12 Nov
IDEOLOGÍA FASCISTA
La ideología fascista tenía unas características bien definidas:
- El fascismo defendía el establecimiento de un Estado Totalitario para controlar todas las esferas de la vida. El Estado debía estar por encima del individuo y negaba la igualdad de los ciudadanos, los derechos individuales y la separación de poderes.
- Apoyaba una dictadura de partido único sustentada en el principio del liderazgo, según el cual el poder debía recaer en un jefe “carismático”. Sobre esta noción de caudillaje, el fascismo intentó crear una sociedad basada en la jerarquía, orden, obediencia y la autoridad de un hombre excepcional, desarrollándose el culto al líder.
- Radical anticomunismo y retórica anticapitalista, planteando una alternativa al comunismo y al capitalismo para atraer a las clases medias y a los obreros industriales.
- Nacionalismo agresivo, expansionista y militarista, orientando al fascismo hacia la guerra.
- Los fascistas eran racistas y consideraban inferiores a los no blancos, con el nazismo como máximo exponente del racismo y antisemitismo.
- Rechazo a los principios de racionalismo, materialismo e igualitarismo, exaltando elementos irracionales como fanatismo, intolerancia y obediencia ciega.
- Defensa de la violencia frente a los oponentes políticos, considerando la violencia como un valor positivo e incluso terapéutico.
- El fascismo pretendía movilizar las masas y encuadrarlas en el partido y sindicato únicos y en las milicias paramilitares del partido, otorgando gran importancia a los mítines, símbolos, desfiles y ritos ceremoniales.
- Exaltación de los principios de masculinidad, relegando a la mujer a la crianza de los hijos y las labores del hogar.
BASES SOCIALES DEL FASCISMO
Los partidos fascistas lograron un completo respaldo popular, aunque su base social fue creciendo hasta alcanzar una gran fuerza en países como Italia y Alemania.
El fascismo reclutó a sus primeros seguidores entre sectores sociales desarraigados, como oficiales y soldados desmovilizados tras la Primera Guerra Mundial, cuya adaptación a la vida civil se hizo difícil. También contaron con jóvenes activistas impresionados por la guerra y frustrados por el sistema liberal.
Posteriormente se sumaron las clases medias afectadas por la crisis y temerosas de la extensión del comunismo. Además, se añadieron importantes grupos de la clase obrera y antiguos militantes de izquierda atraídos por el mensaje extremista y violento del fascismo.
Los grandes empresarios y terratenientes financiaron a los grupos fascistas que les servían como grupos de choques contra socialistas, comunistas y sindicalistas y, posteriormente, los ayudaron para instaurar un poder ejecutivo fuerte, controlar la economía y detener la agitación obrera.
La toma del poder por el fascismo no se explica sin los apoyos de instituciones como el ejército y la policía, que toleraron y colaboraron con la violencia fascista.
CRISIS DEL RÉGIMEN LIBERAL ITALIANO
El final de la guerra tuvo en Italia graves efectos económicos y sociales. Tras la desmovilización de los soldados, el número de desempleados llegó a los dos millones y la inflación de 1919 era cuatro veces superior a la de 1913.
Por ello, Italia se vio envuelta en una serie de huelgas para lograr el aumento de salarios y la reducción de la jornada laboral a ocho horas. También se desarrollaron revueltas de campesinos pobres pidiendo tierras.
En 1919 y 1920, las huelgas adquirieron un tinte revolucionario y dieron paso a la ocupación de fábricas y fincas. Pero las movilizaciones fracasaron por la clásica división entre reformistas y revolucionarios.
A la crisis social se unió la crisis política motivada por el desprestigio de la monarquía y de los partidos liberales, que se había acrecentado con la guerra. El establecimiento del sufragio universal hizo que los partidos liberales perdieran apoyos, por lo que se terminaron aliando con partidos populistas y fascistas para evitar la llegada al poder de partidos de izquierdas.
El Partido Socialista Italiano no logró aunar a las masas obreras por las continuas fricciones entre reformistas y maximalistas que acabaron fundando en 1921 el Partido Comunista de Italia.
