13 Ene
La Consolidación del Poder Musulmán en Al-Ándalus (711-1031)
Las luchas por el poder en la monarquía visigoda facilitaron, en el año 711, la invasión de la península por parte de los musulmanes, que derrotaron a don Rodrigo en la batalla de Guadalete. En apenas tres años lograron conquistar todo el territorio, salvo las zonas montañosas del norte. Entre los años 711 y 750, Al-Ándalus fue una provincia del califato Omeya. Los abasíes destronaron a los Omeyas y uno de ellos, Abderramán I, escapó y en el 756 se proclamó emir en Córdoba, políticamente independiente del califato de Bagdad, pero subordinado desde el punto de vista religioso. El emirato consolidó el dominio musulmán en la Península, aunque existieron conflictos internos, revueltas sociales y luchas por el poder entre los dirigentes de las zonas fronterizas y los emires. En el año 929, Abderramán III se independizó de Bagdad desde el punto de vista religioso, convirtiéndose en califa. El califato fue la etapa de mayor esplendor del islam en la península.
La Fragmentación de Al-Ándalus y el Avance Cristiano (1031-1492)
En 1031, los gobernadores de las provincias se declararon independientes y el califato se dividió en veintiocho pequeños reinos o taifas, siempre enfrentados entre sí. Esto fue aprovechado por los reinos cristianos del norte, que les cobraron tributos o parias a cambio de la paz e intensificaron sus ataques, que culminaron con la conquista de Toledo en 1085. Ante esta situación, los taifas pidieron ayuda a los Estados musulmanes del norte de África. Los almorávides entraron en la península y vencieron a los cristianos en la batalla de Sagrajas (1086), impusieron su dominio en Al-Ándalus hasta 1145 e implantaron un fuerte fanatismo religioso. Los almohades dominaron Al-Ándalus desde 1172 con un radicalismo religioso aún mayor. Tras su victoria sobre los cristianos en Alarcos (1195), paralizaron la reconquista hasta que fueron derrotados por los cristianos en las Navas de Tolosa (1212), que abrió el valle del Guadalquivir al avance cristiano. Desde la segunda mitad del siglo XIII hasta 1492, el único reino musulmán en la Península fue el nazarí de Granada.
Economía, Sociedad y Cultura en Al-Ándalus
Los musulmanes potenciaron la agricultura con la práctica del regadío y cultivos de oriente como los cítricos, el arroz, el algodón o el azafrán. La ganadería se centró en la cría de ovejas, caballos y gusanos de seda. En artesanía destacaron los tejidos, el cristal, el marfil, el cuero o los metales preciosos. Mantuvieron un intenso comercio interior y exterior, tanto con el resto de países islámicos como con la Europa cristiana. La aristocracia (jassa), integrada por la familia del califa y los árabes conquistadores, ocupaba los altos cargos y tenía extensas propiedades. La masa de la población (amma) estaba formada por campesinos, artesanos y comerciantes. Había también esclavos procedentes de la guerra o del comercio. Al-Ándalus desempeñó un importante papel como difusora de la cultura clásica griega desde el imperio musulmán hacia la Europa cristiana. El mayor esplendor cultural se alcanzó durante el califato de Córdoba. En las letras, el árabe se impuso como idioma. En esta lengua escribieron teólogos, poetas, historiadores y filósofos. En las ciencias predominaron las disciplinas prácticas: la navegación, la astronomía, las matemáticas, el cálculo y la medicina, en la que destacó Abulcasis, el cirujano más importante de su época.
