04 Dic

2º BACHILLERATO: “HISTORIA DE ESPAÑA”


BLOQUE 1. CÓMO SE ESCRIBE LA HISTORIA: CRITERIOS COMUNES.


EL MÉTODO HISTÓRICO: RESPETO A LAS FUENTES Y DIVERSIDAD DE PERSPECTIVAS.


Concepto de Historia: es el estudio sistemático, riguroso y comparado de las sociedades humanas en el pasado. Su análisis e interpretación permiten conocer y entender el presente en clave del pasado. Lo que nos aporta una perspectiva enriquecedora, complementaria, útil y necesaria para el mundo en que vivimos.


Fuentes históricas: son cualquier documento, testimonio, vestigio o resto material que proporciona información válida para conocer nuestro pasado.


Bibliografía: conjunto de escritos que aportan información reelaborada a partir de las fuentes u obras de otros autores: libros, revistas, catálogos,…


Clasificación de las fuentes históricas:


  1. Escritas: son las más abundantes, varían en diversidad, calidad y utilidad. Pueden ser documentos públicos o privados de distinta naturaleza (políticos, económicos, jurídicos, estadísticos,…). Incluimos la correspondencia oficial y privada, las memorias, la prensa, las obras literarias,…
  2. Orales: recogen información de testigos y protagonistas de la Historia, de los hechos,…
  3. Iconográficas: cuadros, fotografías, carteles,…
  4. Otras: indumentaria, armas, utensilios,…


EL TRABAJO DEL HISTORIADOR: TIPOS DE FUENTES Y SU UTILIZACIÓN DE FORMA CRÍTICA.


El historiador tiene que deducir, analizar y extraer la información de las fuentes que utiliza, comprobando su rigor, exactitud, contrastándolas, cuando es posible. Es fundamental el espíritu crítico y complementar la información disponible.


La labor del historiador no es sólo reconstruir los hechos del pasado con las fuentes, también favorecer su comprensión, interpretación,…


LOS PROCEDIMIENTOS EN LA HISTORIA.


  • Es imprescindible en uso y manejo de términos históricos, conceptos, etapas,…
  • El comentario de materiales historiográficos diversos requiere un orden adecuado;


De un texto o documento:


Es necesaria una clasificación o estudio externo del documento (lugar y fecha en que fue elaborado, su naturaleza –jurídica, narrativa-circunstancial, histórica-literaria o bibliográfica-, destinatario, autor, contexto histórico) y después una parte interna (análisis, comentario, opinión personal y valoración crítica del documento).


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De una tabla o serie histórica:


El procedimiento es semejante aunque en este caso deben valorarse los valores numéricos aportados, su tendencia, interpretar los datos y relacionarlos con hechos históricos concretos y exponer sus consecuencias.


De gráficos:


El procedimiento es similar al anterior. Requiere identificar el fenómeno o hecho histórico reflejado, su tendencia o evolución y relacionar los datos reco: gidos con hechos históricos concretos exponiendo sus consecuencias.


De mapas:


Hacen referencia a un período histórico cuyos rasgos deben ser expuestos y especificar los fenómenos o hechos históricos que recoge.


  • Los ejes cronológicos: permiten ordenar diferentes hechos históricos teniendo en cuenta su fecha; exigen conocer previamente las diferentes etapas de la Historia, y tener una visión global de cada una de ellas.
  • Elaboración y presentación de trabajos: deben seguirse unos pasos concretos, que comienzan con:
  • La elección de un tema, determinando su idoneidad.
  • Búsqueda de información, las fuentes adecuadas y su utilización con rigor, verosimilitud y contrastación.
  • Índice de contenidos, incluida una conclusión final y bibliografía consultada.
  • Descripción o introducción inicial.
  • Exposición del contenido secuenciado, siguiendo preferentemente un orden cronológico, temático, incluyendo posibles notas de autores, referencias, uso de distintos materiales y registros: series históricas, imágenes,…
  • Finalmente el trabajo deberá incluir unas conclusiones, con una opinión personal y crítica.
  • Exposiciones orales: con recursos de materiales historiográficos distintos, manteniendo el mayor posible rigor, verosimilitud en los datos expuestos, evitando la lectura, recurriendo si es necesario a reglas nemotécnicas, y aportando unas conclusiones finales, citando la bibliografía utilizada y las fuentes citadas.


