08 Abr

El Paleolítico: Sociedad Depredadora y Nómada

Los pobladores del período Paleolítico (de paleo=antiguo y lithos=piedra, primer período de la Prehistoria de la humanidad desarrollado durante el período geológico del Pleistoceno) eran depredadores y su economía era de subsistencia, basada en la caza, la pesca y la recolección de frutos. Era una sociedad nómada, vinculada y dependiente de las condiciones climáticas favorables. Su organización social era colectiva y vivían en grupos sin una diferenciada jerarquización social. El medio climático de la Península era muy diferente del actual: un clima frío y con lluvias abundantes. Debido a ello, la fauna estaba formada por bisontes, renos, ciervos, etc. Para protegerse del frío, el hombre vivía en cuevas, compartiendo esas moradas con otros animales. Su forma de vida era depredadora, es decir, vivía de lo que le ofrecía el medio: caza, pesca, recolección de frutos silvestres… y cuando se agotaba una zona se desplazaba a otro territorio; el nomadismo era normal.

El Neolítico: Revolución Productora y Sedentaria

A partir del año 5000 a. C. aparecieron en la península Ibérica las primeras comunidades neolíticas (de neo=nuevo y lithos=piedra) que, a diferencia del Paleolítico, desarrollaron una economía productora, ya que se inicia la producción de alimentos con la introducción de la agricultura y la ganadería. Esta es la principal causa del cambio que produjo una verdadera revolución (Revolución Neolítica) en la forma de vida, determinando que el hombre se hiciera sedentario y habitara en poblados. Además, al dedicarse la mayoría de la población a la agricultura, quienes se dedicaban a otros trabajos adquirieron más importancia (guerreros, sacerdotes…). La abundancia de productos dio lugar al intercambio con otras comunidades, surgiendo así el comercio que en esta modalidad primaria se denomina trueque. En definitiva, se pasa de una sociedad nómada y depredadora a una sociedad sedentaria y productora, y de una sociedad tribal a una sociedad organizada en comunidades estables (poblados) y en grupos sociales.

El Manifiesto de Primo de Rivera: Justificación de la Dictadura

El dictador se dirige al pueblo español mediante este manifiesto exponiendo los motivos que le han llevado a dar un paso no deseado por él, pero dada la gravedad e inestabilidad política y social que imperaba en el país, no ha tenido otra opción que imponerse a la anarquía imperante. El dictador justifica el paso dado, exponiendo los elementos que impedían una normalidad de la vida política y social de los españoles y la situación económica que se vivía tanto en la rama agraria como en la industrial.

  • Los políticos se han convertido en profesionales que utilizan la actividad política para adaptarla a sus conveniencias, rayando en la inmoralidad y generando desdichas al país.
  • Los políticos han secuestrado la voluntad real y con su comportamiento se desprende el deseo de que gobierne la oposición, a la que culpan de que no les dejan gobernar y que ha supuesto un freno a su comportamiento arbitrario.
  • Alegan que el pueblo ha pedido la intervención para acabar con el estado de anarquía en la que se encuentra sumido el país, donde los asesinatos, secuestros, violencia generalizada, depreciación de la moneda, intrigas… son el pan nuestro de cada día.
  • Alude también al problema marroquí, donde la política que se ha llevado a cabo en la zona deja mucho que desear y no hay nada claro respecto a la transparencia de las distintas intervenciones y resoluciones.
  • Finalmente, hace referencia al desastre económico en el que se encuentra sumido el país, especialmente en la rama agraria e industrial.

El texto es de naturaleza política, escrito por D. Miguel Primo de Rivera y dirigido al pueblo español y a los militares. El manifiesto fue redactado y dado a conocer en un medio periodístico en Madrid—LA ÉPOCA—el 13 de septiembre de 1923. El texto está estructurado en tres partes: la primera, donde el dictador se dirige al pueblo español y al ejército anunciando el inminente paso que pensaba dar para concluir con el estado de anarquía y caos en que se encontraba sumido el país; la segunda, donde se expone el argumento emitido por el golpista para justificar su decisión, aunque posteriormente aclara que él no tiene que justificar nada, ya que los hechos y sucesos que se dan son tan claros y transparentes que no hay que justificar nada, sólo actuar para liquidar la anarquía que vive el país; finalmente, en el tercer párrafo enumera los hechos que han conducido a esta situación: asesinatos de prelados, atracos, inmoralidades, violencia…

