02 Ene
Tema 6: La conflictiva construcción del estado liberal (1833-1874).-
1. El carlismo como último bastión absolutista: ideario y apoyos sociales. Las guerras carlistas.-
Aunque el fin del Trienio liberal (1820-1823) supuso la vuelta del absolutismo en España y la represión contra los liberales, también supuso la entrada de cierta modernización administrativa que despertó el rechazo de los sectores más reaccionarios, sucediendo lo que podríamos llamar antecedentes del carlismo, como la rebelión de los Agraviados o Malcontents (1827). De esta manera,los realistas más exacerbados, los apostólicos, fueron agrupándose en torno a la figura del hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro.
Así, a la muerte de Fernando VII en 1833 estalló el problema sucesorio. Felipe V había introducido la Ley Sálica, de origen francés, y que prohibía reinar a las mujeres. En previsión de que el embarazo de la reina fuera de una niña, en 1830 el rey había promulgado la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica, que Carlos María no aceptó.
Dos días después de la muerte del rey, Carlos María Isidro se proclamó rey de España en el Manifiesto de Abrantes y a la reina regente, María Cristina no le quedó más remedio que buscar el apoyo de los liberales para garantizar los derechos sucesorios de su hija Isabel.
Estalla la así la guerra civil, la Primera Guerra Carlista (1833-1840) entre carlistas y cristinos o isabelinos. La guerra es mucho más que una cuestión sucesoria, agrupándose en el carlismo a todos aquellos sectores que temen una sociedad de tipo liberal: parte de la nobleza, los miembros más reaccionarios de la administración y del ejército, el bajo clero (la jerarquía eclesiástica se mantuvo ambigua), pequeño campesinado y parte de los artesanos.
El ideario político carlista giraba en torno a varios puntos básicos: absolutismo monárquico, un catolicismo excluyente, idealización del medio rural y rechazo a la nueva sociedad urbana e industrial y la defensa de los fueros.
El carlismo se focalizó en varias zonas: en el Levante (en la zona del Maestrazgo); el interior de Cataluña (en torno a la Seo de Urgell); y el “Norte” (provincias vascas y Navarra). Todas ellas zonas donde tenía importancia el pequeño campesinado. Esto explicaría el fuerte apoyo que tenía el carlismo en zonas que no controlaba directamente, como Castilla-León o Galicia, y que no dominara ni un solo núcleo urbano de importancia.
De los tres conflictos armados que desencadenó el carlismo, los dos primeros tuvieron lugar en el reinado de Isabel II, siendo la primera guerra carlista mucho más dramática y la segunda guerra carlista o Guerra dels Matiners (1846-1849) circunscrita a partidas guerrilleras en la Cataluña rural.
Aunque la Primera Guerra Carlista fue sobre todo un conflicto interno, tuvo proyección exterior, con las potencias absolutistas (Austria, Prusia y Rusia) apoyando a los carlistas y Francia, Inglaterra y Portugal a los liberales y con generales de valía en los dos bandos, como Zumalacárregui y Cabrera en el carlista y Espartero en el isabelino.
Afianzados los carlistas en los territorios nombrados, la estrategia del pretendiente Carlos es tomar una ciudad importante –Bilbao- para obtener reconocimiento internacional. Zumalacárregui muere en el sitio de Bilbao en 1835, que no puede ser tomada por los carlistas.
Tras este fracaso, los carlistas organizan expediciones, como la de Gómez, que llega a Gibraltar (muy efectista, pero sin resultados prácticos) o la llamada Expedición Real de 1837 que llegó hasta Madrid y que se retiró de sus puertas de manera inesperada.
Tras la retirada, las desavenencias entre los carlistas aumentaron. La guerra terminó con el Convenio de Vergara (1839), por el que se reconocen los grados y empleos de la oficialidad carlista.
Las consecuencias de la guerra carlista fueron importantes. Además de los elevados costes humanos y materiales, la aparición del carlismo inclínó a la monarquía a los liberales; dio un gran protagonismo político a los militares, que se convirtieron en los árbitros de la vida política como demuestra la práctica del pronunciamiento, y los enormes gastos militares condicionaron actuaciones como la desamortización de Mendizábal.
2. El triunfo y consolidación del liberalismo en el reinado de Isabel II.-
a) Etapa de las Regencias (1833-1843):
El reinado de Isabel II (1833-1868) se divide en dos etapas, una correspondiente a su minoría de edad (1833-1843) que hizo necesaria la regencia de su madre, María Cristina (1833-1840), primero, y de Espartero (1840-1843) después. La segunda (1843-1868) ya corresponderá al reinado efectivo, con su mayoría de edad.
