22 Mar
Historia de una escalera: Un reflejo de la sociedad española
En la década de los 50, aparecen inquietudes existenciales que se van integrando en el teatro. Con el estreno en 1949 de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, poco a poco este existencialismo deriva hacia un teatro social y realista. Buero indaga en los aspectos trágicos de la condición humana: analiza una sociedad en la que el hombre está sometido a fuerzas alienadoras y lucha constantemente por buscar la verdad. Su finalidad es conmover al espectador y hacerle tomar conciencia sobre los conflictos individuales y colectivos.
Utiliza personajes antagonistas, conformistas e inconformistas, y a veces refleja la ambigüedad del ser humano. Este dramaturgo cultiva drama y tragedia, recuperando para el teatro la función catártica de la tragedia clásica.
Historia de una escalera recibió el premio Lope de Vega y se estrenó en Madrid, en el Teatro Español. En ella se analiza la sociedad española, con todas sus mentiras, a través de la simbología de una escalera. El tema principal es la frustración individual y el amor entre jóvenes. La escalera puede considerarse como un símbolo del eterno retorno, y en ella se entrecruzan durante 30 años las vidas de varias familias.
Buero utiliza en sus acotaciones un lenguaje culto pero completamente accesible a cualquier público. Sin embargo, los protagonistas emplean un lenguaje familiar, a veces vulgar. Se trata de una obra costumbrista y realista que, al contrario de las comedias burguesas (ubicadas en salones lujosos), muestra un aspecto escénico sucio y angustioso, con personajes cobardes y fracasados que no consiguen tener un futuro diferente al que les ha sido impuesto, por lo que no dudan en aferrarse a la escalera.
La historia amorosa entre Fernando y Carmina se prolonga en Carmina y Fernando (hijo), quienes, a través de un amor prohibido por sus padres, intentan liberarse de la escalera y de la mediocridad de esas vidas.
Buero termina la obra con un final abierto y temporalmente. España entera está entre la esperanza y la desesperanza, mostrando el empobrecimiento de la posguerra durante el franquismo.
El teatro español anterior a 1939: Un crisol de tendencias
En el primer tercio del siglo XX, el teatro español se dividió en dos grandes tendencias: el teatro convencional, de corte comercial, y el teatro innovador, de carácter más vanguardista. Dentro del teatro comercial triunfaron tres géneros principales: el teatro poético, el teatro cómico y la comedia burguesa.
- El teatro poético, caracterizado por su brillantez formal pero superficialidad temática, defendía ideales nobiliarios y tradicionalistas. Entre sus autores destacan Eduardo Marquina con «Las hijas del Cid» y Francisco Villaespesa con «Doña María Padilla».
- En cuanto al teatro cómico, se distingue el sainete costumbrista de Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero, la tragicomedia grotesca de Arniches y el astracán de Pedro Muñoz Seca. Carlos Arniches escribió obras como «Con el santo de la Isidra», «El patio» y «La señorita Trévelez», donde la comicidad surge de situaciones dramáticas con personajes ridículos que provocan risa y lástima a la vez.
- La comedia burguesa tuvo como principal exponente a Jacinto Benavente, premio Nobel de Literatura en 1922. En «Los intereses creados» (1907), su obra maestra, emplea personajes de la comedia del arte italiano para denunciar cómo la sociedad se sostiene sobre intereses materiales.
El teatro innovador se desarrolló al margen de las salas comerciales, influido por las corrientes europeas. Dentro del teatro de la Generación del 98, Miguel de Unamuno cultivó un teatro de ideas con mínima intriga en obras como «Fedra» y «El otro». Azorín experimentó con un teatro antirrealista que incorporaba lo subconsciente y lo maravilloso en su trilogía «Lo invisible». En el teatro vanguardista, destacan Jacinto Grau con «El señor de Pigmalión» y Gómez de la Serna con «El drama del Palacio deshabitado».
