21 Mar
El estoicismo es una escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en Atenas a principios del siglo III a. C. Los estoicos creían que todo a su alrededor operaba según una ley de causa y efecto que dotaba al universo de una estructura racional. Para ellos, se trata de emplear la mente para comprender el mundo y acogerse al plan de la naturaleza, prescindiendo de los bienes materiales, de trabajar juntos y tratar a los demás de manera justa y equitativa. Los estoicos son especialmente conocidos por enseñar que “la virtud es el único bien” para los seres humanos. Como seres racionales, su objetivo era alcanzar, basándose en la tolerancia y el autocontrol, la eudaimonía (felicidad), y no dejarse dominar por el deseo de placer. Algunos de los máximos representantes de la escuela estoicista son Séneca y Epicteto.
Epicureísmo: La Búsqueda del Placer Inteligente
El epicureísmo es una doctrina filosófica desarrollada por Epicuro, un filósofo griego que vivió en el siglo III a. C. y sostenía que lo único que existía era la materia. Todo se reduce en el universo a átomos materiales de distintos tamaños que se mueven en el espacio vacío y dan lugar a innumerables mundos. Negaba, pues, la existencia de lo sobrenatural y trató de luchar contra toda clase de mitos y supersticiones que, en su opinión, no eran más que origen de temores y, por tanto, de infelicidad. Al no existir más que la materia, la vida del ser humano acaba del todo con la muerte y, por lo mismo, su objetivo no puede ser otro que tratar de vivir felizmente su corta existencia. Además, podemos afirmar que el epicureísmo es una filosofía hedonista, es decir, se propone como objetivo de la vida humana el disfrute del placer. Ahora bien, para vivir una vida feliz disfrutando del placer, pensaba Epicuro que había que guiarse por la inteligencia. Distingue este filósofo tres tipos de placeres:
- Naturales y necesarios, como la satisfacción que se siente al tener sed y beber agua.
- Naturales, pero no necesarios, los placeres eróticos, por ejemplo.
- Placeres que no son ni naturales ni necesarios, como, por ejemplo, el que siente el fumador al encender un cigarro.
Para que el ser humano pueda vivir feliz disfrutando del placer y con el mínimo de dolor, tiene que acostumbrarse a disfrutar plenamente de los placeres naturales y necesarios, y con mucho cuidado y prudencia de los naturales no necesarios. De los que no son ni naturales ni necesarios, es mejor abstenerse. El que vive de esta manera alcanza la paz interior, la ataraxia.
Aspasia de Mileto: Intelecto y Poder en la Antigua Atenas
Aspasia de Mileto, maestra de retórica, tuvo gran influencia en la vida cultural y política en la Atenas del Siglo de Pericles (siglo V a. C.). Aspasia destacó especialmente en ginecología, donde descubrió cómo prevenir y detectar embarazos de riesgo y crear remedios naturales para el posparto. De acuerdo con las afirmaciones de los escritores antiguos, en Atenas, Aspasia se habría convertido en una hetaira y posiblemente llegó a dirigir un burdel. Las hetairas de Atenas eran cortesanas y mujeres de compañía de clase alta que, además de ofrecer belleza exterior, se diferenciaban del resto de mujeres atenienses por el hecho de que recibían una buena educación. Además, tenían independencia económica y pagaban impuestos. Eran posiblemente lo más cercano a mujeres liberadas que había en la sociedad ateniense. No obstante, fue criticada, atacada y ridiculizada por los conservadores de la época, ya que llevaba una vida de mujer libre e independiente, impropia de una esposa ateniense. Al parecer, en los círculos sociales de la antigua Atenas, Aspasia se hacía notar por su capacidad en retórica y por su brillante conversación. Asimismo, por su extremo dominio en este arte, por su capacidad para rodearse de los más ilustres y reconocidos intelectuales de su época y por contribuir de forma activa al florecimiento de la vida cultural en Atenas, consiguió la admiración y el respeto de filósofos, artistas e ilustres demócratas.
El Paso del Mito al Logos: El Amanecer de la Razón
Hasta hace unos años, para orientarse en el mundo, la humanidad confiaba en la fe, en la imaginación, en el valor de la tradición, por ello tenía visiones de la realidad religiosas, mágicas, míticas, etc., que guiaban sus acciones y decisiones. Estas interpretaciones constituyen lo que se denomina pensamiento arcaico. Los mitos eran relatos que daban origen a ritos en donde se explicaba de dónde venía el pueblo griego, cuál era su destino, cómo tenían que vivir, pues gracias a los mitos el universo en el que vivían los griegos tenía una explicación y los más difíciles problemas, el “de dónde” y el “a dónde” del destino humano tenían solución. No obstante, en el siglo VI a. C. y por distintas razones de carácter histórico, el pueblo griego comenzó a dejar de creer en los mitos. Cabría destacar el contacto con otras culturas como consecuencia del comercio marítimo, la aparición de nuevas clases sociales y el uso de la moneda. Al dejar de creer en los mitos, algunos griegos comenzaron a valorar la razón, el logos, como la principal capacidad humana, y se decidieron a utilizarla para interpretarse a sí mismos y también para interpretar la naturaleza y dar respuesta a los enigmas que les planteaban. Pues confiar en la razón significaba valorar la filosofía y la ciencia; hablamos, pues, del conocido paso del mito al logos.
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