07 Feb
El paso del mito al logos
Antes de los primeros filósofos, las explicaciones de la realidad procedían de la mitología, la religión y la poesía. En la Grecia arcaica, los mitos eran una forma de explicar el origen del universo mediante narraciones ancestrales de origen desconocido. Estas narraciones se transmitían oralmente y las protagonizaban dioses y héroes.Los primeros mitos griegos reciben el nombre de cosmogonías, y narran el comienzo del universo y de los dioses. Este interés por indagar sobre el origen de todo lo real se mantiene también en los filósofos presocráticos, que se preguntan sobre el principio constitutivo de la realidad o arjé, si bien para explicarlo no recurren a los dioses ni emplean fábulas, sino elementos naturales.Así se produce el paso del mito al logos (logos significa ‘razón’ en griego), es decir, de las respuestas mitológicas a las racionales.
Presocráticos
Los presocráticos se admiraron por los asuntos aparentemente m inmediatos, como las plantas o los animales, y buscaron la causa última de los fenómenos naturales, su fundamento. Se preguntaron por el principio constitutivo de la realidad material, o arjé, en busca de una explicación racional de su entorno. Aunque las respuestas varían de un presocrático a otro, cabe diferenciar dos grupos:
Monistas
Son aquellos que consideraban que el principio o arjé de todo lo real está constituido por un solo elemento.Pluralistas
Postularon varios elementos como principios constitutivos.Platón
Platón nacíó en el año 427 a. C. En el seno de una familia de la nobleza ateniense. Siendo joven, escuchó las enseñanzas de Crátilo, discípulo de Heráclito. Sin embargo, fue su encuentro con Sócrates, cuando tenía 20 años, lo que marcó su vida y su pensamiento. A partir de la muerte de su maestro en 399 a. C., realizó diversos viajes. En el sur de Italia conocíó el pitagorismo. Más tarde, en Siracusa (Sicilia), intentó aplicar sus ideales políticos en la corte de Dionisio el Viejo, con el cual tuvo varios desencuentros que, según cuenta la tradición, le costaron la esclavitud, de la que sería rescatado por un ciudadano ateniense. De nuevo en Atenas, con 40 años, fundó una escuela que se denominó Academia. Era el lugar dedicado al estudio de la filosofía, las matemáticas y otras disciplinas, como preparación para la vida social y política. La Academia estuvo abierta hasta que la clausuró el emperador romano oriental Justiniano, en el año 529 d. CHeráclito
Heraclito centró su filosofía en el problema del cambio. Observando lo que ocurre con los fenómenos sensibles, mutables y variables, creyó que no había nada inmóvil o inmutable, y que la realidad se transforma continuamente.La experiencia del movimiento llevó a este sabio a entender que la realidad última, o su primer principio, no puede ser algo estático, como parecían defender los filósofos que lo precedieron, sino que se encuentra en algo dinámico, en el mismo fluir o devenir que nos muestran los sentidos. La esencia -la physis- de las cosas consiste en no estar acabadas y, por tanto, en ir haciéndose, sin detenerse nunca.Así refiere Platón su pensamiento: «En algún sitio dice Heráclito «que todo se mueve y nada permanece» y, comparando los seres con la corriente de un río, añade: no podrías sumergirte dos veces en el mismo río» (Cratilo, 402 a). Ahora bien, aunque para Heráclito el mundo sensible se reduce al movimiento y al cambio, también reconoce un principio de orden y unidad. Considera que el devenir no se produce de un modo arbitrario o casual, sino siguiendo un patrón ordenado, regular, que constituye la ley del universo. Llamó a esta ley logos, quizá uno de los términos más importantes de la historia de la filosofía y que él utilizó por primera vez. Para este autor, el concepto expresa la racionalidad interna y el orden intrínseco que existe en el cosmos, que va más allá de la apariencia sensible. El logos es la ley universal que rige y explica el movimiento y el cambio de los seres -incluido el hombre-, que otorga y sostiene la unidad del Cosmos. Como esta ley trasciende los sentidos, se nos oculta «como el oro bajo la tierra», por lo que resulta difícil descubrirla. Para Heráclito, la mayoría de los seres humanos no pueden someter su conducta a esta ley del universo, porque no son capaces de descifrar su verdad.La unidad y el orden impuestos por el logos consisten, en último término, en una lucha de contrarios: hay enfermedad porque hay salud, hay guerras porque hay paz, etc.Existe una diferencia importante entre Anaximandro y Heráclito, pues, para este, la lucha es la esencia misma de cada cosa y lo que otorga estabilidad y realidad a todo.En continuidad con los milesios, Heráclito también señala un arjé primer principio material del que están hechas todas las cosas. En su caso, es el fuego. No es extraño que elija este elemento como principio de todo, ya que representa adecuadamente el movimiento, puesto que el fuego todo lo destruye y transforma.
