11 Nov
1. América Latina y el Caribe en la Globalización
América Latina y el Caribe ha experimentado constantes transformaciones desde el expansionismo del capitalismo, ahora en su fase de globalización neoliberal. A partir de la implementación de este sistema, se ha limitado la participación del Estado en la distribución de la riqueza y se ha liberalizado la economía a tal grado que la propia economía nacional ha quedado expuesta a las fuerzas del mercado y la población ha quedado desprotegida ante las empresas extranjeras.
Los riesgos del sistema de globalización neoliberal son extensos; la marginación, la exclusión social y la pobreza son algunas de las consecuencias más importantes. Con la mayor parte de la población ignorada y oprimida, se gestiona una situación de caos generalizado en la región.
De este modo, la pobreza y la gobernanza se encuentran sumamente relacionadas. No existe una situación de pauperización que permita una adecuada gestación de la gobernanza. Las instituciones, la cultura democrática y el respeto por las leyes no se dan de forma automática solo con el grado de “democracia”; se requiere de un respeto por la ciudadanía para que esta tenga a su vez un respeto por las autoridades. De no existir una población en condiciones económicas satisfactorias, el Estado no podrá tener una adecuada gestación de la legalidad.
En este capítulo se ahondará en los temas mencionados anteriormente. En primer lugar, se analizará el vínculo de la región latinoamericana con la globalización en un periodo que abarca desde la década de los ochenta hasta los albores del siglo XXI. Posteriormente, se determinarán los riesgos globales del sistema económico tales como la exclusión y la marginación social. Por último, se hará una revisión de los estudios previos realizados en materia de pobreza y gobernanza.
1.1 Globalización Neoliberal en Latinoamérica
Actualmente nos encontramos en la fase de globalización neoliberal que consiste en una acumulación de capital sin precedentes, aunado a una mínima intervención del Estado en el mercado.
En primer lugar, se define a la globalización como los “fenómenos de naturaleza o base física que abarcan todo el globo terráqueo, como el de las telecomunicaciones, la informática y las redes de información”.
Es así que la globalización incluye todo tipo de sucesos que involucran al mundo entero; sin embargo, se centra en aquellos fenómenos que incluyen transacciones de tipo tecnológico. De este modo, las naciones ricas y promotoras de la globalización defienden la tesis de que esta suscita el aumento de la riqueza para los países debido al intercambio de tecnologías y al aumento del comercio internacional; sin embargo, las naciones beneficiadas son únicamente aquellas que cuentan con la mayor infraestructura y la mayor inversión financiera en medios de producción. Es decir, no todos adquieren beneficios de la globalización; aquellos que no poseen bienes y no cuentan con recursos suficientes no pueden hacer uso de la tecnología derivada de este proceso global.
Es por ello que la globalización supone indudables ventajas para quienes cuentan con la capacidad de acceder a los productos de la ciencia y tecnología, pero también implica grandes desventajas para los que carecen de capacidad adquisitiva. Entre los actores que se han beneficiado de la globalización están las instituciones financieras y las empresas multinacionales, las cuales tienen su sede en las naciones más desarrolladas.
Para comprender con exactitud a la globalización neoliberal, es necesario conocer en qué consiste el neoliberalismo; este se considera una doctrina que pregona la libertad económica, en donde el Estado es visto solo como un regulador jurídico que garantiza las reglas del intercambio comercial.
Las metas fundamentales del neoliberalismo son entonces: “La estabilización (de precios y de las cuentas nacionales); la privatización (de los medios de producción y de las empresas estatales); la liberalización (de los flujos comerciales y de capital); la desregularización (de la actividad económica privada), y la austeridad fiscal (restricción del gasto público). Estas políticas han sido implementadas en diferentes grados y de diversas formas en toda América Latina.
• La primera disposición básica del neoliberalismo se refiere a la estabilización de precios, la cual se lleva a cabo a través de los organismos financieros internacionales, quienes implementan políticas tendientes a la baja inflación y ejercen presión sobre las naciones para hacer efectivo el sistema de pagos.
