04 Feb
Helena es hija de Leda y Zeus, quien había adoptado la forma de un cisne para seducirla. Leda se había unido la misma noche a su esposo Tindáreo y a Zeus, siendo fecundada por ambos. Llegado el momento, Leda puso un huevo o dos, según algunos autores, del que nacieron dos pares de gemelos, Cástor y Pólux, por una parte, y Clitemnestra y Helena, por otra. Pero mientras Cástor y Clitemnestra eran los hijos “mortales” de la pareja real, Pólux y Helena eran el fruto “divino” de la unión de Zeus con Leda. Muy pronto su belleza atrajo miradas codiciosas. Cuando tuvo edad de tomar marido, prácticamente todos los príncipes de Grecia acudieron a la corte de Tindáreo para solicitar la mano de Helena. Este, temiendo granjearse la enemistad de los rechazados o que el compromiso de su hija diera pie a alguna violencia, les impuso a todos, siguiendo los consejos de Ulises, un solemne juramento: los pretendientes deberían acudir en ayuda de aquel a quien Helena eligiera por esposo, fuera este quien fuera. Fue Menelao quien obtuvo la mano de la bella Helena; poco después la pareja tenía una hija, Hermíone.
Una vez celebrado el juicio de Paris y desdeñados por este los regalos de Hera y de Atenea, concedió su voto a Afrodita, que le había prometido el amor de la mujer más hermosa de la tierra: Helena. Paris, que había ido en embajada a Esparta, aprovechó que el rey Menelao había acudido a Creta a los funerales de su abuelo para raptar a Helena, a quien Afrodita había hecho sucumbir a los encantos del príncipe troyano. Los amantes huyeron a Troya llevándose consigo los tesoros de Menelao. Diversas embajadas que fueron a Troya para reclamar la entrega de la fugitiva -entre ellas una de Ulises y otra del propio Menelao- resultaron infructuosas. El marido burlado reunió entonces a todos los antiguos pretendientes de Helena y les recordó el juramento que habían prestado a Tindáreo. Para vengar su honor y el de toda Grecia, un ejército dirigido por Agamenón, su hermano mayor, se dirigirá a Troya para traer de vuelta a la esposa raptada.
Helena, muy bien acogida por Príamo y su familia, fue considerada por todos como esposa legítima de Paris. Casandra, hija de Príamo y Hécuba, que poseía el arte de la adivinación pero, al mismo tiempo, había sido castigada por Apolo a que no se creyeran sus vaticinios, fue la única que profetizó el fatal desenlace de tal unión. Cuando la flota griega se dirigía a Troya, una extraña calma la mantuvo inmovilizada durante mucho tiempo en el puerto de Áulide, en Beocia. El adivino Calcante, que había sido consultado, anunció que la diosa Artemisa, irritada porque Agamenón había matado sus ciervas sagradas durante una cacería, exigía el sacrificio de Ifigenia, hija de Agamenón y Clitemnestra, para permitir la salida de la flota. Presionado por sus guerreros, Agamenón terminó aceptando la terrible decisión. Hizo venir de Micenas a su esposa y a su hija pretextando un matrimonio de esta con Aquiles, quien intentó en vano salvar a la muchacha con ayuda de Clitemnestra. Ifigenia aceptó morir con valentía y dignidad pero, en el momento en que iba a ser inmolada, Artemisa la salvó, sustituyéndola por una cierva y la llevó con ella a Táuride, convirtiéndola en sacerdotisa de su culto. Los vientos regresaron entonces, permitiendo que la armada griega prosiguiera su viaje. El conflicto duró diez años y se relata en La Ilíada de Homero, que significa “la epopeya troyana”, ya que Ilión es otro nombre de la ciudad de Troya, derivado del nombre de Ilo, hijo de Tros, a su vez nieto de Dárdano, el antepasado del pueblo troyano. También aparece relatada la toma de Troya en los Libros II y III de la Eneida por Eneas a la reina de Cartago, Dido. Durante la guerra los dioses tomaron partido por uno u otro bando. Atenea, Hera y Poseidón apoyaron al bando griego; Afrodita y Apolo al troyano.
