19 Feb

Isabel II: Reinado Efectivo, Grupos Políticos y Constituciones

B(5.2) ISABEL II: REINADO EFECTIVO. LOS GRUPOS POLÍTICOS Y LAS CONSTITUCIONES.

Década Moderada (1844-1854)

Las elecciones de 1844 dieron la mayoría a los moderados, dirigidos por el general Narváez, quien impulsó una política basada en los principios del liberalismo moderado. El régimen se asentó sobre la oligarquía propietaria y los sectores financieros con el apoyo de la Corona.

Constitución de 1845: Recoge la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, refuerza el poder real (puede cesar ministros, disolver las Cortes y vetar sus decisiones). En la administración se tiende a la centralización y uniformidad. Se recoge la confesionalidad católica y la obligatoriedad de mantener el culto, además se fragmentan los derechos y libertades.

El moderantismo pretendió consolidar la estructura del Estado liberal a través de varios objetivos:

  1. Implantar un sistema electoral que permitiera el control del voto rural, favoreciendo la manipulación constante de los resultados electorales por parte del Gobierno.
  2. Aprobación del Código Penal en 1848 y el proyecto de Código Civil en 1851.
  3. Reforma fiscal (Ley Mon-Santillán de 1845), que estableció la contribución directa sobre la propiedad y el impuesto sobre el consumo.
  4. Asegurar el mantenimiento del orden público, sustituyendo en 1844 la Milicia Nacional por la Guardia Civil, un cuerpo armado con fines civiles, pero estructura militar.
  5. Creación de un sistema nacional de instrucción pública, conocido como el Plan Pidal (1845), que regulaba los diferentes niveles de enseñanza y que se completó con la Ley Moyano de 1857.

Los gobiernos moderados no consiguieron estabilidad política (16 gobiernos en 10 años). La vida política no se desarrollaba en las Cortes, sino alrededor de la Corte y a partir de la influencia de las distintas camarillas, que buscaban el favor real o gubernamental.

Entre 1847 y 1849 se reactivó el carlismo, con partidas guerrilleras en el Pirineo catalán a favor de Carlos VI (hijo de Carlos María Isidro), que inició la «guerra dels matiners» o segunda guerra carlista. En 1849 surgió el Partido Demócrata, que defendió el sufragio universal y la libertad de asociación, atrayendo a sectores del progresismo y aglutinando a núcleos republicanos.

Se firmó un Concordato con la Santa Sede (1851) para regular las relaciones Iglesia-Estado, rotas tras la desamortización de Mendizábal. Entre 1852 y 1854, los diferentes gobiernos fueron incapaces de frenar el desgaste moderado. La falta de respuesta y las divisiones internas culminaron en La Vicalvarada, pronunciamiento dirigido por O’Donnell. La incorporación de los progresistas a este movimiento se produjo con el Manifiesto de Manzanares, de contenido reformista.

Bienio Progresista (1854-1856)

El Manifiesto de Manzanares provocó un cambio irreversible e Isabel II aceptó un gobierno presidido por Espartero y con O’Donnell al frente del Ministerio de Guerra, que recuperó la legislación anterior a 1844. Las nuevas Cortes aprobaron un proyecto de Constitución (1856) que no se llegó a promulgar.

El gobierno progresista impulsó importantes reformas que dieron lugar a una etapa de desarrollo y expansión económica. Se aprobó una nueva Ley de Desamortización civil y eclesiástica (1855), obra de Madoz, que afectó especialmente a la propiedad municipal de uso colectivo. También, se aprobó la Ley General de Ferrocarriles (1855), que regulaba e incentivaba la construcción de líneas ferroviarias y ofrecía ventajas fiscales y subvenciones a empresas constructoras.

Las medidas reformistas no mejoraron las condiciones de vida de las clases populares, que vieron como a la crisis de subsistencia y el aumento de los precios se les sumaba una epidemia de cólera que provocó una elevada mortalidad. El descontento social derivó en un clima de conflictividad. En Cataluña se declararon huelgas y revueltas. En los primeros meses de 1856, las revueltas se extendieron también al medio rural y se produjeron levantamientos campesinos por muchas ciudades del país, con motines e incendios de fincas y fábricas.

Ante la conflictividad social, la reina nombró a O’Donnell presidente del Gobierno, quien puso fin al bienio cerrando las Cortes, suprimiendo la Milicia y anulando la libertad de prensa. Diputados progresistas y demócratas, apoyados por la Milicia Nacional, presentaron una moción de censura contra O’Donnell.

Desintegración de la Monarquía (1856-1868)

Tras el golpe de 1856, la reina nombró de nuevo presidente a Narváez, con el objetivo de volver al moderantismo más conservador y autoritario. El nuevo gobierno disminuyó el control sobre la prensa, aumentó la autonomía de los ayuntamientos y aprobó una nueva ley electoral. Así mismo, prosiguió la expansión del ferrocarril, reanudó la desamortización y aumentó la inversión en obras públicas. Hasta 1866 fueron años de expansión económica. España participó en operaciones militares y se llevaron a cabo campañas internacionales, como la expedición a Cochinchina (1858-1863), las campañas militares en Marruecos (1859-1860) o la intervención en México (1862).

La radicalización del autoritarismo desde 1863 y el fuerte intervencionismo de la reina, provocaron una gran inestabilidad política. La oposición crecía y se fortalecía, especialmente en el ámbito universitario, situación que derivó en los sucesos de la Noche de San Daniel de 1865 en la Universidad de Madrid. Los progresistas, demócratas y republicanos responsabilizaron a Isabel II de su exclusión y del mal funcionamiento de las instituciones, y se decidieron por el pronunciamiento. En 1866, la sublevación del cuartel de San Gil, se convirtió en una revuelta popular en Madrid y fue duramente reprimida. El gobierno cerró las Cortes y adoptó una estrategia defensiva de represión. La situación empeoró a raíz de la crisis de subsistencia de 1866, que provocó el aumento de los precios y el descontento popular.

Progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende para acabar con la monarquía de Isabel II, formar un gobierno provisional y convocar Cortes Constituyentes. La muerte de Narváez y O’Donnell aisló a la Reina. En 1867 los unionistas se sumaron a la conspiración junto con buena parte de la cúspide militar. La Gloriosa estaba en marcha. Era el fin de los moderados y de la monarquía de Isabel II.

Deja un comentario