16 Dic
1. Los Presocráticos
Los filósofos presocráticos, entre los que estaba Parménides, centraban su estudio en la naturaleza. En relación a la naturaleza, Parménides afirma que el cambio es solo una ilusión, un engaño. Lo que es, ‘el Ser’, no puede cambiar porque si el Ser cambiara sería hacia el no-Ser. Tampoco puede ser que el Ser venga del no-Ser puesto del no-Ser no puede venir nada. Por este razonamiento, ‘el Ser es, el no-Ser no es’, y el cambio o movimiento es ilusorio. Parménides afirma del Ser lo siguiente: es eterno, no puede cambiar, es inmóvil, es limitado y perfecto. El único modo de alcanzar el conocimiento verdadero será mediante la razón.
2. Los Sofistas
Sobre la physis (=naturaleza) afirmaban que se regía por leyes, pero sobre los asuntos humanos afirmaban que eran convenciones y costumbre. El sofista Protágoras afirmaba que ‘el hombre es la medida de todas las cosas’, y Gorgias, que no hay verdad absoluta, solo opinión.
3. Sócrates
Fue el primer filósofo que no se ocupó de la physis, sino de la moral. Pensaba que había una justicia objetiva que se podía conocer. No partía de un conocimiento como los sofistas sino que partía de que no sabía, es decir, consideraba lo aprendido en la comunidad como meras opiniones. En sus diálogos intentaba razonar sobre lo que se decía que era justo o bueno. Sus adversarios eran los sofistas. Sócrates utilizaba la ironía, que consistía en preguntar al interlocutor sobre el tema que estuvieran tratando (la valentía, la justicia…) hasta dejarle sin argumentos. La mayéutica consistía en ayudar al otro a dar a la luz el conocimiento que tenía pero ‘dormido’. Solo conociendo lo que es la justicia uno podrá realizar acciones justas. Conociendo lo que es el bien se podrá actuar bien. A esta posición se le llama ‘intelectualismo moral’.
4. Los Pitagóricos
Para los pitagóricos la physis era armonía y orden. Todos los ciclos naturales muestran a los pitagóricos que hay un orden en la naturaleza. Las matemáticas además serán la confirmación del orden de la naturaleza. En lo antropológico sostienen la transmigración de las almas, una idea tomada de los órficos. Esta teoría afirma que las almas son inmortales y se ven obligadas a permanecer en cuerpos reencarnándose sucesivamente hasta que alcanza la purificación y vuelva a su lugar de origen.
2. Ontología y Teoría del Conocimiento
Platón, como Sócrates, fue un adversario de los sofistas. Los sofistas mantenían posiciones teóricas relativistas, que consistía en afirmar que la verdad, el bien, la justicia y demás valores éticos y políticos dependen del punto de vista de cada uno (‘el hombre es la medida de todas las cosas’). Platón afirmaba que estas ideas ético-políticas eran objetivas y tenían una realidad y consistencia con independencia de lo que pensara cada uno. Uno de los objetivos de la Teoría de las Ideas será ético, y consistirá en probar que existen valores morales absolutos. Platón afirma que el conocimiento solo puede ser conocimiento de lo que es en sí, ya que las apariencias no son estables por lo que ese conocimiento nunca podrá ser seguro y firme. El segundo objetivo de la Teoría de las Ideas será probar que hay un conocimiento objetivo y fiable de las cosas. El tercer objetivo será político. La política es el asunto más importante para Platón. Solo conociendo lo que es la justicia en sí misma se podrá alcanzar una organización justa de la polis.
El problema que ve Platón es que si nos fijamos en el mundo que nos rodea solo vemos cambio y movimiento. Por esta razón Platón afirma que además del mundo material o sensible, hay un mundo donde está las Ideas, que no cambian, las Ideas en sí. Lo llamará mundo de las Ideas o mundo inteligible. Platón establece un dualismo ontológico, la realidad estará divida en dos.
Las Ideas del mundo Inteligible son las esencias del mundo sensible. Platón definirá las Ideas: son reales aunque no estén en el mundo sensible; son objetivas; son únicas; son eternas, inmutables e inalterables. Solo conociendo las Ideas podemos alcanzar el conocimiento en sentido estricto (episteme), mientras que lo único que podemos tener sobre el mundo sensible son opiniones (doxa).
El conocimiento será definido por Platón como recuerdo (anamnesis). Conocer es recordar aquello que sabemos pero que se nos ha olvidado.
En el diálogo platónico “Menón”, Sócrates demuestra la teoría de la reminiscencia, que afirma que el conocimiento consistirá en recordar lo que ya está en el alma sin que nos acordemos de ello. Sócrates no enseñaba ninguna doctrina acabada, sino que ayudaba a alumbrar (mayéutica) las verdades que ya tenemos pero que ignoramos que tenemos.
Platón establecerá grados en el acceso al conocimiento o en el símil de la línea que presenta en su libro “La República”.
El grado más bajo hacia la sabiduría es la imaginación, que ni siquiera son objetos del mundo sensible. El siguiente grado es la creencia, que ya estudia objetos cambiantes. Estos dos grados no son conocimiento sino opinión. El siguiente grado ya forma parte del ámbito del conocimiento (episteme). Es el pensamiento discursivo, que es el propio de las matemáticas. A final de este proceso está la dialéctica, el auténtico conocimiento, que es la contemplación de las Ideas.
