24 Feb

La Guerra de Sucesión Española y el Tratado de Utrecht

Carlos II, sin descendencia, nombró a Felipe de Anjou como su sucesor, iniciando la dinastía de los Borbones en España. Sin embargo, surgió un bando que apoyaba al Archiduque Carlos de Habsburgo, lo que desató una guerra civil en España y un conflicto europeo. El conflicto tenía una doble perspectiva:

  • El ascenso al trono español de Felipe V representaba la hegemonía francesa y la temida unión de España y Francia bajo un mismo monarca. Este peligro llevó a Inglaterra y Holanda a apoyar al candidato austriaco, sustentado por los Habsburgo de Viena. Las diversas potencias europeas se posicionaron ante el conflicto sucesorio español.
  • Felipe V representaba el modelo centralista francés, apoyado en la Corona de Castilla, mientras que Carlos de Habsburgo personificaba el modelo foralista apoyado en la Corona de Aragón y, especialmente, en Cataluña.

La guerra concluyó con la victoria de Felipe V. Junto a sus victorias militares en Almansa, Brihuega y Villaviciosa, un factor clave en el desenlace fue que, en 1711, Carlos de Habsburgo heredó el imperio alemán y abandonó su aspiración al trono español. Esto llevó a sus aliadas, Inglaterra y Holanda, a temer la posible unión de España y Austria bajo un mismo monarca.


El Tratado de Utrecht

La guerra concluyó con la firma de los tratados de Utrecht en 1713 y Rastatt en 1714. El primer tratado estipuló lo siguiente: Felipe V era reconocido por las potencias europeas como Rey de España, pero renunciaba a cualquier posible derecho a la corona francesa. Los Países Bajos españoles y los territorios italianos (Nápoles y Cerdeña) pasaron a Austria. Inglaterra obtuvo Gibraltar, Menorca y el navío de permiso (derecho limitado a comerciar con las Indias españolas) y el asiento de negros (permiso para comerciar con esclavos en las Indias). El Tratado de Utrecht marcó el inicio de la hegemonía británica.


Reformas del sistema de Hacienda

Se buscó unificar y racionalizar el sistema de impuestos mediante el Catastro de Ensenada en 1749 en la Corona de Castilla, que incluía un censo de propiedades y la unificación monetaria. Durante el reinado de Felipe V, y como consecuencia de los decretos de Nueva Planta, los territorios de la Corona de Aragón fueron obligados a contribuir con una cantidad equivalente a la de Castilla, permitiendo a cada territorio elegir el sistema de recaudación. Posteriormente, el marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI, propuso sustituir los diversos impuestos por una única contribución, pero el proyecto fue frustrado por las protestas de los estamentos privilegiados. Durante el reinado de Carlos III, se emitieron vales reales con un interés del 4% anual, que fueron muy bien recibidos, y se realizaron varias emisiones.


La Ilustración y el Despotismo Ilustrado

La Ilustración, corriente de pensamiento del siglo XVIII, se basa en el uso de la razón para comprender la realidad natural y social. Inspirada por la revolución científica del siglo XVII, postulaba que existían leyes comprensibles para la razón humana que explicaban la naturaleza. Se centró en el culto a la razón, aplicándola tanto a la naturaleza como a la sociedad y el comportamiento humano. Sus principios fundamentales eran: la razón como fuente de conocimiento, la autonomía del poder político frente al poder religioso, la fe en el progreso constante de la humanidad hacia la felicidad.

El pensamiento ilustrado no cuestionaba el orden social existente, aunque se oponía a los privilegios y desigualdades legales, aceptando las desigualdades económicas y la existencia de una aristocracia del mérito. En España, los ilustrados criticaron varios factores que limitaban el progreso del país, como el control de la Iglesia sobre la educación, la falta de valoración social de la ciencia y el comercio, y la situación agraria debido a los privilegios de la nobleza, Iglesia y Mesta. Muchos pensadores vieron en la monarquía el medio adecuado para implementar reformas, desarrollando el Despotismo Ilustrado, que defendía el poder absoluto de la monarquía sin romper con la tradición, pero con un rey comprometido con el cambio, apoyado por minorías ilustradas para impulsar una reforma racional de la sociedad. En España, el Despotismo Ilustrado se materializó durante el reinado de Carlos III, quien adoptó muchas de estas ideas, especialmente en economía y organización estatal.

El camino de las reformas: La agricultura

Durante el siglo XVIII, la agricultura fue la base de la economía española. Apenas hubo modernización y, si aumentó la producción, fue porque se pusieron más tierras en cultivo. Sin embargo, se mantenían unas estructuras de propiedad de tipo feudal y los rendimientos agrícolas seguían siendo muy bajos. En cuanto a la propiedad, gran parte de las tierras cultivables estaba en manos de la nobleza y de la iglesia, y se les denomina “manos muertas”, porque no se podían vender ni repartir. Además, los grandes propietarios mantenían ciertos derechos señoriales de origen feudal sobre las tierras de los campesinos. Esta situación explica que los ilustrados se plantearan la necesidad de una reforma agraria a la que se opondría la nobleza y el clero.

Para conseguir estos objetivos se propusieron varias medidas, aunque no todas se llevaron a la práctica, en especial la modificación de la estructura de la propiedad. Esta medida se sugirió, pero no se abordó. Los ilustrados manifestaron que las tierras vinculadas a señoríos y mayorazgos o en manos de la Iglesia debían ser objeto de compraventa. Sin embargo, no se adoptó ninguna decisión al respecto, y la propiedad agraria permaneció inalterada. Solo se hicieron repartos de las tierras que pertenecían a los concejos y estaban sin cultivar. Sin embargo, estas propiedades acabaron en manos de las oligarquías locales, ya que los campesinos que carecían de capital no podían explotarlas. No obstante, se promovió el desarrollo agrícola con otras medidas como el libre comercio de cereales. Hasta 1765, el Estado controlaba los precios de estos productos mediante tasas. La liberalización del mercado provocó fuertes subidas de precios, que estuvieron en la raíz de los motines de 1766. Como esta medida no iba acompañada de cambios en la propiedad, los campesinos no se beneficiaban y solo lo hacían los propietarios: la nobleza y el clero. En 1804, la libertad de precios fue suprimida.

Limitación de los intereses ganaderos de la Mesta

La ganadería competía con la agricultura. Fuera de la franja cantábrica y del litoral mediterráneo, predominaba la ganadería trashumante. Inmensos rebaños de ovejas recorrían la península alimentándose de pastos emplazados a lo largo y ancho de la Meseta. Los propietarios de estos ganados, miembros de la Mesta, tenían derecho de preferencia en el arrendamiento de tierras para pastos, que podían prorrogar indefinidamente. El alza de los precios de los cereales y el creciente valor de la tierra destinada a la agricultura, incitaron a los propietarios de las tierras arrendadas por la Mesta a luchar por recuperar la libertad de uso. También la Mesta se vio afectada por las medidas liberalizadoras, ya que al incrementarse el precio del cereal, los propietarios prefirieron invertir en cultivos y no en ganado.

Colonización de tierras despobladas

En 1767, bajo la supervisión de Pablo de Olavide, se puso en marcha un plan para colonizar comarcas de Sierra Morena deshabitadas e infestadas de bandoleros. Para ello se emplearon españoles, pero también inmigrantes católicos alemanes y flamencos a los que el Estado les proporcionaba gratuitamente casa, mobiliario, herramientas, ganado y semillas. La colonización dio lugar a las llamadas nuevas poblaciones como La Carolina (Jaén). Diez años después ya había más de 10.000 campesinos en las zonas repobladas.

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