Ramón María del Valle-Inclán revolucionó el teatro español con su dramaturgia innovadora. Su obra se divide en varios ciclos:
- el modernista con «Cenizas»
- el mítico, que evoca una Galicia legendaria con «Comedias bárbaras»
- el de las farsas con «La marquesa Rosalinda»
- el esperpéntico, donde deforma sistemáticamente la realidad para denunciar sus injusticias. «Luces de bohemia» (1920) inaugura este estilo, mostrando una España dominada por la hipocresía y la injusticia. Otras obras como «Martes de carnaval» ridiculizan el sentido del honor del teatro calderoniano, el mito de Don Juan y la dictadura de Primo de Rivera.
La Generación del 27, con autores como Pedro Salinas y Rafael Alberti, impulsó la renovación del teatro. Sin embargo, fue Federico García Lorca quien alcanzó la cumbre del teatro español con una obra marcada por la poesía y el simbolismo. Su trayectoria teatral se divide en tres etapas:
- el modernismo inicial con «Mariana Pineda»
- la experimentación con la farsa en «La zapatera prodigiosa» y el teatro vanguardista con «El público»
- su madurez con las grandes tragedias, donde denuncia la opresión de la mujer. «Bodas de sangre» y «Yerma» exploran la pasión y el destino, mientras que «La casa de Bernarda Alba» aborda la lucha entre el poder y la libertad. Bernarda, símbolo del dominio absoluto, somete a sus hijas a un luto riguroso. Cualquier intento de rebelión es castigado con la locura, como en el caso de María Josefa, o con la muerte, como le sucede a Adela.
Novecentismo y Generación del 14: Intelectualismo y renovación
El Novecentismo o Generación del 1914 surge en torno a ese año y se caracteriza por su enfoque intelectual, su formación universitaria y su optimismo sobre el futuro de España, en contraste con el pesimismo de la Generación del 98. Buscan la precisión y depuración del lenguaje, alejándose del subjetivismo y del sentimentalismo de los escritores anteriores.
El principal representante es José Ortega y Gasset, quien desarrolla el raciovitalismo, la teoría que combina razón y vida, superando el irracionalismo vitalista y el racionalismo puro. Expone estas ideas en «Meditaciones del Quijote» y «El tema de nuestro tiempo». En «La deshumanización del arte», defiende un arte elitista, antirrealista y depurado, mientras que en «Ideas sobre la novela» predice la crisis del género narrativo, argumentando que la nueva novela debe ser intelectual y deshumanizada. En el ámbito sociológico, en «España invertebrada» y «La rebelión de las masas», analiza la crisis española y europea, atribuyéndola al predominio de las masas sobre las élites intelectuales. También aborda cuestiones psicológicas en «Estudio sobre el amor», donde compara el sentimiento amoroso con un estado de éxtasis místico.
En poesía, Juan Ramón Jiménez abandona el modernismo con «Diario de un poeta recién casado», evolucionando hacia la poesía pura. Su obra se divide en una etapa intelectual, caracterizada por la depuración del lenguaje y la eliminación de lo anecdótico, y una etapa sufriente, correspondiente a su exilio, donde alcanza su máxima expresión en «Animal de fondo».
La novela novecentista se distancia de la realidad y busca la perfección formal a través de un estilo cuidado y elaborado. Destacan Gabriel Miró, con «Las cerezas del cementerio», y Ramón Pérez de Ayala, con «Tigre Juan».
Otros autores del novecentismo también destacan en distintos géneros. Gregorio Marañón, ensayista y médico, es reconocido por sus estudios sociológicos y científicos. Ramón Gómez de la Serna, además de ser una figura clave del vanguardismo, introduce la narrativa experimental, con un estilo innovador que rompe con las estructuras tradicionales. La influencia de Juan Ramón Jiménez en la poesía posterior es evidente en su búsqueda de la esencia poética a través de la depuración del lenguaje y la eliminación de lo superfluo.
Las vanguardias en el primer tercio del siglo XX
Las vanguardias surgen en el primer tercio del siglo XX y afectan a diversas artes.
