08 Feb

1. DATOS BIOGRÁFICOS

Juan Ramón Jiménez, nacíó en Moguer (Huelva) en 1881. Estudió con los jesuitas en Puerto de Santa María. Su entrega a la poesía es temprana y total: renuncia a seguir estudios universitarios, tras haber iniciado Derecho, y en 1900 marcha a Madrid, adonde lo llaman Villaespesa y Rubén Darío para luchar “por el Modernismo”. La muerte de su padre produjo en él una intensa crisis y hubo de ser internado en una sanatorio mental en Francia. Posteriormente estuvo convaleciente en otro de Madrid, donde frecuentó la Institución Libre de Enseñanza. Su depresión no cesa, y en 1905 se traslada a Moguer. Allí permanece retirado durante seis años y escribe su famoso libro
Platero y yo . Instado por numerosos amigos, vuelve a Madrid en 1911; se hospeda en la Residencia de Estudiantes, que evocará más tarde en un bellísimo libro de prosa: “La colina de los chopos” . En 1916 se casa en Nueva York con Zenobia Camprubí Aymar, con la que habría de traducir a Rabindranaz Tagore. Viven en Madrid hasta que, al comenzar la guerra, abandonan España y residen en varios países americanos. En 1951 se instalan definitivamente en Puerto Rico, gracias a la generosa acogida de su Universidad. En 1956 se le concede el Premio Nobel: la noticia coincide con la muerte de Zenobia, la compañera y colaboradora eficaz, apoyo insustituible de un poeta incapaz de enfrentarse con los detalles materiales de la existencia. Juan Ramón, deshecho, solo la sobrevivirá dos años: murió en Puerto Rico en 1958. Sus restos reposan hoy en Moguer.

2. SENSIBILIDAD Y CONCEPCIÓN DE LA POESÍA

 Vivía su mundo “en soledad”, según sus propias palabras; le aísla su aguda hiperestesia. Es el prototipo del poeta consagrado por entero a su Obra. Ningún otro quehacer pudo distraerle de su obsesiva creación. Cada vez se sintió más despegado de la vida pública. Pocos representan como él al poeta encastillado en su “torre de marfil”, entregado a una persecución exigente e inacabable de belleza y de palabra fundamental. Es la suya un caso acabado de poesía minoritaria, de dificultad y selección crecientes, de creciente hermetismo. Su idea de la poesía está presidida por una triple sed: sed de belleza, sed de conocimiento, sed de eternidad. Para Juan Ramón, Poesía es Belleza, expresión de un goce exaltado de lo bello, donde quiera que se encuentre, goce entreverado de melancolía y aun de punzante dolor. Pero la poesía es también, para él, un de Conocimiento, de “inteligencia” agudísima, de penetración en la esencia de las cosas; un camino hacia las últimas verdades. Y su poesía es, en fin, expresión de una ansia de Eternidad, concebida precisamente como posesión inacabable de la Belleza y de la Verdad. De ahí su preocupación angustiosa por la fugacidad de las cosas; de ahí también su especial idea de Dios, a quien identifica con la Naturaleza o con la Belleza absoluta o con la propia conciencia creadora.

3. TRAYECTORIA POÉTICA

Hay en Juan Ramón Jiménez una permanente inquietud, una constante búsqueda, que explican su peculiar evolución. El poeta decía que “la transición permanente es el estado más noble del hombre”. Su obra resume los caminos recorridos por la poesía española desde el Modernismo hacia nuevas formas.
En esa trayectoria ininterrumpida, suelen distinguirse varias etapas, considerando sus propias declaraciones en un poema de 1918, que pertenece a su obra Poesía (1923):

Según estos versos, su trayectoria habría pasado por las siguientes etapas:

1) Poesía sencilla, “inocente”, en sus comienzos; ello no es del todo exacto

2) Poesía envuelta en los “ropajes del Modernismo”.  3) Etapa de depuración progresiva, hacia una nueva sencillez

4) “Poesía desnuda”, definitivamente depurada de las galas modernistas. Esta trayectoria, hemos de recordarlo, corresponde solo hasta 1918. Aurora de Albornoz ha mostrado que el propio Juan Ramón Jiménez reducía su evolución a las tres fases siguientes:

1) Época sensitiva. Desde sus comienzos hasta 1915, aproximadamente

2) Época intelectual. Se inicia con el Diario de un poeta recién casado, 1916, y se prolongaría hasta que abandona España en 1936.

