16 Dic
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Y EL BOOM DE LA LITERATURA
HISPANOAMERICANA
El boom de la narrativa hispanoamericana surgíó alrededor de los años 60 y 70; este
surgimiento dio paso a una narrativa pura y renovada, lo que permitíó llevar esta
literatura por todo el mundo. No es un movimiento, ni una escuela, sino el producto de
una creación inesperada de jóvenes talentos que demostraron al mundo que
Latinoamérica era capaz de crear obras originales. Esta explosión de creatividad cultural
y social llegó a Europa como un soplo de aire nuevo en un momento en que la novela
europea daba claros signos de asfixia. El escenario mundial de los últimos siglos siempre
había sido protagonizado por escritores europeos, en su mayoría de países dominantes
más desarrollados.
Se podría decir que el boom se inició cuando Vargas Llosa recibíó en 1962 el premio
Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral por su novela La ciudad y los perros,
publicación que, según muchos críticos, supone el medio más poderoso de entrada de la
narrativa hispanoamericana en España, Europa y Norteamérica; mas el boom fue un
fenómeno histórico, no solo comercial.
En la década del 60 se produjo un crecimiento notable de la literatura latinoamericana
desembocando en un vasto reconocimiento mundial, tanto desde la crítica especializada,
como desde el público. La aparición de excelentes novelas que poblaron un espacio que
estaba vacío en nuestra sociedad dio pie al logro de llevar esta literatura por todo el
mundo.
Aunque la figura central del boom es GGM y su obra Cien años de soledad, publicada en
1967, hay muchos autores y obras anteriores a esa fecha que se han vinculado a este
fenómeno: Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Ernesto
Sábato, Juan Carlos Onetti.
Lo que caracteriza a los escritores que se ubican dentro del boom es que se trata de
intelectuales exiliados de sus países,
Con respecto a sus orígenes, los representantes más importantes del boom afirmaron
que eran huérfanos de generación literaria, sin ningún padre latinoamericano de
influencia, sin embargo, reconocieron que debían gran parte de su innovación estilística a
los vanguardistas. Jean Franco señala como una carácterística marcada del boom la
negativa a identificarse con narraciones rurales o anacrónicas, como la novela de la
tierra.
En realidad, los nuevos novelistas hispanoamericanos (Sábato, Onetti, Manuel Puig,
Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Mario Vargas
Llosa.) continuaban en la línea de innovaciones iniciadas por los escritores anteriores a
ellos (en los novelistas latinoamericanos que comienzan a publicar en los años 40 ya se
observa una profunda revolución literaria en la narrativa, influenciados por los
movimientos de vanguardia y por la literatura norteamericana, especialmente la de
William Faulkner, a quien tradujeron).
Algunas de estas innovaciones son:
–
Ampliación temática
Se incrementa la preferencia por la «novela urbana»
Cuando aparezca el ambiente ruralrecibirá un tratamiento muy nuevo.
El tema de la «crisis existencial del individuo«, cuyos protagonistas son solitarios y
presentan dificultades de comunicación.
Novelas donde se aborda el tema del «dictador», que tienen como antecedente
Tirano Banderas de Valle-Inclán
.Otras obras abordan el tema de la historia iberoamericana, la conquista, la
colonización y la tiranía en novelas como Las lanzas coloradas de Uslar Pietri y El
siglo de las luces de Alejo Carpentier.
Incluso, ahondan en el tema de la creación literaria, lo que se denomina la
«metaficción» en novelas como Rayuela de Cortazar o Tres tristes tigres de Cabrera
Infante.
–
La integración de lo fantástico y lo real se consolida
El llamado «Realismo
mágico» es, en efecto, uno de los rasgos principales de los nuevos novelistas (el más
claro ejemplo, Cien años de soledad de García Márquez). Lo fantástico, lo irreal y
extraño se muestra en la novela con la naturalidad que ocurren las cosas
cotidianas.