BLOQUE 2. LA PENÍNSULA IBÉRICA DESDE LOS PRIMEROS HUMANOS HASTA LA DESAPARICIÓN DE LA MONARQUÍA VISIGODA.


LA PREHISTORIA.


EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN EN LA PENÍNSULA IBÉRICA.


La llegada de los primeros homínidos al continente europeo tuvo lugar hace aproximadamente 800.000 años; desde esas fechas hay documentado un tipo humano en la Península Ibérica, el Homo Antecessor, que deriva del Homo Erectus, primer grupo homínido documentado fuera de África. Este Homo Antecessor está constatado en la cueva de Atapuerca (Burgos). Como evolución de este tipo humano aparece el Homo Heidelbergensis, desde hace 350.000 años, también documentado en Atapuerca, probable origen común del Homo Sapiens Neanderthal (presente en los yacimientos de Cova Negra, en Valencia; y Lago de Banyoles, en Gerona, entre los 45.000 y los 35.000 años), y del Homo Sapiens Sapiens (desde hace 40.000 años). Ambos tipos humanos conviven en el tiempo pero el tipo Nenderthal se extingue desde hace unos 35.000 años sin que hayamos podido identificar definitivamente sus causas.


LA EVOLUCIÓN DEL PALEOLÍTICO AL NEOLÍTICO.


El Paleolítico europeo se asocia con una Edad de Hielo o período de glaciaciones que impone unas condiciones de vida extremas; temperaturas permanente bajo cero, nieves perpetuas, hábitat y formas de vida nómadas, itinerantes, que implican unas duras condiciones de vida, prácticamente de supervivencia. Los grupos humanos se refugian en cuevas y abrigos, numéricamente están integrados por cuarenta o cincuenta individuos, que realizan tareas colectivas y practican una economía puramente depredadora (caza, pesca, recolección de frutas, bayas,…), la industria lítica asociada es de cantos toscamente trabajados.


Paleolítico Inferior (800.000-90.000 años a.C.): incluye la presencia de los tipos de homínidos anteriormente citados; destaca el yacimiento de Torralba Ambrona (Soria), donde se han encontrado restos de animales (mamuts, bisontes,…) asociados a cantos bifaces.


Paleolítico Medio (90.000-35.000 años a.C.): Cueva de El Castillo (Cantabria) con una industria lítica más diversificada de raederas, puntas y cuchillos; útiles más especializados apropiados para la caza.


Paleolítico Superior (35.000-5.000 años a.C.): aparece industria lítica más compleja y fabricada en otros materiales (en madera, propulsores, azagayas; en hueso: arpones,…). El arte rupestre y el arte mobiliar son las máximas representaciones culturales del período. Hay restos materiales y artísticos en las cuevas de la zona cantábrica y en abrigos de la zona mediterránea: Tito Bustillo (Asturias), Altamira (Cantabria), El Parpalló (Valencia),…


Al final del Paleolítico, entre el 9.000 y el 5.000 a.C., se habla de un período de transición, llamado Mesolítico o Epipaleolítico (coincide con el final de la última glaciación, Würm), asociado a cambios climáticos (final de las glaciaciones), que implican cambios de flora, fauna, formas de vida,… y a un moderado crecimiento de la población que ejerce una mayor presión sobre los recursos. Ambos fenómenos implican cambios culturales en los grupos humanos, que inevitablemente conducen a una vida sedentaria a un mejor aprovechamiento de la naturaleza: aparecen así los primeros poblados estables, la domesticación de animales (cerdo, gallina, perro, oveja, cabra, vaca,…) y plantas (legumbres, cereales,…) este fenómeno se conoce como economía productiva.


