17 Nov
Antropología social y antropología cultural
Si los términos de ‘antropología social’ y ‘cultural’ tuvieran por objeto distinguir determinados campos de estudio de los de la antropología física, no plantearían ningún problema. Pero la predilección respectiva de Gran Bretaña por el primero y de los Estados Unidos por el segundo, y la aclaración de esta divergencia en el transcurso de una polémica reciente entre el norteamericano G. P. Murdock y el inglés R First 1, muestran que la adopción de uno u otro término responde a preocupaciones teóricas bien definidas. En muchos casos, sin duda, la adopción de uno de los términos (sobre todo para designar una cátedra universitaria) ha sido resultado del azar. Al parecer, inclusive la implantación del término social anthropology en Inglaterra obedeció a la necesidad le inventar un título para distinguir una nueva cátedra de las ya existentes, que habían agotado la terminología tradicional. Si el estudioso quiere atenerse al sentido mismo de las palabras ‘cultural’ y ‘social’, la diferencia tampoco es muy grande. La noción de cultura es de origen inglés, puesto que debemos a Tylor la primera definición de la cultura como «esa totalidad compleja que incluye conocimiento, creencia, arte, moral, ley, costumbre y todas las demás capacidades y hábitos adquiridos por ii-hOrnbre como miembro de la soae-dad» -2.-Le noción se refiere, pues, a las diferencias características que existen entre el hombre y el animal, lo cual dio origen a la oposición -clásica desde entonces- entre ‘naturaleza’ y ‘cultura’. En esta perspectiva el hombre aparece esencialmente como horno faber, o como dicen los anglosajones tool-maker. Costumbres, creencias e instituciones son vistas entonces como técnicas entre otras técnicas, sin duda de naturaleza máq especificamente intelectual, técnica que se hallan ai servicio de la vida social y la hacen posible, del mismo modo que las técnicas agrícolas hacen posible la satisfacción de las necesidades de nutrición o las técnicas textiles protegen contra la intemperie. La antropología social se reduce al estudio de la organización social, capítulo esencial pero sólo un capítulo entre todos los que forman la antropología cultural. Esta manera de plantear el problema parece típica de la ciencia norteamericana, al menos en las primeras etapas de su desarrollo.
Sin duda no es casualidad que el término mismo de ‘antro olo ía social’ haya aparecido en Inglaterra para designar la pri era cátedra ocupada por sir J. G. Frazer, quien se interesaba muy poco en las técnicas y mucho en las creencias. costumbres e instituciones. Sin embargo fue A. R. Radcliffe-Brown quien destacó la significación profunda del término, cuando definió el objeto de sus propias investigaciones como las ‘relaciones sociale_s’ y la ‘estructura_social*. No es ya el horno faber quien ocupa el
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primer plano, sino el grupo, el grupo considerado como grupo, es decir, el conjunto de formas de comunicación que fundan la vida social. Señalemos que no hay ninguna contradicción -ni siquiera oposición- entre ambas perspectivas. La mejor prueba de ello es la evolución del pensamiento
sociológico francés, donde, pocos años después que Durkheim hubo mostrado que era preciso estudiar los hechos sociales como ‘cosas’ (que es, en otro lenguaje. el punto de vista de la antropología cultural), su sobrino y discípulo Mauss aportaba, al mismo tiempo que Malinowski, la perspectiva complementaria según la cual las cosas (objetos manufacturados, armas, útiles, objetos rituales) son a su vez ‘hechos sociales’ (lo cual corresponde al punto de vista de la antropología social). Se podría decir entonces que antropología cultural y antropología social cubren exactamente el mismo programa, partiendo una de las técnicas y los objetos para culminar en esta ‘supertécnca’ que es la actividad social y política, y la otra de la vida social, para descender hasta las cosas sobre las que ésta imprime su sello y las actividades a través de las cuales se manifiesta. Ambas comprenden los mismos capítulos, dispuestos tal vez en orden diferente y con un número variable de páginas dedicadas a cada uno. Con todo, y aun si se sostiene este paralelo, se