• El segundo punto se enfoca en la privatización, la cual se basa en el resguardo de bienes nacionales apropiados por empresas privadas en beneficio propio. El sistema neoliberal ha dispersado este método a lo largo de América Latina. Por ejemplo, Argentina es particularmente representativa en la aplicación de la privatización: “apenas iniciado el gobierno, Menem hizo aprobar por el Congreso dos grandes leyes: la de Emergencia Económica suspendía todo tipo de subsidios, privilegios y regímenes de promoción, y autorizaba el despido de empleados estatales. La Ley de Reforma del Estado declaró la necesidad de privatizar una extensa lista de empresas estatales y delegó en el presidente elegir la manera específica de realizarlas”. Tras las reformas, los bancos subieron bruscamente las tasas de interés y con ello generaron un incremento en los precios de bienes de consumo.
• Otro aspecto del neoliberalismo se refiere a la liberalización de la economía; esto se expresa en la facilidad que tienen las empresas multinacionales para comprar, vender, invertir y competir sin ningún tipo de restricción por parte del Estado anfitrión. Se aplica por parte de las corporaciones de los Estados con economías fuertes y sólidas. Para los Estados latinoamericanos, esto implica ser forzados a abrir sus fronteras a los productos extranjeros para ser comercializados en igualdad de condiciones. La liberalización que impulsa el modelo neoliberal se aplica a todos los sectores de la economía; en el rubro agrícola significa que los campesinos pobres se ven forzados a vender los alimentos que producen a precios muy inferiores a los del mercado.
Los países ricos imponen la liberalización de fronteras a los más pobres, mientras que ellos mantienen el proteccionismo dentro de su territorio.
En la Ronda de Doha, de la Organización Mundial de Comercio (OMC), se han discutido temas relativos al proteccionismo. Para la negociación de 2008 se presentaron las siguientes conclusiones: “La Unión Europea y los Estados Unidos, responsables por el grueso de los subsidios agrícolas distorsionantes en el mundo, deberían asumir reducciones de un 80% y un 70%, respectivamente, en sus niveles máximos permitidos de dichas ayudas”.
• Por su parte, la desregularización económica consiste en la reducción al máximo de restricciones económicas con el fin de favorecer el libre flujo de capitales. En América Latina, de cada cuatro dólares que entraron en el cuatrienio 1991-94, solo uno fue Inversión Extranjera Directa (IED). La mayoría correspondió a movimientos de capitales financieros de corto plazo –créditos financieros, depósitos bancarios en moneda extranjera, compra de acciones existentes, bonos de corto plazo–, que son más volátiles dado su carácter especulativo. En 1994, el total de IED de 140 países fue cerca de 250.000 millones de dólares anuales frente a 25 billones de producto mundial. Resulta, entonces, que estos flujos de recursos por concepto de IED representarían solo el 1% del PIB mundial.
La cifra es representativa, puesto que nos indica que el mayor porcentaje de inversión en la región es de carácter especulativo y no productiva; es decir, es un capital volátil que tiende a la creación de desequilibrios económicos y no a la generación de un capital estable que favorezca a la industria y con ello a la creación de empleos. La desregulación consiste en la simplificación administrativa de trámites para el establecimiento y operación de empresas, muchas de las cuales no cuentan con un plan de desarrollo para el país anfitrión y solo buscan la obtención de ganancias inmediatas.
• Por último, la austeridad fiscal abarca todo tipo de restricciones en el sector social en aras de un supuesto crecimiento económico. El modelo neoliberal actual acepta la intervención del Estado en la economía únicamente como árbitro de la “libre competencia”; por lo tanto, lo restringe al grado de despojarlo de la posibilidad de garantizar los bienes comunes mínimos que merece todo ciudadano. Es decir, el neoliberalismo se opone a cualquier gasto del Estado que no esté a favor de los intereses de los empresarios.
Si bien es cierto que el neoliberalismo promueve la austeridad fiscal, es de notarse las contrariedades de su discurso, ya que los grandes centros de poder no llevan a cabo los preceptos que divulgan. Por ejemplo, retomando el tema de subsidios, las potencias económicas proporcionan todo tipo de apoyos a empresas, campesinos y programas asistencialistas, mientras que a los países subdesarrollados se les restringe el margen de ayuda por parte del Estado a sus sectores menos favorecidos.
Según el estudio de Oxfam, es justamente en el campo agrícola donde se hace más evidente la doble cara entre proteccionismo y libre comercio: “Para los productores del mundo en desarrollo, la competencia es una lucha contra corriente: millones de pequeños productores agrarios tienen que sobrevivir con menos de 400 dólares al año. Y están compitiendo con los agricultores americanos y europeos que reciben una media de 21,000 y 16,000 dólares al año, respectivamente, en forma de subsidios”. Es así que, mientras que las naciones desarrolladas incentivan al sector agropecuario por medio del uso de tecnología y apoyo directo a los agricultores, en las naciones subdesarrolladas no existen políticas que le favorezcan.
