4.- La filosofía NO es una ciencia, es actividad
Las proposiciones sobre hechos -fácticas- son verificables; el hacerlo es tarea de las ciencias empíricas. Las proposiciones sobre conexiones entre signos -tautologías- son ciertas; son el objeto de la lógica. Pero hay proposiciones que no son ni significativas, ni tautológicas;
Wittgenstein las denomina NO-SENTIDOS, SIN-SENTIDOS. Son aquellas que hablan sobre el mundo -las tautologías no hablan sobre el mundo-, pero son intrínsecamente INVERIFICABLES, son pseudoproposiciones o proposiciones sin sentido.
Las proposiciones de la filosofía son generalizaciones sobre hechos y esto ya no es un hecho; no pertenecen a ninguna de las dos categorías admisibles.Si la mayor parte de los problemas filosóficos se han mostrado irresolubles es porque se refieren a lo inexpresable (=impensable): cuando no es posible una respuesta verificable, carece de sentido la pregunta:“respecto a una respuesta que no puede expresarse tampoco cabe expresar la pregunta. El enigma no existe”. Los problemas filosóficos que supongan una realidad trascendental (gnoseológicos, cosmológicos, teológicos, éticos, estéticos) son pseudoproblemas, son producto de «trampas» que tiende el lenguaje.
“El sentido del mundo tiene que residir fuera de él” ,“Por eso tampoco puede haber proposiciones éticas”; “Está claro que la ética no resulta expresable. La ética es trascendental (ética y estética son una y la misma cosa)” .Los problemas de la filosofía son puro misticismo: “no cómo sea el mundo es lo místico sino que sea”. ¿Por qué entonces Wittgenstein escribió una obra de filosofía? Como él mismo dice, para hacer ver esto y concluir que «de lo que no se puede hablar, mejor es callarse».Con esta frase finaliza el Tractatus y, coherentemente, inicia un silencio filosófico que durará hasta 1929. Con una gráfica metáfora explica la utilidad de su obra (y, por tanto, de la filosofía): es como una escalera que nos lleva a reconocer lo absurdo de las proposiciones metafísicas, “tenemos que arrojar la escalera después de haber subido por ella”. La Filosofía tiene una función negativa de crítica del lenguaje que permite disolver sus trampas, mostrar (que no demostrar) que las ‘grandes’ preguntas filosóficas son no-sentidos (“cuantas veces alguien quisiera decir algo metafísico, probarle que en sus proposiciones no había dado significado a cierto signos”.Pero también tiene una función positiva: en tanto que crítica del lenguaje posibilitará una «una aclaración lógica del pensamiento».La Filosofía consistirá no en producir «proposiciones filosóficas», sino en la ACTIVIDAD de esclarecer el significado de los pensamientos confusos.
EL PROBLEMA DEL CRITERIO DE VERDAD
Este planteamiento de autodisolución de la filosofía presenta un grave problema.Una proposición fáctica tiene sentido si es verdadera. ¿Cómo podemos saber si es verdadera?, ¿cuál es el criterio? Wittgenstein, de conformidad con su punto de partida empirista, considera que es verdadero aquello que es verificado por mí. Si los límites del lenguaje son los límites del mundo, los límites de MI lenguaje son los límites de MI mundo; el yo queda reducido al mundo: «yo soy mi mundo» . El yo queda aislado (SOLIPSISMO) en el carácter privado del lenguaje. El solipsismo de Wittgenstein es un solipsismo sin ‘yo’ psicológico, sin sujeto pensante, pero con ‘yo trascendental’, el yo es “el sujeto metafísico, el límite del mundo, no una parte del mundo” INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS: EL ÚLTIMO WITTGENSTEIN.