destacan ciertas diferencias más sutiles. La antropologíasocial ha nacido del descubrimiento de que todos los aspectos de la vida social-económico, técnico,político, jurídicorestético- constituyen Un conjunto significativo. siendo imposible comprender uno cualquiera de estos aspectos si no se lo coloca en medio de los demás. La antropología social tiende, pues, a ir del todo a las partes, o por lo menos a otorgar prioridad lógica al primero sobre las segundas. Una técnica no tiene solamente un ‘valor utilitario’; cumple también una ‘función’, y ésta, para ser comprendida, supone consideraciones sociológicas y no solo históricas, geográficas, mecánicas o fisicoquímicas. El conjunto de las funciones exige a su vez una nueva noción, la de ‘estructura’, y es conocida la importancia que ha aclquiriqg la idea de estructura social en los estudios antropológicos contemporáneos. Lo cierto es que la antropología cultural, por su parte y casi simultáneamente, llegaba a una concepción análoga, si bien por caminos distintos. En lugar de la perspectiva estática que presenta el conjunto del grupo social como una especie de sistema o constelación, fue en este caso una preocupación dinámica -¿Cómo se transmite la cultura a través de las generaciones?- la que llevó a la antropología cultural a una conclusión idéntica, a saber, que el sistema de las relaciones que unen entre sí todos los aspectos de la vida social desempeña, en la transmisión de la cultura, un papel más importante que cada uno de dichos aspectos tomado aisladamente. Los estudios llamados de ‘cultura y personalidad’ (cuyo origen puede rastrearse, en la tradición de la antropología cultural, hasta las enseñanzas de Franz Boas) iban así a encontrarse, de esta manera imprevista, con los estudios de ‘estructura social’ derivados de Radcliffe-Brown y, a través de éste, con los estudios de Durkheim Ya se proclame ‘social’ o ‘cultural, la antropología aspira siempre a conocer el hombre total’, considerado en un caso a partir de sus ‘producciones’ y en el otro a partir de sus ‘representaciones’. Se comprende de este modo que una orientación ‘culturalista’ aproxime la antropología a la Geografía, la tecnología y la prehistoria, mientras que la orientación ‘sociológica’ le cree afinidades más directas con la arqueología, la historia y la psicología. En ambos casos
existe un vínculo particularmente estrecho con la lingüística, puesto que el lenguaje es a la vez el ‘hecho cultural’ por excelencia (que distingue al hombre del animal) y el fenómeno por cuyo intermedio se establecen y perpetúan todas las formas de la vida social. Resulta lógico, pues. que las estructuras académicas analizadas en el informe general se resistan con frecuencia a aislar la antropología, y tiendan más bien a colocarla ‘en constelación si puede decirse así, con una o varias de las siguientes disciplinas:
Geografía Psicología Lingüística ANTROPOLOGÍA Arqueología Sociología
En este esquemas las relaciones ‘horizontales’ corresponden sobre todo a la perspectiva de la antropología cultural, las ‘verticales’ a la de la antropologia social, y las ‘oblicuas’ a ambas. Pero aparte del hecho de que, para los investigadores modernos, estas perspectivas tienden a confundirse, no se olvidará que aun en los casos extremos solamente se trata de una diferencia de punto de vista y no de objeto. En estas condiciones, el problema de la unificación de los términos pierde mucho de su importancia. En la actualidad, parece haber en el mundo entero un acuerdo casi unánime en cuanto a emplear el término ‘antropología’ en lugar de etnografía y etnología, como el que caracteriza en la forma más adecuada el conjunto de los tres momentos de la investigación. Una reciente encuesta internacional lo prueba. Se puede entonces, sin vacilaciones, recomendar la adopción del término ‘antropología’ en los titulas de los departamentos, institutos o escuelas consagrados a las – investigaciones y !a enseñanza correspondientes. Pero no se debe ir más lejos: las diferencias siempre fecundas de temperamento y preocupaciones en los maestros encargados de la enseñanza y de la direccion de los trabajos hallarán, en los calificativos de ‘social’ y de ‘cultural’, el medio de expresar sus matices particulares.
