10 Nov

Intervención Social: Iglesia, Estado y Filantropía

Iglesia y Catolicismo Social

La intervención social confesional y el catolicismo social se remontan a principios del siglo XX en Europa y al siglo XVI en Latinoamérica. En un contexto social feudal con una cosmovisión teocéntrica, la intervención se realizaba de manera no autoritaria, acorde a los preceptos cristianos, a través de la «economía de salvación» y posteriormente mediante la represión, con el encierro y el tribunal de la Santa Inquisición. Según la teología de la liberación, la iglesia define su posición a través de valores de justicia y bien común, con procedimientos diversos como comunidades eclesiásticas de base y grupos comunitarios que plantean la opción preferencial por los pobres como sujetos activos frente a sus necesidades. La caridad, como virtud asociada a la pobreza (entendida como despojo de lo terrenal), tiene su referencia en Cristo y permite la identificación de un sujeto particular: el pobre, y de esa manera una acción específica hacia él.

Filantropía y Liberalismo

La filantropía, desarrollada desde el laicismo e impulsada por sectores de poder económico y social, se dirige a los grupos subalternos como modo de garantizar la cohesión social. Se basa en el liberalismo como corriente que sostiene la intervención social de beneficencia pública. La filantropía trata del amor a los hombres sin distinción de raza, credos y racionalidades, basado en la idea de fraternidad humana que toma como principio la moralidad laica de origen racional. El sistema de ayuda se centraba en el control de los valores morales más que en la distribución de bienes materiales, que quedaban supeditadas a la buena conducta de los beneficiarios.

Intervención Estatal

En Latinoamérica, el estado de bienestar es más débil, expresándose en legislaciones sociales más que en una institucionalidad definida. Se habla de derechos sociales como aquellos que dan cuenta de las compensaciones sociales: derecho al trabajo, salud, educación, exigiendo un comportamiento activo del Estado para su vigencia.

  • Seguro social: Bismarck impone un sistema basado en la relación laboral, financiado por trabajadores, empleados y residualmente por el Estado, restringido a los asalariados.
  • Seguridad social: Se basa en los principios de igualdad de trato y derecho universal al uso de servicios, por lo tanto, sobre la noción del ciudadano.
  • Estado de bienestar: A partir de la década de 1930, son un conjunto de instituciones públicas que operan en la distribución secundaria del ingreso mediante transferencias, provisión de bienes y servicios, regulación de condiciones de trabajo y medio ambiente.
  • Higienismo: El estado higienista interviene sobre la sociedad a principios del siglo XX, con el positivismo como sistema de ideas que destaca la importancia de la ciencia para explicar lo social. Se demandan profesionales para la intervención social y se introducen tecnologías y procedimientos modernos. El Estado incorpora prácticas y concepciones de beneficencia, como el concepto de «peligro social» que considera al desocupado. El higienismo apunta a la educación laica, obligatoria, activa y coparticipante de varias esferas sociales como medio para lograr la perfectibilidad. La salud se entiende como la articulación de lo biológico y lo político desde el discurso médico.

Poder Disciplinario y Exclusión Social: Foucault y Castel

El Poder Disciplinario según Foucault

Foucault sostiene que el poder disciplinario controla y regula el comportamiento de las personas a través de la vigilancia, el castigo y la normalización. Este poder opera individualmente a través de instituciones como la escuela, la familia, la prisión y el hospital, donde se establecen normas y reglas que rigen las conductas. La disciplina es el procedimiento técnico por el cual la fuerza del cuerpo se reduce como fuerza política y se maximiza como fuerza útil. El éxito del poder disciplinario se debe al uso de instrumentos simples: la inspección jerárquica, la sanción normalizadora y su combinación en el examen.

  • Vigilancia jerárquica: El ejercicio de la disciplina supone un dispositivo que coacciona por la mirada, un aparato en el que las técnicas que permiten ver inducen efectos de poder y donde, de rechazo, los medios de coerción hacen visibles a aquellos sobre quienes se aplican.
  • Sanción normalizadora: Busca evitar castigos y hacer que las recompensas sean más frecuentes que las penas. Los aparatos disciplinarios jerarquizan a las personas en relación a su comportamiento.
  • El examen: Combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza. Permite el ejercicio del poder y crea un saber: se obtiene un conocimiento e impone una visibilidad obligatoria, permite medir y sancionar.