La Formación y Expansión de los Reinos Cristianos (Siglos VIII-XV)
El primer núcleo cristiano fue el astur, surgido tras el triunfo del noble visigodo Pelayo en Covadonga (722). A lo largo de los siglos VIII y IX, extendió sus dominios hacia Galicia y el valle del Duero (Reino de León). En el siglo X, el condado de Castilla se convirtió en reino independiente. Hacia el este, en el año 778, los vascones derrotaron a los carolingios en Roncesvalles (Reino de Pamplona, siglo IX). Los condados de Sobrarbe, Ribagorza y Aragón se convirtieron en reino en el siglo IX. Los condados catalanes se independizaron de los francos en el siglo X (Wifredo el Velloso, conde de Barcelona). Hasta el siglo XI, el avance cristiano fue lento por conflictos internos en los diversos reinos, pero la caída del Califato permitirá la conquista del valle del Tajo (Toledo, 1085) y del Ebro (siglo XII). Los Reinos de Castilla y León y Aragón acordaron el reparto del sur peninsular en los tratados de Tudillén y Cazorla (siglo XII). A lo largo del siglo XIII se conquistó Extremadura, el valle del Guadalquivir, Murcia, Valencia y Baleares. En el siglo XV se conquistó Granada. Los diferentes sistemas de repoblación fueron:
- La ocupación libre de tierra (presura o aprisio, siglos VIII-IX).
- El establecimiento de municipios dotados de fueros que establecían deberes y derechos de los habitantes (concejil, siglos IX-XII).
- Grandes tierras encomendadas a Órdenes Militares para su defensa (encomiendas, siglos XII-XIII).
- Reparto de tierras a los participantes en la conquista, a veces grandes latifundios (donadíos) (repartimientos, siglo XIII).
Estructura Política y Social de los Reinos Cristianos
El gobierno de los Estados peninsulares recayó en reyes con amplios poderes: legislación, administración de justicia, acuñación de moneda, cobro de impuestos, ejército, etc. Aunque en la práctica su poder se veía limitado por la autonomía de los señoríos, que eran grandes dominios territoriales cuyo titular, por concesión real, ejercía, en mayor o menor grado, funciones propias del Estado. Todas las ciudades, villas o aldeas formaban parte de un señorío, en el que el señor tenía poder sobre tierras y personas: dominio territorial y derechos jurisdiccionales. La sociedad se dividía en dos estamentos principales: privilegiados (nobleza y clero), que disfrutaban de privilegios como no trabajar, no pagar impuestos y ser juzgados por sus propias leyes, y honores como tener un lugar destacado en las ceremonias; y el estamento no privilegiado, que era el grupo social mayoritario (pequeños propietarios libres, campesinos dependientes de los señoríos y grupos urbanos), que tenían la obligación de trabajar, pagar impuestos y someterse a las leyes, tanto del rey como de los señores.
La Organización Política de los Reinos Peninsulares
La monarquía fue la institución principal de los reinos peninsulares. En Castilla, la Monarquía era unitaria, sólo existía un Estado y el rey era la máxima autoridad. El territorio se dividía en merindades y adelantamientos. La administración local la llevaban a cabo regidores. La justicia se impartía en Audiencias o Chancillerías. La Corona de Aragón era federativa, compuesta de varios reinos que tenían sus instituciones y leyes propias. El rey tenía menos poder porque se impuso el pactismo: el poder del rey venía de Dios, pero se lo otorgaban sus súbditos a los que debía respeto. El rey gobernaba los reinos a través de gobernadores (virreyes) y los territorios se dividían en honores y veguerías (Cataluña). En Navarra, gobernada por monarcas franceses, el Rey era la máxima autoridad, gobernaba con ayuda de la Corte General y la Cámara de Comptos, que controlaba las cuentas del Reino. El Consejo Real era una asamblea formada por los principales nobles del reino, obispos y abades que aconsejaban al rey en asuntos de gobierno. Las Cortes eran asambleas que surgieron cuando al Consejo Real se unieron los representantes de algunas ciudades. Estaban formadas por tres estamentos: nobleza, clero y estado llano, y su función era aprobar las ayudas económicas solicitadas por el rey y los nuevos impuestos. En Castilla y Navarra existían unas Cortes únicas y en Aragón cada reino tenía las suyas, aunque a veces se realizaban reuniones de Cortes conjuntas.
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