Será durante las Regencias, cuando los sucesivos gobiernos liberales realicen el desmantelamiento del Antiguo Régimen. María Cristina llamó al gobierno a Cea Bermúdez, personaje en la línea del “absolutismo moderado” y partidario de la monarquía absoluta mejorando la gestión administrativa: es cuando se realiza cierta liberalización económica y la división provincial de Javier de Burgos.
La guerra carlista obligó a la Regente a llamar a Martínez de la Rosa (1834), liberal de la línea moderada. Se promulga el Estatuto Real de 1834, que era una Carta Otorgada, ya que se trataba de una concesión de la reina, y que se centra en la reforma de las Cortes del Antiguo Régimen: las nuevas Cortes serían bicamerales, con un Estamento de Próceres de designación real) y un Estamento de Procuradores (elegibles mediante un sufragio censitario muy restringido). Sus funciones eran puramente consultivas –al estilo del Antiguo Régimen- y eran convocadas, suspendidas y disueltas por el monarca. No hay ninguna mención a derechos individuales. Esta solución de compromiso entre absolutismo y liberalismo no satisfizo ni a los carlistas ni a los liberales menos conservadores y se consolidó la división entre moderados y progresistas.
El malestar de los progresistas y la mala gestión en la guerra carlista lleva al gobierno al progresista Álvarez Mendizábal (Septiembre 1835). En su mandato se produce la desamortización de los bienes del clero regular (conocida como Desamortización de Mendizábal) y posterior subasta, que se planteó como necesaria para sanear la Hacienda y hacer frente a la amenaza carlista.
También se planteó como un medio para convertir a los nuevos propietarios en adeptos a la causa liberal. Para evitar que los campesinos optaran a las tierras se vendíó la tierra en grandes lotes y se aceptó como medio de pago los depreciados títulos de deuda pública: así se creó una clase de latifundistas rentistas.
El descontento de la reina, hizo que fuera sustituido por Istúriz en el gobierno. Esto provocó el motín de los sargentos de la Granja (Agosto 1836) que obligó a María Cristina a promulgar la Constitución de 1812 y volver a entregar el poder a los progresistas. Se produce definitivamente el fin del sistema legal del Antiguo Régimen: abolición de los mayorazgos y del régimen señorial (muy favorable a los señores al concederles la plena propiedad de las tierras frente a los campesinos). También restablecíó la Ley Municipal del Trienio que permitía la elección de alcaldes.
Las nuevas Cortes elaboraron una nueva constitución, y a pesar de su mayoría progresista, hicieron un texto capaz de contentar a los moderados. La Constitución de 1837 proclamaba la Soberanía Nacional, Cortes bicamerales con un Congreso elegido por sufragio censitario y un Senado de designación real. El rey poseía el poder ejecutivo, el de vetar las Cortes y el de disolverlas. También se recogían derechos individuales y la libertad de imprenta. No se establece la confesionalidad de la religión católica, pero si su mantenimiento por parte del estado.
Con el nuevo marco constitucional, se suprimen los diezmos, las aduanas interiores y los gremios.
En el mismo año tras las elecciones, los moderados vuelven al poder, pero en 1840 la oposición de la Regente a la Ley de Ayuntamientos llevó a los progresistas al poder, que contaban con el vencedor de la guerra carlista Espartero, a obligar a renunciar a la reina, que abandonó el país. Espartero fue nombrado Regente y presidente del gobierno.
La política autoritaria del general le valíó la oposición de su propio partido. En 1842, ante las manifestaciones en Barcelona oponiéndose a un tratado de librecambio con Inglaterra, mandó bombardear la ciudad. Las Cortes protestan y Espartero las disuelve. Tras esto, moderados y progresistas unen fuerzas y organizan un pronunciamiento militar en 1843 encabezado por Narváez. Para evitar una nueva regencia, Isabel II es declarada mayor de edad con 13 años.
b) Reinado efectivo (1843-1868):
Isabel II, con una educación poco apropiada y con una vida privada que debilitaba su posición, tuvo una política errática y se dejó influir por una camarilla cortesana aunque siempre prefirió los moderados a los progresistas. Su reinado acabaría con la Revolución Gloriosa de 1868, que la llevaría al destierro.
