30 Sep
1.1 El Paleolítico y el Neolítico
Este período, el más antiguo de la historia, abarca desde el origen del hombre hasta la aparición de la escritura.
El Paleolítico en la península abarca desde 1,2 millones de años hasta el 10.000 a. C. Los homínidos vivían en pequeños grupos (20 o 30 personas) con una organización elemental. Eran nómadas y tenían una economía depredadora, basada en la caza, la pesca y la recolección. Su industria era de útiles de piedra tallada. En Atapuerca, se hallaron restos de 800.000 años, pertenecientes al Homo antecessor (Paleolítico inferior).
Durante el Paleolítico medio, apareció el Homo neanderthalensis con una industria más especializada; ya conocían el fuego.
En el Paleolítico superior, apareció el Homo sapiens (Hombre de Cromañón) con la industria más sofisticada y un pensamiento más abstracto, como demuestran los restos de arte rupestre, como las cuevas de Altamira (Cantabria) o Tito Bustillo (Asturias).
El Neolítico apareció hace unos 5.000 años a. C., gracias al contacto con pueblos mediterráneos. La economía pasa a ser productora, gracias a la aparición de la agricultura, la ganadería, los tejidos y objetos de cerámica. Los grupos se hacen sedentarios, la población aumenta y hay una mayor especialización en el trabajo, dando lugar a sociedades más complejas y con jerarquía social. Sus asentamientos fueron sobre todo en la zona mediterránea, Aragón y Andalucía. El arte rupestre se desarrolló en Cogul (Lérida).
1.2 Los Pueblos Prerromanos
En el primer milenio a. C. habitaban en la península una serie de pueblos prerromanos, que conocían la metalurgia del hierro.
Los íberos ocupaban el litoral y prelitoral de la península, agrupados en tribus independientes. Su actividad económica era agrícola y ganadera, se dedicaban al comercio y tenían moneda propia. Era una sociedad guerrera con poblados amurallados en zonas elevadas. En sus manifestaciones artísticas destacan la Dama de Elche y la Dama de Baza.
Los celtas convivían con los pueblos autóctonos. Era una cultura tribal que ocupaba la Meseta y el norte peninsular, y su economía se basaba en la ganadería.
Los tartesios ocupaban el suroeste peninsular, en el valle del Guadalquivir. Tuvieron un gran desarrollo de la minería, especialmente de la plata, con la que comerciaban.
Tres pueblos colonizadores llegaron por el Mediterráneo:
- Los fenicios (1.000 a. C.) fundaron Gadir (Cádiz) y tuvieron una intensa actividad económica con los tartesios. Crearon factorías comerciales en la costa andaluza y generalizaron el uso del hierro. Introdujeron la conserva de pescado en salazón.
- Los griegos crearon colonias comerciales en las costas catalanas y levantinas. Llegaron desde Marsella en el siglo VI a. C. y fundaron Ampurias (Girona). Comerciaron con los íberos utilizando la moneda.
- Los cartagineses llegaron a la península en el siglo V a. C. y crearon colonias comerciales como Ibiza. Tras la primera guerra púnica (siglo III a. C.) fundaron Cartago Nova (Cartagena), con fines político-militares. La segunda guerra púnica abrió las puertas de la península a Roma.
1.3 La Hispania Romana
La conquista de la península por los romanos se inició a finales del siglo III a. C. y terminó en el siglo I a. C. En la primera etapa, lograron dominar la costa mediterránea y el sur peninsular, durante la segunda guerra púnica que enfrentó a Roma y Cartago por el dominio del Mediterráneo occidental. Durante la segunda etapa, se conquistó la Meseta, el oeste y el noroeste peninsular. Esta etapa se caracterizó por la resistencia de algunos pueblos indígenas, como los celtíberos y los lusitanos. En la última etapa, sometieron a los cántabros y astures, y se produjo la implantación de la organización y la cultura romana entre los pueblos indígenas de la península.
Socialmente, se impuso el sistema esclavista. En el siglo I, los territorios conquistados fueron reconocidos como provincias romanas. En el siglo II, se otorgó la ciudadanía romana a todos los hombres libres del Imperio.
Económicamente, Hispania abastecía a Roma de alimentos gracias a la agricultura mediterránea y la abundante ganadería. También hubo una intensa actividad comercial y artesanal.
Culturalmente, Roma dejó cuatro legados: el latín (que se convirtió en lengua oficial), el Derecho romano, el legado artístico (templos, teatros, anfiteatros, calzadas, puentes, murallas, acueductos y ciudades) y la religión (Teodosio la declaró religión oficial del Imperio en el 380 d. C.).
1.4 La Monarquía Visigoda
A principios del siglo V, aprovechando la debilidad del Imperio romano, se asentaron en la península los pueblos germánicos. Para combatirlos, Roma firmó un pacto con los visigodos, que se establecieron en la Galia con capital en Tolosa. Tras la caída del Imperio romano de Occidente, los francos derrotaron a los visigodos en la batalla de Vouillé (507 d. C.), expulsándolos de la Galia. Los visigodos se establecieron en Hispania, creando un nuevo reino con capital en Toledo. Iniciaron un proceso unificador para fundir la cultura germana con la hispano-romana. A finales del siglo VI, Leovigildo consiguió la unidad territorial al derrotar a los suevos y logró la unidad religiosa en el III Concilio de Toledo (589 d. C.), declarando el catolicismo como religión oficial.
El monarca gobernaba con la ayuda del Officium Palatinum, compuesto por el Aula Regia y los Concilios de Toledo, que colaboraban con los reyes en la tarea legislativa y en asuntos de gobierno. Los visigodos adoptaron la tradición romana y la religión cristiana. La sociedad visigoda estaba muy jerarquizada y la vida en ciudades decayó. La monarquía era de carácter electivo. Las luchas por la sucesión provocaban enfrentamientos entre los nobles, lo que facilitó la invasión musulmana en el 711 d. C.
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