Según explicó, el fuego, en primer término, da lugar al mar; posteriormente, a la tierra y, finalmente, al viento. El fuego tiene que estar necesariamente relacionado con el logos, puesto que todo cambia según una ley o medida racional común a todas las cosas.Para este sabio, el alma humana también está compuesta de fuego. A pesar de este aparente materialismo, se puede deducir de sus afirmaciones que el alma humana es inmortal y que tiene un destino eterno desconocido.En cuanto a la conducta más apropiada para el ser humano, exhorta a la búsqueda de la sabiduría y a vivir de acuerdo con el logos o ley universal del cosmos. Esta es, sin duda, una tarea ardua; pero afirma que, si la felicidad estuviera en los placeres del cuerpo.
La concepción de Heráclito sobre la realidad como devenir tuvo repercusión en autores tan dispares entre sí y tan lejanos en el tiempo como Hegel, Marx y Nietzsche. Sin embargo, en su misma época, aparecieron en el sur de Italia unos autores que desconfiaron de los sentidos, negaron la realidad del movimiento y solo dieron crédito a la razón, que nos instala ante lo inmutable.
Parménides
En el sur de Italia nacíó Parmenide hacia el año 540 aC. Probablemente, pertenecíó a la escuela pitag rica, que en un momento dado abandonaría. Fue político, además de filósofo, y elaboró importantes leyes en su ciudad. Aunque fue contemporáneo de Heráclito, no existen evidencias de que conociera su pensamiento y polemizara con el.Parménides escribíó el poema Sobre la naturaleza, del que se conservan bastantes versos. Está dividido en tres partes: la primera es el encuentro del viajero con la diosa Dike, que le va a hacer una revelación en la segunda, la diosa le expone el camino de la verdad, que solo se puede recorrer haciendo uso de la razón; en la tercera, le muestra el camino de la opinión, que conduce a las apariencias que nos muestran los sentidos. Según Parménides, los sentidos intentan engañarnos, porque nos hacen imaginar que hay muchos seres y que continuamente cambian Es lo que muestra el camino de la opinión. Pero la razón se puede librar de estas apariencias y descubrir el ser, esencia y fundamento de la realidad: el arje. Las ideas principales del poema son:1.El camino de la verdad. Parménides descubre el principio de que el ser es y que no es posible que no sea De esta parte del poema se pueden sacar las siguientes conclusiones: El ser es único. Si hubiera más de un ser, cada uno tendría que distinguirse de los demás, lo que significaría que no es lo mismo que el resto y, por tanto, sería y no sería, lo cual es imposible.No existe el movimiento o cambio. Para que el ser se mueva, tiene que dirigirse a un término que no es todavía, lo que implicaría afirmar la realidad de este, es decir, de algo que todavía no es. Identidad entre ser y pensar. Según la diosa, el ser y el pensar son lo mismo, ya que el ser sólo puede ser captado por el pensamiento, mientras que el no ser y las apariencias se le escapan, porque son ininteligibles.Los atributos del ser son: unidad, eternidad, perfección, inteligibilidad y universalidad. Estos atributos confirman que el ser es algo universal y racional, que no tiene nada que ver con lo sensible y concreto. Aunque, para Parménides, el ser se constituye como la esencia y el fundamento de la realidad, no es propiamente un arjé ya que no puede cambiar ni multiplicarse y, por lo tanto, no puede ser el principio u origen del que proceden todas las cosas. 2.El cambio de la opinión. La opinión es, para Parménides, un conocimiento que proviene de los sentimientos. Es fuente de error y confusión, porque con ella el ser humano da crédito a la apariencia. Con esta interpretación se enfrentó a:Jonios y pitagóricos. Se dejaron llevar por el camino de la opinión y los sentidos.Heráclito, para quien todo estaba sometido a cambio o devenir.La concepción de Parménides es muy relevante, pues es el primer filósofo de la historia que se ocupó del concepto de ser, que constituirá la principal disciplina de la filosofía a lo largo de la historia. Parménides entendíó el ser de modo unívoco, como si se predicara pre en el mismo sentido, sin admitir la existencia de distintos sentidos de ser. Esta concepción lo llevó a negar la multiplicidad y que las cosas puedan ser de distintas maneras.