Estas novedades conducen al hombre al Neolítico (Edad de la Piedra Pulida: caracterizada por el empleo de útiles líticos de menor tamaño, llamados microlitos, entre 5.000-3.000 a.C.), período en que los grupos humanos adoptan todos estas novedades, probablemente por innovación y experimentación de los grupos autóctonos, y también por la llegada de influencias orientales, al entrar en contacto con grupos humanos procedentes de Próximo Oriente, que en sucesivas oleadas aportan novedosos avances culturales, como la cerámica de tipo cardial (necesaria para almacenar los nuevos alimentos), el telar, el molino de mano, el horno,… Los grupos humanos se instalan en llanuras fértiles, junto al curso de los ríos y en la costa. Comienza a detectarse una diferencia evolutiva en el plano cultural, entre la sector suroriental de la Península, más susceptible de adoptar las innovaciones y avances tecnológicos, frente al sector noroccidental, más aislado y cerrado.


También aparece una primitiva jerarquización social, a través de la división del trabajo: soldados, campesinos, artesanos,… dejando atrás la igualdad social dentro del grupo propia del Paleolítico.


LA PINTURA CANTÁBRICA Y LA LEVANTINA.


PINTURA CANTÁBRICA. Durante el último período del Paleolítico Superior (35.000-9.000 a.C.) el hombre manifiesta su intención de pintar y grabar imágenes en el interior de las cuevas que habita o utiliza, preferentemente paredes y techos. Se trata de un arte figurativo donde destacan los animales pintados con una técnica naturalista. Se trata en general de figuras superpuestas, sin formar escenas, aunque presentan avances muy logradas, como el volumen aprovechando salientes de paredes y techos, y el movimiento; destacan también por el uso de varios colores preferentemente negro y ocre. Destacan las Cuevas de Altamira (Santillana del Mar, Cantabria), El Castillo, (Puente Viesgo, Cantabria), Pindal (Ribadedeva, Asturias),… con animales como bisontes, caballos, ciervos, jabalíes,… su finalidad puede consistir en dar un carácter mágico, simbólico a sus representaciones,, quizá propiciar la caza o la fertilidad.


En la zona levantina, con una cronología más tardía (10.000-5.000 a.C. abarca el Mesolítico y el Neolítico), aparecen pinturas y grabados en abrigos y al aire libre: destacan en Cogul (Lérida), Albarracín (Teruel), La Valltorta (Castellón): en estas representaciones aparecen ya escenas de carácter narrativo (cacerías, danzas rituales, tareas agrícolas,…) con figuras humanas y animales (ciervos,…) y una clara tendencia a la esquematización.


LA IMPORTANCIA DE LA METALURGIA.


El mayor avance cultural en la Península durante los milenios III y II a.C. fue la introducción de la metalurgia, a su vez asociada al megalitismo (monumentos en piedras de grandes dimensiones).


Edad del Cobre (Calcolítico, durante el III milenio a.C.): se asocia con el empleo de dicho metal para elaborar armas, herramientas, joyas,… Aparece en culturas de poblados fortificados de Andalucía, Extremadura. Se ha identificado un foco cultural muy importante, la Cultura de los Millares (Almería) de influencia mediterránea oriental con un fósil-guía muy distintivo, el Vaso Campaniforme que comercia con el mineral del cobre: se ha documentado la presencia de hachas, punzones, puñales y cuchillos de cobre, junto a útiles de piedra y hueso.


Edad del Bronce (desde 1.700 a.C.): destaca la Cultura de El Argar, en el sudeste peninsular, con poblados de estructura protourbana, con una definida jerarquía social (se ha constatado la presencia de ajuar funerario de guerreros). A este mismo período pertenece la Cultura Talayótica en Baleares, que además de utilizar el bronce para fabricar armas, utensilios y joyas, destaca por sus monumentos megalíticos.


Edad del Hierro (desde finales del II Milenio a.C.): la metalurgia del hierro se introduce en la Península Ibérica a través de dos vías, una mediterránea, con la llegada de pueblos colonizadores, fenicios y griegos, que fundan sus primeras factorías, comercian con los pueblos indígenas, iberos y la cultura de Tartesos, aportando la metalurgia del hierro, la escritura,. La otra vía de entrada es a través de la Cultura Castreña de origen indoeuropeo, formada por sociedades guerreras, caracterizada por la construcción de poblados amurallados con viviendas circulares, o castros.


EL MEGALITISMO.


