07 Abr

La función terapéÚtica de la filosofía

La filosofía no puede ser ya otra cosa que análisis de nuestras múltiples formas de expresión. Para nada ha de intentar reformar el lenguaje, sino mostrar simplemente cuál es el modo correcto de usarlo.

2.3. Ciencia y sociedad


A partir del Siglo XVIII, se produjo un cierto divorcio entre ciencia y filosofía, al lograr imponerse la idea de que el conocimiento seguro y-verdaderamente válido solo lo proporcionan las ciencias, mientras que la filosofía únicamente ofrece convicciones y consideraciones subjetivas sin verdadero valor cognoscitivo.
La ciencia desconfiaba de los procedimientos y motivaciones de la filosofía, que le resultaban inaceptables, y siguió desarrollándose de forma cada vez más independiente, logrando un éxito espectacular en operatividad lógica y aplicabilidad técnica.
En el Siglo XIX, los filósofos positivistas trataron de reducir la filosofía a la ciencia. A partir de ese momento, la ciencia y la filosofía se desarrollaron como dos tipos de investigación irreductibles y hasta antagónicos.
Como respuesta a este imperialismo cognoscitivo de la ciencia, otros filósofos, ya en el Siglo XX, en particular los componentes de la Escuela de Frankfurt, han hecho hincapié en que el proceso de la ciencia no es, en realidad, solo un proceso intracientífico, sino también un proceso social.

La misma percepción de los hechos, que es el punto de partida de las ciencias experimentales, no es independiente del marco social en el que se produce. Tiene una génesis social, y tanto ella como su objeto son productos históricos. El observador individual puede parecer un receptor pasivo, pero la sociedad es un elemento activo del proceso que determina los hechos empíricos.
Lo que provoca el cambio de unas teorías por otras no es el descubrimiento en las primeras de dificultades lógicas o a su incompatibilidad con los datos de la experiencia. El agente último de las modificaciones de las teorías es la sociedad y sus cambios, pues la ciencia forma parte del proceso de producción de los bienes al servicio del sostenimiento de la vida social, y evoluciona con él.
Es preciso, restablecer la relación entre ciencia y sociedad desde el descubrimiento de los intereses que impulsan la ciencia, que deberían ser el provecho de la humanidad, pero que muchas veces encubren justificaciones ideológicas.

El científico no puede restringir la función del conocimiento a la simple aplicación autónoma y automática de sus métodos y prescindir de cualquier valoración y de la pregunta sobre los fines y efectos sociales de su investigación. Actuando así, la ciencia no está al servicio de las necesidades reales de los seres humanos y de la sociedad, sino que puede contribuir a generar opresión y a empeorar las condiciones de vida.

4.3. Paradigmas y revoluciones científicas


Paradigma como un ideal común de explicación, y una serie de métodos para la solución de problemas en la práctica científica en un momento histórico determinado.
El paradigma constituye una especie de matriz común gracias a la cual los especialistas hablan de las mismas cosas en los mismos términos y adoptan las mismas actitudes. En resumen, un paradigma es como la matriz simbólica de una comunidad científica.

En la evolución histórica de la ciencia se distinguen períodos: de ciencia normal, marcados por la aceptación general de un paradigma, y períodos de revolución, en los que compite entre sí un determinado número de paradigmas. No depende de criterios lógicos o metodológicos, sino del conjunto de valores del grupo social al que el científico pertenece.
La ciencia normal consiste, pues, en aplicar el paradigma dentro del que se trabaja y resolver los problemas que se presentan sin cuestionar el paradigma mismo. Generalmente, cuando surgen experiencias u observaciones que parecen contradecirlo o marcar sus límites, con tal de no discutir el paradigma, se sospecha siempre de un error de cálculo o de experimentación por parte de los que quieren introducir modificaciones. Hay una tendencia conservadora y de inmunización del paradigma dominante respecto de contraejemplos que tratan de desestabilizarlo. Un caso famoso fueron las resistencias con las que se encontró Galileo para imponer su nueva concepción del movimiento de la Tierra.
Los paradigmas son inconmensurables, los componentes del paradigma antiguo dejan de existir en el nuevo. Por ejemplo, las formas aristotélicas de explicar el movimiento desaparecieron en la física mecanicista moderna. Esto significa que los partidarios de paradigmas diferentes, al vivir ya en mundos diferentes, no ven los mismos fenómenos de la misma manera, aunque sigan utilizando los mismos términos (por ejemplo, planeta, estrella, átomo, energía o fuerza). Esto da una falsa impresión de continuidad y de profundización en una misma realidad, así como la engañosa sensación de acumulación de un saber homogéneo.

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