Los sofistas
Se inició una etapa de humanismo. En ella, la atención se apartó del cosmos y se centró en la polis, lugar en el que convivía los hombres, ya que, gracias a la democracia, los ciudadanos comenzaron a participar activamente en la vida de la ciudad y a decidir sobre sus destinos.Este fortalecimiento de la democracia dio lugar a una importante demanda de profesionales que formarán a quienes pretendían acceder al gobierno de la ciudad en el arte de dirigir. Los sofistas cubrieron esa necesidad.Por lo general, estos pensadores no eran atenienses, sino extranjeros procedentes de diferentes ciudades que acudían a la gran polis a probar fortuna. Esta circunstancia explica que tuvieran una visión de los asuntos abierta y cosmopolita. .A pesar de que eran extranjeros y de que no tenían derecho a participar en las instituciones políticas de Atenas, influyeron mucho en ella a través de sus discípulos, los futuros magistrados. Además, por su pertenencia al pueblo, los sofistas fueron críticos con las antiguas tradiciones aristocráticas. Con los sofistas se produjo el llamado giro antropológico, pues abandonaron el estudio del cosmos y de la naturaleza, para centrarse solo en los asuntos relacionados con el hombre y lo cultural como la ética, la política, las leyes o la organización social. Este cambio se dio, principalmente, a causa de la insatisfacción que generaron las respuestas de los presocráticos al problema cosmológico, poco concluyentes y contradictorias. Era como si no hubiera solución al problema del arjé. Además, la necesidad de formar a los ciudadanos en las tareas políticas desvió la atención hacia el ámbito antropológico y el dominio del lenguaje.Como en la democracia el acceso a los cargos dependía de la educación y de la capacidad de convencimiento, los sofistas enseñaban retórica argumentación. Por eso, se calificaron a sí mismos maestros de virtud (areté); entendieron la virtud como la capacidad de hablar bien y con- vencer. Intentaban garantizar a sus alumnos el triunfo político y la victoria dialéctica sobre el adversario, independientemente de la verdad o corrección de sus opiniones. Son dos las principales aportaciones de la sofística: 1.El convencionalismo democrático. Los sofistas diferenciaron entre leyes de la naturaleza (physis), incambiables y permanentes, y leyes humanas (nomos). Estas últimas eran:Convencionales. Lo que las normas determinaban como correcto o incorrecto nacía de la convencíón o acuerdo de los ciudadanos o gobernantes de las polis. En consecuencia, estas leyes no obligan por sí mismas, sino solo por la fuerza de las sanciones; sólo motivan externamente.