A la inestabilidad se sumó la frustración del resultado de la Primera Guerra Mundial, en la que Italia había luchado al lado de los aliados y el hecho de no recibir los territorios prometidos provocó la indignación de los nacionalistas que hicieron del territorio de Fiume el centro de sus reivindicaciones. Incluso D’Annunzio con un grupo de excombatientes y amotinados del ejército ocuparon la ciudad, tras lo cual fueron desalojados por el gobierno.
LA OCUPACIÓN DEL PODER
Benito Mussolini pasó de liderar el ala más radical del partido socialista a convertirse en nacionalista extremo, exigiendo una agresiva política exterior y dureza contra los comunistas en el interior de Italia.
En 1919, Mussolini fundó en Milán los Fascios Italianos de Combate, grupo paramilitar de carácter ultranacionalista, cuyos miembros llevaban una camisa negra y gorro militar. Estaba compuesto por gente muy variopinta, desde antiguos izquierdistas como anarquistas, socialistas y sindicalistas a ultraderechistas, nacionalistas y combatientes de asalto.
En 1919-1920, sus apoyos eran minoritarios, pero la desconfianza hacia el sistema parlamentario hizo que aumentasen sus apoyos entre las clases medias, la gran patronal, ejército y policía. Todos ellos vieron en el fascismo un movimiento de orden capaz de poner fin a los conflictos sociales y al socialismo revolucionario.
Mussolini, con el deseo de consolidar estos nuevos apoyos, abandonó la vía revolucionaria y en 1921 transformó los fascios en el Partido Nacional Fascista. Además, se convirtió en un elemento fuertemente represivo contra organizaciones obreras y campesinas. Para ello, organizó escuadras de combate que atacaban las sedes de partidos, sindicatos y cooperativas. La violencia y el desplazamiento hacia la derecha fueron los instrumentos para alcanzar el poder.
En agosto de 1922, los socialistas promovieron una huelga general contra la violencia fascista, que terminó siendo un fracaso por la intervención fascista. Lo que provocó que en octubre de 1922 se organizase la “marcha sobre Roma” de los escuadristas para exigir un mínimo de 6 ministros fascistas en el gobierno. Ante esta situación, Víctor Manuel III solicitó a Mussolini que formase gobierno.
LA REPÚBLICA DE WEIMAR
En enero de 1919, la república tuvo que hacer frente a la insurrección de los espartaquistas de Rosa Luxemburgo, partidarios del modelo bolchevique. Los socialdemócratas, con el apoyo del ejército y de voluntarios, soldados y oficiales desmovilizados, aplastaron la revuelta con violencia y asesinaron a sus líderes.
En medio de esta crisis se celebraron elecciones a una Asamblea Constituyente, que se reunió en la ciudad de Weimar. La asamblea realizó una constitución que establecía una república federal basada en principios democráticos. El presidente de la república se elegía cada siete años y tenía poderes extraordinarios. El jefe de gobierno era nombrado por el presidente y necesitaba el respaldo del parlamento. El socialista Ebert fue nombrado presidente.
En las elecciones, los partidos moderados (Partido del Centro, Partido Democrático y Partido Socialdemócrata) obtuvieron el 76,2% de los votos y formaron un gobierno de coalición. Su primera decisión fue firmar el Tratado de Versalles, que se convirtió en una pesada losa, a lo que se sumaban los efectos económicos de la guerra, agravados por las indemnizaciones que se le impusieron.
En los primeros años de posguerra se produjo una importante inestabilidad económica, especialmente en 1922 y 1923, en los que la hiperinflación arruinó al país, provocando un importante malestar social y político junto a una creciente desconfianza ante el sistema, que se tradujo en movilizaciones obreras y varias intentonas golpistas de la ultraderecha y del ejército, aumentando la radicalización política y el descontento con la democracia.
Entre 1924 y 1929, la república de Weimar conoció un periodo de estabilidad tras el Plan Dawes de 1924, que favoreció la recuperación económica y el Pacto de Locarno de 1925 y la admisión de Alemania en la Sociedad de Naciones en 1926, estabilizaron sus relaciones internacionales.
