01 Abr

La Industrialización en España en el Siglo XIX

Hasta la segunda mitad del siglo XIX, la economía española seguía siendo principalmente agraria, incapaz de competir en el mercado internacional. El sistema no había experimentado la revolución tecnológica, demográfica y agraria necesaria para impulsar la Revolución Industrial.

Este proceso de industrialización tardía, lenta e incompleta de España, en comparación con Europa, se debió a diversos factores:

  • La inestabilidad política de España. La situación de grandes revueltas sociales generó desconfianza económica, disuadiendo la inversión en la industria española y favoreciendo la inversión de grandes capitales en el extranjero.
  • Una gran deuda pública que absorbía gran cantidad de capitales que no se podían invertir en actividades industriales.
  • Demografía pobre y crecimiento demográfico lento.
  • La posición geográfica. El territorio español se localizaba en el extremo suroccidental de Europa, lo cual, sumado a una red viaria deficiente, implicaba costes de transporte elevados tanto para adquirir como para exportar materias primas.
  • Escasez de recursos naturales como el carbón y el hierro, además de carencias tecnológicas y científicas.
  • La falta de modernización de la agricultura provocó miseria, lo que limitó la capacidad de gran parte de la población para adquirir productos manufacturados.

El Caso Catalán: Un Foco de Industrialización Textil

La industrialización se focalizó en Cataluña, en el sector textil relacionado con el comercio colonial y la legislación proteccionista. Esto se debió a cambios efectuados previamente desde finales del siglo XVIII, como la producción de indianas con presencia de inversiones y de capitales, así como la llegada de máquinas de hilar inglesas en 1780, que aumentó la producción. La consolidación definitiva tuvo lugar en 1802, cuando, mediante medidas proteccionistas, se prohibió la entrada de algodón hilado a España, pero se vio frenada por la Guerra de la Independencia. Sin embargo, la industrialización catalana quedó bloqueada con la Guerra de Independencia hasta 1830. A partir de entonces creció rápidamente, a pesar de que Espartero aprobara el arancel librecambista que abría el mercado español a los tejidos ingleses. En 1833 se instaló la primera máquina de vapor y en 1861 los husos mecánicos, lo que impulsó la producción. La escasez de mano de obra contribuyó a la mecanización, lo cual supuso una notable disminución de los costes y de los precios de venta, aumentando la demanda.

Sin embargo, la escasez de carbón en las minas catalanas y las dificultades para transportarlo, sumada a la debilidad del mercado español (campesinado con poca capacidad adquisitiva), pusieron límite a la producción algodonera, lo que requirió medidas proteccionistas para hacer frente a la competencia con los mercados extranjeros. El crecimiento de la industria textil se vio interrumpido durante la Guerra de Secesión por las dificultades para proveerse de algodón. Pese a esto, la industria textil siguió creciendo durante el siglo XIX.

Siderurgia y Minería: Un Segundo Sector Industrial

Existía un segundo sector industrial, la siderurgia y la minería, en la cordillera cantábrica (País Vasco y Asturias) y en Andalucía occidental (Huelva y Málaga).

En la segunda mitad del siglo XIX, la siderurgia fue el sector que acompañó al textil en el desarrollo de la industria moderna. Pero para ello, primero tuvo lugar la expansión de la minería. Con la legislación de Minas se liberalizaron las minas y con la aprobación de leyes de subsuelo se entregaron concesiones a empresas extranjeras (inglesas, francesas y alemanas) a cambio de una gran cantidad de dinero para sanear la hacienda pública. Los yacimientos más importantes fueron de plomo, cobre de (Riotinto- Huelva), mercurio (Almadén) y cinc (Rocín).

El desarrollo de la siderurgia propició el aumento de la demanda de carbón. Además, destacaron el carbón en Asturias, debido a su abundancia y la facilidad para acceder al transporte marítimo; y el hierro en el País Vasco, con la ventaja de la proximidad de las minas al mar, que abarataba su transporte, aunque la mayor parte se destinó a la exportación.

El Ferrocarril: Un Impulso Tardío

La articulación del ferrocarril llega con retraso y tiene una fortísima dependencia tanto del capital como de las compañías extranjeras. Se inicia la construcción del ferrocarril por la necesidad de conectar las materias primas con los lugares de producción y venta, y así dar lugar a un mercado nacional que impulsase la economía.

Con la aprobación de la Ley General de Ferrocarriles en 1855, según la cual el Estado subvencionaba a las compañías por cada kilómetro de vía construido, se inició la construcción del tendido ferroviario. Su diseño quedó plasmado en un sistema radial que pretendía comunicar Madrid con la periferia y consolidar el Estado centralista. También se implementó un ancho entre carriles mayor que el de las líneas europeas por motivos de potencia para superar las grandes pendientes.

La construcción ferroviaria española se lleva a cabo por compañías extranjeras, generalmente francesas y alemanas, a las que se autoriza a importar libres de aranceles todos los materiales utilizados en la construcción y que contó con mano de obra española, a la que escasamente pagaban. En su construcción se diferenciaron tres fases: la primera, entre 1856 y 1865, que supuso una gran expansión con la construcción de más de 5000 km en la que intervinieron capitales extranjeros; la segunda, provocada por la crisis de subsistencia de 1866, en la que prácticamente se suspendieron las obras; y la última, a partir de 1873, completándose el trazado de la red.

Sin embargo, el ferrocarril tuvo una serie de defectos: existía una incomunicación con Europa fruto del problema de ancho de vía, que encareció las exportaciones, además de una falta de rentabilidad de las líneas con motivo de su elevado coste, por lo que no fue un transporte eficaz para el proceso de urbanización. Su problema en el diseño generó una red insuficiente, así como la escasez de ramales y enlaces, y la dependencia del capital extranjero. A pesar de los inconvenientes, la construcción del ferrocarril favoreció la comunicación y la interconexión entre distintas partes de España, facilitando el desplazamiento de personas y mercancías. Permitió la articulación del mercado nacional, sobre todo alimenticio (cereales y vid).

Financiación y Capitalismo Moderno

Uno de los problemas de la industrialización y del ferrocarril fue la falta de capital, ya que la mayoría de los capitales se utilizaron para pagar la deuda pública. El primer intento para poder atajar este problema es la ley Mon Santillán de 1845, que pretendía eliminar la exención fiscal de los privilegiados, estableciendo la igualdad ante los impuestos. Es la primera vez que se crean unos impuestos sobre la propiedad y la industria, e impuestos indirectos sobre el consumo.

Hasta mediados del XIX coexistían sistemas monetarios, esto causaba problemas a la hora de realizar transacciones. A partir de 1848 se sucedieron una serie de leyes que supusieron el nacimiento del capitalismo moderno.

En 1856 se creó el Banco de España, cuya principal función fue custodiar las reservas del Estado, emitir billetes y prestar dinero al Gobierno. Se creó la peseta como nueva unidad del sistema monetario en octubre de 1868, durante el Sexenio Democrático. Se desarrolló la Bolsa (a partir de 1831). A partir de 1856, la Banca privada, al cambiar la legislación, conoce su momento de esplendor. Se fundaron los bancos de Bilbao y Santander.

La Bolsa surgió por la concesión de empréstitos procedentes del exterior, abundantes inversiones extranjeras y el desarrollo de las sociedades anónimas que hicieron necesaria la creación de un mercado bursátil. La bolsa de Madrid comenzó a funcionar desde 1831 y la de Barcelona, núcleo financiero de primer orden a partir de 1851.

Este complejo entramado financiero, junto a la industrialización, contribuyeron a la consolidación del capitalismo moderno en España.

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