3) Época “suficiente” o “verdadera”, según sus propias palabras. Desde 1936 hasta su muerte


3.1. ÉPOCA SENSITIVA

Los primeros libros


Juan Ramón comienza a escribir muy tempranamente: los primeros poemas suyos que se conocen datan de 1898, cuando tenía diecisiete años. Son muestra de un posromanticismo becqueriano y de un tono adolescente. Sin embargo, muy pronto también acusa el influjo modernista. En 1903 se publica su primer gran libro: Arias tristes.  En ese libro sí que encontramos una poesía “vestida de inocencia”. El acento becqueriano es evidente. Los sentimientos de soledad, de melancolía, o los temas del paso del tiempo y de la muerte, son propios de ese neorromanticismo que penetra en el espíritu modernista, o de un intimismo simbolista. Pero la versificación, con predominio de octosílabos y de asonancias, la tenue musicalidad y el lenguaje sobrio de adjetivación matizada, sitúan a esta poesía al margen del Modernismo ornamental y sonoro. En esta misma línea se encuentran otros libros escritos entre 1903 y 1907:
Jardines lejanos, Pastorales o Baladas de primavera.

Los “ropajes” del Modernismo


Entre 1908 y 1915, Juan Ramón compone poemas que recogerá, entre otros en los siguientes títulos: Elejías,La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes, Sonetos espirituales… Estas son las obras en las que Juan Ramón adopta los “ropajes” del Modernismo. Sin embargo, su poesía no llegará a ser tan “fastuosa de tesoros” como la de Rubén Darío. Típicamente modernistas son la utilización del color y de otros elementos sensoriales, la adjetivación brillante, ciertas imágenes, así como la aparición de ritmos amplios, entre los que destaca el alejandrino. Con todo, el Modernismo de Juan Ramón es del tipo intimista, orientado hacia la contemplación y la confesión sentimental, con tonos más matizados que rutilantes. Tampoco faltan en esos años y en esos libros composiciones de estilo más sencillo que presagian la inminente depuración de su lenguaje poético. Recordemos poemas como “El viaje definitivo” o “Primavera amarilla”. A esta época corresponde también su memorable Platero y yo , publicado en 1914, y completado en 1917. Auténticos poemas en prosa son los capitulillos que lo componen: el lenguaje, en ellos, no está sometido a menos “tensión” que en sus versos. Y junto a evidentes rasgos de estilo modernista, hay indicios de una voluntad de “pureza”.


3.2. ÉPOCA INTELECTUAL. “POESÍA DESNUDA”