Democráticas. Atenas había diseñado un sistema político de- mocrático que reconocía la participación de los ciudadanos en la Asamblea, donde se adoptan las decisiones políticas. Relativas. El contenido de las leyes dependía del momento histórico y del contexto geográfico. 2. El relativismo moral. Está muy vinculado al convencionalismo democrático. Para los sofistas, no existían normas morales objetivas y universales, sino que la bondad o la maldad de las acciones dependía de criterios como la tradición, la cultura o las prácticas habituales de cada sociedad o individuo. Este será uno de los aspectos que motivará la crítica de Sócrates a esta corriente filosófica. Los dos sofistas más importantes fueron Protágoras y Gorgias.
El método socrático
Frente a los sofistas, que se creían sabios y evitaban la búsqueda de la verdadera sabiduría, Sócrates proclamó: «Solo sé que no sé nada». Este era, a su juicio, el comienzo del filosofar, puesto que la búsqueda de la sabiduría supone, ineludiblemente, el reconocimiento de la propia ignorancia.Sócrates propuso superar el relativismo de los sofistas mediante la búsqueda del concepto general, que es el mismo para todos y se encuentra, a su juicio, en el interior de todo ser humano, en su razón o logos. El concepto se ha de expresar en una definición que ponga de manifiesto la esencia de los asuntos que nos preocupan, que responda a la pregunta sobre qué es la virtud, lo bueno y lo justo en sí. En efecto, si logramos llegar a la definición de la justicia, esta ya no será cambiante y relativa, sino algo inmutable e igual para todos. Esto significa que la esencia de la justicia, es decir, lo que tienen en común todas las acciones justas, se hace patente mediante su definición. Pero ¿cómo alcanzar la esencia de las cosas? Según Sócrates, estos conceptos están en el alma humana, pero no somos conscientes de ello. Por eso propuso un método o camino para ayudar a los hombres descubrir la verdad que habita en su interior, el método dialéctico, ya que se puede acceder a la verdad objetiva a través del diálogo, por medio de preguntas y respuestas, argumentando y contraargumentando.Sócrates denominó mayéÚtica a este proceso dialéctico que tiene como fin descubrir la verdad. Se trata de un término que proviene de la palabra griega que significa ‘comadrona’. De este modo, Sócrates comparó la labor que el filósofo desempeña en el diálogo para «dar a luz la verdad» con la profesión de su madre, que asistía en los partos.En el método dialéctico cabe distinguir dos fases o momentos:1. Ironía o fase destructiva. Mediante preguntas sobre una cuestión y la refutación de sus respuestas, Sócrates trataba de eliminar los prejuicios del interlocutor y hacerle reconocer su ignorancia acerca de algo. Entonces, le ofrecía su ayuda para investigar juntos la esencia de aquello. 2. MayéÚtica o fase constructiva. Continuando con las preguntas y respuestas, Sócrates ayudaba a alumbrar las ideas que se encontraban en el alma del discípulo. Al final, el interlocutor llegaba al descubrimiento de la definición correcta, expresión del concepto universal y válido para todos.
La moral
Platón vivíó una época de crisis y decadencia, de la cual culpó al enfoque relativista con el que los sofistas abordaron el análisis del bien y la virtud. Su maestro Sócrates, por el contrario, había transmitido la necesidad de indagar sobre la verdadera virtud y el verdadero bien. La filosofía práctica de Platón se edifica sobre sus teorías acerca de las ideas, el hombre y el conocimiento, pues estaba convencido de que el ser humano no puede obrar el bien si no conoce lo que es el Bien en sí, la idea suprema de Bien. El pensador ateniense sosténía que todos los hombres desean las cosas buenas y la felicidad, pero con frecuencia sucede que no saben distinguir los bienes verdaderos de los bienes aparentes; muchas veces desconocen en qué consiste el bien y confunden el objeto de la verdadera felicidad con realidades imperfectas, como los placeres sensibles, las riquezas o los honores. Para Platón, el bien y la felicidad solo se pueden hallar en la contemplación de las ideas y especialmente de la idea más elevada, que es la del Bien.Ahora bien, ¿cómo es posible alcanzar esa felicidad y esa vi- sión de las ideas a la que todos aspiran? Solo hay un camino: el cultivo de la sabiduría y de la virtud, que, en el fondo, para Platón, se identifican. En este sentido, fue continuador del intelectualismo moral socrático, según el cual, quien conoce el verdadero bien no puede dejar de practicarlo y, por el contrario, quien se deja llevar por el vicio es por ignorancia con respecto a aquel. La primera tarea del filósofo consistirá en explicar qué es la virtud, en buscar la idea o esencia de esta, es decir, aquello por lo que las diferentes virtudes merecen tal nombre. Platón no llegó a dar una definición de virtud, si bien, al revisar sus obras, es posible hacer una aproximación a este concepto:sigue en la numero 9 y 10.