Se calcula que Estados Unidos y la Unión Europea gastan casi US$1.000 millones diarios en subsidios agrícolas, lo que representa casi seis veces más el total de fondos que destinan a la ayuda internacional. Solo como un simple ejemplo, desde 1982 hasta la fecha (2009), el presupuesto de México para apoyo al sector agrícola ha bajado del 12% al 3,5%, mientras que en Estados Unidos ha saltado un 300%.
Además de los puntos antes mencionados, el modelo neoliberal se rige por otros preceptos que igualmente distorsionan la situación económica y social internacional. La cuestión del individualismo es un tema que dirige el modo de actuación de las naciones ricas; a nivel personal enfatiza los intereses del individuo sobre los colectivos y a nivel internacional impone los intereses de una élite sobre el resto de las naciones.
La aplicación del modelo neoliberal ha repercutido en diferentes aspectos de la relación sociedad–Estado. En el campo laboral, por ejemplo, amenaza los principios básicos de la relación jurídica entre empleados y empresarios que abarcan conceptos tales como el derecho al trabajo, la estabilidad en el empleo, el contrato de ley y el derecho a la sindicalización. En este sentido, se han implementado políticas que dañan los derechos de los empleados al privarlos de prestaciones y otros derechos básicos, como el pago de pensión a los empleados por los años laborados. Para evitarlo, las empresas han implementado los contratos a corto plazo con el fin de no generar antigüedad en el puesto de trabajo y no pagar la pensión correspondiente. Las políticas de las compañías mundiales generan nuevos parámetros de inserción al capitalismo, actualmente en su versión neoliberal: “En cada época de la historia del capitalismo algunas grandes corporaciones se consolidan como prototipos. A mediados del siglo XX fueron Ford y General Motors; hacia finales de siglo fue el turno de Microsoft. Hoy el paradigma es Wal-Mart, ejemplo arquetípico de la nueva condición del trabajo en la lógica global y símbolo de la cultura capitalista del siglo XXI”.
El ejemplo de la compañía Wal-Mart es representativo en esta etapa global neoliberal, puesto que a sus empleados les da la categoría de asociados; con ello les exige asumir todas las pérdidas y ganancias de la compañía, pero en la práctica, los empleados asumen únicamente las pérdidas. Esta empresa remunera a sus empleados con los sueldos más bajos, aplicando una jornada laboral de más de ocho horas (sobrepasando el plazo establecido por la ley) y pasa por alto sus derechos humanos, en donde los trabajadores apenas perciben el sueldo mínimo para subsistir. En México, de acuerdo a cifras de 2006, tenemos que de “150 mil trabajadores, 40 mil no perciben salario ni prestaciones. De estos últimos, 22 mil son menores de edad (empacadores o cerillos), y los 18 mil restantes son los hombres que cuidan los vehículos en los estacionamientos, quienes solo subsisten con las propinas de los clientes, pero cumplen un horario establecido por la empresa”.
Estas cifras son una muestra de la precariedad laboral en la región latinoamericana, en donde alrededor del 30% de los trabajadores no gozan de una estabilidad laboral y se encuentran en condiciones vulnerables ante futuras eventualidades. Además, desde la entrada del modelo neoliberal, los salarios han decaído bruscamente. “En 2006, en el área urbana de 16 países de América Latina, alrededor de 10 millones de asalariados (11.3% del total de asalariados en ese año) tuvieron ingresos laborales inferiores al salario mínimo por hora, un tercio de los cuales eran mujeres”. Si bien tras la implementación del modelo neoliberal se han creado fuentes de empleo, estas suelen ser temporales, inestables o desprovistas de garantías legales para el trabajador.
Además del tema laboral, el neoliberalismo trastoca diversos aspectos de la vida latinoamericana, como la educación, las políticas sociales y el comercio internacional. En lo que concierne al aspecto educativo, esta se ha tornado elitista; la educación en las escuelas públicas ha decaído en calidad y, en consecuencia, el capital humano ha disminuido.
