10 Dic
El Sexenio Democrático (1868-1874)
La Crisis del Sistema Isabelino
A mediados de la década de 1860, el sistema político de Isabel II entró en una profunda crisis debido a una combinación de factores políticos y económicos. La crisis económica europea de 1866 provocó la quiebra de bancos, empresas ferroviarias, y las industrias textiles y siderúrgicas en España. Este declive económico puso fin al crecimiento previo y exacerbó el malestar social.
En el ámbito político, la crisis económica agudizó las tensiones existentes. Los dirigentes del país representaban a una minoría, excluyendo a los progresistas del régimen y provocando la retirada de los unionistas en la alternancia de poder. El enriquecimiento de las clases dirigentes y la influencia de una camarilla cercana a la reina generaron fuertes críticas. En 1866, unionistas, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende, con el objetivo de derrocar a Isabel II y convocar una asamblea constituyente basada en el sufragio universal masculino. Únicamente los moderados mantuvieron su apoyo a la reina.
La Revolución de 1868
El 18 de septiembre de 1868, el Almirante Topete, con el apoyo de generales exiliados como Juan Prim, sublevó a la escuadra, iniciando un movimiento revolucionario. La revuelta se extendió rápidamente por el país a medida que las fragatas sublevaban otras ciudades. La Junta Revolucionaria tomó el control, con Barcelona uniéndose al día siguiente. En Madrid, la Junta Revolucionaria tuvo que esperar a la Batalla del Puente de Alcolea, donde el ejército gubernamental se enfrentó a los sublevados. La población, llena de entusiasmo, ocupaba las calles cantando himnos de libertad y organizando milicias populares conocidas como Voluntarios de la Libertad.
El 7 de octubre de 1868, los militares responsables de la revolución entraron en Madrid para formar el Gobierno Provisional Revolucionario. Isabel II, ante el avance de las fuerzas revolucionarias, huyó a Francia desde San Sebastián, marcando el fin de su reinado.
La Constitución de 1869
El General Prim presidió el Gobierno Provisional, mientras que el General Serrano fue nombrado regente. Su objetivo era establecer una monarquía democrática y convocar Cortes Constituyentes. Las elecciones, celebradas en 1869 bajo sufragio universal masculino para mayores de 25 años, eligieron 381 diputados, incluyendo 29 representantes de las colonias de ultramar. Aunque la mayoría resultante era monárquica, el voto urbano se inclinó mayoritariamente hacia el republicanismo.
Serrano, ejerciendo el poder ejecutivo, creó una comisión que elaboró un proyecto de Constitución. El proyecto fue aprobado en general, aunque algunos artículos (20, 21 y 33), referentes a la libertad religiosa, las relaciones Iglesia-Estado y el tipo de régimen, generaron controversia.
La Constitución de 1869 establecía un sistema bicameral (Congreso y Senado), elegido por sufragio universal masculino para mayores de edad. De carácter democrático, dedicaba sus primeros 26 artículos a los derechos individuales de los españoles.
Tras la aprobación de la Constitución, Prim se dedicó a la búsqueda de un candidato al trono, al tiempo que reprimía las protestas de republicanos y Voluntarios de la Libertad, quienes mostraron hostilidad hacia la nueva monarquía. Manifestaciones en Andalucía, el asalto al Ministerio de Gobernación en Madrid y alzamientos armados en otras ciudades reflejaron este descontento. En las zonas rurales, la Guardia Civil recurrió a la controvertida práctica de la «ley de fugas».
La agitación no se limitó a los republicanos. Los carlistas aprovecharon la inestabilidad para movilizarse, como se evidenció en el linchamiento del gobernador de Burgos. En las grandes ciudades, la agitación obrera se intensificó, con manifestaciones en Madrid e insurrecciones contra el ejército en Barcelona. A estos problemas se sumó una insurrección en Cuba contra el dominio español.
