04 Dic

Kant y el Formalismo Moral

Kant escribe su obra en el contexto de la Ilustración. En ética, destaca por su fuerte consideración del deber moral. Es decir, en ética importan menos los hechos que las intenciones. Hay acciones que son buenas en sí mismas, aunque no sirvan para nada.

Ética Material y Ética Formal

Una ética es material cuando sus imperativos nos dicen qué tenemos que hacer (la norma que hay que seguir) y qué fin obtendremos si actuamos de ese modo. Todas las éticas anteriores a Kant son «materiales». Son éticas propias de “menores de edad” que obedecen a una autoridad. Las éticas materiales se basan en los medios para llegar al bien (identificado con algo externo a la moral). No debemos actuar para conseguir la felicidad, sino que debemos actuar únicamente por puro deber.

La ética formal no contiene imperativos materiales que digan lo que hay que hacer. Presupone al ser humano como un ser con agencia moral: capacidad para determinar sus actos y que tales puedan ser evaluados desde un punto de vista moral –como buenos o malos–. Es propia del “mayor de edad”, da autonomía moral, porque se elige por decisión propia, en libertad, sin coacción. Defiende la autonomía de la voluntad. En el ámbito moral soy yo – mi voluntad– quien decide qué máxima debo seguir (aplicando el imperativo categórico).

El Imperativo Categórico

Según Kant, sólo puede haber un imperativo categórico y su formulación más adecuada es la siguiente: “Actúa de modo que la máxima de tu voluntad tenga siempre validez, al mismo tiempo, como principio de una legislación universal”. Es decir, que tu máxima (subjetiva) se convierta en ley universal (objetiva). Este único imperativo, esta única ley se llama Imperativo Categórico o ley moral: se fija en la forma o intención de la acción, no en el resultado, y limita la conducta al cumplimiento del deber por respeto al mismo, sin interés interno o externo.

Ética Deontológica: El Deber por el Deber

Deber: los seres humanos somos seres racionales. Distinguimos el bien y el mal. Para Kant, el deber es una obligación autoimpuesta. Para Kant, la facultad humana más relevante de cara a la moral es la razón, pues tenemos agencia moral en virtud de ser seres racionales. Otros seres, como los niños pequeños o los animales, no son agentes morales, pero sí son “receptores de valor”, por eso deberíamos tratarlos como fines.

En relación con el deber, Kant distingue tres tipos de acción:

  • La acción contra el deber: ignoramos conscientemente el deber para actuar de acuerdo con nuestros intereses. Actuar de esta manera es inmoral.
  • La acción conforme al deber: actuamos correctamente porque esperamos a cambio una retribución. En estas acciones, el deber es un medio para obtener otro fin. Actuar de esta manera, aunque desde fuera parece correcto, es amoral.
  • La acción por deber: actuamos movidos únicamente por el reconocimiento del deber, sin esperar ninguna retribución; es decir, es actuar de forma totalmente desinteresada y por una motivación moral pura. En estas acciones, el deber es un fin en sí mismo, como diría Kant, es “el deber por el deber”. Actuar de esta manera es moral.

Los Tres Postulados de la Razón Práctica

Hay unos ciertos requisitos o condiciones de posibilidad para que tenga lugar la acción moral. A estas condiciones de posibilidad, Kant las llama postulados: creencias no demostrables en las cuales se fundamenta la moral.

La Libertad

No somos dueños de nuestras acciones si todo está determinado. Para que sea posible la acción moral, tenemos que vivir en un mundo en el que exista la libertad y, por ende, la capacidad de elegir. Si no hay libertad, tampoco se nos podrá responsabilizar por nuestras acciones.

La Inmortalidad del Alma

Para Kant, valen más las intenciones y las buenas acciones en sí mismas que sus consecuencias, es decir, los hechos que acarrean. Podría ocurrir que alguien que actúa siempre movido por el deber y con intenciones puras no consiguiera nunca nada bueno, nunca viese realizadas sus buenas intenciones. Por eso, para Kant, es necesario creer en la inmortalidad del alma para que tales acciones nos trasciendan y tengan sentido: el bien que implica actuar por deber se realiza plenamente después de nuestra muerte, y es entonces cuando nuestra alma alcanza esa virtud.

La Existencia de Dios

Ocurre a menudo que actuar por deber acarrea una gran infelicidad (nos privamos de lo que nos apetece, nuestras buenas intenciones caen en saco roto, etc.). Puede darse el caso de que nunca nadie reconozca nuestras buenas acciones. Dios actúa como observador: aunque nuestras acciones parezcan inútiles, son valiosas para él. Asimismo, actúa como garante de la unión entre virtud y felicidad: la persona virtuosa renuncia a la felicidad, pero se hace digna de ella y Dios lo garantiza.

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