Desde el trabajo social, es importante reflexionar sobre cómo las dinámicas de poder disciplinario pueden afectar a los individuos y comunidades, teniendo en cuenta que el trabajo social puede ser parte de instituciones disciplinarias. Es fundamental que el trabajador social cuestione las estructuras de poder existentes y promueva la autonomía de las personas que acompaña, contribuyendo a la transformación de las relaciones de poder y a la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

La Exclusión Social según Castel

Preocupado por la integración de las sociedades postindustriales, Castel plantea la existencia de una nueva cuestión social asociada a la anomia producida por la falta de integración a través del empleo. Para entender sus ideas, es fundamental comprender el contexto histórico de los años 70, con la transformación del capitalismo industrial a uno financiero globalizado, la desregulación, el aumento de la competencia y la especulación, y el debilitamiento del sistema de protección social. La crisis de los 70 fue un punto de inflexión en la dinámica de desarrollo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los ciclos del capitalismo han mostrado condiciones de pauperismo en el siglo XIX, seguidas por un ciclo con equilibrio en términos de seguridad laboral y protecciones, y un tercer ciclo marcado por el capitalismo financiero que ha degradado el trabajo y los soportes colectivos de los derechos sociales.

Su crítica se basa en cuatro observaciones:

  1. La inflación y la heterogeneidad de los empleos: Previo a la crisis de los 70, la exclusión refería a grupos concretos que vivían apartados de la sociedad. En la actualidad, los excluidos hacen referencia a situaciones diversas en las que la singularidad de cada una se pierde en la generalidad del término.
  2. Exclusión e invisibilidad de las trayectorias: No se visualiza su carácter dinámico, se pierde de vista el proceso. El concepto de exclusión tal y como se usa parece referir a un estado permanente. Según Castel, la exclusión es más una situación que una condición, por este motivo establece tres zonas (integración, vulnerabilidad y exclusión).
  3. La exclusión como una trampa: Una trampa para la reflexión y la acción, considera que es un error analizar la exclusión sin analizar al mismo tiempo su vínculo con la inclusión. Cuando se habla de desafiliación se tiene como objetivo visualizar no tanto una ruptura sino un recorrido hacia una zona de vulnerabilidad (esa zona inestable donde se mezcla la precariedad del trabajo y la fragilidad de los soportes de proximidad).
  4. La reflexión sobre la exclusión está asociada al carácter focalizado de las políticas: Muchas de las nuevas poblaciones con problemas no se componen como inválidos ni ineptos para el trabajo. Ahora son supernumerarios (personas que no tienen espacio por motivos que escapan a su responsabilidad).

Formas históricas de la exclusión:

  1. Sustracción completa de la comunidad.
  2. Construir espacios cerrados en el seno de la comunidad pero separados de la misma.
  3. Dotar a ciertas personas de un estatuto especial que permite coexistir en sociedad pero se la priva de ciertos derechos y actividades.

En su análisis pos salarial, Castel destaca la importancia de entender las transformaciones en el mercado laboral y las relaciones de producción. No es una cuestión de desempleo o falta de recursos sino la pérdida de lazos sociales y sentido de permanencia, lo que es importante abordar desde una perspectiva más amplia.

Ciudadanía, Reproducción Social y Educación: Maffia y Bourdieu

Crítica al Modelo de Ciudadanía Hegemónico: Maffia

Maffia critica el modelo de ciudadanía hegemónico al considerar que las nociones de igualdad, libertad, jerarquías naturales y formales no son abordadas de manera adecuada.

  • Igualdad: Señala que la igualdad en este modelo se basa en una idea formal que consiste en tratar a todos los ciudadanos de la misma manera sin tener en cuenta las diferencias de género, clase social, etnia u otras características que puedan afectar de manera desigual a distintos grupos. La igualdad real debería tener en cuenta las desigualdades estructurales y trabajar para eliminarlas, promoviendo políticas públicas para garantizar la equidad e inclusión de todos los ciudadanos.
  • Libertad: Critica que en el modelo de ciudadanía hegemónico se concibe a la libertad de manera abstracta, como la ausencia de interferencias externas en la vida de los individuos. Argumenta que la libertad real implica la capacidad de los individuos para tomar decisiones autónomas y participar en la vida pública en igualdad de condiciones, lo cual requiere la eliminación de barreras estructurales que limiten el ejercicio efectivo de la libertad.
  • Jerarquías naturales y formales: En este modelo se naturalizan las diferencias de poder y privilegio, justificando la jerarquía social como un producto de habilidades individuales o factores biológicos. Maffia argumenta que estas jerarquías deben ser cuestionadas y desafiadas, promoviendo la igualdad de oportunidades y la eliminación de la discriminación basada en características personales.