Nacionalismos Catalán y Vasco: Integración vs. Separación

El primero de los textos se refiere al nacionalismo o regionalismo catalán, mientras que el segundo, cuyo autor es Sabino Arana, se refiere a los argumentos del nacionalismo vasco. El movimiento nacionalista surge en la etapa de la Restauración, fundamentalmente a partir de la pérdida de las últimas colonias americanas (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), ya que tanto el País Vasco como Cataluña se vieron afectados al perder un mercado importante para depositar sus exportaciones y obtener materias primas. En la etapa de la Restauración estos movimientos, el regionalismo fundamentalmente, se manifiestan como un fenómeno de recuperación y exaltación de la cultura y tradiciones populares propias de cada región. Posteriormente, el regionalismo inicia una serie de reivindicaciones políticas, reclamando la descentralización y el autogobierno. A partir de este momento, diferentes autores prefieren hablar no de regionalismo sino de nacionalismo. El texto de Prat de la Riba reivindica una adaptación de su vida política y cultural al sentir de su población. Se trata de un movimiento integrado y enriquecedor pues, sin renunciar a su integración en el conjunto del Estado Español, sí apuesta por potenciar sus costumbres e identidad catalana. En el segundo texto, el de Sabino Arana, sin embargo, vemos que es un texto puramente excluyente y separatista, no dudando en despreciar todo lo que viene de la cultura del Estado Español y centrarse en su identidad vasca y valores propios de esa región. Por tanto, vemos que el primer texto apuesta por la integración en el conjunto nacional y, simultáneamente, potenciar sus valores políticos y culturales, mientras que el segundo se trata de un nacionalismo excluyente, separatista y desprende un sentimiento despectivo hacia todo lo que haga referencia a España o al que se identifique con esa nacionalidad. Ambos textos son de carácter político, cuyos autores son Prat de la Riba y Sabino Arana. Ambos se enmarcan a mediados del Sistema de la Restauración y ambos van dirigidos a la población de sus respectivas comunidades: catalana y vasca.

La Unificación de España y la Monarquía Dual

A finales de la Edad Media, la Península estaba dividida en cinco reinos: Castilla, Aragón, Navarra, Portugal y Granada. Los Reyes Católicos llevarán a cabo la unificación de casi todos ellos (excepto Portugal). El resultado fue la monarquía dual, con monarcas en cada uno de los reinos. El primer paso se dio con el matrimonio entre Fernando e Isabel en 1469. Tras la muerte del rey Enrique IV en 1474, se inicia una guerra dinástica entre los partidarios de doña Juana (apoyada por Alfonso V de Portugal) y los de Isabel (apoyados por Aragón). El desenlace tuvo lugar en la batalla de Toro en 1476, que consolidó a Isabel como reina. La victoria supuso la unión personal de los dos reinos más importantes de la Península, pero esta unión no fue fuerte sino débil. Aragón mantuvo sus fueros e instituciones. En política interior, destacaron: el sometimiento de la nobleza, el control de los municipios a través de funcionarios (corregidores), la creación de la Santa Hermandad (organización que se encargaba de mantener la seguridad y el orden en el campo), la reforma de los consejos (órganos de gobierno formados por funcionarios que asesoraban a los reyes, destacando el Consejo Real), la creación de Audiencias o Chancillerías para administrar justicia, y la creación de un ejército permanente.

El Aislamiento Internacional de la España de Posguerra

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, todas las miradas de los países democráticos giraron hacia España, donde se había implantado un régimen incompatible con los países occidentales. Tanto Estados Unidos como Francia e Inglaterra invitaron a Franco a abandonar el gobierno y dar paso a un régimen democrático elegido libremente por el pueblo. Mientras eso no sucediera, España quedaría marginada y vetada su acceso a las principales instituciones internacionales. Este veto se basaba en los siguientes argumentos:

  1. El régimen español no era democrático. Se le catalogaba de régimen fascista, aupado por los derrotados en la Segunda Guerra Mundial: Alemania e Italia.
  2. Durante la contienda internacional, el gobierno español prestó ayuda a las potencias fascistas, a pesar de las protestas de los aliados.
  3. El régimen español no representaba al pueblo español, ya que no había sido elegido libremente por el mismo, sino que se había impuesto mediante la fuerza.
  4. Era un régimen que no respetaba los derechos mínimos del pueblo, como la libertad de expresión, reunión, asociación, manifestación, ideologías política o religiosa, etc.

Las consecuencias de esta resolución fueron:

  1. España vio vetado su acceso a cualquier organismo internacional, tanto político como cultural.
  2. Según la resolución, todos los países democráticos debían interrumpir sus actividades mercantiles con España, por lo que el país entró en una situación de precariedad económica y social, teniendo que implantar la cartilla de racionamiento para poder controlar la distribución de alimentos.
  3. Consecuencia del boicot mercantil, en España se impuso la autarquía, lo que incrementó la precariedad económica del país.
  4. Otra consecuencia fue el abandono de los embajadores occidentales de España, que no regresaron hasta un nuevo acuerdo o reconocimiento del régimen, reconocimiento que se hizo realidad a finales de la década de los años cincuenta, fruto del estallido de la Guerra Fría.
  5. La Iglesia también dio de lado al régimen español y no lo reconoció hasta la primera mitad de la década de los cincuenta, cuando se firmaron los acuerdos entre el gobierno español y la Santa Sede, mediante los cuales hubo un intercambio de prebendas. El régimen fue reconocido por el Vaticano y la Iglesia recuperó todos los privilegios perdidos durante la Segunda República.

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