Podemos distinguir tres etapas en este reinado:
● La primera etapa del reinado efectivo de Isabel II se inició con el gobierno de los moderados, es la conocida como Década Moderada (1844-1854). El conservadurismo de esta etapa queda reflejada en la Constitución de 1845, que aunque se presentó como una simple reforma de la Constitución de 1837, lo cierto es que refleja las teorías del “liberalismo doctrinario”, con la sustitución de la soberanía nacional por la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes, y con los poderes de la Corona aumentados (podía nombrar ministros, senadores en número ilimitado y disolver Cortes). En cuanto al derecho a sufragio, siguió siendo censitario pero se limitó aún más, pues se necesitaba una contribución mínima de 400 reales para tenerlo, con lo que no se llegaba a un 1% de la población.
La firma en 1851 de un Concordato por el que el Estado español se compromete a mantener el culto y clero y la confesionalidad de la religión católica es muestra de este conservadurismo.
El rasgo político-administrativo de la Década Moderada es la centralización: Alejandro Mon crea un sistema tributario común que elimina las particularidades regionales, se crea el Banco de España, se crea la Guardia Civil (1844) y en 1845, la Ley de Ayuntamientos, por la que la Corona nombrará a los alcaldes en las ciudades de más de 2.000 habitantes.
La figura política de esta época es el general Narváez, “espadón” del Partido Moderado y Presidente durante casi toda la década. La llegada a la Presidencia de Bravo Murillo, en 1852, supuso un intento de reforma de la Constitución en un sentido menos representativo aún y su proyecto de gobierno causó malestar. Esta oposición acabará en “la Vicalvarada”, pronunciamiento dirigido por el general O´Donnell.
● Con este pronunciamiento militar en Vicalvaro de Junio de 1854, que fue acompañado por el “Manifiesto de Manzanares” de Cánovas del Castillo unos días después, entramos en la siguiente etapa, la del bienio progresista (1854-1856). Isabel II ante los acontecimientos, se vio obligada a llamar al poder a Espartero. En este bienio es evidente el protagonismo de Espartero. Esta nueva etapa política solo duró dos años, pero el avance del sistema liberal fue notable.
Se decretó la Ley de Desamortización General (1855), de Pascual Madoz, también conocida como Desamortización Civil, ya que afectaba principalmente a los ayuntamientos aunque también lo hacía a los bienes del clero secular. Con ella se pretendía financiar la construcción del ferrocarril en España. En consonancia con lo anterior, se aprobó la Ley General de Ferrocarriles, del mismo año, que fijaba el trazado esencial de la red ferroviaria actual y que se financió con capital y material esencialmente franceses.
También se elaboró una nueva Constitución en 1856, (la “non nata” pues nunca entró en vigor), en la que se limitaba el poder de la Corona y se ampliaban los derechos individuales.
Pero en 1856, la Corona, los moderados y la Iglesia, a los que se uníó O´Donnell por el desacuerdo con los progresistas acabaron con el bienio. O´Donell era el líder del partido de la Uníón Liberal, un grupo de centro entre moderados y progresistas.
● Se produce entonces hasta 1868 una tercera etapa caracterizada por la alternancia en el poder entre los moderados y la Uníón Liberal. En 1856 vuelve al poder Narváez, en 1858 y hasta 1863 gobierna O´Donnell (el llamado “gobierno largo” de la Uníón Liberal”), tras lo cual vuelven los moderados con Narváez y González Bravo.
En 1857 se aprueba la “Ley Moyano” que regula la enseñanza y vigente durante un siglo. Pero el rasgo definitorio de esta etapa es la activa política exterior española durante el gobierno de la Uníón Liberal, con la que O´Donnell pretendíó devolver a España el prestigio exterior con intervenciones en México y la Cochinchina de la mano de la Francia de Napoleón III, y episodios como la Guerra del Pacífico, la efímera anexión de Santo Domingo y la Guerra de Marruecos. Toda esta política se saldó con cuantiosas pérdidas y escasos resultados.
El exclusivismo de los moderados, que impedía la participación en el gobierno a los progresistas, hizo que estos derivaran hacia la conspiración no solo contra el gobierno, sino también contra la Corona. En 1866, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende, por el que se comprometieron en derrocar a Isabel II, pacto al que se adhirió la Uníón Liberal de Serrano (O´Donnell había fallecido) en 1867. El triunfo de la “Revolución Gloriosa” de 1868 llevó al exilio a Isabel II y al comienzo de una nueva época: el Sexenio Revolucionario.