“Mas se fue desnudando…” Un libro escrito en 1915, Estío, representa el primer paso claro hacia una nueva sencillez: vuelta al octosílabo, a la asonancia, preferencia por el poema breve, supresión de lo ornamental… Y así va a llegar a una poesía personalísima, “fuera de escuelas o tendencias”. La ruptura definitiva con el Modernismo lleva una fecha: 1916. En ese año, durante su viaje a Nueva York con motivo de su boda, Juan Ramón escribe el Diario de un poeta recién casado , publicado al año siguiente y titulado, mucho más tarde Diario de poeta y mar. El autor lo consideraría siempre su “mejor libro”; y la crítica no ha vacilado en calificarlo de libro clave de la lírica contemporánea. Su novedad es asombrosa: han desaparecido el léxico modernista, la adjetivación sensorial, los ritmos sonoros. Es, en efecto, una “poesía desnuda”, en la que se elimina lo anecdótico para dejar paso a la concentración conceptual y emotiva. Por eso predominan los poemas breves, densos, en versos escuetos y preferentemente libres, sin rima o con leves asonancias. Hay también poemas en prosa que, por su andadura y por la heterogeneidad de sus materias, suponen no menor novedad e influirían en la poesía de vanguardia. Siguen otros libros: Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919), Poesía (1923), Belleza (1923)… Continúa en ellos el proceso de interiorización y de acendramiento. En 1922, Juan Ramón resuma su idea del lenguaje poético con esta definición: “Sencillo.- Lo conseguido con menos elementos; es decir lo neto, lo apuntado, lo sintético, lo justo. Por lo tanto, una poesía puede ser sencilla y complicada a un tiempo…” Y añade: “No creo, en ningún caso, en un arte para la mayoría. Ni importa que la minoría entienda del todo el arte; basta con que se llene de su honda emanación”. De hecho, es notoria la dificultad creciente de su poesía. Y es que Juan Ramón, sin concesiones, apunta ahora, más allá de la exterioridad sensible, a la realidad profunda o escondida de las cosas, a las “esencias”, o los enigmas de su alma y del mundo. Y llevado por la citada “sed de conocimiento”, su palabra quiere ser un instrumento para penetrar en la realidad, en busca de una nueva “inteligencia”. De ahí que él mismo calificara de intelectual esta etapa de su creación. Esta etapa intelectual se corona con un libro escrito entre 1923 y 1936, pero no publicado hasta 1946: La estación total . Su título alude a lo que es ya la obsesión dominante del poeta: el anhelo de abolir el tiempo y de llegar a un ansia de eternidad.


3.3. LA ETAPA FINAL. “SUFICIENTE” O “VERDADERA”

Durante su exilio en América, Juan Ramón prosigue invariablemente su indagación poética, por encima de las circunstancias, cada vez más encerrado en sí mismo y atento solo a una Obra cada día mas exigente y ambiciosa. A estos años corresponden, sobre todo, dos grandes libros En el otro costado (1936-1942) y Dios deseado y deseante (1948-1949). El libro En el otro costado ha sido publicado íntegro recientemente por Aurora de Albornoz. En él figura el largo poema en prosa “Espacio”, iniciado en 1941 y solo terminado en 1954. Es la cima de la creación juanramoniana, según la citada profesora, quien lo define como “una extensión difusa de recuerdos e introspecciones que salen a flote en la técnica de asociación libre”. En efecto, sin tema preciso, el poema ensarta vivencias y preocupaciones del poeta, con un ritmo fluyente. Juan Ramón ha sido, una vez más, capaz de asombrarnos con lo más nuevo que por entonces se escribía en nuestra lengua. El conjunto es de una altísima belleza. Dios deseado y deseante nos conduce a nuevas honduras. Es un poemario traspasado por un extraño misticismo, o al menos por un anhelo metafísico: la sed de eternidad lo ha llevado al contacto o a la posesión de un Dios que se identifica con la Naturaleza, con la Belleza o con la propia conciencia creadora. Al mundo creado por el poeta, viene a habitar un Dios creado también por él. El absoluto dominio del verso libre el lenguaje acendrado, profundo, de un hermetismo sustancial, dan fe de una tensión creadora que Juan Ramón no abandona hasta el final.

4. CONCLUSIÓN

En nuestro siglo, es la máxima encarnación de una de las posibles maneras de concebir la poesía: búsqueda solitaria de Belleza y Absoluto. Por ello sirvió de faro para los poetas puros y para los componentes del grupo poético del 27: todos ellos, en su juventud al menos, recibieron su influencia. Es también explicable que los poetas de posguerra, acuciados por preocupaciones sociales sobre todo, se distanciaran de su estética. Pero últimamente, cuando los poetas “novísimos” orientan de nuevo la creación hacia la renovación del lenguaje poético, Juan Ramón recobra la altísima estimación que le corresponde. Y así, tras los explicables vaivenes del gusto, Juan Ramón Jiménez ocupa un lugar privilegiado junto a los grandes líricos de nuestra literatura, como poeta de excepcional sensibilidad, como modelo de las más exigentes inquietudes estéticas y de continua capacidad de renovación.

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