La teoría de las ideas
En la filosofía antigua se dieron una serie de interrogantes a los que tanto Platón como sus predecesores intentaron responder:1. ¿Cuál es el fundamento último de lo real? Los presocráticos, en su mayoría, habían considerado que los principios constitutivos de la realidad (los arjés) no trascendía lo material. 2. ¿Cómo es el conocimiento de la realidad? Para Heráclito sólo había conocimiento de los sentidos; por ello, todo es devenir. Por su parte, Parménides otorgó la exclusividad a la razón y al ser inmutable.3. ¿Cuál es el criterio último para la acción humana? Los sofistas habían afirmado que no existe un criterio moral absoluto, sino que todo es relativo en cuestiones éticas y políticas, de forma que el bien y el mal dependen de la variable voluntad de los hombres. Al igual que Sócrates, Platón consideró inadmisibles estas posturas: que lo real se redujese a lo meramente corpóreo y cambiante, o que la razón y los sentidos fueran excluyentes, o que no existiera un criterio moral perenne. De este modo, para buscar una salida a estas cuestiones, pensó: 1. Hay un ámbito de la realidad que trasciende lo sensible (no todo es material y cambiante). 2. Tanto los sentidos como la razón nos dan a conocer porciones diferentes de la realidad. 3. Lo bueno no es relativo, ya que pertenece a esa parte inmaterial e inmutable de lo real.
Dos mundos
Con estos planteamientos de fondo, desarrolló su teoría de las ideas, con la que trató de explicar una extensa gama de temas filosóficos: la realidad física, la moral, el conocimiento… Según esta teoría, no hay una sola realidad, sino dos mundos o ámbitos distintos: Un universo que podemos experimentar mediante los sentidos. Se trata del mundo sensible, compuesto por cosas materiales, cambiantes, el cual da lugar a un conocimiento de opinión, por lo que se puede denominar mundo dóxico (del griego doxa, ‘opinión’). Este mundo incluiría la pluralidad y el cambio defendidos por Heráclito. Además de este ámbito, para Platón existe otro tipo de realidad, un mundo inteligible, que va más allá de lo que perciben nuestros sentidos y que está constituido por ideas, realidades inmateriales e inmutables que solo se pueden conocer mediante la razón y que posibilitan un saber universal y permanente.
El mundo inteligible, también denominado mundo eidético (del gries eidos, ‘idea’ o ‘forma’), posee casi todas las carácterísticas del ser de Parménides y conduce a la existencia del Bien en sí. La objetividad de las ideas supónía la superación del relativismo de los sofistas. Participación (méthexis) e imitación (mímesis) Aunque los dos mundos son distintos, entre ellos existe una relación de participación (méthexis) e imitación (mímesis). El mundo sensible participa del mundo inteligible, de modo que las cosas son lo que son, tienen una esencia unitaria y permanente, porque participan de las ideas. Para Platón, hay ideas de todo cuanto existe en el mundo sensible y cambiante. El hombre es hombre por que participa de la idea de hombre; lo mismo sucede con todas las demás realidades sensibles. Esta participación trasciende el ámbito material, de manera que, cuando las cosas participan de las ideas, estas permanecen inmutables e idénticas a sí mismas. El mundo material imita el mundo de las ideas, porque las cosas que percibimos con nuestros sentidos son copias de aquellas, menos perfectas, y sometidas al cambio y la pluralidad. Los seres materiales copian las ideas de manera semejante a como la sombra de un cuerpo copia imperfectamente ese cuerpo.