El Sexenio Democrático.-
a) La Revolución Gloriosa de 1868.-
Entre 1868 y 1874, van a producirse una serie de revoluciones: una revolución de tipo liberal, otra de signo democrático y la aparición de una república que terminará siendo federal. Paralelamente, va marchando el movimiento obrero.
Aunque la Revolución del 68, “La Gloriosa”, nace aparentemente como otro pronunciamiento militar más, con la sublevación de la escuadra en Cádiz, esta vez no se llama al monarca para cambiar gobierno, sino que se apela a la nacíón para cambiar de Régimen.
Las causas del Sexenio Democrático o Sexenio Revolucionario hay que buscarlas en la crisis económica (financiera, industrial y de subsistencias) y política del final de la monarquía isabelina. Paralelamente a las causas económicas, están las causas políticas: apartado del poder, el Partido Progresista (con el general Prim a la cabeza) no podía acceder a él por vías constitucionales y en Agosto de 1866 firma con el Partido Demócrata el Pacto de Ostende, en el que se comprometen a derrocar a Isabel II. La muerte de O´Donnell, el líder de Uníón Liberal, ahora dirigida por el general Serrano, permite que este partido se una al año siguiente al Pacto. La Revolución Gloriosa de 1868 dispondrá de dos elementos para triunfar: el ejército y las Juntas Revolucionarias.
Esta revolución se inició en Cádiz, donde el 18 de Septiembre con el lema “Viva España con honra” se subleva la flota al mando del Almirante Topete. El gobierno envía al Marqués de Novaliches a detener a los revolucionarios, siendo derrotado cerca de Córdoba, en la batalla de Alcolea y la reina Isabel II, tuvo que cruzar la frontera francesa hacia el exilio. Tras la victoria, los demócratas se dividirán en monárquicos (son los “cimbrios”), republicanos (cuyo líder es Castelar) y los republicanos federales de Pi i Margall.
Era el demócrata un partido fundado en 1849, con el objetivo de lograr el sufragio universal masculino. En sus inicios se situó a la izquierda del partido progresista. Será en la etapa final del reinado de Isabel II cuando alcance relevancia.
b) El Gobierno Provisional y la Constitución de 1869.-
Los encargados de formar un nuevo gobierno son los generales Prim y Serrano. En este gobierno habrá unionistas (Topete) y progresistas (Prim, Sagasta, Ruiz Zorrilla), quedando los demócratas fuera del gobierno. Se produce una dualidad de poderes, y mientras el gobierno provisional se decanta hacia la monarquía como forma de gobierno, las Juntas se decantan por la república. Prim logra eliminar las Juntas y se convocan elecciones a Cortes constituyentes para Diciembre de 1868.
Las Cortes redactan la nueva Constitución, sus carácterísticas son: se trata de una Constitución democrática, en la que se manifiesta la soberanía nacional, el sufragio universal, las libertades individuales y la libertad de culto (aunque el estado se compromete a financiar el culto católico). El poder ejecutivo corresponde al rey y los ministros y el poder legislativo es bicameral, con Congreso y Senado (de elección popular).
Tras aprobar la Constitución, había que buscar un rey y se nombra regente a Serrano, y a Prim encargado de formar gobierno y traer un monarca.
c) La Monarquía de Amadeo I (1871-1873).-
Tras múltiples avatares en la búsqueda de un nuevo rey para España, algunos con tan graves consecuencias como la guerra Franco-prusiana ante la posibilidad de que un Hohenzollern alcance el trono español, el nuevo rey será Amadeo de Saboyá, duque de Aosta e hijo del rey de Italia Víctor Manuel.
La muerte de Prim, asesinado en la calle del Turco, hizo perder a Amadeo a su principal valedor. Desde el principio no tuvo las cosas fáciles: el pueblo no veía con simpatía al “rey italiano” y la aristocracia española le hacía el vacío. Tuvo que hacer frente a los independentistas cubanos en la “Guerra Larga” (1868-1878), a los republicanos y a los carlistas, que comenzarían una guerra en 1872. También son constantes los desórdenes provocados por el movimiento obrero en relación con la AIT.
El primer gobierno, presidido por Serrano, fue de coalición entre los dos partidos que habían surgido de unionistas, progresistas y demócratas monárquicos: el Partido Constituyente de Sagasta y el Partido Radical de Ruiz Zorrilla; coalición que no prosperó. A este primer gobierno hay que añadir cinco más.