1 American Anthropologist, 53 (4), parte 1, pp. 465-489, 1951.
2 E. B. Tylor, Primitive Cultures. Londres, 1871, vol. I, p. 1.
Si los términos de ‘antropología social’ y ‘cultural’ tuvieran por objeto distinguir determinados campos de estudio de los de la antropología física, no plantearían ningún problema. Pero la predilección respectiva de Gran Bretaña por el primero y de los Estados Unidos por el segundo, y la aclaración de esta divergencia en el transcurso de una polémica reciente entre el norteamericano G. P. Murdock y el inglés R First 1, muestran que la adopción de uno u otro término responde a preocupaciones teóricas bien definidas. En muchos casos, sin duda, la adopción de uno de los términos (sobre todo para designar una cátedra universitaria) ha sido resultado del azar. Al parecer, inclusive la implantación del término social anthropology en Inglaterra obedeció a la necesidad le inventar un título para distinguir una nueva cátedra de las ya existentes, que habían agotado la terminología tradicional. Si el estudioso quiere atenerse al sentido mismo de las palabras ‘cultural’ y ‘social’, la diferencia tampoco es muy grande. La noción de cultura es de origen inglés, puesto que debemos a Tylor la primera definición de la cultura como «esa totalidad compleja que incluye conocimiento, creencia, arte, moral, ley, costumbre y todas las demás capacidades y hábitos adquiridos por ii-hOrnbre como miembro de la soae-dad» -2.-Le noción se refiere, pues, a las diferencias características que existen entre el hombre y el animal, lo cual dio origen a la oposición -clásica desde entonces- entre ‘naturaleza’ y ‘cultura’. En esta perspectiva el hombre aparece esencialmente como horno faber, o como dicen los anglosajones tool-maker. Costumbres, creencias e instituciones son vistas entonces como técnicas entre otras técnicas, sin duda de naturaleza máq especificamente intelectual, técnica que se hallan ai servicio de la vida social y la hacen posible, del mismo modo que las técnicas agrícolas hacen posible la satisfacción de las necesidades de nutrición o las técnicas textiles protegen contra la intemperie. La antropología social se reduce al estudio de la organización social, capítulo esencial pero sólo un capítulo entre todos los que forman la antropología cultural. Esta manera de plantear el problema parece típica de la ciencia norteamericana, al menos en las primeras etapas de su desarrollo.
Sin duda no es casualidad que el término mismo de ‘antro olo ía social’ haya aparecido en Inglaterra para designar la pri era cátedra ocupada por sir J. G. Frazer, quien se interesaba muy poco en las técnicas y mucho en las creencias. costumbres e instituciones. Sin embargo fue A. R. Radcliffe-Brown quien destacó la significación profunda del término, cuando definió el objeto de sus propias investigaciones como las ‘relaciones sociale_s’ y la ‘estructura_social*. No es ya el horno faber quien ocupa el
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primer plano, sino el grupo, el grupo considerado como grupo, es decir, el conjunto de formas de comunicación que fundan la vida social. Señalemos que no hay ninguna contradicción -ni siquiera oposición- entre ambas perspectivas. La mejor prueba de ello es la evolución del pensamiento
sociológico francés, donde, pocos años después que Durkheim hubo mostrado que era preciso estudiar los hechos sociales como ‘cosas’ (que es, en otro lenguaje. el punto de vista de la antropología cultural), su sobrino y discípulo Mauss aportaba, al mismo tiempo que Malinowski, la perspectiva complementaria según la cual las cosas (objetos manufacturados, armas, útiles, objetos rituales) son a su vez ‘hechos sociales’ (lo cual corresponde al punto de vista de la antropología social). Se podría decir entonces que antropología cultural y antropología social cubren exactamente el mismo programa, partiendo una de las técnicas y los objetos para culminar en esta ‘supertécnca’ que es la actividad social y política, y la otra de la vida social, para descender hasta las cosas sobre las que ésta imprime su sello y las actividades a través de las cuales se manifiesta. Ambas comprenden los mismos capítulos, dispuestos tal vez en orden diferente y con un número variable de páginas dedicadas a cada uno. Con todo, y aun si se sostiene este paralelo, se destacan ciertas diferencias más sutiles. La