La Edad de los Metales y el megalitismo son fenómenos paralelos. Los mismos pueblos que


introducen en la Península la fabricación de útiles, armas y joyas en metal portan la construcción de


monumentos de grandes dimensiones con fines funerarios, religiosos o para delimitar el territorio


propio, tales como menhires, dólmenes y sepulcros de corredor. La práctica del megalitismo destaca en


Extremadura y Andalucía: dólmenes y sepulcros de corredor de Menga y El Romeral (Antequera,


Málaga), Los Millares (Almería),…


También es importante por su originalidad la Cultura Talayótica de Menorca (Baleares), donde


hay hasta tres tipos de monumentos megalíticos diferentes: los talayóts, que son torres de planta cuadrada o


circular, con función militar defensiva ( talayot de Torello en Mahón); la taula, es una gran losa apoyada en otra en forma


de «T». Se denomina así por su forma de mesa. Su función debió ser ceremonial, aunque también se ha sugerido su


carácter funerario (taula Torralba d’en Salert en Alayor); y las navetas, con forma de nave o barco invertido. Tienen


planta rectangular pero presentan un ábside semicircular en el lado menor opuesto al de la entrada. Sirvieron de


sepulcro colectivo, formado por un pasillo que desemboca en una o dos cámaras superpuestas (naveta dels Tudons en


Ciudadela).


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2. LA CONFIGURACIÓN DE LAS ÁREAS CELTA E IBÉRICA.


Las primeras fuentes escritas históricas y materiales que tenemos relativas a la Península Ibérica


durante el primer milenio antes de Cristo hacen referencia a la presencia de culturas autóctonas (pueblos


iberos y celtas y la cultura tartésica) y las colonizaciones de pueblos exógenos (fenicios, griegos y


cartagineses).


2.1. TARTESOS.


Tartesos: se trata de la cultura autóctona más importante y desarrollada de la Península durante este


primer milenio a.C. Se desarrolla entre el Valle del Guadalquivir y la desembocadura del mismo río. Su


gobierno recaía en una monarquía de tipo dual, sustentada en un régimen aristocrático y jerarquizado,


desde la nobleza propietaria y latifundista, hasta los esclavos, pasando por niveles intermedios, con


militares, artesanos, comerciantes y campesinos. Su carácter esclavista marca quizá su rasgo más


definitorio, para extraer minerales que intercambiar con los pueblos colonizadores. Su base económica,


aunque diversificada, dependía en gran medida de los intercambios comerciales, importando


manufacturas de carácter suntuario (paños, cerámica, vidrio, vino, aceite,…) a cambio de minerales (oro,


plata, hierro, cobre, estaño,…) extraídos en Riotinto y Sierra Morena. Destacan culturalmente los tesoros de


Carambolo (Sevilla) y Aliseda (Cáceres) con importantes muestras de orfebrería. Esta cultura tuvo su mayor


apogeo y esplendor durante la primera mitad del primer milenio a.C., pero desapareció a finales del siglo VI


posiblemente debido a una explicación multicausal: agotamiento de los yacimientos minerales, tensiones


sociopolíticas internas, empobrecimiento y decadencia interna y presión militar y política de los


pueblos colonizadores sobre el propio Tartesos.


2.2. INDOEUROPEOS Y COLONIZADORES ORIENTALES.


CULTURAS AUTÓCTONAS DE ORIGEN EUROPEO:


1) Cultura de los Castros. Se desarrolla en el norte y oeste peninsular, donde llegan pueblos


indoeuropeos de economía agrícola y ganadera, que practican rituales funerarios asociada con los


Campos de Urnas (siglo IX a.C.). Posteriormente esta cultura de origen centroeuropeo da lugar a una


diversidad variantes regionales, tales como lusitanos, carpetanos, celtíberos,… cuya base económica


se asociada con la ganadería y la agricultura cerealista. Destaca la presencia de la Cultura de


Hallstatt centroeuropea que porta la nueva tecnología del hierro y la introduce en la Península


Ibérica, así como el empleo de armas de dicho metal, un arte geométrico muy característico y gusto


por la orfebrería. Viven en poblados fortificados con cabañas de tipo circular y distribución irregular.


Con estos influjos externos se desarrolla la Cultura de los Castros, de vida nómada y de tipo tribal,


basada en la actividad guerrera y la organización sociopolítica basada en la preeminencia de la


casta guerrera que gobierna a partir de asambleas.