El mito de la caverna, narrado en La República ilustra el dualismo ontológico y el recorrido que tiene que realizar cuando decide conocer las cosas tal como son (las Ideas).
Platón situará al amor como un impulso que empuja al alma al conocimiento del mundo de las Ideas.
3. Antropología
Para los pitagóricos, el alma es de naturaleza espiritual. Platón asume esta doctrina del alma. El ser humano estará formado por tanto por dos principios opuestos: el cuerpo (mundo sensible) y el alma (mundo inteligible). Habrá un dualismo antropológico. La parte del ser humano vinculada al mundo inteligible es eterna.
El alma tiene que ser inmortal para que la teoría de las ideas se sostenga. Las Ideas solo podrán ser conocidas por los “ojos” del alma, por algo racional. El alma será el enlace entre el mundo sensible (está en un cuerpo) y el mundo inteligible (contempla las ideas).
Según la teoría órfico-pitagórica que asume Platón, el alma tiene que purificarse de alguna falta cometida. El cuerpo será un castigo para el alma a causa de esta falta. La falta cometida por el alma tendrá que ver con la tendencia a lo sensible del alma. Para obtener la purificación habrá que ejercer el control sobre las pasiones. Si el alma no ha conseguido purificarse en una vida, cuando el cuerpo muera esa alma transmigrará a otro cuerpo hasta que consiga realizar su purificación. Platón tiene por tanto una concepción negativa de lo sensible o corporal. En este sentido, la muerte del cuerpo es algo positivo ya que puede significar la liberación del alma si está purificada. Lo mejor que le puede pasar al filósofo es morir.
Platón establece una división tripartita del alma. La primera es la racional, que es inteligente e inmortal. Su lugar natural es el mundo de las Ideas y se sitúa en el cerebro. La segunda es la irascible, que es donde surgen las pasiones nobles (valor, animosidad, voluntad). Es inseparable del cuerpo y por tanto mortal (está situada en el tórax). La tercera es el alma apetitiva, fuente de las pasiones innobles (deseo, apetito). Se sitúa en el abdomen y es mortal.
El mito del carro alado ilustra la relación entre las partes del alma y sus conflictos.
4. Ética
Platón defiende el intelectualismo moral, atribuido a Sócrates, quien afirmaba que solo quien conoce el bien y la justicia puede ser bueno y justo. La virtud será la sabiduría. Mediante el conocimiento el alma logra purificarse al separarse de lo sensible y acercarse a lo racional. El alma virtuosa será aquella que se ha centrado en el conocimiento de la idea de bien. Platón intenta superar el relativismo moral de los sofistas, afirmando que esas ideas morales objetivas existen y hay que conocerlas. El término virtud significa “excelencia”. En La República, Platón define la justicia como la virtud suprema del alma. No se refiere a la justicia política sino a la armonía de las partes del alma. Esta armonía surge cuando cada parte hace lo que le es propio. A cada parte del alma le corresponde una virtud: el auriga, que es la parte racional debe ser prudente, sabia para saber dirigirse al mundo de las ideas. La parte irascible, fuente de las pasiones nobles tendrá como virtud la fortaleza, para imponer la voluntad a cualquier impulso apetitivo. La parte concupiscible tendrá como virtud la moderación o templanza, para evitar ser sometidos por los deseos corporales. Este concepto de virtud tiene influencias órfico-pitagóricas.
5. Política
La ética y la política son inseparables en la filosofía de Platón. Por una parte la virtud de cada ciudadano hará que la ciudad sea justa, y la ciudad con sus leyes y su educación facilitará que sus ciudadanos puedan acceder al conocimiento y ser virtuosos.
Platón en su Estado ideal distribuye a los ciudadanos según estas distintas capacidades. Hay una correlación entre el alma y el Estado: el Estado posee la misma estructura tripartita que el alma. La ciudad o Estado se divide en tres grupos jerarquizados: el de los gobernantes, los guardianes y los productores (gobierno, defensa y producción). Los gobernantes son elegidos entre los guardianes. Serán los filósofos porque solo ellos conocen las Ideas de Bien mediante la educación que reciben dirigida solo a ellos. No podrán tener un salario ni familia para evitar que el fin de los gobernantes no sea el gobierno justo. Los guardianes deberán defender de los ataques exteriores y tampoco cobrarán dinero ni podrán tener familia para evitar desviarse a intereses privados. Los productores son los encargados del abastecimiento de la ciudad, se dedican a la producción de bienes y al comercio. Platón señala que las mujeres podrán ejercer cualquier función.
La justicia en la política consistirá en la armonía de cada uno de los grupos sociales. Hay justicia política cuando cada grupo cumple la función que le corresponde. La virtud de los gobernantes será la prudencia o sabiduría, la de los guardianes será la fortaleza y la de los productores la moderación.
La ciudad es gobernada por una aristocracia, de virtud y saber. El fin del Estado es promover la virtud y la justicia individual y social. Estado encargado de velar por el bien común.
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