antropologíasocial ha nacido del descubrimiento de que todos los aspectos de la vida social-económico, técnico,político, jurídicorestético- constituyen Un conjunto significativo. siendo imposible comprender uno cualquiera de estos aspectos si no se lo coloca en medio de los demás. La antropología social tiende, pues, a ir del todo a las partes, o por lo menos a otorgar prioridad lógica al primero sobre las segundas. Una técnica no tiene solamente un ‘valor utilitario’; cumple también una ‘función’, y ésta, para ser comprendida, supone consideraciones sociológicas y no solo históricas, geográficas, mecánicas o fisicoquímicas. El conjunto de las funciones exige a su vez una nueva noción, la de ‘estructura’, y es conocida la importancia que ha aclquiriqg la idea de estructura social en los estudios antropológicos contemporáneos. Lo cierto es que la antropología cultural, por su parte y casi simultáneamente, llegaba a una concepción análoga, si bien por caminos distintos. En lugar de la perspectiva estática que presenta el conjunto del grupo social como una especie de sistema o constelación, fue en este caso una preocupación dinámica -¿Cómo se transmite la cultura a través de las generaciones?- la que llevó a la antropología cultural a una conclusión idéntica, a saber, que el sistema de las relaciones que unen entre sí todos los aspectos de la vida social desempeña, en la transmisión de la cultura, un papel más importante que cada uno de dichos aspectos tomado aisladamente. Los estudios llamados de ‘cultura y personalidad’ (cuyo origen puede rastrearse, en la tradición de la antropología cultural, hasta las enseñanzas de Franz Boas) iban así a encontrarse, de esta manera imprevista, con los estudios de ‘estructura social’ derivados de Radcliffe-Brown y, a través de éste, con los estudios de Durkheim Ya se proclame ‘social’ o ‘cultural, la antropología aspira siempre a conocer el hombre total’, considerado en un caso a partir de sus ‘producciones’ y en el otro a partir de sus ‘representaciones’. Se comprende de este modo que una orientación ‘culturalista’ aproxime la antropología a la Geografía, la tecnología y la prehistoria, mientras que la orientación ‘sociológica’ le cree afinidades más directas con la arqueología, la historia y la psicología. En ambos casos
existe un vínculo particularmente estrecho con la lingüística, puesto que el lenguaje es a la vez el ‘hecho cultural’ por excelencia (que distingue al hombre del animal) y el fenómeno por cuyo intermedio se establecen y perpetúan todas las formas de la vida social. Resulta lógico, pues. que las estructuras académicas analizadas en el informe general se resistan con frecuencia a aislar la antropología, y tiendan más bien a colocarla ‘en constelación si puede decirse así, con una o varias de las siguientes disciplinas:
Geografía Psicología Lingüística ANTROPOLOGÍA Arqueología Sociología
En este esquemas las relaciones ‘horizontales’ corresponden sobre todo a la perspectiva de la antropología cultural, las ‘verticales’ a la de la antropologia social, y las ‘oblicuas’ a ambas. Pero aparte del hecho de que, para los investigadores modernos, estas perspectivas tienden a confundirse, no se olvidará que aun en los casos extremos solamente se trata de una diferencia de punto de vista y no de objeto. En estas condiciones, el problema de la unificación de los términos pierde mucho de su importancia. En la actualidad, parece haber en el mundo entero un acuerdo casi unánime en cuanto a emplear el término ‘antropología’ en lugar de etnografía y etnología, como el que caracteriza en la forma más adecuada el conjunto de los tres momentos de la investigación. Una reciente encuesta internacional lo prueba. Se puede entonces, sin vacilaciones, recomendar la adopción del término ‘antropología’ en los titulas de los departamentos, institutos o escuelas consagrados a las – investigaciones y !a enseñanza correspondientes. Pero no se debe ir más lejos: las diferencias siempre fecundas de temperamento y preocupaciones en los maestros encargados de la enseñanza y de la direccion de los trabajos hallarán, en los calificativos de ‘social’ y de ‘cultural’, el medio de expresar sus matices particulares.
1 American Anthropologist, 53 (4), parte 1, pp. 465-489, 1951.
2 E. B. Tylor, Primitive Cultures. Londres, 1871, vol. I, p. 1.
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