2) Iberos. Es una cultura establecida en el sur y este peninsular, dividida en distintos pueblos con


variantes regionales, con orígenes también foráneos, e influencias de pueblos coloniales (griegos y


cartagineses). Su economía es de base agrícola (trilogía mediterránea) y textil (lino, esparto),


minera y artesanal (metalurgia –probablemente traída por los pueblos colonizadores- y cerámica).


La influencia colonial realiza otras aportaciones culturales a los pueblos iberos, como la


escritura y la moneda. Su sistema de gobierno está basado en un poder centralizado que recae en


reyezuelos, apoyados en una base social diversa formada por hombres libres, donde priman la


propiedad privada de los bienes y la desigualdad socioeconómica, así como la esclavitud; los


grupos sociales diferenciados están integrados por aristocracia guerrera, campesinos y esclavos


privados de derechos. Viven en poblados amurallados, destacando Ullastret (Gerona) Sagunto


(Valencia),… Culturalmente destacan sus necrópolis, con enterramientos suntuarios y el arte, con


importantes trabajos en orfebrería, armas y cerámica, destacando la escultura de influyo oriental.


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PUEBLOS COLONIZADORES: se instalan en la costa este y sur peninsular desde inicios del primer


milenio a.C. buscando suministros de metales a cambio de manufacturas y artículos de lujo (cerámica,


joyas,…).


1) Fenicios: fundan factorías como Gádir (Cádiz), Malaca (Málaga), Sexi (Almuñécar) y están


presente en la Península durante la primera mitad del primer milenio a.C.


2) Griegos: fundan sus propias factorías, como Ampurias (Gerona), Mainaké (en la provincia de


Málaga), entre los siglos VIII y III a.C.


3) Cartagineses: entre los siglos VI y III a.C. continúan con las factorías fenicias, tras la ocupación


de Fenicia por el Imperio Persa (hacia 539 a.C.). Destacan Ebosus (Ibiza), Villaricos (Almería),


Cartago Nova (Cartagena). Durante el siglo III somete militarmente la mitad sur peninsular


ejerciendo una política imperialista que chocará con los intereses romanos en el Mediterráneo


Occidental.


Estos pueblos colonizadores portan innovaciones culturales y económicas que favorecen la


evolución de los diferentes pueblos y culturas peninsulares: escritura, alfabeto, arado, torno,


metalurgia, vida urbana, moneda,…


3. HISPANIA ROMANA (218 a.C.- 476 d.C.)


3.1. CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN DE LA PENÍNSULA.


La evolución de los citados pueblos indígenas y la influencia de los diferentes pueblos colonizadores


es interrumpida por la llegada de Roma, a finales del siglo III en un contexto de guerra imperialista contra


Cartago (2ª Guerra Púnica 218-202 a.C.).


Conquista romana de Hispania. Etapas:


1) 1ª etapa (218-197 a.C.). La rivalidad imperialista entre Roma y Cartago, en lucha por el


Mediterráneo Occidental convierte a la Península en escenario de guerra entre ambas potencias.


La primera etapa de la conquista romana coincide con la 2ª Guerra Púnica (218-202 a.C.) que


acaba con la derrota y expulsión de Cartago de territorio peninsular. La nueva metrópoli


imperialista será Roma. Desde finales del siglo III a.C. domina la costa mediterránea, los


valles del Guadalquivir y el Ebro, destacando la presencia de los cónsules Catón y Sempronio


Graco.


2) 2ª etapa (197-133 a.C.): tiene lugar la conquista de la Meseta, cuyos episodios más destacados


son las guerras contra los lusitanos (derrota del caudillo Viriato en 139 a.C.) y el sometimiento


de los celtíberos (toma de Numancia, en 133 a.C.).


3) Guerras contra cántabros y astures, dirigidas por el propio Augusto (29-19 a.C.), completando


así el dominio íntegro de la Península.


Administración y romanización de Hispania.


