15 Nov

Vida y Obra

Francisco de Goya, un pintor español difícil de clasificar, vivió entre los siglos XVIII y XIX, sirviendo a cuatro reyes: Carlos III, Carlos IV, José Bonaparte y Fernando VII. Su obra transitó entre el Neoclasicismo y el Romanticismo, anticipando movimientos posteriores como el Impresionismo, el Surrealismo y el Expresionismo. Dominó diversas técnicas, desde la pintura mural hasta el grabado, y exploró una amplia gama de géneros, incluyendo el retrato, el bodegón, la pintura religiosa e histórica, y la escena costumbrista.

Primeros Pasos y Ascenso

Sus inicios fueron difíciles. Tras ser rechazado dos veces por la Academia de San Fernando, Goya decidió financiar su propio viaje a Italia. A pesar de no obtener el premio de la academia de Parma, a su regreso a Zaragoza trabajó en la Basílica del Pilar y se casó con Josefa Bayeu. Gracias a su cuñado, el reconocido artista Francisco Bayeu, Goya se trasladó a la Corte de Madrid.

A los treinta años, Goya fue contratado por la Real Fábrica de Santa Bárbara para diseñar cartones para tapices que decorarían las «casitas» de los Príncipes. Sus diseños reflejaban la vida cotidiana, incluyendo toreros, tonadilleras, y gente del pueblo. También realizó obras de género pastoril y retratos para la aristocracia madrileña, como La Cucaña y El Columpio para los Duques de Osuna, quienes también le encargaron obras religiosas para la Catedral de Valencia.

Goya también cultivó el retrato, representando a figuras destacadas como los arquitectos Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva, literatos como Jovellanos y Meléndez Valdés, y miembros de la nobleza. Su éxito le llevó a ser nombrado primer pintor de cámara de Carlos IV, a quien retrató junto a su familia en La Familia de Carlos IV, obra inspirada en Las Meninas de Velázquez.

La Sordera y el Cambio Estilístico

En 1792, un viaje a Sevilla le provocó una enfermedad que le dejó sordo. Durante su convalecencia en Cádiz, en casa de su amigo Sebastián Martínez, Goya experimentó un cambio profundo. Años después, regresó a Andalucía para decorar el oratorio de la Santa Cueva y retrató a la Duquesa de Alba en las famosas Maja Vestida y Maja Desnuda.

La sordera y el destierro de sus amigos ilustrados marcaron un antes y un después en su obra. Comenzó a crear grabados con una temática más oscura y satírica, como Los Caprichos, Los Desastres, Los Disparates, y las inquietantes Pinturas Negras.

Los Grabados y la Guerra

Los Caprichos, publicados en 1799, satirizaban los vicios de la sociedad española, lo que llevó a la prohibición de su venta. La invasión napoleónica y la Guerra de la Independencia inspiraron Los Desastres de la Guerra y obras como El 2 de Mayo y El 3 de Mayo, que plasman la violencia del conflicto.

Tras la guerra, Goya se refugió en el mundo de los toros, creando la serie La Tauromaquia. En 1819, adquirió una finca a orillas del Manzanares, donde decoró las paredes con las enigmáticas Pinturas Negras, reflejo de la oscuridad de la época.

Últimos Años y Legado

Con la restauración de la monarquía absoluta en 1823, Goya retrató al rey Fernando VII y pintó la Alegoría de la Villa de Madrid. En Francia, creó La Lechera de Burdeos, una obra precursora del Impresionismo. La obra de Goya, con su variedad temática y estilística, lo consagra como uno de los maestros más importantes de la pintura española.

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