años 20 y concretamente del Surrealismo sobre la literatura, y será este último uno
de los más reveladores para la literatura hispanoamericana. André Bretón publica en
1924 el Manifiesto surrealista, por el que se promueven las manifestaciones del
sueño y el subconsciente colectivo, ejemplificadas en los mitos, y en definitiva en el
folklore popular. Esto nos conduce a lo mágico y lo maravilloso buscado dentro de la
vida real y en las contradicciones que ella ofrece. García Márquez es uno de los
escritores que evidencian este fenómeno hasta sus últimas consecuencias. Así lo
afirma también Mario Vargas Llosa cuando declara que la literatura
hispanoamericana procede en gran parte de las Crónicas de la conquista de América
y que su manifestación más clara se refleja tanto en la obra de Carpentier como en
la de García Márquez «…Porque en las Crónicas hay esa confusión de lo real y lo
maravilloso, del mundo objetivo y el mítico o legendario» La mixtura de tradición
oral y mitos presentes en la civilización americana como parte de su bagaje
histórico y cultural contribuye a la creación de una literatura proclive a la
abundancia de elementos imaginativos insertos siempre en su realidad más cercana).
– Pero es en el terreno de las formas en donde se observa una mayor ampliación
artística. La estructura del relato es objeto de una profunda experimentación.
Algunas de estas innovaciones son: ruptura de la línea argumental, cambios del punto
de vista, «rompecabezas temporal», «contrapunto», «caleidoscopio», combinación de
las personas narrativas, estilo indirecto libre, monólogo interior.
–
La experimentación de la novela afectará, de modo particular, al lenguaje mismo,
con la superposición de estilos o registros, con distorsiones sintácticas y léxicas,
con una densa utilización del lenguaje poético, etc.
Por debajo de todo ello late el convencimiento de la insuficiencia práctica y estética
del Realismo.
Pero esta ruptura con la técnica realista no supone exactamente un
alejamiento de la realidad, sino una voluntad de abordarla desde ángulos más ricos, más
reveladores y más válidos estéticamente. Esta evidente preocupación estética tampoco
supone que el escritor abdique de propósitos testimoniales o de denuncia, al
contrario: novelistas como los que citamos suelen proclamar ideas sociales y políticas
muy avanzadas. Pero, como dijo Julio Cortázar, «el primer deber del escritor
revolucionario es ser revolucionario como escritor»; es decir, romper con los moldes
expresivos heredados de otras épocas y proponer un arte nuevo, más acorde con las
profundas mutaciones de su tiempo. Estamos, en suma, ante un «arte nuevo» que ocupa un
lugar preeminente en la novela mundial. Algunos de los autores más representativos en
los que nos podemos detener son los siguientes:
Ernesto Sábato (argentino, nacido en 1911) comenzó siendo un científico puro, antes de
abandonar su brillante porvenir para dedicarse a la literatura. Sólo tres novelas, muy
espaciadas cronológicamente, le han conferido un puesto singular. Sábato pasa por ser un
«novelista intelectual», tanto por el rigor de construcción de sus obras como por la
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densidad de problemas que suscitan. Sus obras incluyen elementos propios del ensayo,
pero perfectamente integrados en el relato
El túnel (1948) es una novela breve de
amor y de locura, que arranca y desemboca en un crimen, pero que pone, sobre todo, al
descubierto el problema de la incomunicación y de la angustia vital. Sobre héroes y
tumbas (1961), constituye una impresionante y apocalíptica visión de nuestro mundo. En
Abaddón el exterminador (1974), alcanza una máxima complejidad, al fundir
autobiografía y ficción, realidad y pesadilla, narración y reflexiones ensayísticas sobre la
civilización contemporánea.
Julio Cortázar (argentino, 1914-1984) se reveló como inteligentísimo cultivador del
cuento fantástico, en una línea que arrancaba de Borges, con Bestiario (1951). En el libro
hallamos cómo lo fantástico surge dentro de la vida cotidiana, mostrando la abismal
complejidad de lo «real». Su novela más famosa es Rayuela (1963) que supuso una
auténtica conmoción por su complejidad estilística y por su singular composición que
permite al lector varios modos de seguir la lectura y «recrear» así, en cierto modo, la
novela. Sin embargo, esta audacia técnica, experimental, no oculta la hondura humana, a
menudo desgarradora, de los personajes y sus peripecias. Otros títulos de su producción
son La vuelta al día en ochenta mundos, 62: modelo para armar.
Carlos Fuentes (mejicano, 1928), escritor de una amplia y sólida formación intelectual,
así como un crítico implacable de la burguésía.