- El futurismo, fundado por Filippo Tommaso Marinetti, exalta la velocidad, la tecnología y la modernidad, influyendo en Pedro Salinas y Rafael Alberti.
- El cubismo, iniciado en la pintura por Pablo Picasso, también impacta en la literatura, donde el poema se concibe como una entidad autónoma y fragmentaria, eliminando lo anecdótico y adoptando una visión discontinua de la realidad. Su influencia es notable en Gerardo Diego.
- El dadaísmo, creado por Tristan Tzara, surge como una reacción contra la tradición y los valores establecidos. En la literatura hispana, su huella se percibe en «Hélices» de Guillermo de Torre y en algunas obras de Gerardo Diego.
- El creacionismo, impulsado por Vicente Huidobro en 1914, propone que la poesía no imite la naturaleza, sino que cree su propia realidad a través del lenguaje. Entre sus principales exponentes destacan Juan Larrea, César Vallejo y Gerardo Diego.
- El surrealismo, iniciado por André Breton, es el movimiento vanguardista más influyente. Basado en las teorías del psicoanálisis de Sigmund Freud, reivindica el papel del subconsciente, los sueños y la escritura automática. Su impacto es notable en poetas de la Generación del 27, como Rafael Alberti y Federico García Lorca.
Por último, dentro del vanguardismo español, Ramón Gómez de la Serna introduce la greguería, un género literario basado en la combinación de metáfora y humor para ofrecer una visión original de la realidad. Un ejemplo de sus greguerías es «De la nieve caída en los lagos nacen los cisnes». Esta técnica también se refleja en sus novelas vanguardistas, como «El caballero del hongo gris» y «El hombre perdido».
La Generación del 27: Entre la tradición y la vanguardia
La Generación del 27 es un grupo de poetas nacidos entre 1891 y 1905, cuya producción literaria se desarrolla entre 1918 y 1939. Se caracteriza por la fusión entre el vanguardismo internacional y la tradición literaria española, inspirándose en Juan Ramón Jiménez y adoptando las ideas de Ramón Gómez de la Serna y Ortega y Gasset sobre el arte deshumanizado. Sus principales representantes son Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, a los que en ocasiones se suman León Felipe, Miguel Hernández y Juan Larrea.
En su primera etapa (1918-1929), los poetas del 27 exploran distintas corrientes.
- La poesía vanguardista, influida por el ultraísmo y el creacionismo, aborda temas modernos como la tecnología, reflejado en obras como «Imagen» de Gerardo Diego, «Cal y canto» de Rafael Alberti y los poemas de Pedro Salinas dedicados a la máquina de escribir y la bombilla eléctrica.
- A partir de 1926, surge la poesía pura, caracterizada por su hermetismo y alejamiento de lo anecdótico y sentimental, con obras como «Cántico» de Jorge Guillén, «Ámbito» de Vicente Aleixandre y «Perfil del aire» de Luis Cernuda.
- Paralelamente, aparece el neopopularismo, que recupera la poesía tradicional, como se observa en «Marinero en tierra» de Rafael Alberti y «Romancero de la novia» de Gerardo Diego.
A partir de 1929, con la crisis económica y la inestabilidad política en España, los poetas adoptan una visión más comprometida. Durante esta segunda etapa, la poesía surrealista cobra protagonismo, explorando el subconsciente y los sentimientos profundos, como se observa en «La destrucción o el amor» de Vicente Aleixandre, «Sobre los ángeles» de Rafael Alberti y «Poeta en Nueva York» de Federico García Lorca. Paralelamente, surge el neorromanticismo, influido por Bécquer, que concibe el amor como una experiencia intelectual y frustrante, reflejado en «La voz a ti debida» y «Razón de amor» de Pedro Salinas, así como «Un río, un amor» y «Los placeres prohibidos» de Luis Cernuda. Con la Guerra Civil Española, la poesía adquiere un tono político y social, reflejado en «El poeta en la calle» de Rafael Alberti y «Llanto en la sangre» de Emilio Prados.