Amadeo I de Saboya
Los gobiernos de Sagasta (Partido Constitucional) y Zorrilla (Partido Radical) se caracterizaron por su debilidad. A pesar de las dificultades, Prim logró mantener el control de la situación y continuó la búsqueda de un monarca. Descartados los Borbones, el primer candidato fue el Duque de Montpensier (Casa de Orleans), pero su conservadurismo lo hizo inaceptable para los revolucionarios. La siguiente opción, Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, desencadenó la Guerra Franco-Prusiana, orquestada por Otto von Bismarck. Este conflicto, que resultó en la caída del Imperio Francés, la unificación de Alemania e Italia, y la pérdida de influencia del Papa, llevó a Prim a optar por Amadeo de Saboya, quien aceptó la corona como Amadeo I.
El reinado de Amadeo I comenzó de forma trágica. El 30 de diciembre de 1870, día de su llegada a España, recibió la noticia del asesinato de Prim. Aceptó gobernar bajo la Constitución de 1869, pero enfrentó numerosos desafíos: problemas sociales con republicanos y la Asociación Internacional de Trabajadores, desconocimiento del idioma y las costumbres, rechazo de la nobleza católica, intentos de abolir la esclavitud, la división del partido de Prim tras su muerte, nuevos ataques carlistas y rumores de una revolución proletaria. Ante estas dificultades, Amadeo I abdicó el 10 de febrero de 1873, devolviendo la corona a las Cortes. El Congreso, ante la presión popular, proclamó la República.
La Primera República (1873)
La Primera República Española surgió de forma revolucionaria, pero se vio debilitada por las luchas internas entre los partidos radicales y la presión del «cuarto estado». Estanislao Figueras, nombrado presidente de una república unitaria, tenía como principal objetivo convocar Cortes Constituyentes. Sin embargo, se enfrentó a una hacienda exhausta, la guerra carlista en el norte, la insurrección en Cuba y un ejército hostil a la república. A pesar de las dificultades, logró implementar algunas medidas democráticas.
La República unitaria carecía de un amplio apoyo popular. Las elecciones a Cortes dieron la victoria a los republicanos federales. Figueras dimitió el 1 de junio de 1873, y las Cortes proclamaron la República Democrática Federal, con Pi i Margall como presidente del Gobierno. Surgieron dos facciones: los transigentes, liderados por Pi i Margall, que buscaban el orden social para construir la república desde arriba; y los intransigentes, que abogaban por una revolución social desde abajo.
Ambas corrientes presentaron proyectos constitucionales, pero el rechazo del proyecto intransigente provocó su retirada el 1 de julio de 1873. La salida de los intransigentes desencadenó la Revolución Cantonal, que comenzó en Cartagena y se extendió por el sur y el levante peninsular, expresando las aspiraciones federales de las clases populares, que buscaban la eliminación del centralismo y la consecución de la igualdad.
Ante la Revolución Cantonal y la imposibilidad de aprobar la Constitución, Pi i Margall dimitió el 18 de julio de 1873. Su sucesor, Nicolás Salmerón, intentó restablecer el orden por la fuerza, reprimiendo los movimientos obreros y el cantonalismo. Salmerón dimitió al negarse a firmar penas de muerte, siendo reemplazado por Emilio Castelar. Castelar, en un giro hacia la derecha, se centró en restablecer el orden, buscando controlar la guerra carlista y la situación en Cuba. Su política conservadora y el apoyo al ejército provocaron la oposición de los intransigentes. En enero de 1874, el General Pavía, con el apoyo de la Guardia Civil, dio un golpe de Estado, disolviendo las Cortes. Castelar dimitió, y se formó un gobierno nacional presidido por Serrano, con el apoyo de los radicales, que gobernó de forma dictatorial bajo la Constitución.
Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II, inició un movimiento para la restauración de la monarquía. El 29 de diciembre de 1874, el pronunciamiento del General Martínez Campos puso fin al Sexenio Democrático y restauró la monarquía borbónica en España.
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