Las ideas y sus propiedades
Existen, pues, dos mundos para Platón. El mundo sensible, de alguna mane ende del mundo de las ideas. Pero ¿qué son realmente las ideas? Las ideas platónicas tienen mucho que ver con el concepto y la definición que Sócrates buscaba para expresar la esencia de las cosas. Según este autor, los conceptos universales pueden ser alcanzados por la razón, que debe descubrirlos y extraerlos del interior del alma. Pero ¿cómo han llegado hasta allí? Platón respondíó con su teoría de las ideas: se hallan en el alma porque existen en un mundo aparte, al que solo ella puede acceder.La conclusión a la que llegó el filósofo ateniense es que las ideas no existen en las cosas, en la mente ni en las definiciones, sino que tienen una realidad en sí, trasciende lo sensible, son esencias separadas de las cosas.La virtud es algo interior del alma que le proporciona armónía y salud. No es una simple habilidad técnica que se puede enseñar en un sentido meramente externo, sino que ha de brotar del alma de quien la busca (aunque requiera el apoyo de alguien que ya haya transitado el camino de la virtud). Platón pensaba que la verdadera educación es interior, es un autoaprendizaje. Sigue en la 10
La virtud es un saber o conocimiento acerca del bien. Ser virtuoso consiste en ser capaz de distinguir los bienes verdaderos de los aparentes y fugaces. Si actuamos mal es debido a la ignorancia, le impiden al alma desvincularse de lo sensible y material. La virtud es una purificación para el alma que le permite liberar del cuerpo y retornar al mundo de las ideas tras la muerte. De hecho, el hombre virtuoso se desliga del cuerpo ya en la vida mortal, pues no se deja arrastrar por los deseos sensibles. Platón entendía que el alma debe convivir con el cuerpo mientras permanece unida a él y por eso necesita cierta satisfacción sensible. Pero si esta se sobrevalora, impide al hombre dirigirse a su verdadero fin. La virtud es el dominio de la razón sobre las demás partes del alma y sobre el cuerpo; con ella, cada una de las partes del alma y del cuerpo cumple su función de modo adecuado, esto es, racional. Platón expuso en el libro IV de La República cuatro tipos de virtudes:La sabiduría o prudencia (sofía) radica en la parte racional del alma y proporciona a las otras partes el conocimiento de lo que es conveniente para ellas y para el conjunto del alma. Su misión es dirigir bien tanto a los miembros del alma como a los de la comunidad. Sabio es, por lo tanto, quien dirige sus acciones de acuerdo con la ciencia y no con la opinión. La valentía o fortaleza (andreia) se asienta en el alma irascible y regula los impulsos y pasiones nobles. Con ella, las pasiones se someten a la razón para distinguir lo que se debe de lo que no se debe temer. La moderación o templanza (sofrosine) es la virtud propia del alma concupiscible y modera los deseos para que el hombre haga uso de los placeres sensibles con medida y equilibrio, actuando según el dictado de la razón. La justicia (diké) consiste «en hacer lo que corresponde a cada uno de modo adecuado» y en «que cada uno no se apodere de lo ajeno ni sea privado de lo propio». En el caso del individuo, esta virtud lo capacita para que cada parte del alma realice bien la función que corresponde. En su dimensión social, una polis es justa cuando todos los ciudadanos desempeñan satisfactoriamente sus funciones en el conjunto y cumplen con su deber.