El objeto de análisis es ahora el lenguaje cotidiano o, según la denominación de Wittgenstein «los juegos del lenguaje»; el lenguaje científico es sólo uno de esos juegos y no necesariamente el más relevante. El cambió de punto de vista, que fue paulatino y, al parecer, se inició no mucho después de publicar el Tractatus, se centra sobre todo en los siguientes aspectos: 1) Abandona la suposición de que hay isomorfismo entre los hechos y las proposiciones y con ello se desprende de la teoría figurativa del sentido. 2) No puede tomarse como absoluta la noción de lo simple, tal como implícitamente se hace al hablar de hechos atómicos y de proposiciones elementales, porque lo simple y lo complejo son nociones relativas al contexto en que se habla (al «juego lingüístico»). 3) Mientras en el Tractatus el significado de un término era su referente (la cosa designada), ahora introduce la distinción entre «significado» lingüístico y «referente» extralingüístico. 4) Frente a la posición eminentemente sintáctica del positivismo lógico, ahora adopta un enfoque marcadamente pragmático; lo que importa analizar es la pluralidad de los usos del lenguaje (juegos). 5) No es posible un lenguaje privado, porque cada juego lingüístico tiene sus reglas y éstas están determinadas por el uso habitual de la comunidad. El nuevo punto de partida puede situarse en una anécdota. Un amigo suyo hizo un gesto de disgusto3 y acto seguido le preguntó cuál es la forma lógica o la gramática de ese gesto. Es decir, además de la función descriptiva, prototípica del lenguaje científico, existen otros usos lingüísticos: mandatos, deseos, etc. ¿Cuántos? Innumerables, dice ahora Wittgenstein. La misma proposición puede expresar diversos significados y éstos no dependen de una relación figurativa con lo hechos, dependen del uso que del lenguaje se esté haciendo. El lenguaje es como una caja de herramientas, una herramienta vale para clavar, otra para atornillar…, la función de cada herramienta viene determinada por su uso, pero la caja de herramientas no tiene una función. En general, pero no siempre, «el significado de un término es su uso en el lenguaje». La acusación de solipsismo que mereció el carácter privado del lenguaje en el Tractatus (los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo) se desvanece porque si el otro no tiene un mundo y con alguna semejanza con el mío, entonces cualquier uso lingüístico se hace imposible. Por otra parte, «cada frase de nuestro lenguaje ‘está en orden como está'», es decir, los juegos del lenguaje no precisan otra justificación que la de su uso. No se trata de corregirlos o regularlos, no hay un lenguaje ideal y normativo como anteriormente había defendido. Respecto del lenguaje ordinario la actitud es hablarlo y entenderlo, o lo que es lo mismo, practicarlo, porque «hablar un lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida». ¿Qué función puede tener en tal contexto la filosofía? El lenguaje es una herramienta y de una herramienta no decimos que es correcta o incorrecta, pero sí que la usamos adecuada o inadecuadamente. «Los problemas filosóficos surgen cuando el lenguaje está de vacaciones». El mismo Tractatus es un ejemplo de cómo los problemas filosóficos no son problemas, sino perplejidades. Un problema se resuelve, una perplejidad se disuelve. Los llamados ‘problemas filosóficos’ son supersticiones engendradas por el lenguaje con sus embelecos; coger el tren para ir a otra ciudad no parece un problema irresoluble, preguntarse por la naturaleza del espacio lleva a delirios incomprensibles. «Un problema filosófico tiene la forma: ´No sé salir del atolladero`”. “¿Cuál es nuestro objetivo en filosofía? Mostrar a la mosca el camino para salir de la botella». La filosofía tiene una función descriptiva (no normativa) de los usos del lenguaje: “La filosofía no puede en modo alguno interferir con el uso efectivo del lenguaje; puede a la postre solamente describirlo. Pues no puede tampoco fundamentarlo. Deja todo como está”. Tiene también una función que ha sido calificada como terapéutica (expresión que a Wittgenstein desagradaba): curarnos del embaucamiento metafísico, porque el uso metafísico del lenguaje es inadecuado ya que transgrede el uso corriente de las palabras (“Nosotros reconducimos las palabras de su empleo metafísico a su empleo cotidiano”). Sin embargo y a diferencia de su primera etapa, ahora Wittgenstein no considera que los ‘problemas filosóficos’ sean meros problemas lingüísticos, su capacidad para fascinar y embrujar a algunos hombres ha de deberse a que expresan cuestiones sobre la realidad que no sabemos cómo tratar. La filosofía no puede explicar ni demostrar nada, pero sí puede hacernos ver «el embrujamiento de nuestra inteligencia mediante el lenguaje» y ayudarnos a deshacer tales supersticiones.
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