23 Nov

Estilo de la obra

En la narración de El Quijote, salta a la vista una diferencia notable entre la primera y la segunda parte. En la primera, se introducen algunos relatos ajenos a la historia de Don Quijote y Sancho, quienes se limitan a escuchar lo que otros personajes dicen. Estos relatos, que ocupan cierta extensión, son el episodio de la pastora Marcela, las novelas cortas El curioso impertinente y la Historia del cautivo, y los amores de Luscinda, Don Fernando y Dorotea. En la segunda parte, Cervantes se abstiene de añadir relatos que rompan la unidad, y Don Quijote y Sancho son los únicos protagonistas.

La prosa de El Quijote contiene descripciones detallistas de las peleas, los tumultos y cada una de las escenas y capítulos, lo cual transmite al lector una sensación de presencia en la obra. En los diálogos, tienen cabida todos los estilos de lengua: desde el lenguaje culto, pomposo y arcaico, hasta el lenguaje de Sancho, salpicado de comentarios y dichos populares.

Trascendencia de El Quijote

Ya desde la aparición de la primera parte, el éxito de El Quijote fue fulminante, y no tardaron en surgir numerosas imitaciones, siendo la más famosa El Quijote de Alfonso Fernández de Avellaneda (1614). Considerada al principio como una novela humorística, a partir del Romanticismo se intentó comprender la obra más profundamente, y desde entonces se han sucedido todo tipo de interpretaciones.

Don Quijote es, sin duda, un loco, pero esta locura hace de él un modelo de comportamiento, porque en todo momento lucha contra viento y marea por sus elevados ideales: el amor, la justicia y la libertad. Su influencia en la literatura europea fue enorme y, en gran medida, gracias a ella nació la novela realista moderna, en especial por su influjo en los narradores británicos del siglo XVIII, con quienes arranca la gran novela europea.

Con El Quijote, lo que Cervantes concibió en un principio fue una pequeña novela ejemplar, en la cual un hombre, de tanto leer libros de caballería, se convierte en un caballero andante, modo de vida ya no usado en la época del autor. La parodia y la ironía sobre los libros de caballería eran el objetivo de escribir esa novela.

La personalidad de Don Quijote

La causa principal de la locura de Alonso Quijano es, sin duda, la literatura. Pero esta locura no es como la que acostumbramos ver, ya que en la mayoría de las veces razona perfectamente, incluso dentro de sus fantasías, afirma y niega de forma coherente.

Lo que deja claro que Don Quijote no sufre una locura realmente, sino un caso de sustitución de lo real por medio de su propia voluntad. Todo lo que ve lo convierte en una razón para hacer su voluntad. Desde esta perspectiva, Don Quijote no está loco; va más allá en una búsqueda desesperada por vivir la vida que deseaba vivir. Una búsqueda por la cual, en varias ocasiones, estuvo dispuesto a perder la vida.

Alonso Quijano, con la biblioteca que posee y luego de haber leído año tras año las obras de varios autores, no desconoce que la palabra es la clave del mundo. No se puede conocer el mundo sino a través del lenguaje que lo nombra. De esta manera, variar el nombre es también cambiar la realidad. Por ello, durante algunos días se entregó a la tarea de buscar un nombre adecuado para su rocín, para él y para su amada. Bautizar a un caballo viejo y escuálido como Rocinante, bautizarse a sí mismo como Don Quijote de La Mancha, a la manera de Amadís y Lanzarote, y bautizar a una humilde moza como Dulcinea del Toboso, es como transformar el mundo.

Durante su primera salida, Don Quijote aprende que es necesaria la existencia de un «otro», no solo para aliviar lo absurdo de un continuo monólogo, sino porque es la única forma de que sus hazañas perduren y se conozcan de manera verdadera. He ahí la importancia de Sancho Panza para Don Quijote.

La personalidad de Sancho Panza

Sancho entra en escena para entablar el diálogo y para poder efectuar un contraste con Don Quijote. Sancho es el encargado de dar testimonio de las hazañas de su amo. Sin embargo, Sancho no es parte pasiva de la obra; él forma parte de la vida de Don Quijote de manera activa, llegando incluso a ocasionar algunas de las aventuras de la obra, como, por ejemplo, cuando Sancho nombra a Don Quijote como el «Caballero de la Triste Figura».

Sancho comienza en la obra como alguien inconforme, pero resignado a su monótona vida. Sin embargo, al salir con Don Quijote, comienza a gustarle la vida llena de fantasías que lleva Don Quijote, hasta tal punto que Sancho también comienza a vivir la vida que siempre quiso vivir. Es en el final de la obra cuando, angustiado por tener que volver con su esposa, hijos y cerdos, se da cuenta de que no puede escapar a esa vida que le ha tocado vivir.

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