro o Jaime Gil de Biedma. Este grupo marca la transición hacia lo que se ha denominado poesía del conocimiento: el poeta se conoce a sí mismo y a las cosas gracias al poema. La temática retorna a lo íntimo: el tiempo, la infancia, el amor; no se abandona el tema social, pero, más que político, el enfoque es ético o crítico, con frecuente recurso a la ironía y cierto escepticismo dolorido. En cuanto al estilo, si muchos se mantienen fieles al tono conversacional antirretórico, ello no oculta una exigente labor de depuración y cuidado de la palabra. Aunque no les tientan las vanguardias, con estos poetas renace el interés por los valores estéticos y por las posibilidades del lenguaje.

Los años 70

Los cambios sociales en la España de los 60 favorecieron la innovación y experimentalismos. Fueron años de desarrollo económico, apertura política y cultural al exterior, auge de una cultura popular muy innovadora, mayor libertad en las costumbres, sociedad de consumo… En este ambiente se da a conocer una serie de poetas jóvenes, algunos de los cuales aparecen agrupados por primera vez en la antología Nueve novísimos poetas españoles, de José María Castellet, de donde procede el nombre de novísimos, por el que se los conoce, aunque otros los denominan venecianos o generación del 70. Estos poetas siguen la tradición del 27, los postistas y numerosos poetas del s. XX, especialmente los de vanguardia ingleses y franceses, además de hispanoamericanos. A su vasta formación literaria se une la influencia del cine, la música del jazz, el pop y la contracultura.

En los temas, evitan lo personal y lo anecdótico y buscan los referentes en textos literarios y culturales previos. Junto a cuestiones públicas, aparecen temas frívolos, en general con una actitud sarcástica y corrosiva. Su característica común es restaurar la primacía del lenguaje, lo que lleva a una revolución formal que va del Surrealismo a la “poesía visual”, del collage al decadentismo, en una explosión de libertad creadora que les convierte en una nueva vanguardia. Algunos representantes de esta poesía son Pere Gimferrer, Guillermo Carnero o Antonio Colinas.

Desde los años 80 a la actualidad: la poesía en la Posmodernidad

Desde 1980, la cantidad de poesía publicada es enorme. En general, la poesía española actual podría reunirse en tres grandes grupos:

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