Al final, el rey abdica aprovechando la cuestión del “Arma de Artillería”(discrepancias entre el gobierno y los militares por un tema de ascensos). El 11 de Febrero de 1873, las Cortes proclaman la Primera República.
d) La Primera República (1873-1874).-
Tendría cuatro presidentes en sus once meses de existencia. A los problemas heredados del reinado (carlismo, guerra de Cuba, movimiento obrero), ahora se añadirá el enfrentamiento entre republicanos (unitarios y federales), que llega a su máximo en el cantonalismo.
El primer presidente de la República es Estanislao Figueras, con un gobierno de radicales (Ruiz Zorrilla) y republicanos, que fracasó por su enfrentamiento, y el uno de Junio se convocan Cortes Constituyentes y se nombra presidente a Pi i Margall: se instaura la República Federal.
Pi i Margall busca salvar el orden y la conciliación con la rama intransigente. Se elaboró la Constitución de 1873, que reconocía derechos sociales, reglamentaba el trabajo de mujeres y niños y establecía una estructura federal del estado. Todo esto no evitó el movimiento cantonal, especialmente activo en Andalucía y Levante (Cartagena, Alcoy) y que acabó con el gobierno de Pi i Margall.
El cantonalismo es un movimiento insurreccional que aspira a dividir el Estado nacional en cantones casi independientes. Partidario de un federalismo de carácter radical (reparto de la riqueza, mejoras proletarias…), su objetivo es establecer una serie de ciudades o confederaciones de ciudades (cantones) independientes que se federarían libremente. El cantonalismo fue eminentemente un fenómeno de la pequeña burguésía, que además tuvo una gran influencia sobre el naciente movimiento obrero, y constituyó un precedente para el anarquismo en España
El nuevo presidente de la República, Nícolás Salmerón, liquidó varios cantones pero no pudo terminar con el de Cartagena. En Septiembre de 1873, decidíó dimitir para no firmar una pena de muerte, subiendo a la presidencia de la República Castelar, que acabó con el problema cantonal apoyándose en el ejército.
Castelar llegó a suspender el proyecto de Constitución e incluso las sesiones de Cortes. Ante esto, los parlamentarios republicanos propusieron contra él un voto de censura. El 2 de Enero de 1874, Castelar era derrotado en la votación en el Congreso. Es cuando el Capitán General de Madrid, el General Pavía disuelve las Cortes.
Tras el Golpe de Estado, el general Serrano formó un gobierno prácticamente dictatorial en el que se manténían las formas republicanas. Actuó contra el movimiento obrero y disolvíó las secciones españolas de la Primera Internacional.
Pero el proyecto de la “República de orden” no prosperó. Las fuerzas más conservadoras ya habían decidido apoyar la candidatura al trono del hijo de Isabel II, Alfonso. Candidatura que había sido hábilmente promovida por Cánovas (Manifiesto de Sandhurst) y el ejército, la aristocracia, la banca, los industriales y el alto clero decidieron que había que restaurar la monarquía: el 29 de Diciembre de 1874, el general Martínez Campos restauraba en Sagunto la monarquía borbónica con un pronunciamiento militar.
Los inicios del movimiento obrero.-
a) Introducción:
El movimiento obrero es el proceso organizativo y reivindicativo de los trabajadores para conseguir unas mejoras de vida y de trabajo. Se desarrolla en paralelo al proceso de industrialización.
A lo largo del Siglo XIX podemos hablar de una:
– Etapa inicial (Hasta 1868), caracterizada por la debilidad y la subordinación del movimiento obrero a los partidos políticos burgueses (progresistas, demócratas, republicanos) de los que actúa como fuerza de choque.
– Etapa de formación (1868-1900), caracterizada por la debilidad y por la implantación y consolidación de las ideologías obreras (marxismo y anarquismo).
Durante todo el Siglo XIX los trabajadores industriales son una minoría, en crecimiento, dentro del conjunto de la población activa. Viven hacinados en barrios periféricos de las ciudades, construidos sin ningún tipo de servicio, auténticos focos de enfermedades. Sufren jornadas de 10 a 14 horas, incluidos mujeres y niños, en condiciones de carencia absoluta de seguridad (frecuentes accidentes) e higiene en el trabajo. Los salarios bajos (más aún para mujeres y niños), apenas permitían la subsistencia. Sin ninguna cobertura en caso de paro que se produce frecuentemente, como consecuencia de las crisis o de los avances de la mecanización.
b) Desarrollo:
El movimiento obrero nace en la década de los 30 y su desarrollo va a seguir los mismos caminos que a nivel internacional.