La globalización neoliberal se caracteriza por el constante dinamismo económico a través de intensos movimientos de capital físico; por lo tanto, los ganadores de la globalización neoliberal son aquellas naciones que pueden desarrollar fábricas y crear empresas a nivel global. Es así que “Los países en donde habita el 21% más rico de la población generan el 83% del PNB internacional, mientras que América Latina y el Caribe, con su población aumentada, disminuye su participación del 7% al 4% en el comercio mundial”. Estas cifras nos indican que, mientras la globalización proclama la “participación mundial”, en realidad genera la exclusión y la pobreza global.
En este sentido, Fernando Solana señala que “Las leyes sobre la propiedad del Tercer Mundo excluyen los activos y transacciones del 80% de la población. Los desposeídos están tan separados de la actividad económica como alguna vez lo estuvieron los negros de los blancos con el apartheid sudafricano”.
En síntesis, la globalización neoliberal ha fallado en términos sociales; se lleva a cabo dentro de un entorno capitalista que por su naturaleza acumula y concentra la riqueza: “El número de seres humanos que padece hambre crónica es más elevado que nunca: mil 20 millones de personas, una sexta parte de la población mundial”.
Los defensores del neoliberalismo afirmaban que al aplicar las recetas del libre mercado, los pueblos latinoamericanos vivirían una etapa de crecimiento económico con equidad; sin embargo, la realidad es muy distinta. Es suficiente con revisar algunas cifras para comprobar los estragos del sistema: en el mundo “el 1% más rico del mundo obtiene un volumen de renta equivalente al 57% más pobre”, (de ellos) “en América Latina, la población bajo la línea de pobreza creció de 41% en 1980 (136 millones de personas) a 44% en 2003 (237 millones), lo que implica, en términos absolutos, 100 millones de pobres más”.
La globalización y el neoliberalismo han dejado trastornos en toda la población latinoamericana, sobre todo en los grupos vulnerables. La pobreza se condiciona y divide por género; las mujeres se encuentran en una situación de marginación más devastadora que los hombres, debido, entre muchos factores, a la violencia a la que son expuestas y a la menor remuneración que reciben laboralmente, aún y cuando se encuentren desarrollando las mismas tareas que los hombres.
La mayoría de países de la región presenta un índice de feminidad de la pobreza superior a 1.0. Los valores más altos de este índice se presentan en Argentina, Chile, Costa Rica, Panamá, la República Bolivariana de Venezuela, la República Dominicana y Uruguay, donde la tasa de pobreza entre las mujeres equivale a 1.3 veces o más de la de los hombres.
Otro típico caso de inequidad dentro de la globalización puede observarse en la distribución de la red de internet, ya que, si bien, por un lado une a la población por medio de una red global, por otro, concentra y restringe su uso. Mientras los países desarrollados tenían el 3.9% de usuarios de internet en 1995, en América Latina el porcentaje de usuarios era del 0.1% y para el 2007, los países desarrollados tenían el 63.5% de usuarios, mientras que la región latinoamericana llegaba al 25.7%; es decir, el uso de internet crece exponencialmente en las naciones ricas, mientras que en Latinoamérica recién se expande el uso de la misma.
En general, hemos visto que la pobreza y la desigualdad han aumentado tras la implementación del modelo neoliberal. Con la reducción del Estado de bienestar, no es posible establecer fuentes de empleo para la población con un sueldo justo, ni es posible cubrir a los ciudadanos con un sistema de salud digno y abastecerlos de las condiciones básicas a las que tienen derecho por el hecho mismo de ser un humano. Así vemos que: …la globalización constituye un medio para un viejo objetivo: la acumulación ilimitada del capital, que es la centralidad motora secular del sistema capitalista. Asimismo, desde el momento en que la acumulación de capital es la razón instrumental del modo de producción capitalista, la globalización se convierte en un medio nuevo para el viejo efecto del funcionamiento del sistema: la creación de la desigualdad en general y de la reproducción de la pobreza en particular, paralelo al incremento ilimitado de la producción en general y la centralización de la riqueza en particular. Es decir, lo que realmente se globaliza, en definitiva, es la forma capitalista de explotación; por tanto, la globalización neoliberal no produce una globalización de la riqueza, sino de la pobreza.
Samuel Sosa expone de un modo preciso el funcionamiento del modelo global neoliberal, al denunciar que el sistema ha traído consigo la polarización social y ha generado una globalización de la pobreza.