Durante el siglo II a.C. la República Romana dividió sus dominios en Hispania en dos grandes


provincias, Citerior (Valle del Ebro y Levante) o zona más cercana a Roma, y Ulterior (Valle del


Guadalquivir), o zona más alejada de Roma. Posteriormente, al inicio del Imperio, bajo Augusto (27 a.C – 14


d.C.) la división administrativa de Hispania fue reorganizada con una nueva organización territorial:


Tarraconensis (capital en Tarraco), Lusitania (capital Emérita Augusta) y Baética (capital en Córduba).


La división provincial fue modificada durante el Bajo Imperio, con la creación de nuevas provincias:


Carthaginensis (capital Cartago Nova), Baleárica (capital en Pollentia) y Gallaecia (capital en Brácara).


Por debajo de las provincias, un segundo nivel de administración fueron las ciudades, verdaderos


centros administrativos, jurídicos, políticos, económicos y religiosos, con edificios públicos, cada una


con su propio gobierno municipal (Curia), en manos de la oligarquía local. Las comunicaciones fueron la


base de la romanización, gracias a una excelente red de calzadas, destacando las vías de la Plata (unía la


Baética con Gallaecia) y la Augusta (desde Cartago Nova a Roma).


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La división social estaba determinada por la riqueza y las propiedades: destaca la aristocracia


propietaria (patricios y clase senatorial), el orden ecuestre (caballeros, acceden a cargos administrativos


de tipo medio), la burguesía acomodada (comercio, banca) clases populares (plebeyos, de carácter rural y


urbano) y esclavos, bajo diferentes tipologías.


Economía: las tierras pertenecen al Estado (ager publico), en parte cedidas o repartidas entre


colonos, soldados, ciudadanos itálicos o romanos e indígenas, lo que provoca clientelismo y situación


de dominio de la clase senatorial. Las principales actividades económicas se basan en la explotación


agrícola mediante la trilogía mediterránea, mediante el barbecho, el regadío, cultivada con el arado romano,


complementada con la ganadería (ovina, equina, porcina, avícola), minería (oro, plata, hierro,…) y


artesanía (cerámica, salazón,…), cuyos productos se exportaban a Italia para abastecer a Roma.


De la crisis del siglo III d.C. al final del Imperio.


Durante los siglos I y II d.C. se reducen los ingresos del Estado debido al final de las


conquistas, la escasez de mano de obra esclava y la concesión de ciudadanía romana a todos los


habitantes libres del Imperio (Edicto de Caracalla, en 212 d.C.).


La situación general del Imperio y de Hispania se vuelve inestable con guerras civiles entre los


generales de su Ejército por alcanzar el título imperial, el despoblamiento urbano debido al descenso del


comercio y al desabastecimiento, la propia debilidad del Estado romano, incapaz de garantizar la


cohesión de su territorio y de mantener el orden dentro de sus fronteras, llegando a producirse


revueltas provinciales y finalmente la invasión de pueblos germánicos (2ª mitad del siglo III d.C.).


El Bajo Imperio es un período de inestabilidad, y se imponen nuevas formas de vida, basadas en la


ruralización de la población y el abandono de las ciudades, la búsqueda de una economía


autosuficiente, el retorno al trueque, y finalmente el colapso de la estructura militar y administrativa del


Imperio que conduce a la descomposición del Imperio Romano Occidental; Hispania desde inicios del siglo


V d.C. está bajo dominio de varios pueblos germánicos, suevos, vándalos y alanos, mientras que los


visigodos, presentes en el Imperio como tropas auxiliares intentan mantener el orden y la autoridad


nominal de Roma, mientras que las instituciones romanas dejan de funcionar a lo largo del citado siglo.


En Hispania, como en el resto de provincias del Imperio, se impone la villa rural como unidad de


explotación agrícola, donde los ciudadanos acaban encomendándose a los grandes propietarios como


colonos, garantizándose así su protección y sustento: es el origen del modo de vida feudal dominante


durante la Edad Media.