El protagonista de la Ilíada es Aquiles. Es hijo de la diosa Tetis y el mortal Peleo. Su madre quiso hacerlo inmortal, para lo cual lo sumergió de niño en las aguas del río Éstige, que tenían la propiedad de volver invulnerable al que se bañara en ellas. Para ello tuvo que sujetarlo por un talón, que al no recibir el contacto con las aguas del río sería el único punto vulnerable de su cuerpo. Desoyendo los presagios y temores de su madre Tetis, que le había anunciado que moriría en el conflicto, se embarca hacia Troya con las armas que le proporcionó la misma. Ya ante los muros de Troya, Aquiles fue acumulando proeza tras proeza. Sin embargo, al décimo año de la campaña se produjo un enfrentamiento entre el héroe y Agamenón: el rey se apoderó de Briseida, la cautiva favorita de Aquiles. Éste, preso de cólera, se negó a combatir en lo sucesivo, trayendo la derrota sobre las filas griegas. Sólo la muerte de su más querido amigo, Patroclo, que había caído a manos de Héctor, consiguió que Aquiles regresara al combate. Aquiles cargó contra Troya, persiguiendo tres veces a Héctor en torno de las murallas de la ciudad, consiguió darle alcance y lo mató con su espada. Después de haber rendido honras fúnebres a Patroclo, Aquiles ató el cuerpo de Héctor a su carro y lo arrastró por el polvo. Las súplicas de Príamo, rey de Troya y padre de Héctor, consiguieron que Aquiles devolviera el cuerpo del caído. Fue en este momento cuando Paris logró herir mortalmente al héroe en el talón.
Otro de los héroes destacados fue Ulises. Es hijo de Laertes, rey de la isla de Ítaca y de Anticlea. En Troya, se distingue a la vez como valiente guerrero y hábil diplomático. En compañía de su fiel amigo Diomedes se introdujo disfrazado en Troya y se apoderó de la estatua tutelar de la ciudad, el Paladio. Esta estatua, construida por Atenea, dotada de virtudes mágicas, cayó de los cielos en el momento de la fundación de Troya y, desde entonces, los troyanos la adoraron como una especie de talismán protector. El adivino Heleno, hermano de Casandra, predijo que la ciudad no podría ser tomada mientras el Paladio permaneciese en poder de los troyanos. Ulises fue quien concibió la argucia del caballo de madera que permitió a los aqueos entrar en Troya. Después sería el protagonista de La Odisea homérica y conseguiría regresar vivo a su patria, Ítaca. Después de construir el caballo, se encerraron en su vientre gran número de guerreros griegos, al mando de Ulises, y fingieron abandonar el campo de batalla con toda su flota para engañar a los troyanos. Dejaron el caballo a las puertas de las murallas troyanas y, a través de Sinón, un griego infiltrado dentro de la ciudad, consiguieron hacer creer que era un regalo de Atenea. Sólo Casandra y Laocoonte previnieron a los troyanos contra el misterioso caballo y la funesta caída de la ciudad. Todo en vano, los oídos de sus compatriotas permanecieron sordos a sus advertencias. Laocoonte, hermano de Anquises y sacerdote de Apolo, había arrojado una jabalina contra los flancos del gigantesco animal revelando así que estaba hueco, se opuso a que fuera introducido en la ciudad y aconsejó quemarlo. Pero dos serpientes monstruosas surgieron del mar y aferraron con sus anillos a los dos hijos de Laocoonte, asfixiándolos, así como a su padre, que había corrido en su ayuda. Aquellas serpientes habían sido enviadas por Apolo, furioso contra Laocoonte porque este había profanado su templo al unirse a su esposa a los pies de la estatua divina. Los troyanos, espantados por estas muertes y engañados por Sinón, interpretaron el prodigio como un castigo divino por haber osado oponerse al caballo. Para no incurrir en las iras de los Inmortales, se apresuraron a introducirlo dentro de las murallas de la ciudad, precipitando así la ruina de Troya. Cuando llegó la noche fatal de la caída de la ciudad, la gran celebración acabó, y para cuando los griegos salieron del caballo, la ciudad entera estaba bajo el sueño y la bebida. Los guerreros griegos abrieron entonces las puertas de la ciudad para permitir la entrada de sus compatriotas y así, Troya fue saqueada y destruida sin piedad alguna. Cuando Menelao apareció ante Helena dispuesto a matarla, a esta le bastó utilizar su belleza para conseguir su perdón y el de todos los guerreros griegos que se habían propuesto lapidarla. Al caer Troya, todas las mujeres troyanas fueron repartidas entre los vencedores y Andrómaca, esposa de Héctor, tocó como botín a Neoptólemo, hijo de Aquiles.
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