1.2 La Situación Latinoamericana y los Riesgos Globales en el Siglo XXI
América Latina es una gran paradoja debido a que existe la pobreza en medio de la riqueza. Es una región que cuenta con los recursos suficientes para brindar alimento a toda su población, y, sin embargo, miles de seres humanos mueren día con día a causa del hambre. Si en la región se produce más de lo que se consume, no tendrían por qué existir personas que carecen de los alimentos necesarios para subsistir.
La pobreza es el resultado, en un plano exógeno, de una economía que impone una serie de medidas uniformes a los países de la región, dirigidas principalmente por Organismos Financieros Internacionales; y en un plano endógeno, es el producto de un Estado débil.
La pobreza es una privación de los derechos humanos, al negarles a las personas las libertades necesarias para ejercer sus derechos políticos y sociales. Los individuos se ven imposibilitados a actuar en comunidad debido a que no han podido resolver sus necesidades primarias.
En la región, casi la mitad de la población está sumergida en la pobreza; afecta aproximadamente a 167 millones de personas, de acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Esta situación, más allá de ser un problema económico, es un problema de índole social que repercute más que nunca en temas nacionales como la gobernanza, la estabilidad social y el desarrollo.
Los riesgos que implica la globalización neoliberal son diversos; la marginación y la exclusión social son algunos de ellos. El Consejo Nacional de Población (CONAPO) describe el índice de marginación de la siguiente manera: …Es una medida-resumen que permite diferenciar entidades federativas y municipios según el impacto global de las carencias que padece la población, como resultado de la falta de acceso a la educación, la residencia en viviendas inadecuadas, la percepción de ingresos monetarios insuficientes y las relacionadas con la residencia en localidades pequeñas.
La marginación, como su nombre lo indica, describe a la población que se encuentra al margen de la sociedad; intenta dar cuenta del acceso diferencial de los sectores que no pueden acceder a los beneficios del desarrollo, tales como la tecnología y la educación. La medición se concentra en las carencias de la población respecto al acceso de bienes y servicios básicos, captados en tres dimensiones: educación, vivienda e ingresos.
Por otro lado, la exclusión social es el proceso por el cual los individuos o grupos son aislados total o parcialmente de la participación plena de la sociedad en que viven. La exclusión es la falta de participación de segmentos de la población en la sociedad.
La exclusión es el resultado de una triple ruptura: la laboral (un trabajo precario), la de pertenencia social (relaciones inestables tanto a nivel familiar como comunitario), y la de las significaciones (ruptura de la comunicación social).
Se margina y se excluye a los ciudadanos que carecen de medios económicos para hacer frente a sus necesidades básicas; ambos conceptos están estrechamente ligados.
La inserción de América Latina en la globalización ha provocado cambios estructurales en el sistema económico y social de la región, en donde los trabajadores pasaron de tener un empleo bien remunerado a ser excluidos y a formar parte de la informalidad o el desempleo. La población que queda al margen del desarrollo es excluida porque alguna vez estuvo incluida.
Existen cifras alarmantes de marginación y exclusión social en la región latinoamericana que deben ser combatidas con políticas redistributivas e integradoras.
1.3 Apuntes Teóricos y Conceptuales
La pobreza y la gobernanza son dos temas que afectan directamente a toda nación; ambos tópicos constituyen un fin en sí mismos, así como un “buen gobierno” es una condición indispensable para la erradicación de la pobreza; la reducción de la pobreza es un medio para alcanzar la gobernanza.
Ningún Estado se encuentra exento de pobreza y de falta de gobernanza; son temas que aquejan al mundo y particularmente a América Latina y el Caribe, en donde Haití es el país que presenta maximizados ambos malestares.
Por un lado, la pobreza alude a la carencia tanto de bienes privados como públicos; en este sentido, se incluye la privación de sus derechos humanos y civiles.
Por otro lado, la gobernanza se refiere básicamente a la relación entre los gobernantes y los gobernados. En esta relación, como en cualquier otra, para que funcione debe existir una reciprocidad en el vínculo; de otro modo, esta será infructuosa o dañina para un sector y no se obtendrán los resultados deseados, que en este caso es la estabilidad y el beneficio mutuo para el Estado y la sociedad. No se puede entender una relación sana cuando alguna de las partes se encuentra en desventaja; en este sentido, cuando los gobernados se encuentran en condiciones sociales marginales.