3.2. EL LEGADO CULTURAL DE LA ROMANIZACIÓN.


La población indígena hispana adoptó la lengua romana, el latín, como idioma oficial, el Derecho


romano, la religión, la ideología y la vida romanas, por interés de sus propias élites y para garantizar


su posición socioeconómica privilegiada dentro de la Administración romana. El alto nivel de


romanización de Hispania queda patente con la presencia en Roma de importantes personalidades de


origen hispano, como emperadores (Galba, Marco Aurelio, Teodosio,…), filósofos (Séneca), educadores


(Quintiliano,…), escritores (Columela,…); se realizaron obras públicas y de ingeniería (calzadas, puentes,


acueductos, arcos de triunfo,…) así como el arte tuvo una manifestación pública preferente para demostrar el


poder del Imperio con edificios públicos (teatro, anfiteatros, circos, templos,…) decorados con esculturas y


mosaicos que exaltan el poder y la gloria de Roma, bajo la exaltación del culto al emperador y la religión


pagana oficial.


El politeísmo oficial mantuvo la primacía de la Triada Capitolina y la citada divinización del


emperador hasta la consolidación del cristianismo, que se difundió lentamente por Hispania desde el siglo II


d.C.


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4. LA MONARQUÍA VISIGODA (507-711).


4.1. LA RURALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA.


La base de la economía visigoda fueron los latifundios y la explotación agrícola; artesanía y


comercio quedaron reducidos a su mínima expresión; la crisis del Bajo Imperio Romano (guerras civiles,


debilidad de la autoridad y administración romana, éxodo urbano, colonato,…) y la presencia de pueblos


germánicos en la Península llevan a la ruralización de la economía, basada en prácticas de subsistencia y


autoconsumo. La minoría de población visigoda se reservó la propiedad de las tierras, que arrendaban


a los campesinos de origen hispanorromanos. Con frecuencia los campesinos, antiguos ciudadanos del


Imperio Romano, renuncian a su libertad para acogerse como colonos, en realidad siervos, en manos


de los grandes propietarios germánicos o antiguas élites hispanorromanas, quienes a cambio de


protección y sustento, les permiten vivir y cultivar sus tierras.


4.2. EL PODER DE LA IGLESIA Y LA NOBLEZA.


Desde el 409, las primeras oleadas de pueblos germánicos llevan a la instalación de suevos,


vándalos y alanos en Hispania, sin que las autoridades romanas puedan impedirlo. Durante dicho siglo V


los visigodos reciben autorización de Roma para someter a dichos pueblos, hasta que en el 476 se


desmorona definitivamente el Imperio Romano Occidental con la deposición de su último emperador, Rómulo


Augústulo. Desde entonces los visigodos se convierten en un Estado independiente con sus propias


instituciones, y lentamente optan por someter toda Hispania bajo su dominio una vez que son


expulsados de la Galia tras la batalla de Vouillé (507) por los francos.


Los visigodos fijan su capital en Toledo y proceden a la unificación territorial, política, religiosa y


jurídica de la Península. Leovigildo (572-586) y su hijo Recaredo (586-601) expulsan a los suevos de la


franja norccidental y a los bizantinos del sureste peninsular, y convierten a la monarquía en


hereditaria, dejando atrás la tradición germánica de la monarquía electiva entre la nobleza.


La monarquía visigoda refuerza su autoridad con nuevas instituciones, como el Aula Regia (Cortes


de la nobleza) y los Concilios de Toledo (con autoridades civiles y eclesiásticas). Recaredo llegó a


abandonar la herejía del arrianismo para convertirse al catolicismo (589, III Concilio de Toledo), seguida por


la mayoría de habitantes hispanorromanos y derogó la ley que prohibía los matrimonios mixtos entre la


población mayoritaria hispanorromana y la minoría visigoda. De esa forma obtuvo un apoyo fundamental


de la Iglesia, que pasa a convertirse en árbitro de la situación política. Recesvinto (653-672) prosiguió con las


reformas publicando el Liber Iodiciorum (o Fuero Juzgo, recopilación de leyes y normas que se remontan al


Derecho Romano), estableciendo una misma ley para toda la población.


Políticamente la minoría visigoda monopolizó los cargos de gobierno provocando la rivalidad


entre la nobleza; así mismo la Iglesia, también rivaliza con la nobleza por influir en los reyes visigodos. Ambas


instituciones, nobleza e Iglesia, impiden el fortalecimiento de la monarquía visigoda, situación que conduce a


constantes conflictos, revueltas y guerras civiles, que de hecho conducen a su desaparición como entidad


política estable con la invasión árabe desde 711.

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