Reproducción Social y Educación: Bourdieu

Para Bourdieu, la sociedad es un sistema relacional de diferencias en el que se dan una serie de campos con sus reglas de juego particulares. Analiza la relación entre: posiciones sociales (concepto relacional), disposiciones (habitus) y tomas de posición (estrategias).

La familia, para Bourdieu, es una ficción nominal con fundamentos y efectos reales. Las familias son cuerpos impulsados por una especie de «conatus», es decir, por una tendencia a perpetuar lo social, con todos sus poderes y privilegios que originan unas estrategias de reproducción (fecundidad, matrimonial, sucesora, económica y principalmente educativa).

Las estrategias de reproducción social consisten en un conjunto de prácticas por las que los individuos y las familias tienden, de manera consciente e inconsciente, a conservar y aumentar su patrimonio y, correlativamente, a mantener o mejorar su posición social en las estructuras de las relaciones de clase.

En el marco de las estrategias familiares para preservar su posición social, la educación actúa como un mecanismo de reproducción social que permite a las familias transmitir su capital cultural y social a las generaciones futuras. Aquellas familias que tienen un mayor capital cultural y social tienden a invertir más en recursos de educación en sus hijos. A través del habitus y sus capacidades generativas se corresponde un conjunto sistemático de bienes y propiedades unidos entre sí por una afinidad de estilo. A partir del habitus y en función del espacio social, los individuos desarrollan estrategias para el uso de su capital social. Por ejemplo, familias que optan por tal o cual colegio para sus hijos dada su trayectoria y para preservar su posición social, o familias que hacen esfuerzos invirtiendo en educación privada ya que, por creencias o tendencias, consideran que en lo privado hay más posibilidades; de esta manera están invirtiendo indirectamente en capital social.

El Movimiento de la Reconceptualización en Latinoamérica

Contexto y Posiciones

El movimiento de la reconceptualización se ubica en las décadas de 1960 y 1980. Se da como un proceso complejo y contradictorio de cambios al interior del trabajo social, inscrito en un contexto donde se plantea el rompimiento con las ataduras del imperialismo a través de la lucha por la liberación. Surgen diferentes posiciones:

  1. Tecnocrática: Defensores de la planificación, la eficiencia empresarial, la racionalidad del diagnóstico – previsión – acción – evaluación. El plan aparece como articulador de las necesidades detectadas en el diagnóstico y los recursos disponibles. La propuesta de participación es la vertiente activa de la posición tecnócrata, de esta forma el plan ya no es impuesto sino participativo.
  2. Científica: Relacionada a la visión humanista, junto con la crisis del asistencialismo y de la imagen benefactora, paternalista y moralista del trabajador social. La visión humanista y militante no se constituyó en un bloque uniforme. El planteo se centra en que los sujetos cambian colectivamente, por la concientización, por la organización y por la producción de una nueva cultura que los vuelva protagonistas de la historia. En esta perspectiva no es el problema el foco principal de acción sino el agente, quien pasa a ser el referente del cambio. El cambio propuesto es: pasar de sumiso a protagonista, de ingenuo a crítico, de alienado a consciente, de aislado a organizado.
  3. Militantismo: Propone, en contraposición a la tesis de la participación y a la metodología de la participación, abolir toda metodología: militancia en lugar de método. El autor más relevante de esta posición es Manoel Zabala, quien plantea que no se precisa ser epistemólogo ni metodológico, el trabajador social es el transformador, tiene que ser él mismo la metodología: conocer en la acción. El énfasis está dado en el profesional cuyo postulado es primero ver y sentir al pueblo para después razonar y formular juicios. Se procura romper con el tecnocratismo con el militantismo.
  4. Postura ecléctica: Los autores intentan vincular el proceso de planificación al método de conocimiento inspirado por Mao (método sensitivo – racional de Zabala), con los objetivos de la Escuela de Trabajo Social de Valparaíso, incorporando también algunas posiciones de Paulo Freire. Se plantea como proceso de intervención las siguientes etapas: investigación temática, palabras claves, decodificar, problematización, diálogo, concientización y movilización. Su contribución más importante es la de aproximar al profesional a la población.
  5. Totalidad histórica: Encontramos al método Bello Horizonte: se retoma la relevancia del pasaje del conocimiento sensible al racional, y de la práctica como fuente y criterio de verdad de la teoría. Se retoma también la planificación con vistas a la transformación global y no sólo específica del proyecto. En la práctica de los propios ejecutores se llegará a la conciencia de la generalidad de los conceptos a través de las situaciones concretas que deban resolver. La Escuela de Valparaíso formula como objetivos del Trabajo Social la concientización, politización, movilización, organización, participación y gestión popular. Se rompe con el esquema de la tecnocracia, con las etapas de la planificación, para trabajar en el fortalecimiento del poder y del saber popular.