▪ En la etapa inicial (hasta 1868), digamos que:
– El ludismo que va a tener un escaso desarrollo en España (incendio de la fabrica Bonaplata en 1835), al igual que el socialismo utópico (intento de crear falansterios o de introducir reformas basadas en las ideas de Blanquí, Saint-Simón, Proudhom, etc).
– Políticamente el movimiento obrero se caracteriza estos años por la falta de autonomía: protestas, junto con los patronos, contra la política librecambista de Espartero. A partir del bienio los caminos de obreros y patronos se separan. No obstante, el movimiento obrero sigue vinculado políticamente al progresismo y, después, a demócratas y republicanos.
Durante el bienio progresista (1854-1856) tuvo un gran desarrollo: aparecen con claridad sus reivindicaciones (mejoras salariales, reducción de jornada, mejora de la seguridad e higiene en el trabajo, regulación de las condiciones de trabajo de mujeres y niños, derecho de asociación y de negociación colectiva, etc.); sus métodos de lucha (huelga general en Barcelona en 1855) y la necesidad de la acción política para alcanzar sus reivindicaciones (envío de representantes al Congreso respaldados por 33.000 firmas). La Ley del Trabajo, aprobada por las Cortes no satisfará las aspiraciones de los obreros. Los obreros pasan de apoyar a los progresistas a hacerlo con demócratas y republicanos.
Con Narváez las asociaciones obreras son prohibidas y el movimiento obrero se politiza progresivamente.
▪ En la etapa de formación (1868-1900) digamos que:
– En la revolución de 1868 participan de forma decisiva, aunque hay claras diferencias entre sus lideres y los políticos demócratas y republicanos, más preocupados por las conquistas políticas que por los problemas de los trabajadores.
– Con la implantación en España de la Asociación Internacional de trabajadores (AIT) se produce la separación definitiva del movimiento obrero respecto a demócratas y republicanos. En 1868 llega a España Fanelli, enviado por Bakunin para organizar la sección española de la AIT. En 1870 se celebra el 1º Congreso de la Internacional en representación de unos 30.000 afiliados (mayoría anarquista).
En 1871 llega a España Paúl Lafargue (marxista). Se produce el contacto con obreros madrileños (Pablo Iglesias) y la creación de la sección española del ala marxista de la AIT.
– En estos años se consolida en Europa la división del movimiento obrero en dos tendencias: anarquismo y socialismo marxista.
El anarquismo es la corriente mayoritaria, con fuerte implantación en el arco mediterráneo (obreros textiles), Andalucía y Extremadura (jornaleros).
A finales de los años 80 la actuación anarquista sigue dos orientaciones diferentes: el activismo sindical (anarcosindicalismo), mayoritario; y el camino de la violencia, practicada por grupos minoritarios, que crispa la situación política y social (pistolerismo patronal, ley de fugas, etc.) y convierte al anarquismo en el terror de la burguésía y las clases medias.
El marxismo va a arraigar en Madrid. En 1872 se creó la Asociación del Arte de Imprimir y de este núcleo de tipógrafos nacerá el PSOE en 1879. Su programa se divide en dos: el programa máximo (conquista del poder político por la clase obrera; abolición de las clases sociales, supresión de la propiedad privada y transformación en propiedad colectiva) y el programa mínimo (sufragio universal; derecho de reuníón y asociación; libertad de prensa; abolición de la pena de muerte; etc). Este último es un programa similar al del Partido Demócrata.
En 1888 se funda la UGT, como sindicato del PSOE, establecíéndose la diferencia entre partido, con objetivos políticos, y sindicato, cuya función era la defensa inmediata de los trabajadores.
Desde 1890 el PSOE empieza a presentar candidatos a las elecciones y comienza a tener fuerza en las ciudades, en contraste con su escasa fuerza entre los campesinos.
– Al margen de anarquismo y socialismo, a finales de siglo aparece en España, al igual que en otros países un movimiento obrero de inspiración catolíca (Círculos Católicos), basado en la encíclica de León XIII “Rerum Novarum”, caracterizado por preconizar la colaboración de clases y por tratar de satisfacer las reivindicaciones de los obreros al margen de las organizaciones marxistas o anarquistas, dado el ateísmo militante de estas. Se implantación en Galicia, Castilla y Navarra y escasa fuerza en las zonas industriales (Barcelona, Bilbao, Asturias) o de jornaleros agrícolas (Andalucía, Extremadura). De todas formas tiene escasa implantación en el conjunto de la clase obrera.
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