27 Mar

El movimiento obrero durante el sexenio democrático (1868-1874)


Fue sobre todo a partir de 1868 cuando el movimiento obrero experimenta un fuerte impulso a raíz de la creación de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores).

La AIT había sido creada en 1864 en Londres por un grupo de obreros de diferentes países con el propósito de lograr la emancipación económica y social de la clase obrera y superar la división en clases de la sociedad liberal, mediante la propiedad colectiva de los medios de producción y la creación de una sociedad igualitaria.

Estas ideas llegaron a España en 1868 de la mano de Giuseppe Fanelli, miembro de la AIT enviado por el anarquista Bakunin, que fundo los primeros núcleos españoles de la Internacional en Madrid y Barcelona. Dos años más tarde se celebró en Barcelona el I Congreso de la sección española de la Internacional, donde se impusieron sus tesis y se creó la Federación Regional Española (FRE) de la AIT. Entre los líderes obreros españoles influidos por el anarquismo cabe mencionar al tipógrafo Anselmo Lorenzo.

En 1872 se produjo la escisión de la AIT, después de un enfrentamiento entre las tendencias representadas por la Karl Marx y Bakunin a causa de la divergencia de planteamiento táctico e ideológico entre ambos. El primero defendía que la clase obrera se tenía que organizar en un partido propio para conquistar el poder del Estado e implantar una sociedad igualitaria; mientras que el segundo rechazaba cualquier participación política y recomendaba la destrucción directa del Estado, de la propiedad y de cualquier forma de autoridad, al mismo tiempo que postulaba una nueva organización social mediante una federación de comunas libres. Esto dio lugar a la división de la AIT en dos corrientes: la socialista o marxista y la anarquista o bakunista.

La división de la AIT se trasplantó a España. Una parte del movimiento se adhirió a los planteamientos bakunistas, mientras que otra sección se acogió a las tesis marxistas bajo la dirección de Paul Lafargue, yerno de Marx. Estos últimos, los socialistas, predominaron en la capital española, Bilbao, Cantabria y Asturias, mientras que los anarquistas lo hicieron en Cataluña, Valencia, Andalucía y Aragón.

Durante la I Republica el movimiento obrero conservo un importante protagonismo. La participación obrera en la huelga de Alcoy y en el movimiento cantonal, pese a la desaprobación de sus dirigentes, fue utilizado para decretar la disolución de la Internacional (1874).

El Sexenio supuso una etapa clara de toma de conciencia política y organizativa y de asimilación de las principales ideologías existentes en el mundo obrero europeo.


EL MOVIMIENTO OBRERO

A lo largo del siglo XIX, en consecuencia con la extensión de la revolución industrial, se desarrolló en España el movimiento obrero. Su aparición se vio favorecida por las condiciones laborales y económicas de los trabajadores en el nuevo escenario industrial, así como por la falta de protección social.

Las primeras reivindicaciones no tuvieron carácter político, ni de alteración de las estructuras sociales, pues se centraron en el derecho de asociación y en el mantenimiento del sueldo. A partir del Sexenio, el movimiento obrero cobró mayor personalidad, experimentó divisiones, periodos de clandestinidad durante la primera parte de la Restauración y paulatino crecimiento desde finales del siglo XIX.

Uno de los cambios sociales más destacados de siglo XIX fue la aparición de una clase obrera industrial que fue un grupo pequeño y únicamente representativo en Barcelona, Madrid y el núcleo siderúrgico malagueño. Una de las causas de su aparición fueron duras situaciones laborales a que estuvo sometida:

-Los salarios eran bajos, difícilmente alcanzaba para subsistir.

-La jornada laboral era muy larga, llegaban hasta 15 horas diarias

-Las condiciones de trabajo eran nocivas.

-Sus condiciones de vida fueron igualmente precarias.

Estas dificultades les llevaron a crear, desde la década de los treinta, asociaciones de ayuda mutua para protegerse en caso de enfermedad o de pérdida de empleo. A mediados de esa misma década el empeoramiento de esa situación produjo frecuentes manifestaciones, un pequeño brote de ludismo poco representativo en España y el incendio de una fábrica en Barcelona.

Después de que en 1839 se aprobase una cierta liberalización en materia de asociacionismo, un grupo de obreros catalanes fundó la Asociación de Protección Mutua de Tejedores de Algodón, primer sindicato obrero de España. Su ejemplo fue secundado en otros oficios. Al principio sólo pretendía realizar una defensa de los salarios, sin llevar más lejos sus peticiones. Pero en 1844 los moderados las prohibieron y tuvieron que pasar a la clandestinidad.

A pesar de la prohibición de asociarse, entre 1842 y 1855 los obreros consiguieron crear una organización de asociaciones de ayuda mutua, dirigida, a partir de 1855, por la Junta Central de Directores de la Clase Obrera. Durante el Bienio Progresista el movimiento obrero alcanzó un gran desarrollo. En julio de 1855 estallo en Cataluña la primera huelga general, en defensa del derecho de asociación.

La alarma generada en las autoridades motivó la prohibición de las sociedades obreras. A partir de entonces, los obreros industriales mostraron mayor inclinación por los demócratas y los republicanos, que reivindicaban la libertad de asociación y medidas legislativas que protegiesen al conjunto de los trabajadores.

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