La gobernanza es precisamente el puente de comunicación entre todos los actores sociales y el Estado, el medio en el que cada parte puede expresar sus carencias, inconformidades y propuestas. Un amplio sector de la sociedad se conforma por aquellos que presentan condiciones de pobreza; no es lógico ni deseable realizar políticas o reformas al margen de sus opiniones. Es necesario utilizar la política para entender a los pobres, que ellos mismos la utilicen en su beneficio.
Un sistema es viable para la gobernanza cuando está estructurado de modo tal que todos los actores se interrelacionen de acuerdo a un sistema de reglas y procedimientos dentro del cual formulen sus expectativas y estrategias para tomar decisiones colectivas.
Si bien existen numerosos estudios acerca de la pobreza y la gobernanza, la relación entre ambas premisas no ha sido ampliamente explorada. Los esquemas que miden la gobernanza no se enfocan en el factor determinante de la pobreza y, por lo tanto, la han excluido de cierto modo de sus políticas públicas.
Tanto la pobreza como la gobernanza han sido estudiados por separado en las instituciones internacionales; solo recientemente, a partir de la década de los noventas, se ha puesto énfasis en la relación entre ambas premisas por parte del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Es solo a partir de los noventas que se estudia la íntima relación entre ambas variables dentro del ámbito académico, entre los cuales se encuentra el análisis denominado “Pobreza y Gobernanza” de Meghnad Desai, en donde el autor señala que las acciones gubernamentales son esenciales para combatir la pobreza: “La reducción de la pobreza constituye una tarea que tiene que ser realizada principalmente mediante los esfuerzos personales y colectivos de los pobres mismos; dentro de ella, la gobernanza cumple un papel crucial para facultar y capacitar a los pobres para que puedan conseguirlo”.
Otro estudio acerca de la relación entre ambas variables fue escrito por Alan G. Gilbert y María Teresa Garcés, denominado “Bogotá: progreso, gobernabilidad y pobreza”, en esta obra se estudian las diferentes políticas aplicadas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos: cultura ciudadana, campañas de desarme, eficiencia institucional, fortalecimiento de la policía, así como el análisis de la información para identificar los focos de violencia.
Por otra parte, José Ma. Serna de la Garza, en su ejemplar denominado “Globalización y gobernanza: las transformaciones del estado y sus implicaciones para el derecho público”, describe el concepto de gobernanza, sus definiciones y sus alcances. Fundamenta la importancia del fortalecimiento del Estado como un regulador de la violencia.
Mientras que los estudios de pobreza son extensos y múltiples, los de gobernanza se reducen en volumen y no tienen más de treinta años. El tema conocido como gobernanza deriva de los estudios de gobernabilidad, los cuales surgieron en la década de los setentas. Veinte años más tarde, el término gobernanza comenzó a ser utilizado por un reporte del Banco Mundial referente a los gobiernos africanos.
El énfasis reciente en la gobernanza no se debe a un gesto de generosidad por parte de las cúpulas del poder, sino a la presión que ejerce la sociedad en su conjunto por las políticas implementadas en contra de los grupos más vulnerables. El tema trata de ver cómo se han fortalecido las comunidades y cómo el ciudadano percibe al gobierno.
Al enfatizar en el estudio de las condiciones necesarias para mantener una situación social deseable, se amplía el universo de políticas posibles para prevenir una crisis de gobernanza.
Un conjunto integral de reformas permitirá incrementar los niveles de gobernanza. Para ello, es importante la formulación de políticas públicas que favorezcan las condiciones de la población. Generalmente, los ciudadanos muestran apatía ante las reformas gubernamentales, incluso cuando cada una de ellas nos afecta directamente, como es el caso del aumento de impuestos o la modificación de tarifa del transporte público.
La difusión de la palabra gobernanza parece traducir la conciencia de un cambio de paradigma en las relaciones de poder. Ante el surgimiento de empresas multinacionales con presupuestos superiores a los de ciertos Estados y de Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s) con una creciente capacidad de acción y de presión en los ámbitos tanto local como internacional, los gobiernos han pasado de ser la referencia central de la organización política a ser un componente.
En el contexto de globalización neoliberal, en donde se han devastado naciones enteras y sumergido clases medias en la pobreza, la gobernanza surge como un concepto que pretende comprender y entrelazar los diferentes actores sociales; intenta reintegrar a los pobres en la toma de decisiones; hacer valer su voz por medio de organizaciones civiles.
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