La regíón más transparente (1958) se
adscribe a la novela urbana y es una compleja visión de la ciudad de Méjico, con una
construcción «caleidoscópica» y técnicas bien asimiladas de los grandes maestros de la
narrativa mundial. En La muerte de Artemio Cruz (1962) se reconstruye la vida de un
hombre poderoso que está agonizando; para ello, el autor procede a reiterados saltos en
el tiempo, a la combinación de puntos de vista y de diversas técnicas. Con la vida del
protagonista se reconstruye también toda una etapa de la historia de Méjico.
Mario Vargas Llosa (peruano, 1936 y último Premio Nobel de Literatura en el 2010)
alcanzó ya la más alta consideración de la crítica con su primera novela, La ciudad y los
perros (1962). En un ambiente cerrado y opresivo -un colegio militar en Lima-, parece
compendiar el autor toda la corrupción y violencia del mundo actual. En La casa verde
(1966) la acción gira en torno a un prostíbulo, pero las líneas argumentales se
entremezclan audazmente con juegos de perspectivismo, de laberinto temporal y la
lengua se hace más rica y densa.
Conversación en La Catedral (1969) es una larguísima
novela; en «La Catedral», un bar modesto de Lima, dos personas hablan de sus vidas
fracasadas y así va evocando todo un mundo, el de la patria y la época de su autor; el
conjunto compone una inmensa y violenta diatriba política. Es, sin duda, su obra maestra.
Otros títulos de la extensa producción del último ganador del Premio Nobel de
Literatura son: Pantaleón y las Visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La guerra
del fin del mundo, Los cachorros…
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Gabriel García Márquez (colombiano, 1928) y Cien años de soledad se sitúan en la
primera línea del llamado «boom». A él se debe, en buena parte, la atención que la crítica
mundial había de prestar a la novela de Hispanoamérica. De 1955 a 1962 había ido
escribiendo novelas cortas y cuentos: La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba,
Los funerales de Mama grande.Eran ya relatos espléndidos que giraban en torno al
imaginario pueblo de Macondo. Pero la vida de ese pueblo -real y mítico- adquiríó tales
proporciones que acabó por tomar cuerpo en una prodigiosa novela:
Cien años de soledad
(1967). Su aparición supone uno de los magnos acontecimientos de la novela en lengua
castellana. La novela cuenta la historia de una familia, los Buendía, y del mundo que los
rodea. La obra es síntesis de todos los elementos que se han dado en la narrativa
americana: la naturaleza, los problemas sociales y políticos, las realidades humanas más
elementales, pero, a la vez, todo ella aparece traspasado por fuerzas sobrenaturales, por
vientos mágicos; y el humor alterna con el aliento trágico, la fuerza vital con el
lirismo.Todo esto, y la calidad del estilo, hacen de la lectura de la obra un placer y un
asombro inalcanzables. García Márquez publicó con posterioridad un libro de cuentos
titulado La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, la
novela El otoño del patriarca, en la que aborda el tema del dictador hispanoamericano. En
1981 publica una nueva obra maestra: la breve y perfecta Crónica de una muerte
anunciada. Al año siguiente se le concede el Premio Nobel. En 1985 publicó la deliciosa y
larga novela El amor en los tiempos del cólera.
En 1989 escribe El general en su laberinto, una novela histórica donde cuenta el camino
hacia la muerte de Simón Bolívar a los 47 años, por el río Magdalena de su infancia.
En 1992 escribe Doce cuentos peregrinos. Se trata de una colección de cuentos muchos
de ellos inspirados en hechos periodísticos.
En 1994 publica su última novela, Del amor y otros demonios, una novela ambientada en la
Cartagena de Indias del Siglo XVIII, que cuenta los amores imposibles entre un cura de
treinta años y una marquesita criolla de doce, a la que debía exorcizar.
En 1996 publica Noticia de un secuestro, un reportaje novelado de un secuestro
colectivo, de diez personas (ocho de ellas periodistas), a manos de la banda de
narcotraficantes de Pablo Escobar.
Vivir para contarla es su autobiografía en forma de novela y publicada en 2002; y de
2004 es Memoria de mis putas tristes, última novela publicada. Narra en primera
persona la historia de un anciano y su enamoramiento de una adolescente.
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