Etapas de la Reconceptualización en Latinoamérica

Al igual que en Europa y EEUU, en Latinoamérica surgen las instituciones benéficas vinculadas a la iglesia católica y, gracias a estas, surgen las primeras escuelas de formación en servicio social. El problema surge cuando se intenta aplicar el modelo dominante de Europa y EEUU, ya que el contexto social es distinto, lo que lleva a surgir el movimiento de la reconceptualización cuando en 1975 en Brasil se elabora un manifiesto que señala cambios. El trabajo social pasa de centrarse en lo psíquico a centrarse en lo social (contribuir y transformar el medio con el que se colabora). Como proceso, pasó por tres etapas:

  1. 1965-1969: Docentes y alumnos dejan de ser agentes pasivos para ser activos, lo que llevó a una crítica al trabajo social tradicional. El modelo se adapta a las personas latinoamericanas. El modelo, de reformista, pasa a tener una función sostenedora de la realidad existente, se centra en las carencias de la sociedad. Como consecuencia, a partir de la práctica se crean teorías de mejora, una reestructura del trabajo social e inserción universitaria. Se rechaza el modelo de EEUU ya que la generalización de situaciones personales lleva al descompromiso y queda así obsoleto el servicio social.
  2. 1969: Se elaboran distintas alternativas metodológicas que responden a tres corrientes (tecnicismo, neopositivismo y dialéctica). La reconceptualización prioriza la práctica a la teoría, se niega al trabajo individual.
  3. 1973: Se interrumpe la reconceptualización dada la dictadura en varios países y se crean dos perspectivas (conservadurismo y progreso de la reconceptualización).

Teoría y Práctica en el Trabajo Social: Iamamoto y Rozas

La Relación entre Teoría y Práctica: Marilda Iamamoto

Según Marilda Iamamoto, el divorcio entre la metodología del conocimiento y la metodología de la acción implica una dicotomía entre la razón (conocimiento) y la realidad (práctica social) que se remonta al debate filosófico del siglo XIX. Esta separación se manifiesta en la crisis de la metafísica clásica, instaurada por Hegel y consolidada por Marx en la defensa de la unicidad entre la razón filosófica y la realidad social.

La autora concibe la relación entre teoría y práctica social de manera integral, entendiendo la práctica social como esencialmente histórica, en el contexto de la sociedad capitalista en su fase monopolista. En este sentido, la práctica social se manifiesta a través del trabajo social, que es la actividad creadora por excelencia a través de la cual el hombre se produce como ser social.

En cuanto a la teoría, esta implica la reconstrucción en el plano del pensamiento del movimiento de la realidad, aprehendido en sus contradicciones, tendencias y determinaciones. La práctica se presenta como el fundamento del conocimiento y como criterio de verdad, pero no se debe derivar de ahí una lectura empirista de la relación teoría y práctica.

Para Iamamoto, la teoría no se desvincula de la acción, sino que se afirma como crítica teórica y de las posibilidades de la acción en el proceso social. La metodología no debe ser segmentada dualistamente entre la esfera del conocimiento y la acción, sino que debe iluminar las posibilidades de acción a través de un análisis creativo que recupere las especificidades del proceso de formación de la sociedad.

En suma, Iamamoto sostiene que no se puede hacer un corte entre los «niveles» de la teoría social, los análisis coyunturales y la práctica profesional, ya que la teoría trae consigo un punto de vista de clase y un proyecto societario presidido por la fuerza creadora del trabajo. Trabajar en una perspectiva teórico-metodológica implica enfrentar el desafío de descifrar las particularidades históricas del movimiento actual para poder entender y conducir críticamente la acción profesional.

