28 Ene
El duque de Angulema instaura la Junta de Regencia formada, entre otros, por el obispo de Osma y el duque del Infantado, que decretan la pena de muerte para los diputados liberales, medida que asusta al propio duque. El ejército francés permanece en España hasta 1828 a cargo del erario público.
Fernando VII se ofrece como garante de la nueva situación política prometiendo un gobierno que traiga la felicidad de la nación, afianzando la seguridad personal, la propiedad y la libertad civil. Pero la realidad es muy distinta: lo que trae el monarca es la represión contra los liberales en todos los ámbitos administrativos y militares y el restablecimiento de un absolutismo anacrónico.
Como medida ejemplificadota, Riego es ejecutado en la Plaza de la Cebada de Madrid. El rey deroga la mayor parte de los actos del Gobierno constitucional:
Restablece el diezmo, aunque no el Santo Oficio; reinstaura el mayorazgo, y modifica los estudios universitarios, en los que son mal vistas las enseñanzas de las matemáticas y la astronomía. En 1830, Fernando VII cierra todas las universidades, lo que obliga a emigrar a numerosos profesores. Al igual que en los primeros años de su reinado, Fernando VII está condicionado por el problema hacendístico.
El absolutismo como sistema político no tiene respuesta al problema de la deuda y el monarca tiene que optar entre la introducción de un sistema fiscal más moderno o pedir préstamos en el exterior. Las dos propuestas son difíciles de llevar a buen término: por una parte, a causa de la resistencia de las clases sociales y de las provincias que apoyan al rey; y por otra, debido a que los préstamos han de ser pedidos a la banca exterior, de corte liberal, que apoya una vuelta de los liberales al poder para satisfacer así créditos anteriores no reconocidos por el monarca.
A partir de 1826, la Administración adopta una actitud más moderada, al pasar a ser dirigida por antiguos afrancesados arrepentidos que desarrollan un despotismo ilustrado en el ejercicio del gobierno. Aparece como novedad la institución del Consejo de Ministros (3).
En esta nueva situación, Fernando VII encuentra la oposición de los elementos más absolutistas, que se consideran marginados en la toma de las principales decisiones del Estado. Paulatinamente, y ante la falta de descendencia del rey, aquellos se agrupan en torno a su hermano Carlos María Isidro.
En 1827 se producen revueltas en Cataluña, en la conocida como rebelión de los malcontents, que exigen la disolución del ejército y su sustitución por voluntarios reales, la abolición de la enseñanza pública y la restauración de la Inquisición. Además, al considerar que la política de Fernando VII con respecto a los liberales era poco enérgica, se apoya la cesión de la Corona a su hermano. Todo ello obliga al propio monarca a trasladarse a Cataluña y dirigir personalmente la represión del levantamiento. Es el primer aviso de las bases sociales que formarán el futuro movimiento carlista. En diciembre de 1829, Fernando VII, desde hace siete meses viudo de su tercera esposa, María Josefa, se casa con María Cristina de Nápoles, quien, interpretando correctamente para sus intereses la situación creada en España, procura establecer lazos con los liberales moderados, para ampliar sus apoyos ante el enfrentamiento dinástico en ciernes con Carlos María Isidro. En abril de 1830 se publica la Pragmática Sanción (4), que permitía la sucesión femenina al trono. El nacimiento de una hija de Fernando VII y María Cristina, la futura Isabel II, margina de hecho las aspiraciones a la Corona del hermano del rey. Durante los últimos años del reinado y al calor de la nueva situación creada en Francia por el rey burgés, Luís Felipe de Orleáns, los liberales españoles encuentran un impulso conspirador. Espoz y Mina y Jose Mª Torrijos (detenido y fusilado) intentan sendos pronunciamientos reprimidos duramente por el rey, que aumenta la presión sobre los liberales para contrarrestar la que ejercen sobre él los absolutistas. En 1832, después de sufrir un ataque de gota que parece mortal, su hermano Carlos prepara el Motín de La Granja contra la reina y consigue la derogación de la Pragmática Sanción. Los liberales moderados que rodean a María Cristina no tardan en reaccionar. La misma reina aúpa al Gobierno al ilustrado Céa Bermúdez, en detrimento del absolutista Calomarde. Se concede una amplia amnistía, se reabren las universidades y el ejército es depurado de elementos carlistas. El monarca, ante la sorpresa de todos, se recupera y reimplanta la Pragmática en diciembre de ese mismo año. De esta forma, a la muerte del rey, sucedida el 29 de septiembre de 1833, las estructuras fundamentales del Estado están bajo control de la reina María Cristina. Carlos María, exiliado en Portugal, intuye que su vuelta no es posible mediante nuevas conjuras palaciegas. Sus aspiraciones a la Corona española tienen que pasar necesariamente por el desarrollo de un amplio movimiento popular que aglutine a las fuerzas que se resisten al nacimiento de la sociedad liberal. La primera guerra carlista es pronto una realidad.
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