15 Mar

Justificación del Pensamiento de John Locke

El Empirismo de Locke

John Locke es considerado uno de los fundadores del empirismo moderno, corriente filosófica que se contrapone al racionalismo cartesiano. Mientras Descartes sostenía que el conocimiento verdadero se origina en ideas innatas y en la razón pura, Locke, en su obra «Ensayo sobre el Entendimiento Humano» (1690), postula que la mente es una tabula rasa (una hoja en blanco) que se completa a través de la experiencia.

Locke critica el innatismo argumentando que no es universal ni verificable empíricamente. Sus argumentos principales son:

  • Si las ideas fueran innatas, todos los individuos las poseerían por igual (incluyendo niños y personas con discapacidad intelectual), lo cual no se observa en la realidad.
  • Todo conocimiento tiene su origen en la experiencia, la cual genera las ideas. Esta experiencia se divide en:
    • Sensación: Información que proviene del mundo externo a través de los sentidos.
    • Reflexión: Experiencia interna que se refiere a las operaciones de la propia mente (pensar, dudar, desear).

Locke establece una epistemología con límites definidos, argumentando que la razón humana posee restricciones inherentes. Esta postura evita tanto el dogmatismo (la pretensión de un conocimiento absoluto) como el escepticismo radical (la negación de la posibilidad del conocimiento). Para Locke, la filosofía no debe aspirar a verdades absolutas, sino a verdades dentro de los límites del entendimiento humano.

Teoría Política de Locke

En su «Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil», John Locke defiende un gobierno fundamentado en la protección de los derechos naturales (vida, libertad y propiedad) y en el consentimiento de los gobernados. Se opone al absolutismo de Hobbes, quien propone un contrato social en el que los individuos ceden su libertad a un soberano absoluto para evitar el caos del estado de naturaleza.

A diferencia de Hobbes, Locke describe el estado de naturaleza como un estado de igualdad y libertad, regido por la ley natural, la cual, basada en la razón, impone el deber de no dañar la vida, la libertad o la propiedad de los demás. Estos derechos son inalienables y anteriores a cualquier forma de autoridad política. Sin embargo, Locke reconoce que estos derechos no siempre se respetan en la práctica.

El contrato social, según Locke, surge para proteger estos derechos, no para renunciar a la libertad. Se trata de delegar la administración de justicia en un Estado que garantice la imparcialidad y la seguridad. El consentimiento de los gobernados se convierte, entonces, en el fundamento de la legitimidad política.

Locke aboga por un gobierno limitado y constitucional. Un gobierno limitado es aquel cuya autoridad está restringida por leyes y cuyo propósito principal es la protección de los derechos naturales de los individuos: vida, libertad y propiedad. El poder político, por lo tanto, está limitado por la ley natural y no puede violar los derechos fundamentales.

La separación de poderes (legislativo y ejecutivo) es esencial para prevenir abusos de poder.

Locke defiende el derecho de resistencia en caso de que el gobierno viole el contrato social y se convierta en una tiranía. La resistencia no implica una rebelión, sino la restauración del orden natural y civil. Este principio tuvo una influencia significativa en la Revolución Gloriosa (1688), la Revolución Americana (1776) y la Revolución Francesa (1789).

La Moral en Locke: Utilitarismo

Locke aborda la moralidad desde una perspectiva empirista y utilitarista. Sostiene que las normas morales se derivan de la experiencia y están orientadas hacia el bien común.

Justifica una ética utilitarista al definir el bien como aquello que incrementa el placer o reduce el dolor. Las leyes y normas son consideradas justas si promueven la felicidad colectiva y la paz social. Esta perspectiva influirá posteriormente en el utilitarismo clásico de Bentham y Mill.

Comparación entre Locke y Platón: Justicia y Bien

La preocupación ético-política, central en el pensamiento de Platón, también está presente en Locke: la definición de la Justicia. Platón buscaba el régimen político ideal que permitiera alcanzar la Justicia para el ciudadano, evitando los errores de las formas de gobierno conocidas. Locke, por su parte, se enfoca en la Legitimidad del Gobierno: ¿Cuándo un Estado puede ser considerado justo?

Sin embargo, sus enfoques difieren. Para Platón, el Gobierno debe ser ejercido por aquellos ciudadanos iluminados por la Idea de Bien, es decir, aquellos que conocen la verdadera realidad (los filósofos sabios).

La justificación del gobierno platónico reside en la sabiduría. Los gobernantes sabios permitirán que cada ciudadano alcance el orden individual para el que está mejor dotado, logrando así una sociedad armónica y justa.

Para Locke, el Gobierno es la institución que tiene el poder de ejecutar y hacer cumplir las Leyes. Una buena Ley es aquella que busca el Bien Común, no el saber (como diría Platón), sino la paz, la seguridad y la defensa de la propiedad privada. Solo alcanzando este fin, el Estado, o la organización política de la sociedad, será legítimo o justo. La noción de Bien cambia de Platón a los autores contractualistas, pasando de un criterio óntico-epistemológico (el Bien como máxima realidad y fuente del saber verdadero) a un criterio utilitarista (la moral lockeana es utilitarista: el bien se define por aquello que causa mayor felicidad a la mayoría, es decir, la defensa de la paz y la seguridad).

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