La Intervención Profesional: Margarita Rozas

La perspectiva de Margarita Rozas aporta una mirada crítica y reflexiva sobre la intervención del Trabajo Social, partiendo de la idea de que esta es una construcción histórico-social que se desarrolla a partir de las manifestaciones de la cuestión social que afectan la reproducción social de los sujetos.

Partiendo de esta premisa, la autora plantea que el campo problemático del Trabajo Social se estructura sobre la base de las manifestaciones de la cuestión social en la vida de los sujetos sociales y se desarrolla como parte de los procesos sociales.

En cuanto al cómo se estructura la intervención profesional, Rozas enfatiza la importancia de que los procedimientos técnicos y metodológicos derivan de la perspectiva teórica que fundamenta el campo problemático. Es decir, que es necesario que el cómo de la intervención esté orientado por la comprensión del campo problemático y no se limite a un enfoque instrumentalista.

Esta visión teórico-metodológica del Trabajo Social aporta a la competencia profesional del trabajador social y contribuye a la consolidación de la identidad y autonomía de la intervención.

En relación con el tema de con quiénes se trabaja, Rozas destaca que la intervención profesional se orienta a los sectores sociales que acumulan mayores desventajas y posiciones de vulnerabilidad, reconociendo que las manifestaciones actuales de la cuestión social afectan a diversos grupos sociales, no solo a la clase trabajadora. Por lo tanto, la intervención debe estar dirigida a atender las desigualdades sociales y vulnerabilidades presentes en la sociedad.

Es decir, la perspectiva de Rozas aporta fundamentos teóricos y metodológicos para la intervención del Trabajo Social, centrándose en la comprensión del campo problemático, la relación entre cuestión social, políticas sociales e intervención profesional, y la importancia de orientar los procedimientos técnicos y metodológicos por la perspectiva teórica que fundamenta el campo problemático.

El Plan 66 y la Facultad de Ciencias Sociales

Cambios Teóricos del Plan 66

Los principales cambios teóricos que introduce el Plan 66 en relación al modelo anterior incluyen una concepción del rol del Trabajo Social enfocada en la implementación de cambios estructurales a nivel nacional, el ajuste consciente entre las estructuras y los grupos humanos, y la promoción de nuevas formas de organización social como las cooperativas y la autorregulación de la vida social. Este enfoque se aleja de la organización técnica y burocrática de la producción capitalista monopolista y se acerca a la organización cooperativa de la producción, presentando una «tercera vía» entre el socialismo estatista y el capitalismo liberal. Además, el Plan 66 también contempla la creación de un posgrado de especialización en Trabajo Social, aunque lamentablemente no fue implementado debido a la falta de recursos y la interrupción del plan de estudios en 1973 con la llegada de la dictadura y la intervención de la universidad.

Creación de la Facultad de Ciencias Sociales: Luis Acosta

Según el texto de Luis Acosta, la creación de la Facultad de Ciencias Sociales se da en el contexto de la restauración democrática y la reforma universitaria, en un momento en el que la universidad debe adaptarse a las nuevas condiciones del mundo del trabajo y la cultura, marcadas por la llamada «tercera revolución industrial». En este sentido, la propuesta de reestructuración de la universidad buscaba integrar el conocimiento «puro» o «básico» con el conocimiento «aplicado» o «tecnológico», fortaleciendo las disciplinas básicas para que sirvieran de base a las disciplinas aplicadas. Es en este contexto que se plantea la creación de dos nuevas facultades, una de Ciencias Exactas y Naturales y otra de Ciencias Sociales, como polos de desarrollo del conocimiento básico que luego sería aplicado tecnológicamente en el sector productivo y la sociedad.

En cuanto al trabajo social, representado por la Escuela Universitaria de Servicio Social, se plantea un dilema ya que su enfoque profesionalista no encaja en la propuesta de la Facultad de Ciencias Sociales dedicada a la producción de conocimientos básicos en el campo de las ciencias sociales. La solución encontrada fue la creación de la Facultad de Ciencias Sociales con la Escuela de Servicio Social como una unidad adjunta, que luego fue cerrada gradualmente para dar lugar al Departamento de Trabajo Social. De esta manera, la creación de la Facultad de Ciencias Sociales y la reestructuración del trabajo social representan un intento de adaptar la universidad a las nuevas demandas del mundo laboral y cultural, buscando fortalecer la relación entre el conocimiento básico y aplicado en el campo de las ciencias sociales.

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