Tras la Guerra Civil, la Generación del 27 se dispersa. La mayoría de los poetas se exilian, salvo Gerardo Diego, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre, quienes permanecen en España. En este periodo, la poesía se divide en la poesía clasicista, que retoma formas tradicionales en «Amazonas» de Gerardo Diego, y la poesía desarraigada, marcada por la nostalgia del exilio, reflejada en «Entre el clavel y la espada» de Rafael Alberti y «Todo más claro» de Pedro Salinas. Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre expresan una profunda angustia existencial en su obra.
Federico García Lorca, una de las figuras centrales del grupo, destaca tanto en poesía como en teatro. Su primera etapa (1921-1928) fusiona lírica popular y vanguardia, como en «Romancero gitano», mientras que en la segunda (1929-1936) adopta el surrealismo, con «Poeta en Nueva York». En teatro, su producción comienza con «Mariana Pineda», sigue con «La zapatera prodigiosa» y culmina con «La casa de Bernarda Alba». Miguel Hernández, considerado el puente entre la Generación del 27 y la poesía de posguerra, destaca con «Perito en lunas», influenciado por el neogongorismo, y con «Viento del pueblo». Su obra «Viento del pueblo», escrita durante la guerra, es un referente de la poesía social.
Dentro del grupo también destacan mujeres escritoras, conocidas como las Sinsombrero, entre ellas Concha Méndez, Rosa Chacel, Maruja Mallo, María Teresa León y María Zambrano, aunque su reconocimiento ha sido menor que el de sus compañeros varones.
La Generación del 27 representa una de las épocas más brillantes de la literatura española del siglo XX, combinando tradición y modernidad. Su evolución abarca desde la poesía pura y vanguardista, pasando por el surrealismo y la poesía social, hasta el teatro de Lorca. A pesar de la dispersión provocada por la guerra, su legado sigue siendo un referente fundamental en la literatura contemporánea.
Comentario de texto: Guía básica
Texto: argumentativo/expositivo/humanístico/noticia/ periodístico.
Estructura inductiva: introducción, desarrollo, conclusión.
Plano morfosintáctico: Alternancia tiempos verbales (verbos y decir su tiempo verbal); Verbo pronominal; Oración subordinada adverbial y adjetiva; Sustantivos concretos y abstractos; Adjetivos antepuestos explicativos y pospuestos especificativos; Adverbios.
Plano léxico semántico: Campo semántico(hiperónimo e hipónimo); Sinónimos y antónimos; Palabras simples; Compuestas; Derivadas; Parasintéticas; Topónimo; Gentilicio.
Plano textual: Funciones del lenguaje, Deícticos temporales (ayer, año); Anáforas; porque es un texto: adecuado, coherente y cohesionado; Palabra clave.
Análisis morfosintáctico: Tipos de palabras
Palabra simple: solo lexema / lexema más morfema flexivo. —- Cosas.
Palabra derivada: lexema más sufijo / prefijo más lexema / prefijo más lexema más sufijo. —- Lexema sin prefijo, existe.
Palabra compuesta: lexema más lexema más morfema flexivo. —- Sacapuntas.
Palabra parasintética: prefijo más lexema más sufijo / lexema más lexema más sufijo. —- Lexema sin prefijo, no existe.
Definiciones clave para el análisis literario
Campo semántico: palabras de la misma categoría gramatical con significado en común
Campo asociativo: relacionamos de forma subjetiva, distintas categorías gramaticales
Familia léxica: misma raíz
Polisemia: misma palabra distinto significado
Homonimia: homófonas: vaca, baca. homógrafas: banco, banco (polisemia)
Antonimia
Sinonimia
Hiperónimo: palabra que define un campo semántico (fruta)
Hipónimo: contrario, a hiperónimo (fresa, plátano)
Paronimia: relación semántica entre dos palabras (hombre y hambre)
Eufemismo: palabra mala a palabra buena (viejo a tercera edad)
Disfemismo: contrario, a eufemismo
Tabú: palabra con connotaciones desagradables sociales
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