El ser humano
Platón describe al individuo humano como un ser compuesto de alma y cuerpo. El alma es la parte más alta y digna, porque es semejante a lo divino, es decir, a las ideas; por su superioridad, el alma debe regir el compuesto humano. El cuerpo, por el contrario, debe ser gobernado por el alma, ya que es imperfecto; además, el cuerpo supone un obs- táculo para el alma en su anhelo por alcanzar la contemplación de la verdad y el bien. Siguiendo la opinión de los pitagóricos, Platón consideró que el cuerpo es como una cárcel para el alma, de la que desea salir para vivir junto a las ideas. La asociación de alma y cuerpo no es completa, porque es una uníón temporal y accidental. Es temporal porque no dura siempre, pues se deshace tras la muerte del ser humano. Es accidental porque ambos elementos nunca pierden su identidad propia dentro del compuesto; en la antropología platónica, alma y cuerpo están unidos, pero siguen siendo dos cosas distintas, como el piloto y la nave, o como el jinete y el caballo. El cuerpo humano, al pertenecer al mundo sensible, siempre ha estado en este mundo en el que vivimos, pero ¿dónde ha estado el alma humana antes de unirse al cuerpo?, ¿cuál es su origen? El pensador ateniense consideró que el alma preexistíó en el mundo de las ideas antes de unirse al cuerpo y esto lo sabemos por su afinidad con ellas. Si el alma tiene que ver con el mundo inteligible, es porque preexistíó en él con anterioridad. Entonces, si el alma habitaba en el mundo de las ideas y era feliz allí, ¿por qué ha abandonado aquel mundo para introducirse en un cuerpo? Platón trató de responder a este interrogante considerando que el alma humana en si mismas no posee una completa unidad, por lo que sus elementos no siempre actúan con total armónía. Para intentar aclarar este razonamiento, expuso en Fedro el mito del carro alado. De acuerdo con él, el alma es como un carro tirado por dos caballos: uno representa las inclinaciones o impulsos nobles, mientras que el otro simboliza los apetitos y deseos. El auriga o conductor es la razón, que debe dirigir a ambos. Todo va bien mientras la razón gobierna al hombre, pero cuando el deseo de placeres se desboca, la razón pierde el control, se quiebra la unidad del alma y esta queda sujeta al mundo sensible. A través de la imagen del carro alado, Platón muestra que el alma consta de tres partes o funciones:
La racional, representada por el conductor del carro, que debe g bernar a todo el ser humano y conducirlo al conocimiento de l ideas. Los sujetos en quienes destaque esta parte del alma seránl amantes del saber. La irascible, simbolizada en el caballo bueno, en la cual se encuer tran los impulsos nobles, como la valentía. Aquellos que sean g bernados por el alma irascible serán los amantes del poder y de lo honores. La concupiscible o apetitiva, por la cual el humano busca y desea. El placer sensible, y es arrastrado hacia lo material. Si domina este aspecto del alma, el individuo será amante del placer y del dinero. Esta división tripartita del alma humana ocupó un lugar destacado en el pensamiento del filósofo, porque la empleó para explicar las diversas virtudes y la organización de la sociedad ideal. Otra cuestión importante es saber si el alma permanece cuando se separa del cuerpo tras la muerte y este se corrompe. Al igual que los pitagóricos, Platón sustentó que el alma es inmortal. No obstante, a diferencia de ellos, trató de razonarlo, alegando que el alma humana es semejante a las ideas porque ha vivido junto a ellas y las ha contemplado antes de introducirse en un cuerpo; por consiguiente, es afín a lo divino y es imperecedera. Es decir, pertenece a su esencia perdurar, aun cuando el cuerpo desaparezca. En el diálogo Fedón escribe: «El alma es lo más semejante a lo divino, inmortal, inteligible, uniforme, indisoluble y que está siempre idéntico consigo mismo». Al igual que las ideas, no tiene partes materiales y, por tanto, no puede morir, pues no puede descomponerse ni corromperse.
Tras la muerte, el destino del alma es alcanzar y contemplar nuevamente el mundo de las ideas. Sin embargo, siguiendo a los pitagóricos, Platón afirmó que no todos lo consiguen, pues el alma que no se libera plenamente de los im- pulsos que la atan al mundo sensible pasará (transmigrará) de un cuerpo a otro después de la muerte; ese otro cuerpo podrá ser humano o animal, dependiendo de lo racional o irracional que haya sido su vida. Solo podrá lograr su objetivo cuando esté enteramente purificada de lo terreno mediante una vida virtuosa.
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