ORÍGENES DEL NAZISMO
En 1919, en Munich, se fundó uno de los partidos nacionalistas que difundían propaganda antiliberal y racista, el Partido de los Trabajadores Alemanes (DAP). Con el ingreso de Hitler se elaboraron los puntos ideológicos del partido y participó en su refundación (NSDAP) en 1920, año en el que también se crearon las SA, organización paramilitar nazi que rápidamente ejercerían la violencia contra sus adversarios.
La ideología nazi era un confuso postulado dirigido a todas las clases sociales. Proponían un anticapitalismo que superase la lucha de clases en beneficio de la nación. Además, pretendía establecer una dictadura nacionalista fuerte, capaz de preservar la pureza racial y eliminar a los enemigos de Alemania: judíos, marxistas y demócratas. También, el nazismo pretendía unir a todos los alemanes en una Gran Alemania, dotada de un “espacio vital” que asegurase el desarrollo de la raza aria.
Hitler fue elegido líder del NSDAP en 1921, impuso una estructura elitista y jerarquizada, en la que el führer (jefe) constituyese el soporte central de la organización.
En 1923, en medio de la hiperinflación y de la ocupación del Ruhr por tropas franco-belgas, se produjo un golpe de Estado, conocido como Putsch de Munich, que fracasó estrepitosamente y Hitler fue encarcelado.
En 1925, tras salir de la cárcel, Hitler refundó el partido y replanteó su programa con el fin de ampliar sus apoyos sociales, limitó su anticapitalismo a los judíos, utilizó la corriente antisemita y anticomunista que se extendía por Alemania y la impopularidad del Tratado de Versalles. Decidió aceptar el juego parlamentario, transformó su partido en un movimiento de masas, utilizó todos los métodos de propaganda, mítines, marchas, uniformes e instrucción militar como medio de alcanzar el poder.
ASCENSO DEL NAZISMO
La gran depresión fue un golpe devastador para la democracia alemana e impulsó al nazismo al poder. La repatriación de capitales estadounidenses provocó la quiebra del sistema bancario alemán en 1931 y la producción industrial descendió un 44%. El desempleo se elevó a más de seis millones de parados, provocando la miseria de grandes capas de población, especialmente de las clases medias y trabajadores.
Los partidos de la coalición de gobierno perdieron prestigio y apoyo social, porque la crisis parecía no tener fin. Por el contrario, los nazis ampliaron sus bases entre las clases medias, trabajadores, grandes industriales y terratenientes.
En medio de la crisis se intensificaron las actividades violentas de las SA. En las elecciones de 1930, el NSDAP se convirtió en el segundo partido del Reichstag, aprovechó sus resultados para intensificar sus contactos con la derecha tradicional, nacionalistas, ejército, industriales y grandes propietarios. La derecha tradicional estableció un pacto con los nazis, que facilitó la llegada de Hitler al poder.
1932 fue el momento más importante de la crisis política al producirse la dimisión del canciller Brüning, apareciendo gobiernos autoritarios, que actuaron al margen del parlamento, apoyados por los poderes extraordinarios que la constitución concedía al presidente de la república.
En las elecciones presidenciales de 1932, dos candidatos tenían posibilidades de éxito, Hindenburg y Hitler. La derecha moderada y los socialistas apoyaron a Hindenburg, para evitar que los nazis se hicieran con la presidencia de la república.
Hindenburg nombró canciller a Von Papen y se convocaron elecciones para julio de 1932, en las que con casi el 40% de los votos ganaron los nazis. Von Papen invitó a Hitler a entrar en el gobierno, pero éste último rechazó indicando que sólo entraría en el gobierno si era elegido canciller. Von Papen volvió a convocar elecciones y los nazis perdieron votos, pero las rivalidades entre los políticos de derecha, hicieron que Von Papen solicitase a Hindenburg que nombrase canciller a Hitler en un gobierno de coalición entre los nazis y la derecha clásica, en el que habría tres ministros nazis y Von Papen sería vicecanciller. Von Papen y Hindenburg pensaban que al llegar al poder Hitler se moderaría y se sometería a la derecha clásica. Se equivocaron.
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