22 Mar
Temas Poéticos de Miguel Hernández: Un Legado Inolvidable
Miguel Hernández (Orihuela, 1910) provenía de una familia humilde y es considerado uno de los poetas más significativos del siglo XX. Aunque se le asocia con la Generación del 36, también se le relaciona con la del 27. Una de sus características más importantes es la fusión de tradición e innovación en su obra.
La Naturaleza en la Poesía de Miguel Hernández
La naturaleza es protagonista en muchos de sus poemas, con el paisaje y elementos cotidianos como el pastor. Dos rasgos destacan:
- Naturaleza relacionada con Dios: Hernández escribe sobre lo que conoce: el paisaje oriolano y la vida rural. Se considera parte de la naturaleza, viendo todo lo natural como obra de Dios frente al pecado que le asfixia.
- Naturaleza relacionada con la invención del lenguaje: Hermetismo, como homenaje a Góngora, lleno de metáforas e hipérbatos. En Perito en lunas, encontramos una sucesión de acertijos originales de poesía pura con neogongorismo. El nexo es la metáfora lunar. Todos los objetos parecidos a la luna exaltan la vida y la fecundidad. Lo redondo, lo perfecto, es lo divino en su etapa religiosa, llevándolo a definir a Dios como el “perfecto anillo”. El poeta une al hombre y la naturaleza en una sola unidad, donde el hombre es tierra y ser tierra es ser vida. La tierra es una metonimia de la naturaleza, representando la libertad. El viento, en su primera etapa, es un fenómeno atmosférico; en su etapa religiosa, es la voz de Dios; durante el conflicto bélico, es símbolo de empuje y voz del pueblo; y, encarcelado, símbolo de persecución, peligro y amor.
El Amor en la Obra de Miguel Hernández
La poesía de Hernández es, en esencia, poesía amorosa, con varios enfoques:
- El despertar sexual y la pugna religiosa: Relaciona el amor con el sexo, lo sexual como metáfora impúdica de la naturaleza, la educación recibida y el pensamiento reprimiendo la sexualidad.
- El amor-lamento y el amor-ilusión de tradición literaria: Amor abstracto, ideal del amor supremo, como el amor cortés del siglo XV. La metáfora de la herida pertenece al lenguaje del amor-pasión de los cancioneros.
- El amor-dolor que va de la tradición a la realidad: Cuando Miguel Hernández se enamora de Josefina, un amor real. El amor que vive es fatal amenaza y tortura por no poder ser gozado sexualmente, hay impotencia por rechazar el goce erótico =“pena hernandiana”, se identifica con el toro: el toro en libertad como impulso sexual, masculinidad.
- El amor-alegría y el amor-fraternidad: Miguel se casa con Josefina y busca el nuevo brote amoroso en su mujer y en la descendencia. Cuando recibe la noticia de su primera paternidad, escribe “Canción del esposo soldado”. Ya en prisión, escribe “Nanas de la cebolla”, dedicado a su segundo hijo: hermosas seguidillas de amor a un hijo que deviene en amor-alegría para tolerar la realidad de ausencias y privaciones del poeta.
- El amor-odio: Ya a finales de la guerra, siente miedo hasta de sí mismo. El hombre es una amenaza para el hombre, la naturaleza desaparece y la guerra y el hambre generan el odio.
- El amor-esperanza: En la guerra civil, asume la realidad y la hace suya con Cancionero y romancero de ausencias, un diario poético de una realidad que lo oprime personal, social e históricamente. Es la fase de la rehumanización de la poesía: La ausencia es la base de su poesía: ausencia de justicia, de amor, de libertad, pero supera la amargura. Los poemas están protagonizados por su mujer (esposa y madre) y sus hijos.
- La esposa ausente: amor intimista, fraternal y solidario, se busca el retoño de la vida en la mujer, busca esperanza para seguir viviendo.
- El hijo: Sufre la muerte de su primer hijo a los 10 meses de nacer y le dedica poemas de amor paternal, acudiendo a símbolos de ave. Con el nacimiento de su segundo hijo, confía en la nueva generación y el tema del amor al hijo conecta con el amor fraternal, a los hombres, al pueblo y a la humanidad.
La Muerte en la Poesía de Miguel Hernández
Como dijo Heidegger: “el hombre es un ser para la muerte”. En la poesía de Hernández, se da un discurrir dramático que poco a poco acaba en tragedia. En su primera etapa, no hay muerte. Las tres heridas hernandianas (vida, amor y muerte) comienzan a sentirse en El rayo que no cesa (1936), cancionero de la pena amorosa, del sentimiento trágico del amor. En las composiciones, la vida se presenta amenazada por fuerzas incontrolables y el amor está marcado por un sino sangriento. También encontramos la «Elegía» dedicada a su amigo Ramón Sijé, que expresa rabia y malestar. Con la guerra, la muerte se convierte en parte de la lucha por la victoria y amor por el pueblo oprimido. La muerte aparece ahora para ser un reconocimiento glorioso a los héroes del pueblo. En El hombre acecha (1939), los muertos ya no son héroes, sino víctimas. Sin embargo, en Cancionero y romancero de ausencias, los poemas se oscurecen con el desengaño y la carencia. La muerte de su primer hijo, la pérdida de la guerra, el odio de la posguerra, la condena a muerte, la posterior enfermedad y la soledad configuran este poemario de la desolación.
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